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Rescatando al doctor Insólito

Fuentes: Rebelión

En 1964, cuando en Occidente se hacía buen cine, el Reino Unido produjo «El doctor Insólito», de Stanley Kubrick, que el director Oliver Stone mostró al Presidente Putin, quien por primera vez veía esta película en la que un alto oficial de la fuerza aérea de EEUU, convencido de que los comunistas son un peligro […]

En 1964, cuando en Occidente se hacía buen cine, el Reino Unido produjo «El doctor Insólito», de Stanley Kubrick, que el director Oliver Stone mostró al Presidente Putin, quien por primera vez veía esta película en la que un alto oficial de la fuerza aérea de EEUU, convencido de que los comunistas son un peligro para su país, ordena un ataque nuclear contra la Unión Soviética. En el film, un antiguo científico nazi, el doctor Insólito, representado por el actor británico Peter Sellers, sostiene que se debe aprovechar la oportunidad y continuar la opción militar porque la URSS posee la máquina del juicio final, que decide por sí misma y tiene la capacidad de actuar para acabar con la especie humana. Así, se determina nuestra extinción.

Ese escenario no ha desaparecido sino que se ha modernizado con la insólita doctrina, que propalan los principales medios masivos de información y es impulsada por la Sra. Clinton y el expresidente Obama, de que ahora el enemigo principal de EEUU es Rusia, fantasía que responde a sectores belicistas del complejo militar estadounidense y es apoyada por dirigentes norteamericanos, tanto demócratas como republicanos, por lo que nos hallamos al borde del holocausto nuclear.

Razón por la que, posiblemente, el Presidente Trump propuso a su homólogo Putin verse en Helsinki, para conocer en privado en qué concuerdan y divergen en la problemática mundial. Esto explica sus palabras: «preferí tomar un riesgo político en pos de la paz antes que arriesgar la paz en pos de la política»; también explica por qué este 1 de marzo Putin reveló los avances de las armas defensivas rusas y por qué Rusia hace publicidad abierta de sus últimos éxitos, tanto en armas tácticas como estratégicas, lo que rompe el característico secretismo que existió en la URSS. Es como si dijera a los sectores que desde Occidente amenazan a Rusia, vean bien lo que tenemos, no es para agredirlos sino para impedir que ustedes nos agredan.

Y no es para menos, antiguos mandatarios occidentales ofrecieron a Moscú no mover la OTAN ni una pulgada hacía el este, y ahora pretenden instalarla en los alrededores del Kremlin; rodean a Rusia con cerca de 400 bases militares; tal como el 2001 lo expusiera el exdirector de la Otan, General Wesley Clark, que EEUU planificaba invadir 7 países árabes, hacen guerras «humanitarias» en Afganistán, Irak, Libia, Siria; apañan contra Rusia a todos los títeres que pueden; editan una doctrina militar ofensiva contra ese país… Y no sólo eso, sino que expulsan masivamente a los diplomáticos rusos y expropian sus sedes; propagan, por todos los medios posibles, campañas de calumnias contra Moscú; acusan a los dirigentes de Rusia de todos los crímenes concebibles; persiguen por cualquier pretexto a los ciudadanos de ese país; obstruyen el trabajo de sus medios informativos; emiten sin razón alguna sanciones antirusas a diestra y siniestra…

A fines de la Segunda Guerra Mundial, EEUU era dueño de más de la mitad de la economía del planeta; mediante el Tratado Bretton Woods creó el BM, el FMI y estableció el dólar como moneda de intercambio internacional. Así obtuvo el control monetario y financiero del mundo, impuso sus reglas para el comercio y las finanzas, adquirió libre acceso a las materias primas más importantes del planeta y conquistó el mercado mundial para sus exportaciones. En este sentido, no se equivocan cuando afirman que fueron ellos los que ganaron la guerra, sólo ocultan que cada gota de sangre soviética aportó con miles de dólares a la economía estadounidense.

Vietnam provocó la quiebra de ese sistema, pues para financiar la guerra que contra este país desencadenaron, debieron emitir tantos dólares que en la actualidad nadie sabe cuántos dólares circulan por el planeta, ni siquiera ellos. El General De Gaulle, Presidente de Francia, exigió en 1966 oro por las reservas francesas de dólares, lo que provocó una crisis financiera mundial, pues si todos los tenedores de dólares exigieran lo mismo, no habría oro con que responder a dicha demanda. La situación la resolvió Nixon en 1971, cuando eliminó la convertibilidad del dólar en oro. Desde entonces, cada vez que el presupuesto de EEUU tiene déficit, emiten deuda en dólares, que colocan de manera casi obligatoria en el mercado mundial.

El siglo pasado, debido al derrumbe de la Unión Soviética y al poco desarrollo de la China, Estados Unidos se convirtió en el hegemón del mundo, pero perdió ese liderazgo por sus fracasos bélicos y de la globalización. En estas circunstancias, Donald Trump ganó las elecciones presidenciales; predicaba «volver otra vez a EEUU un país grande», en lugar de la opción bélica planteada por la Sra. Clinton, candidata por el Partido Demócrata. La principal virtud de Trump es comprender que dicho camino conduce al fin del mundo, que en esa guerra no habrá ni vencedores ni vencidos, que no hay otra salida que entenderse con Rusia.

La lucha entre Trump y sus detractores se puede definir como dos caras de una misma moneda: la que busca traer a casa a sus tropas, luego del fracaso de sus aventuras militares, y restablecer el desarrollo industrial de EEUU, perdido por la salida de sus fábricas; y los que defienden mantener las ventajas obtenidas por la globalización. Así, esta lucha intestina es consecuencia de la discordia entre ambas corrientes. Trump necesita reedificar la economía de EEUU, al borde del descalabro por el desarrollo económico de China y la consolidación del Estado ruso bajo la dirección de Putin. En este contexto, se enmarcan sus posiciones políticas sobre la UE y la OTAN, las guerras del Medio Oriente, su enfrentamiento a China, su diálogo con Corea del Norte, su agresividad contra Irán, Nicaragua y Venezuela, sus zalamerías a Ecuador, sus encuentros con Putin y su apoyo a la derecha mundial.

Esta lucha interna de EEUU, que nadie augura a ciencia cierta en qué va a parar, sería preferible que la ganara Trump, porque sus contrincantes se han persuadido de que pueden derrotar a Rusia y China, sueño de perros, que es el se acabó de todos.

Por algo, Kiril, patriarca de Moscú y cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa, en un sermón pronunciado en la catedral de Cristo Salvador de Moscú, dijo que el mundo «está entrando en un momento crítico para el desarrollo de la civilización humana… Hoy es tiempo de unificar todas las fuerzas sanas: la Iglesia, el arte, la cultura, nuestros escritores, científicos, todas estas personas que aman la patria deben estar juntas hoy, porque estamos entrando en tiempos críticos. Esto ya es visible a simple vista. Hay que estar ciego para no ver la aproximación de los terribles momentos de la historia de los que habló en su Libro de las Revelaciones el apóstol San Juan». Sostuvo que, según el cristianismo, la aproximación y el alejamiento del apocalipsis depende de nuestras actitudes y pidió, especialmente a las personalidades públicas, que asuman la responsabilidad por toda la raza humana para «frenar nuestra caída en el abismo del fin de la historia». Sus palabras refrendan el oportuno encuentro que se dio en Helsinki entre Trump y Putin.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.