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Carta a un amigo

Cuba cura

Fuentes: Rebelión

Brasilia, 24.04.04 Querido amigo mío A mí Cuba me cura por infinitas razones, obviamente opuestas a los motivos por los cuales Cuba le duele a Eduardo Galeano y a los que le han provocado la estampida al bueno de Saramago. A estas alturas de vivir pensando a Cuba no me cabe duda que en este […]

Brasilia, 24.04.04

Querido amigo mío

A mí Cuba me cura por infinitas razones, obviamente opuestas a los motivos por los cuales Cuba le duele a Eduardo Galeano y a los que le han provocado la estampida al bueno de Saramago. A estas alturas de vivir pensando a Cuba no me cabe duda que en este cacareado hemisferio occidental es el único país, gracias al proceso de cambios revolucionarios emprendido por la Revolución, que posee todas las potencialidades para convertirse en un (*)verdadero estado de bienestar social. Las cotas de esa función objetivo son: equidad social y riqueza material compartida. El resultado de esa ecuación es: un estado de bienestar social por naturaleza solidario. Y no creo que cualquier tipo de «oposición» en Cuba al Proyecto Socio-Político cubano pueda conducir a ello. Puesto que el Proyecto cubano tiende a ese estado de gracia, aparentemente utópico. Negar el Proyecto cubano sería negar esa posibilidad real.

Fidel lleva más de cuarenta años desempeñando el papel del «malo de la película». El problema ha estado y está en que ese papel ha tenido como objetivo primero, es decir, medular, sofocar toda posibilidad de reentronizar en la Isla un patrón liberal de acumulación privada de capital que, por fuerza de su natural lógica privativa, daría irremediablemente al traste con las cotas de la función objetivo del Proyecto. El costo ha sido la mediatización de la verdadera democracia. El contra peso: los avances sociales que el pueblo cada mañana disfruta. Mientras tanto, en este mundo nadie parece saber cómo demonios organizar de manera cierta lo que se ha dado en llamar socialismo. El capitalismo ha tenido la virtud de contar con más de 200 años para (des)organizarse espontáneamente. Y después de tanto bregar demostró con ello que no era solución para Cuba, por lo menos ya es muy importante el que así lo hayan reconocido los cubanos de adentro. Y, haciendo honor a la honestidad de pensamiento (cualidad cada vez más difícil de encontrar en estos tiempos), debemos reconocer que en el resto de América Latina – nuestro entorno geopolítico, cultural y económico natural – ese capitalismo matusalén ha demostrado ser excluyente por naturaleza y miserable por intereses, y aceptado como tal sólo por las clases auto beneficiadas.

El pecado original de Cuba está en haberse planteado, por necesida histórica y por instinto de conservación, una alternativa de desarrollo. Nadie, ni afuera ni adentro, se pone de acuerdo en cómo acercarse con la celeridad y la certeza necesarias a ese estado de gracia. Lo único que se puede afirmar son dos cuestiones: que no existe en el mundo ese pretendido estado de bienestar social realmente equitativo y solidario, y que pretenderlo sólo se puede desde una perspectiva axiológica de la igualdad social y económica. Ni elitismo ni egalitarismo. Una sociedad justa y solidaria es una sociedad entre iguales. Punto. Así defino yo sintéticamente el socialismo. Mi definición ampliada es la de más arriba (*).

Si se me dice que llegar a ese estado de gracia, a partir de la realidad cubana actual y de los propósitos del Proyecto Socio-Político de la Revolución, depende de la transformación del sistema de propiedad en Cuba, no se me estará diciendo algo realmente novedoso, se me tiene que decir el cómo – sin posibilidad real ni moral alguna de favorecerse de un proceso de extorsión originaria de capital como el que llevó a los estados del «primer mundo» a los niveles de desarrollo que hoy disfrutan: ¿cómo hacerlo para establecer un patrón autónomo de acumulación social de capital, que pueda realmente acumular y realmente ser social?. Es ésta la pauta que establece la diferencia entre el tino inteligente de la discusión seria y los propósitos elevados y el tono mediocre de la oposición ansiosa y los fines sectarios.

Ayer el actual Ministro de Asuntos Exteriores de Brasil, expuso la posición del Gobierno de Luis Ignacio Lula da Silva con respecto a los últimos acontecimientos en la Isla. Expresa que Brasil no apoyará en la OEA ninguna resolución acusatoria contra Cuba por tales hechos. Fundamenta que no se puede juzgar a un país que fue expulsado de su seno por el organismo. Acto seguido toma real posición y expone que Brasil lamenta que en Cuba sigan existiendo juicios sumarios y ejecuciones, así como condenas por ideas políticas. Para al final manifestar que si el bloqueo económico de los EE.UU. no existiera, en Cuba ya existiera la democracia. Brasil se ha sentido obligado a tomar partido en el «nuevo» debate en torno a Cuba, y lo ha hecho. ¿ Podrías encontrar forma tan poco disimulada de injerencismo y demagogia sibilina?. El Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, podría explicarle al Ministro brasileño que Cuba no es que haya sido expulsada de la OEA, como formalmente fue, sino que Cuba no reconoce la OEA como foro representativo de los intereses de los pueblos latinoamericanos, como en realidad no lo es. Que es por eso que Otto Reich no puede pisar suelo cubano como lo hace con el brasileño cuando es recibido en la Embajada de Brasil en Washington por el Ministro de Hacienda del Gobierno de L.I. Lula en placentero desayuno que aprovecha para recriminar, como buenos amigos, la falta de apoyo de Brasil al genocidio que cometen los EE.UU. contra Irak. Que por la mismas razones políticas y porque Cuba no depende del FMI ni del BM, tampoco puede el Secretario del Tesoro de los EE.UU. pavonearse en Cuba como lo ha hecho en estos días en Brasil, marcando condiciones fondomonetaristas, al calor de la pleitesía del Gabinete de Gobierno en pleno, de representantes parlamentarios y de la elite empresarial y financiera del país. Que el problema de Cuba es que los comportamientos sumisos le producen urticaria y de ahí el diferendo con los EE.UU. Que Cuba, habiéndole los EE.UU. inducido el síndrome de plaza sitiada le ha impuesto también las razones y las acciones para sentirse en estado de real agresión permanente, y que esa infame realidad que se le impone a Cuba crea las condiciones, que sólo pueden ser indeseadas, para que determinados actos delictivos de carácter subversivo sean juzgados internamente con máxima severidad jurídica. Que las tres personas ejecutadas, con arreglo a procesos judiciales legislados en el código penal cubano, lo fueron por acciones encuadradas en figuras delictivas de actos graves de terrorismo: por delito de secuestro con violencia sobre las personas, acompañados de atentado contra la integridad física, la dignidad y la moral de las personas, incluidos niños (puestos todos en real peligro de muerte). Y que esas figuras jurídicas que tipifican el delito de terrorismo han sido incorporadas al código penal cubano una vez firmado por Cuba los acuerdos internacionales que en esta materia refrenda la ONU y que muchos otros países aún rehuyen firmar. Podría expresarle el Ministro cubano a su homólogo brasileño que, sin embargo, Cuba sigue sin entender y lamenta que, disfrutando Brasil del privilegio de no ser un objetivo de la doctrina de las masacres preventivas de los EE.UU. como sí lo es Cuba, se sigan ejecutando extra judicialmente, a tiro limpio, en sólo dos ciudades brasileñas un promedio de 400 personas casi todos los años, y que el sistema carcelario de su República continúe siendo un verdadero oprobio a la dignidad humana. Podría el Ministro cubano exponerle en una nota diplomática directa, que en Cuba no se ha condenado a un grupo de personas por sus ideas políticas, a pesar de que el derecho ciudadano a la expresión de la otredad política se encuentre aún limitado, sino a un grupo de personas que pactaron trabajar conscientemente con el estado de los EE.UU., enemigo unilateral declarado del estado cubano, en contra de los intereses de la nación cubana, e invitar al Ministro brasileño a un ejercicio de profundidad intelectual que le permita discernir entre disidencia y conspiración con el enemigo, figura jurídica ésta última igualmente legislada en los EE.UU., el país de la democracia que tanto se admira. Podría el Ministro cubano finalmente explicarle al Ministro brasileño que en realidad el destructivo bloqueo económico y financiero de los EE.UU. contra Cuba y las agresiones terroristas que, organizadas desde territorio estadounidense y apoyadas por los gobiernos de los EE.UU., le han costado la vida a cerca de 3000 ciudadanos cubanos, inhiben el proceso de democratización en Cuba, pero no hacia los moldes de la democracia representativa con que el orden político burgués brasileño preserva los intereses de la minoría de la nación y concuerda en considerarlo, dentro del coro de la OEA, como la mejor de las formas de democracia, sino que lo que en realidad el bloqueo y la política de agresión estadounidense contra Cuba están inhibiendo es el avance de Cuba hacia la radicalización de la democracia directa, única forma de participación social capaz de cuadrar con la visión de un verdadero estado de bienestar social, equitativo y desarrollado, donde la solidaridad humana de la nación constituya el alimento de su identidad sociocultural. Dentro de ese rumbo, puedo añadir yo, Cuba puede demostrar que el concepto de inclusión ciudadana no tiene por qué excluir el pluralismo del pensamiento y la acción política y que la pena capital en Cuba está condenada, por las esencias humanistas de la Revolución, a muerte natural. A eso ha de llegarse. A pesar de los EE.UU. y de los estados elitistas burgueses que impugnan el derecho ajeno en este mundo.

Si el Ministro cubano fuera así de franco como lo ha sido el Ministro del Gobierno del Presidente Lula, es decir, del representante de las más nobles aspiraciones de la mayoría del pueblo brasileño, Cuba tendría que aprestarse a defenderse de la próxima campaña expiatoria, internacionalizada y políticamente correcta, en contra de sus razones de ser. A Cuba no le queda otra opción que seguir adelantando su empeño contracorriente, a favor de los legítimos intereses de la nación. Ir a favor de su gente, superando esas tantas cosas que puedan estar demostrando lo contrario. Y enviándole así un mensaje cierto de lo otro que puede ser posible para los pueblos empobrecidos.

Un abrazo

Roberto

PS: esa gente empobrecida, tanto dentro pero esencialmente fuera de los centros capitalistas de poder, constituyen cerca del 80% de la población mundial.