Cinco décadas después de que Maurice Merleau-Ponty reinstalara en el seno de la intelectualidad occidental el formidable y, desde nuestro punto de vista, inigualado Historia y conciencia de clase [1923], la obra y el pensamiento de György Lukács [Hungría, 1885-1971] parece resurgir de las cenizas.
Pensadores tan diversos como Fredric Jameson, en Estados Unidos, Michael Löwy y Nicolas Tertulian, en Francia, Itsván Mészáros, en Inglaterra, Carlos Nelson Coutinho, Leandro Konder y Ricardo Antunes, en Brasil, y muchos otros intelectuales críticos del mundo encuentran inspiración en la obra de Lukács para continuar batallando contra el capitalismo contemporáneo y sus perversas lógicas culturales.
En Brasil, por ejemplo, durante la última década se han publicado dos volúmenes muy importantes, conteniendo aportaciones de varios pensadores actuales sobre su obra. Primero salió Lukács: Un Galileo del siglo XX (São Paulo, Boitempo, 1996) y luego Lukács y la actualidad del marxismo (São Paulo, Boitempo, 2002). En este último volumen se incluyen 34 cartas inéditas del filósofo de Hungría con los brasileños Coutinho y Konder.
En Argentina acaban de editarse varios textos de Lukács inéditos en castellano en un excelente y muy documentado volumen titulado Testamento político y otros escritos sobre política y filosofía. Buenos Aires, Ediciones Herramienta, 2003. El libro está compilado por Miguel Vedda (profesor de literatura alemana en la Universidad de Buenos Aires) y Antonino Infranca (filósofo italiano residente en Buenos Aires).
La siguiente entrevista a Infranca intenta indagar en la compleja relación de Lukács con el stalinismo y en el modo como el pensador húngaro, sin duda uno de los principales filósofos marxistas del siglo XX, junto con Antonio Gramsci, logró eludir el rígido corset que aquella corriente política impuso a la cultura marxista durante varias décadas en Europa Oriental. Arrojando nueva luz sobre aspectos biográficos y filosóficos desconocidos de Lukács, Infranca propone una nueva manera de abordar su obra. Su conclusión apunta a demostrar que Lukács no puede ser reducido al ocaso del stalinismo, lo cual explicaría su inesperado retorno a la arena filosófica contemporánea.
Antonino Infranca [Italia, 1957] se doctoró en filosofía en la Academia Húngara de Ciencias y logró internarse durante años en el Instituto Lukács de Budapest y en el archivo del notable pensador húngaro. Allí accedió a sus papeles personales y varios materiales inéditos. Una tarea hasta hace poco tiempo vedada para los estudiosos occidentales. Además de sus trabajos sobre el húngaro, Infranca ha publicado en Italia Giovanni Gentile e la cultura siciliana (Roma, 1990) Tecnecrate (Roma, 1998) y en la Argentina un análisis de la obra del filósofo y teólogo de la liberación Enrique Dussel: El otro occidente (Buenos Aires, ediciones Herramienta, 2000). También en Buenos Aires, Infranca es miembro de la Asociación Antonio Gramsci, sección local de la International Gramsci Society (IGS).
Néstor Kohan: ¿A qué se debe este renovado interés por la obra de Lukács?
Antonio Infranca: Su obra ha sido retomada por Jameson y otros marxistas norteamericanos. También tuvo un eco, aunque paradójico, en el Antiedipo de Deleuze y Guattari. De muy diversos modos todos ellos han retomado últimamente núcleos de la obra más famosa que Lukács produjo en su juventud: Historia y conciencia de clase. Pero yo pienso que si hoy hay que volver a Lukács tiene que ser más bien por su obra madura de los años ’60, muchísimo menos conocida: La ontología del ser social. Un monumento del pensamiento que contiene miles de páginas. Esta última tiene más actualidad.
N.K.: ¿Por qué?
INFRANCA: Fundamentalmente por su estudio acerca de la «extrañación». Esta teoría de Lukács da una posibilidad de cuestionar al capitalismo globalizado de nuestros días. Hoy muy pocos critican lo que hace el sistema actual en el campo de la ideología, la propaganda y la publicidad. Los críticos más ácidos de la globalización cuestionan las estructuras económicas (el desempleo, el hambre, etc.) pero no muchos critican los modos de integración globalizada.
N.K.: ¿Qué entendés vos por «modos de integración»?
INFRANCA: Que todos los seres humanos se están vistiendo de la misma manera, viven en la misma imposición urbanística, ven la misma TV y cine, la misma estructura de los shoppings y sus modos de consumo, la misma música y publicidad. Si alguien llega enmascarado y con los oídos tapados (sin escuchar el idioma) y se lo deja en la periferia de cualquier gran ciudad del mundo, no podría distinguir una de otra. La lectura de La ontología del ser social de Lukács hoy nos permitiría desarrollar, desde su análisis de los fundamentos del ser social del hombre, una crítica a todo aquello que va cancelando los fundamentos del individuo contemporáneo.
N.K.:¿Qué aportaría esa obra en torno al debate de la posmodernidad?
INFRANCA: La mayoría de los pensadores posmodernos se basan en Martín Heidegger. Bueno, en La ontología del ser social hay un largo capítulo específico dedicado a Heidegger, obviamente crítico. En toda la vida de Lukács la polémica con Heidegger siempre estuvo presente. Esa obsesión la tuvo ya desde los años ’40 y ’50, cuando arremete contra la Carta sobre el humanismo de Heidegger y lo vuelve a retomar en su obra última. Además, según sabemos por Lucien Goldmann (discípulo de Lukács), El ser y el tiempo, la gran obra de Heidegger, estuvo escrita contra Historia y conciencia de clase del filósofo húngaro. Un hecho que muchos admiradores actuales de Heidegger curiosamente «olvidan» o directamente desconocen. En La ontología del ser social el Lukács maduro retoma la posta y contesta a El ser y el tiempo de Heidegger.
N.K.:¿Cuáles serían las principales razones de ese enfrentamiento clásico en la filosofía contemporánea?
INFRANCA: Según Lukács, Heidegger encubre con categorías abstractas la auténtica vida cotidiana. Heidegger impediría, desde este argumento, lo que Lukács promueve: el tomar conciencia de los problemas de la vida cotidiana. Por eso yo creo que la posmodernidad -por ejemplo la obra de mi compatriota Gianni Vattimo- debería ser criticada desde este particular ángulo. La posmodernidad aleja al ser humano de las preguntas fundamentales sobre el sentido del ser. De allí que Lukács promueva en términos filosóficos una autenticidad que paradójicamente Heidegger niega, a pesar de todo su conocido énfasis en la crítica del «mundo inauténtico». Lukács acusa a Heidegger de ser el mayor promotor de la inautenticidad, un juicio que yo extendería desde este ángulo a todo el posmodernismo.
N.K.: Además de estudiar su obra publicada, vos trabajaste en el Archivo de Lukács en Budapest. ¿Qué contenía ese archivo?
INFRANCA: Yo trabajé allí entre 1984 y 1986. El archivo estaba en la casa de Lukács. Contenía su biblioteca, sus papeles personales, sus manuscritos editados e inéditos y su correspondencia, que es importante. Él, normalmente, contestaba todas las cartas. La mayoría de las cartas están inéditas. Además, el archivo publicó en 1998 una especie de diario de los libros que Lukács leía en el período de Heidelberg, el de su primera juventud. Su título es Apuntes de Heidelberg. Esto es una de las últimos cosas que han sido publicadas.
N.K.: Cuál fue la mayor ventaja de incursionar en el archivo?
INFRANCA: Fueron años muy interesantes para mí. Fui el único italiano en el campo de la filosofía que pudo hacer el doctorado en Hungría. Estar en el archivo me permitió leer sus apuntes sobre la ética, un trabajo inacabado, publicado póstumamente recién después que cayó el Muro de Berlín y también me permitió leer algunas cartas vinculadas con los intelectuales italianos. El volumen de cartas con los italianos era el más numeroso incluyendo su correspondencia con alemanes, a pesar de que Lukács escribía en alemán y tenía una formación alemana. Lo cual permitiría explicar el gran interés de la cultura italiana hacia Lukács. Pero sobre todo investigar in situ me permitió deshacerme de muchos prejuicios que existen en Occidente sobre su obra, que están basados casi siempre en la falta de información seria y rigurosa.
N.K.:¿El acceso al archivo era libre?
INFRANCA: No. Había dificultades para obtener los materiales. Cuando yo estuve en el archivo había en él -y sólo allí, pues el fenómeno no se repetía en aquel momento en el resto de Hungría- un clima de censura y de control. Eso me hizo perder mucho tiempo de investigación, al tener que esperar que me permitieran ver el material. Lukács seguía siendo un pensador maldito para el régimen político del Este y para el stalinismo.
N.K.:¿En tu opinión Lukács era un disidente?
INFRANCA: No era un disidente clásico. Pensaba en la posibilidad de reformar el sistema en un sentido democrático, una salida que evidentemente fue inviable.
N.K.: Sin embargo se lo asocia, por sus reiteradas «autocríticas», muchas de ellas forzadas, con el stalinismo…
INFRANCA: Esa opinión proviene de Occidente. Pero estudiando a fondo su obra y biografía existen hechos incontrastables en la dirección exactamente opuesta. En primer lugar, sus libros jamás fueron publicados en ruso. Los stalinistas soviéticos nunca lo publicaron. Recién lo editaron en Rusia en 1989… En segundo lugar, los intelectuales occidentales que lo critican ni se imaginan lo que estaba pasando en el Este en aquel momento. Su posición no era stalinista, sino en todo caso posibilista. Además Lukács participó activamente en 1956 en la revolución antistalinista y por eso los soviéticos lo apresaron junto a Imre Nagy y los deportaron a Rumania donde él permaneció recluido varios meses. Incluso la policía stalinista también lo había apresado por sospechas en la propia URSS en 1941, cuando él estaba allí exiliado en los años del nazismo, oportunidad donde también apresan a su gran amigo Mijail Lifschitz, el especialista en estética. A Lukács le secuestraron entonces un libro suyo: Goethe y la dialéctica, que se perdió. Sólo un fragmento se publicó luego en italiano.
N.K.:¿Qué tipo de participación tuvo Lukács en la rebelión de 1956?
INFRANCA: Lukács fue ministro de cultura del derrocado gobierno de Nagy. Las vicisitudes de Lukács en su reclusión de aquel año las pude reconstruir cuando entrevisté a su compañero, también apresado por los soviéticos, Miklós Vásárhelyi. Él me contó el comportamiento valiente de Lukács y su rechazo de todos los intentos que los soviéticos le hicieron para cooptarlo y separarlo de los demás presos húngaros.
N.K.: En lo que respecta a esos años, ¿acaso su libro El asalto a la razón de 1953 no fue acusado de legitimar filosóficamente el stalinismo?
INFRANCA: Lo que no se sabe es que los materiales que conformaron ese libro él los escribió en 1933, pero entonces no los publicó. Recién lo hizo en 1953, después de la muerte de Stalin… porque no quería pasar por un sostenedor del stalinismo.
N.K.: ¿Tenés pruebas de eso?
INFRANCA: Sí, por supuesto. Aunque en Argentina no se conocen, el archivo Lukács publicó esos trabajos de preparación de El asalto a la razón. Además Lukács escribió El joven Hegel en 1938. No salió publicado porque iba a contramano de la línea stalinista oficial que condenaba a Hegel terminantemente, en toda la línea. Recién lo publicó en 1948 en Suiza, así como también El asalto a la razón fue publicado en Suiza, es decir, en el corazón de Occidente y no en los países del Este europeo. Por todo esto podríamos decir que en un sentido es cierto que él «convivió» con el stalinismo, pero hay que ver también cómo y en qué condiciones históricas específicas, no siempre conocidas. En realidad existen muchos matices que hay que descifrar evitando juicios apresurados.
N.K.: ¿Vos pensarías que esa relación con el stalinismo motivó su crítica a las vanguardias estéticas como «decadentes»?
INFRANCA: La cuestión es más compleja. En ese punto, es innegable, Lukács se cruza con el stalinismo, pero su posición no tiene como causa al stalinismo. Lukács siempre rechazó a las vanguardias, ya desde su primera juventud cuando todavía no era comunista. El stalinismo entonces no existía y ni siquiera se había producido la revolución bolchevique de 1917. Por ejemplo, Lukács nunca se pronunció a favor del futurismo a pesar de que la ideología literaria de la revolución bolchevique era, en sus inicios, el futurismo. Su rechazo de las vanguardias tiene otro fundamento. Lo mismo vale para sus juicios críticos sobre Kafka, muchos de los cuales -según podemos apreciar en su correspondencia inédita de la madurez- él mismo llegó a juzgar como equivocados.
N.K.:¿Y su famosa polémica con Bertolt Brecht sobre el expresionismo?
INFRANCA: Lukács no rechazaba el antistalinismo de Brecht, sino que cuestionaba su teoría de un teatro vanguardista. Son dos fenómenos diversos. Él no le cuestionaba su intento de construir un teatro distinto al de la «edificación» stalinista, al del culto a la personalidad. En eso estaba de acuerdo con Brecht y terminaron siendo muy amigos.
N.K.:¿Cómo se vivió en los circuitos filosóficos de Hungría la caída de 1989?
INFRANCA: Yo tuve la suerte de estar allí en ese momento. En junio de 1989 se hizo una manifestación por el entierro oficial del cuerpo de Imre Nagy, quien había sido el jefe del gobierno de 1956 cuando los soviéticos invadieron Hungría. En la filosofía hubo grandes debates porque volvieron a tener manifestaciones públicas ex discípulos de Lukács, como Mihály Vayda (el traductor húngaro de El ser y el tiempo de Heidegger) o Itsván Fehér (quien escribió la introducción a ese libro de Heidegger), Krisztoff Nyiri y otros disidentes. Aunque hay que aclarar que Hungría era distinta a la URSS o a Rumania. En Budapest, antes de 1989, los disidentes no eran ni detenidos ni proscriptos. Publicaban libros, tenían todos trabajos en editoriales y uno los podía encontrar y conversar con ellos en cualquier lado. Pero no les permitían tener cargos en la Universidad ni hacer una carrera académica. En ese contexto, muchos ex discípulos de Lukács giraron hacia la posmodernidad.
N.K.: ¿Bastante contradictorio, no es cierto?
INFRANCA: Sí, por supuesto, pero igual giraron al posmodernismo. Por ejemplo Agnes Heller está internándose ahora en lo que ella denomina «la ética posmoderna». Vayda, con su crítica a la metafísica, sigue el mismo camino.
N.K.:¿Cuántos discípulos tuvo Lukács en Hungría?
INFRANCA: Básicamente hubo dos grupos de discípulos de Lukács que se conocieron como «la Escuela de Budapest», hoy famosa. El primer grupo se formó cuando Lukács dictaba clases en la Universidad entre 1946 y 1949. En ese momento fue atacado por los stalinistas por ser «un filósofo medio burgués» y fue obligado a dejar la Universidad. Después de ese ataque Lukács pasó de un día para otro de quinientos alumnos a cinco. El filósofo stalinista que lo atacó se llamaba Jozséf Revai (antes había sido su amigo). Revai fue alentado por Imre Lakatos, por entonces furioso stalinista, quien años después se fue a vivir a Occidente donde se convirtió en un célebre filósofo de la ciencia… Entre los cinco que se quedaron estaban: Agnes Heller (la más conocida en Occidente), István Hermann, Denés Zoltai -quien me contó personalmente todo esto- Marta Mészáros y por último István Fehér.
N.K.:¿Pero Agnes Heller no cortó amarras cuando se fue a vivir a Estados Unidos?
INFRANCA: Sí, es cierto, pero lo hizo mucho antes, pues alrededor de ella se había formado la segunda Escuela de Budapest de los «disidentes», que agrupaba a Mihály Vayda, György Markus, István Fehér y Ferenc Fehér. Por eso hay prácticamente dos Escuelas de Budapest, un fenómeno no siempre conocido, según creo. La Escuela fue expulsada de las instituciones oficiales en 1977. Hasta cuando estuvo vivo, Lukács los protegió. Escribió una carta a su editor de occidente de la Ontología del ser social para defenderlos (aunque en realidad la escribió István Fehér y Lukács la rubricó…).
N.K.:¿Estos discípulos de Lukács querían reformar el régimen?
INFRANCA: Yo creo que no. Al contrario del último Lukács, quien escribió El hombre y la democracia [publicado en Buenos Aires, en 1989, por editorial Contrapunto], redactado entre agosto y noviembre de 1968 -después de la primavera de Praga- pensando en reformar el régimen político del Este y apuntando a construir un socialismo más humano, ellos no creían en esa posibilidad.
N.K.: ¿El hombre y la democracia se publicó en vida de Lukács?
INFRANCA: No. El lo escribió y lo envió al comité central del PC de Hungría como una provocación, para ver si ellos aprovechaban ese texto para abrir el debate y tomar distancia de la invasión rusa a Checoslovaquia. El partido lo dejó escondido. En 1985, cuando estaba Gorvachov en la URSS, una parte del partido húngaro lo publicó en alemán pero nunca lo vendieron en las librerías, pues lo vetaron los antigorvachovianos. El traductor de Lukács al italiano, Alberto Scarponi, me dio la tarea de llevar el libro a Italia, cosa que hice, y así se conoció en Occidente.
N.K.: Durante los últimos años, y a propósito de su aniversario, la obra de Goethe ha ocupado páginas y páginas en todos los periódicos del mundo, especialmente en los de Alemania reunificada. ¿Qué actualidad tienen, desde tu punto de vista, los análisis de Lukács sobre el Fausto?
INFRANCA: Goethe siempre lo obsesionó y la ciudad de Frankfort le obsequió a él un premio Goethe en 1970. Para explicar el papel de Margarita y Fausto, los personajes de la primera parte de esa famosa obra, Lukács adopta aquella idea de Marx según la cual se puede juzgar una sociedad estudiando la relación dentro de ella entre varones y mujeres. Según él, lo más grande de Goethe residía en el modo cómo a través del personaje Margarita el autor del Fausto explicaba la sociedad burguesa alemana de su época. Me parece que este estudio no sólo sirve para explicar la sociedad alemana de aquella época sino también las relaciones entre el hombre y la mujer en el mundo contemporáneo.
N.K.:¿Qué queda vigente hoy de Lukács?
INFRANCA: Mira, creo que hoy nos queda una obra filosófica de enorme envergadura (todavía no completamente explorada) y un legado sumamente complejo que nos permite repensar no sólo todos los debates filosóficos del siglo XX sino también abordar algunos de los enigmas futuros de la humanidad.