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El poder de los mass media, los impuestos y las pasadas elecciones USA

Fuentes: Rebelión

Según la información recogida por la Revista de las empresas periodísticas de los EEUU conocida como Editor Publisher, alrededor de 162 diarios de dicho país con una circulación conjunta de 18,4 millones de ejemplares apoyaron la candidatura del candidato demócrata Kerry en las pasadas elecciones; mientras que el republicano Bush obtuvo el apoyo de 129 […]

Según la información recogida por la Revista de las empresas periodísticas de los EEUU conocida como Editor Publisher, alrededor de 162 diarios de dicho país con una circulación conjunta de 18,4 millones de ejemplares apoyaron la candidatura del candidato demócrata Kerry en las pasadas elecciones; mientras que el republicano Bush obtuvo el apoyo de 129 diarios con una suma conjunta de 11,8 millones de ejemplares en circulación. Se dieron incluso claros casos de transfugismo de última hora, como el del semanario The Economist que, con una tirada de 450.000 ejemplares en los EEUU y pese haber apoyado a Bush en la guerra contra Irak, dio un giro en su último número antes de las elecciones, apoyando en éste al candidato demócrata, J.Kerry.

De todas estas cifras algunas de las conclusiones que se pueden sacar son las siguientes: que los socialdemócratas son quienes dominan en la esfera mediático-periodística, (habría que ver si ocurre lo mismo en radio y televisión), que no obstante eso no les aseguró una victoria en las elecciones por contar sus oponentes con más apoyos por parte del Capital; que la «objetividad» de los medios de comunicación es un camelo y un mito inocente; que las fuerzas crecientes de medios como Internet en cuanto grupos de presión aún no son cuantificables y su incidencia en la balanza de los acontecimientos no se sabe medir todavía; que entre las dos costas de los EEUU se abre un desierto muy poblado de votantes descerebrados, todo el centro del país, la América profunda; que 30,2 millones de ejemplares de periódicos en circulación (ya apoyasen a Bush o a Kerry) han logrado convencer al 80% más pobre de la población de que no exijan elevar los impuestos al 20% más rico.

Esto último era lo que argumentaba con sorpresa el ejemplar economista John Kenneth Galbraith en su famoso libro de hace 12 años La Cultura de la Satisfacción: «Los impuestos tienen un papel sorprendente en la cultura de la satisfacción, como ya se ha observado. Resulta notable esa fuerza compulsiva que impide que el sólo modestamente afortunado no exija impuestos más altos para ese quinto superior de la población, aunque la ventaja de este sea ya más que la de los restantes cuatro quintos. Actúa aquí una solidaria aceptación de la desigualdad para defenderse del enemigo común; impuestos más altos para todos». La ideología neoliberal ha calado de tal modo en la cultura de la insatisfacción que ha llevado a aceptar un solidario egoísmo, la identificación de la libertad con la explotación ajena, la autoconsideración como afortunados de quienes trabajan 12 horas diarias y la convicción de que todo arbitraje de redistribución no es sino un atentado inaceptable contra la libertad de tomar Prozac para aguantar hasta el salario siguiente. En Europa ante la unificación y la Constitución muchos coloquios y debates se han realizado ya y muchas reflexiones son auspiciadas por las Instituciones, excepto una, nada se dice acerca de un modelo de fiscalidad común para la futura comunidad europea, un tabú político sobre el que sólo cabe declarar rebajas. Constituye la necesidad de recaudar impuestos un tema olvidado de la política, dejado de lado por contraproducente, silenciado, omitido, ninguneado por el bombardeo de la prensa mundial consagrada a centralizar otros ámbitos y conjurada en decir lo mismo, cuando se mienta el asunto: rebajas para todos. El colmo lirondo de la cuadratura del círculo con regla y compás reside en la recurrente oferta de los partidos de rebajar impuestos y al mismo tiempo subir las prestaciones sociales, un acto de magia, pues ¿de dónde van a sacar los recursos para subir prestaciones sociales si se recauda menos? Obviamente una respuesta a esto en los EEUU sería la de no dedicando tanto presupuesto al sector militar, (lo que convierte a todo el pueblo en cómplice de los asesinatos que perpetran los soldados desplegados en Irak y otras partes del mundo), sino desviar el dinero del contribuyente dedicado a la industria de la muerte hacia la industria de la vida. Pero ningún político se atreve a decir una obviedad semejante.

En tal cultura de la insatisfacción, tan satisfecha de sus propias miserias, la guerra exterior ocupa un lugar menor ante las evaluaciones domésticas. Una sociedad que nos convence de que el índice de venta de automóviles es un signo de bienestar, cuando en realidad lo es de malestar y de enfermedad, cuando no de muerte continua; es una sociedad que no acaba de entender cuáles son sus propios fantasmas, que se cree segura con el simple expediente de desplazar los problemas al exterior, dejándolos en manos de la fuerza bruta. Aquí sería necesario un psicoanálisis colectivo, pero la prensa convencional no suele colaborar en ello.