El 14 de diciembre del año 2001 la jueza del tribunal que sentenció a los Cinco impuso una cínica sanción que ampara el terrorismo. Según esa cláusula aplicada a René González y dos semanas después contra Antonio Guerrero, estos no podrían acercase, cumplida su condena, a los grupos criminales asentados en el sur de La […]
No deja de sorprender. Es inaudito. El 20 de septiembre de 2001, a escasos días del atentado terrorista contra las Torres Gemelas, en New York, el presidente George W. Bush, en un mensaje a una sesión conjunta del Congreso y el pueblo de Estados Unidos decía, con su tradicional verborrea: «Nos uniremos para darle a los encargados de la ley las herramientas adicionales que necesitan para seguirle la pista al terrorismo aquí en nuestro país».
Mirándolo así, reconocía, tácitamente, la existencia de tales grupos criminales dentro del territorio estadounidense. Al parecer, la cruzada contra el terror se convertía en obsesión, pero de las palabras a los hechos hubo una distancia enorme, pues mientras por un lado el inquilino de la Casa Blanca profería aquellas palabras, por el otro a cinco hombres, cinco cubanos que les ofrecieron al gobierno norteamericano parte de «esas herramientas» para luchar contra el terrorismo, se les mantenía confinados y atravesaban por un amañado proceso judicial, que los sentenció a las más severas e injustas sanciones.
Fernando González, Ramón Labañino, Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y René González se infiltraron en organizaciones radicadas en el sur de la Florida y alertaron acerca de los planes de muerte que no solo afectarían al pueblo cubano, sino también al estadounidense. Las autoridades de la Isla lo informaron, oportunamente, a sus homólogas de la Unión.
Mas, ¿cuál fue la respuesta?: se les encarceló, luego de juzgárseles en Miami, donde se puso al desnudo todo lo repudiable que contra ellos se ha hecho. Lo ocurrido en esa ciudad norteña evidenció «que hay terrorismo tolerado, permitido, protegido por las autoridades norteamericanas en Estados Unidos, al mismo tiempo que se nos pretende convencer al mundo de que estamos en medio de una guerra contra el terrorismo», según ha valorado en reiteradas ocasiones Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento cubano.
Y tal es la tolerancia que allá existe que a petición del propio gobierno fue incluida en la sentencia contra René, dictada el 14 de diciembre de 2001, apenas tres meses después del atentado contra las Torres Gemelas, una percha que textualmente expone: «Como otra condición especial de la libertad supervisada se le prohíbe al acusado asociarse con, o visitar lugares específicos, donde se sabe que están o frecuentan individuos o grupos tales como terroristas».
Esto no fue una casualidad ni un desliz de la jueza actuante. Como ha expresado Alarcón «alguien hubiera podido pensar que incluir semejante cláusula en la sanción de René era una exageración o un momento de desatino del Gobierno norteamericano. Pero dos semanas después, cuando se dictó la sentencia de Antonio, repitieron lo mismo. Y esta demanda de incapacitación es tan importante, que la señora Fiscal se tomó el trabajo, por escrito y verbalmente, de insistir con el tribunal para que después que Antonio pasara toda su sanción -una cadena perpetua más diez años- se estableciese esta condición (…)»
Es el colmo.
El mismo 14 de diciembre de 2001, durante su alegato, René González fue preciso. Denunció que la tragedia que hoy enluta a este pueblo se engendró ya hace muchos años «cuando en un lugar tan lejano como desconocido se nos hacía creer que unas personas, derribando aviones civiles y bombardeando escuelas, estaban combatiendo por la libertad, por el solo hecho de combatir el comunismo. Yo nunca culparé al pueblo norteamericano de aquella falta de visión, pero quienes proveían a aquellas personas de misiles y les creaban una imagen que no coincidía con sus actos criminales cometían también el crimen de la hipocresía».
Para dar aún más argumentos a lo enunciado por René, baste señalar, como ejemplos, que un diciembre 14, pero de 1960, avionetas con matrícula yanqui efectuaron disparos con ametralladoras calibre 50 sobre el poblado de Arroyo Arenas, en el municipio capitalino de La Lisa. En diciembre de 1962, elementos contrarrevolucionarios incendiaron y destruyeron la casa de un campesino en la finca Santa María, en Encrucijada, Las Villas. Hemos sido víctimas del terrorismo desde el mismo instante del nacimiento de la Revolución.
El Presidente del máximo órgano legislativo cubano considera que algún día se conocerá mucho más sobre la verdad de nuestros Cinco compatriotas. «Algún día los norteamericanos tendrán la posibilidad de leer lo que su Gobierno dijo en defensa del terrorismo en un tribunal de Miami. Algún día conocerán la incalificable crueldad, la tortura que han impuesto contra esos muchachos, y contra sus madres, esposas y sus niñas. Algún día se enterarán. No importa que los poderosos que dominan los medios de comunicación en ese país se sigan oponiendo y tratando de impedirlo».
«Y mientras estos sórdidos (…) años se van haciendo historia -ampliaba René en su alegato- y tras una montaña de argumentos, mociones y tecnicismos, se va enterrando una historia de chantajes, abusos de poder y el más absoluto desprecio a tan ponderado sistema de justicia, para pulirla y darle un brillo que nunca tuvo, nosotros seguiremos apelando a esos valores y a la vocación por la verdad del pueblo norteamericano con toda la paciencia, la fe y el coraje que nos puede infundir el crimen de ser dignos».
En junio de 2002 nuestra Misión en la ONU circuló como documentos de la Asamblea General los temas 19 «Cuestiones relativas a los derechos humanos», y 166 «Medidas para eliminar el terrorismo internacional». Está demostrado que la llamada cruzada proclamada por Bush es pura falsedad. Las propuestas de Cuba siguen vigentes hoy, si se tratara de un acuerdo real de lucha contra este flagelo, libre de doble rasero e hipocresía.
14-12-2004