No existe arma de destrucción masiva más letal que el imperialismo. Depreda la naturaleza, las sociedades y las civilizaciones. En los últimos 100 años el imperialismo multiplicó, como fase agudizada del capitalismo y del nazi-fascismo, sus capacidades destructivas. Frenó el desarrollo, inició un período de crisis generalizada y precipitó la expansión de la miseria en […]
Y pretenden silenciarnos utilizando la censura. La censura, que no es otra cosa que la actualización cínica del fascismo. Muchos documentalistas en los países centrales, y en los colonizados o semi colonizados, reconocen las estrategias de la censura y la autocensura. Saben que es imperativo de su trabajo aprovechar hasta los resquicios más inopinados de «legalidad» que queda para sortear prohibiciones sin fin. Pero no se puede olvidar que toda censura es una forma de guerra ideológica. Guerra imperialista de conquista, bandidaje y robo de la información. Sometimiento de la verdad en el reparto del mundo en colonias o territorios ganados por el capitalismo.
En el desarrollo monopólico, estatal o privado, de la producción, distribución y consumo de documentales habita el germen de censura. El crecimiento anárquico de las Industrias del Espectáculo constituye una de las formas de censura más características del capitalismo. Es que la censura no sólo sirve para manipular conciencias privándolas de su libertad de información, también es resultado de una lucha por los mercados de consumo producida por la crisis de sobreproducción de imágenes. Es decir la censura es también una forma de impedir la competencia.
Si los medios, modos y relaciones de producción documental siguen siendo propiedad privada el peso de los monopolios se agudizará. A la ya odiosa censura que se ejerce incluso desde la formación teórico práctica de los documentalistas se agrega la casi total inexistencia de experimentación, mientras las metodologías de producción viven aplastadas por el empiriocriticismo y siguen desapareciendo autores incómodos de las bibliotecas universitarias. Cada vez es será más difícil adquirir, alquilar o conseguir prestadas las herramientas para la producción documental porque costo de tales herramientas y la ausencia casi total de alternativas es también una forma de censura. La distribución y exhibición, seguirán atrapadas por monopolios impagables e impenetrables. Seguirá reinando la censura del cinismo comercial. Serán más frecuentes los ataques desde la prensa, las ridiculizaciones desde la televisión o la radio y los episodios de agresión directa escenificados por grupos de todo tipo contra documentalistas y documentales.
El Movimiento Internacional de Documentalistas, que crece en todo el mundo, no puede dejar de analizar y desenmascarar los estragos históricos del Imperialismo y la censura como su expresión fascista. Esto es tan urgente como el desarrollo teórico metodológico de su práctica junto a los pueblos que luchan por su liberación. La censura, directa o indirecta, expresa o solapada, impuesta o autoimpuesta, ideológica o económica, expresa el parasitismo y descomposición fascista del capitalismo que, apoyado en policías de la conciencia, pretende custodiar la información, la realidad, las ideas…
La censura plantea una guerra civil de los significados.
Sin haber comprendido las raíces económicas del Imperialismo, sin un diagnóstico profundo sobre sus implicaciones políticas y sociales, y sin poner a la censura como el principal enemigo del campo documental es imposible dar el menor paso hacia la solución de las tareas prácticas del Movimiento Internacional de Documentalistas en el presente.