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Cinco cubanos «al bat»

Fuentes: La Jornada

En junio de 2001 un tribunal federal de Miami condenó por espionaje y «… atentar contra la seguridad de Estados Unidos» a los cubanos Gerardo Hernández (doble cadena perpetua más 15 años de prisión), Ramón Labañino y Antonio Guerrero (cadena perpetua y 18 años de prisión), Fernando González y René González (19 y 15 años […]

En junio de 2001 un tribunal federal de Miami condenó por espionaje y «… atentar contra la seguridad de Estados Unidos» a los cubanos Gerardo Hernández (doble cadena perpetua más 15 años de prisión), Ramón Labañino y Antonio Guerrero (cadena perpetua y 18 años de prisión), Fernando González y René González (19 y 15 años de prisión).

La juez Joan Leonard hizo caso omiso de algunos personajes de Florida que en el juicio opinaron lo contrario: Eugene Carroll, ex vicejefe de Operaciones Navales, el coronel John G. Buchner, del Comando de Defensa Aérea, y el general Charles Wilhelm, ex jefe del Comando Sur.

Tras el dictado de las durísimas sentencias, «los cinco» fueron dispersados en penales de máxima seguridad, donde siguieron sufriendo los padecimientos dispensados desde el momento de su detención por la Oficina Federal de Investigación (FBI), en septiembre de 1998.

Incomunicados de abogados, periodistas, esposas e hijos, y en violación del reglamento de la Oficina de Prisiones del Departamento de Justicia (que establece sanciones duras para «casos disciplinarios», y por un «máximo de 60 días»), «los cinco» conocieron las verdaderas entrañas del país de la «democracia» y la «libertad».

¿Guantánamo? ¿Abu Ghraib? ¿Qué informaron del caso los afanados medios que abogan por la «libertad de prensa»? ¿En qué pajas del espíritu dormían tantos gestores de la «tolerancia», la «independencia intelectual», el «derecho a la disidencia» cuando «los cinco» permanecían aislados hasta 17 meses en celdas de castigo de dos metros cuadrados?

Con giro pascaliano, los abogados defensores de «los cinco» consideraron que si en Miami la escurridiza señora justicia carecía de fuerza, la fuerza debía ser justicia en otro lugar. Y así, la Corte de Apelaciones que la semana pasada falló en Atlanta (Georgia) a favor de «los cinco» cumplió con los cuatro rasgos que Sócrates observó para el buen juez: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.

Cuna de la Coca-Cola y sede mundial de la mentira informativa (CNN), Atlanta también es capital de un estado cuyo escudo reza: «sabiduría, justicia, moderación».

El veredicto unánime de los jueces Phillys A. Kraitch, Stanley F. Birch Jr. y James L. Oakes fue claro, contundente y coincidente con lo que el gobierno cubano aseguró desde el principio: «los cinco» son inocentes. Pero si de los cargos ya no hay duda, y «los cinco» deben ser puestos en libertad inmediatamente, habrá que ver qué dicen los fiscales corruptos y vendidos de Miami.

Como nunca antes, una Corte Federal de Apelaciones contradijo a un juez federal. De modo que el «caso de los cinco» se ha convertido en una bomba de tiempo depositada en el corazón del sistema de justicia de Estados Unidos. Y esto sí es «noticia» para las hienas del rating mediático.

Si en Florida llegase a celebrarse un segundo juicio, tal como sugirió la Corte de Atlanta, el caso se convertirá para millones de estadunidenses en show de insospechado alcance nacional, ycon más impacto que los pormenores de los juicios al futbolista O. J. Simpson, el pedófilo Michael Jackson y la joven Terry Schiavo, transmitidos durante meses las 24 horas del día.

Entonces podrán ventilarse las andanzas del multiasesino Luis Posada Carriles, la historia de personajes y bandas terroristas como las que ampara la Fundación Cubano-Americana y, cereza sobre el pastel, el modo fraudulento que le permitió a George W. Bush llegar a la Casa Negra, y el rol que en el virtual golpe de Estado jugaron las corrientes anexionistas cubanas.

No es la primera vez que Cuba desenmascara legalmente las incongruencias profundas de la justicia estadunidense. Ya lo había hecho años atrás. Fue cuando con motivo del secuestro del niño cubano Elián González por la mafia de Miami, el gobierno cubano demostró que la justicia es constancia de una perpetua voluntad, y que en su balanza las pruebas pesan más que los más elocuentes discursos de Fidel.

El histórico veredicto de la Corte de Apelaciones de Atlanta, pieza de orfebrería jurídica, abrió el paraguas señalando que «… la comunidad cubano-estadunidense es un bastión de los valores tradicionales que hacen grande a America«.

Por tanto, es de esperar que estos valores acaben de una vez con la mafia cubana, que para deshonra de los ciudadanos de Estados Unidos convirtió a Miami en capital del crimen y el terrorismo mundial.

Jonrón con bases llenas. Con el dictamen de Atlanta, Cuba arrastró cuatro carreras en lugar de una: 1) los cinco cubanos acusados de «espías» son inocentes; 2) primera vez que una corte federal de apelaciones contradice a un juez federal; 3) sacudimiento de una opinión pública embrutecida por los medios de comunicación, y 4) inusitado mensaje de esperanza al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que tiene lugar en Caracas.

Atlanta es tierra natal de Martin Luther King (1929-69), quien dijo: «el brazo del universo moral es largo, pero se dobla hacia la justicia». Ahora los cinco cubanos están «al bat».