En diciembre de 2001, el cineasta argentino Fernando Pino Solanas salió a las calles de Buenos Aires provisto de una pequeña cámara digital para capturar las primeras imágenes de lo que poco tiempo después se convirtió en Memoria del saqueo, documental que recrea la »oscura trama» de la corrupción que sumió en la miseria a […]
En diciembre de 2001, el cineasta argentino Fernando Pino Solanas salió a las calles de Buenos Aires provisto de una pequeña cámara digital para capturar las primeras imágenes de lo que poco tiempo después se convirtió en Memoria del saqueo, documental que recrea la »oscura trama» de la corrupción que sumió en la miseria a uno de los países más ricos del mundo. Se trata de una obra que Gillo Pontecorvo ha calificado de «primer gran fresco contra el neoliberalismo».
Es un montaje impactante, una película que conjuga periodismo y distintas formas de narración para analizar el periodo de 1976 a 2001 en Argentina. En el filme se da cuenta de la decadencia económica, social, política, cultural y moral de un país que creyó tocar los círculos del primer mundo antes de caer en la mayor pobreza. Es también un severo cuestionamiento a las privatizaciones, el manejo de la deuda externa y el derrumbe industrial hasta llegar a la caída del presidente Fernando de la Rúa, en diciembre de 2001, en medio de una ola de protestas que dejó azorado al mundo.
Es, según el propio director, »una película que temáticamente está centrada en la experiencia argentina, una experiencia que no es original, porque es consecuencia de un tipo de política económica impuesta por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la mayor parte de países latinoamericanos».
Cuando vio la película, el cineasta Constantin Costa-Gavras dijo: »Estamos trastornados y furiosos por lo que se nos ha descubierto a detalle». Lo que se tiene en la pantalla es en realidad un espejo.
En entrevista con La Jornada, Fernando Solanas, quien estuvo en México la semana pasada para asistir a una muestra de cine argentino, cuenta: »Cuando algún latinoamericano ve la película la mira como un espejo; cambia un poco el ambiente, cambian los personajes; pero las políticas son las mismas y los resultados más o menos parecidos.»
Fernando Solanas, nacido en febrero de 1936 en Olivos, Buenos Aires, es uno de los fundadores del grupo Cine Liberación, movimiento que en los años 70 produjo una revolución intelectual y estética en el arte de hacer cine en Argentina, no sólo por el compromiso temático, social y político, sino por el abandono de viejos estilos de filmación. Ese movimiento logró decir no a la industria del entretenimiento y sí al intento de reflejar una sociedad en crisis.
-Encuestas recientes e inclusive reportes del Banco Mundial (BM) dan cuenta de un rechazo creciente de los latinoamericanos a las políticas de apertura y privatización de empresas públicas. ¿Un trabajo como el suyo puede servir para llevar a un público más amplio información sobre lo que ha ocurrido en los años recientes en la región?
-Es una contribución. De alguna manera, trae información sobre una experiencia concreta que es Argentina. Pero las políticas aplicadas allá se impulsaron en casi todos nuestros países: reducción del papel del Estado, privatización de empresas públicas, apertura importadora y eliminación de aranceles. Una política de endeudamiento que fue funcional al sometimiento de nuestros países, a un modelo que jugaba y juega en favor del capital extranjero.
-Este tipo de políticas se han aplicado en la mayoría de países latinoamericanos, como dice. ¿Por qué estalló de tal forma en Argentina?
-Las políticas solas no viven. A las políticas debes sumar los ejecutores. Seguramente en Argentina fueron de una torpeza y capacidad de corrupción espectaculares. Pero es cierto que quizá allí el ajuste fue más severo, ortodoxo y brutal. Dos casos: Argentina tenía la red de ferrocarriles más extensa de América Latina: 36 mil kilómetros y mil 600 estaciones que después de una privatización hecha bajo un plan del Banco Mundial (BM) fueron reducidas a la mitad. Al cerrar estaciones, todos los pueblos que las rodeaban se convirtieron en fantasmas; sus habitantes emigraron a los centros urbanos a engrosar los cinturones de miseria. El plan de privatización incluía el despido de 85 mil trabajadores, cuyas indemnizaciones fueron pagadas con un crédito del BM. El petróleo y gas significaban al país un ingreso anual de 10 mil millones de dólares, que se perdieron para el Estado al ser privatizados. En una década representan más de 100 mil millones de dólares no percibidos. Es casi la deuda externa del país
En una escena de Memoria del saqueo se alcanza a escuchar a un senador de la República decir: »Para llegar hay que mentir; si dice la verdad no va a llegar». Se trata el tema de la privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), la empresa estatal del petróleo, vendida al capital español.
El gobierno del presidente Carlos Menem aseguró que el ingreso por la venta sería para pagar las pensiones de los jubilados argentinos, los mismos que perdieron todo en diciembre de 2001.
Una aportación de la cinta consiste en mostrar que cada una de las decisiones que llevaron al colapso al país fue tomada por un político con nombre y rostro.
Fernando Solanas cree que es momento de avivar un debate latinoamericano sobre el efecto de las políticas que han sido impuestas a la región y sobre la responsabilidad también de los dirigentes criollos encargados de ponerlas en marcha a escala nacional.
»Esta película y otras son una contribución, porque un filme tiene una penetración mayor que un libro. Esta es una parte de un gran trabajo que tenemos en el futuro, que es el desarrollo de una fuerte conciencia de que estos procedimientos de saqueo han sido más o menos similares en cada país latinoamericano. Somos víctimas de las mismas políticas del nuevo colonialismo.»
Omnipresencia de la televisión
En la cinta, narrada por el propio Solanas, se afirma que la crisis argentina del principio de esta década provocó una emigración mayor y más muertes que el terrorismo de Estado que rigió durante las dictaduras militares y la guerra de las Malvinas juntas.
Durante la entrevista, el ci-neasta -galardonado con un Oso de oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín, en febrero de 2004- considera que el saqueo a que ha sido sometida América Latina en los pasados 20 años »es mucho más sustractor que el que hubo en el siglo XIX».
Explica: »Lo sucedido en América Latina en la década de los 90 tiene que ver con una desinformación mal intencionada, masiva, y una suerte de lavado de las conciencias defensivas que había en la región».
Lo que ha ocurrido en Latinoamérica, añade, y la aplicación del modelo global es inseparable del papel colonizador activo como vanguardia de la globalización que han tenido los medios de comunicación de masas.
»Nosotros los latinoamericanos tenemos el peor modelo de comunicación del mundo. La televisión es el non plus ultra de la difusión y del debate ideológico. El lugar extraordinario que tiene en la vida cotidiana ese aparato que está en la cabecera de la mesa, en el pie de la cama, en la formación de la juventud, acapara todo el debate público.
»Valen más en la vida pública unos segundos en televisión que toda una semana de debate parlamentario.»
En Memoria del saqueo se reproduce un fragmento de uno de los programas más populares de la televisión en la época del presidente Menem. Un desparpajado presentador reta: »Dicen que las políticas del gobierno causan pobres. Mentira. Yo pregunto: ¿dónde están los pobres? No se ven pobres por ninguna parte».
Sin conciencia de lo público
Retoma la conversación Pino Solanas: »En definitiva, fueron los medios de comunicación los que en los años 90 en Argentina dijeron a nuestro pueblo que el demonio era el Estado y las empresas públicas, y que el ángel salvador eran las privatizaciones, la empresa privada. No hay destino para América Latina sin la democratización de la red de televisión».
La nueva trinchera del cineasta es la defensa de los recursos naturales de su país y en extensión de América Latina.
»Si en cualquier calle de América Latina -prosigue- preguntas a un ciudadano, no de las clases bajas, sino de la clase media, qué es el patrimonio del Estado, no hay ninguna respuesta. No hay conciencia de lo público; ningún ciudadano sabe de los millones de tierras fiscales que todavía tienen nuestros gobiernos; ninguno sabe las fabulosas y millonarias riquezas de minas, de hidrocarburos o de agua. La primera política del colonialismo ha sido hacernos creer que somos pobres.»
-Después de 20 años de crisis permanente, ¿cómo nota el ánimo de los latinoamericanos?
-Hay enjundia, coraje. La dolorosa experiencia de los años recientes y el coletazo de lo que falta es lo suficientemente dura como para que entendamos la necesidad de encontrarnos, de mirarnos entre nosotros y de crear políticas generosas de entendimiento. Tenemos que pensar en mayúsculas.
-Existen poderes reales, la banca extranjera, las trasnacionales energéticas, etcétera, que tienen fuertes intereses en la región.
-Uno de los temas fundamentales que nos ha inculcado el colonialismo, una de sus ideas centrales, es que nosotros solos no podemos marchar. Que cualquier ruptura con ellos es catastrófica, que cualquier alternativa al modelo es una catástrofe. En estos tres años, Argentina (que ha roto con el FMI y logrado tasas de crecimiento mayores a 8 por ciento anual) ha mostrado lo contrario, y no lo digo como postura ideológica, son hechos.
-Si en 15 o 20 años vuelve a salir a las calles con su cámara, como lo hizo en 2001 en su país, ¿qué espera ver en América Latina?
-Tengo esperanza. Por supuesto, no soy un adivino. El único temor que tengo es a las operaciones de locura irracional o al magnicidio que puede impulsar Estados Unidos.
»América Latina está en condiciones distintas; ha aparecido Venezuela como factor de apoyo al desarrollo de políticas independientes; Bolivia está a la vanguardia en la lucha por la defensa de los recursos naturales, y en Brasil el movimiento social es poderoso, aun cuando los cambios que ofreció (el presidente Luiz Inacio) Lula se han retrasado; el despertar de la conciencia india en América Latina es poderoso, desde los mapuches del sur de Argentina a los zapatistas en Chiapas.»
Premio en la Mostra de Venecia
Mientras tanto, el documental La dignidad de los nadies, de Fernando Solanas, fue galardonadocon el Arcoiris Latino en la Mostra de cine de Venecia.
La película, proyectada en la sección Horizontes es un impactante documental sobre la crisis social y económica que vivió Argentina a finales de los años 90 y comienzos del nuevo milenio.