El sábado13 de agosto pasado, a las 5 y 30 de la tarde, en la cárcel de máxima seguridad de Beaumont, Texas, en la que permanece confinado Ramón Labañino Salazar desde el año 2002 -ahora ilegalmente[1]-, se «produjo un suceso mortal». Alguien recién llegado a la prisión fue asesinado y Ramón, que ni siquiera supo […]
El sábado13 de agosto pasado, a las 5 y 30 de la tarde, en la cárcel de máxima seguridad de Beaumont, Texas, en la que permanece confinado Ramón Labañino Salazar desde el año 2002 -ahora ilegalmente[1]-, se «produjo un suceso mortal».
Alguien recién llegado a la prisión fue asesinado y Ramón, que ni siquiera supo cómo se llamaba y de dónde venía la víctima, otra vez, como tantas a lo largo de sus siete años de cárcel, fue sometido, junto al resto de la población penal, a las duras reglas del lock down: «encierro total, una sola comida (fría) al día, ninguna comunicación con el exterior y nada de baño».
Pensó con angustia en sus tres hijas y en su esposa, alojadas en un motel de carretera próximo a la prisión. Esa mañana lo habían visitado, todavía bajo la euforia de la mejor noticia desde su arbitraria detención en septiembre de 1998: el fallo de la Corte de Apelaciones de Atlanta, el 9 de agosto de este año, ordenando un nuevo juicio para él y sus cuatro compañeros de causa.[2]
Ramón sabe que Elizabeth y las niñas pasan el año llamando a la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, para obtener un turno que les permita pedir las visas que deberían serles concedidas automáticamente. Unas veces las niñas reciben las suyas sin que haya respuesta para la madre. Otras, a la hermana mayor se la dan en fecha diferente. Cuando finalmente logran programar juntas el largo viaje hasta Texas, solo les queda aferrarse a la alegría del próximo encuentro con el hombre de sus vidas para recomponer los nervios agujereados por la espera y la incertidumbre.
En el cuartito de motel que comparten en la polvorienta carretera a Beaumont, las niñas suelen jugar entre sí. Elizabeth juega con sus recuerdos. Cada minuto cerca de Ramón lo puede vivir una y otra vez. La imagen de la última visita se sobrepone a las anteriores y ella calcula lo que ha cambiado en los dos y en las niñas. Ailí, la hija del primer matrimonio de Ramón, está casi tan alta como él y Laura y Lizbeth asustan al padre con ese modo tan veloz de crecer que tienen y que la madre no suele advertir en el trajín cotidiano. La pareja, cada uno por su parte, siente que son minutos las horas de hablarse y buscarse mutuamente las huellas que el tiempo deja en el otro y donde ellos no encuentran más que hermosura. Al terminar la visita, ambos se llevan uno al otro en la imaginación, hasta la cita próxima que…podría ser mañana (si no hubiera lock down).
Muy de madrugada se levantarán las cuatro para la visita del domingo. Ramón puede sentir sus risas y sus voces. Están planeando cómo van a sorprenderlo, cómo van a curarle en un día todas las heridas de la ausencia, cómo van a lanzarse sobre él, las tres niñas al mismo tiempo, a ver si puede con ellas…mientras Elizabeth los mira con ternura y cierta envidia de no poder hacer lo mismo con el cuerpo de su amor, siete años ausente de la cama común.
Ya Ramón no quiere pensar más. Sabe que sus muchachas llegarán a la cárcel solo para ser detenidas en la puerta y mandadas de vuelta. El domingo volverá a ser el triste día de pensar angustiosamente en la casa de familia, sin el alivio de la visita con la que soñó tanto tiempo.
Cuando pone la cabeza en la almohada, sus ojos están húmedos. Fue tan bueno este sábado en el que brindó con Elizabeth y las niñas por la salud del Comandante en Jefe y de su hermano René, que cumplieron años…que solo podía esperar un domingo aun mejor. Masculla una palabrota contra el injusto lock down que lo separa de la felicidad que espera a pocos kilómetros y se festeja en La Habana.
Siete días durará el castigo. Hasta el próximo sábado no podrá ver a Elizabeth y a las hijas. Ni teléfono puede usar para avisarles de la reclusión obligatoria. Solo le queda esperar que llegue la noche del domingo, aferrarse a su radiecito de pilas y esperar a ver qué dicen en La Hora de los Cinco, de Radio Rebelde, gracias a que la señal llega a Texas.
Solo entonces sabrá Ramón que a la hora en que él trataba de dormir entre rabias y nostalgias, a esa misma hora de ese sábado en La Habana, Fidel estaba hablando por teléfono con Gerardo Hernández[3], diciéndole que ellos, los cinco, son «héroes entre los héroes»…que ya no son unos desconocidos, que el mundo los conoce y que son un símbolo y una bandera de lucha…que no podrán mantenerlos encerrados y que esta es una victoria de ellos cinco en primer lugar, del pueblo cubano, de los solidarios del mundo y de las mejores tradiciones del pueblo norteamericano.
Cuando Ramón escuche esa voz familiar y querida, solo atinará a tomar un lápiz y papel para escribirle a Elizabeth: «acabaron conmigo en La luz[4]… que fue la más hermosa, emotiva, alegre y conmovedora de todas, que me hizo llorar con silencio contenido -pues ahora tengo compañía en el cuarto- con la conversación del Comandante con Gerardo y al final con Tony. Gracias de todo corazón…»
Notas
[1] Desde el 9 de agosto de 2005, cuando la Corte del Onceno Circuito de Apelaciones de Atlanta, declaró nulo el proceso contra los Cinco y anuló las duras sentencias contra ellos, ordenando un nuevo juicio en una sede distinta de Miami, mantenerlos en esas cárceles es una arbitrariedad más de la administración norteamericana contra los luchadores antiterroristas cubanos.
[2] Junto a Gerardo Hernández, Fernando González, Antonio Guerrero y René González, Ramón y sus compañeros son conocidos como Los Cinco Héroes Cubanos prisioneros del imperio.
[3] El 13 de agosto pasado, Fidel invitó a los familiares de los Cinco a celebrar juntos el cumpleaños de René y los siete cumpleaños que han pasado los cinco en injusto encarcelamiento. Al iniciarse el encuentro, entró una llamada de Gerardo al celular de Adriana y Gerardo y Fidel pudieron conversar por primera vez (Ver crónica en Juventud Rebelde, domingo 14 de agosto de 2005).
[4] La luz en lo oscuro es el nombre oficial del programa de Los Cinco de Rebelde, que tres de ellos pueden escuchar en sus celdas (Ramón, René y Tony)