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Cadáveres que atemorizan:Lenin y la necrofobia politica

Fuentes: PORLALIBRE

Justamente en este noviembre de 2005 en que se cumple el 88 aniversario de la Revolución Bolchevique se ha incrementado en Rusia la campaña para enterrar el cadáver de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, fundador del primer estado socialista de la historia y cuyos restos embalsamados permanecen en un mausoleo de la Plaza Roja (Moscú) desde […]

Justamente en este noviembre de 2005 en que se cumple el 88 aniversario de la Revolución Bolchevique se ha incrementado en Rusia la campaña para enterrar el cadáver de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, fundador del primer estado socialista de la historia y cuyos restos embalsamados permanecen en un mausoleo de la Plaza Roja (Moscú) desde su muerte en 1924.

La Iglesia Rusa Ortodoxa que propicia el entierro alega que «momificar un cuerpo está fuera de cualquier contexto cultural o religioso» y afirma asimismo que no sufre de necrofobia, el temor patológico a los muertos. Mas, el Partido Comunista de Rusia (PCR) y que es partidario de no innovar, proclama que el objetivo de fondo que se persigue es sepultar las ideas y la memoria del primer jefe de estado de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Toda proporción guardada, en América Latina y en los años históricos que corren, hemos sido víctimas de la aberrante acción dictatorial del asesinato con desaparición de los cuerpos. Desde la instauración de aquellas tiranías en las décadas de los sesenta y setenta los millares de desaparecidos significaron el trágico símbolo de la barbarie. Treinta o más años transcurridos en Argentina, Chile o Guatemala, la tierra y el mar continúan regresando aquellos cuerpos de la ignominia.

En ese marco del oprobio, ha habido casos cumbres como el de Ernesto Che Guevara. Apresado herido el ocho de octubre de 1967 en una emboscada mientras comandaba la guerrilla en Bolivia, fue asesinado sin juicio al día siguiente. Exhibido su cadáver -no por callado eres silencio escribiría Guillén- fue sepultado en secreto durante treinta años. El 13 de julio de 1997, Reuter y Efe informaban desde Santa Cruz: «El gobierno boliviano y un equipo internacional de expertos declararon oficialmente identificados los restos de Ernesto Che Guevara y de seis de sus compañeros. En Cuba, los restos fueron recibidos con honores por el presidente Fidel Castro». Había finalizado otro episodio de necrofobia política.

En Colombia, el 15 de febrero de 1966 cayó en combate Camilo Torres Restrepo, el «Padre Camilo» pues fue un sacerdote que empuñó las armas guerrilleras. Al morir un documento en su mochila lo identificaba como Alfredo Castro que era su nombre de guerra. Sin embargo, en el acta de levantamiento del cuerpo se escribió: «N.N. de 25 años , de buena talla y de buena complexión muscular». Aquel NN fue un fallido intento de soslayar una noticia que conmovería a Colombia. Los diarios colombianos titularon en primera plana «Muerto Camilo Torres». El paso siguiente fue ocultar el cadáver pero hubo expresiones de protesta y homenaje. El Ejército de Liberación Nacional (ELN) que comandaba Torres, acotó en un comunicado de guerra: «Camilo murió como un héroe, consciente de que los jefes deben dar el ejemplo». El periódico «Voz Proletaria» del Partido Comunista Colombiano escribió: «El mito del bandolero ha sido enterrado con Camilo» y citó el aforismo nacido durante la guerra civil españo la: «El fascismo no entierra cadáveres sino simiente».

En España, en los años cuarenta e instalado el fascismo franquista ni los exiliados que perecían en países vecinos pudieron ser sepultados en su tierra. Sucedió , verbigracia, con Francisco Largo Caballero, socialista, dirigente obrero y estadista durante la República. Pero, apenas dos años después de la muerte de Franco, en abril de 1977, Largo Caballero fue enterrado por vez segunda en Madrid. Aquel funeral fue acompañado de una manifestación que reunió a 250 mil personas.

Largo fue apodado en su tiempo «El Lenin de España». En los días de su fúnebre regreso a la patria, empero, los principios leninistas ya eran combatidos al interior del Partido Comunista de España, dirigido entonces por Santiago Carrillo. Allí y en Francia había surgido el eurocomunismo. Los comunistas hispánicos marginaron entonces de su caracterización al leninismo y se auto definieron como un partido marxista, revolucionario y democrático. Fue una suerte de entierro del ideario leninista que, en confirmación de la propia dialéctica marxista, daba paso a otra corriente del pensamiento.

En Chile, durante el primer día del golpe militar, los confabulados pretendieron esconder el cadáver de Salvador Allende. No pudieron hacerlo, aunque fue inhumado en una operación militar de comandos, acompañado el cuerpo sólo por la viuda Hortensia Bussi de Allende. El funeral del presidente brutalmente derrocado debió esperar hasta los años noventa cuando Chile recuperaba a medias las normas democráticas.

Como sea, en todos los episodios que hemos mencionado, el estulto propósito de encubrir los crímenes fracasó, en tanto que las figuras de esos muertos ilustres y sus idearios han revivido en el alma de los pueblos.

Hernán Uribe es periodista y escritor chileno.

PLL (http://www.ongcidets.cl/porlalibre/portada.html)