«Los sectarios son tan ciegos, están tan faltos de visión de futuro, que sacrifican los grandes fines del socialismo con tal de no perder la pureza ideológica aliándose a los católicos» En mi artículo «la clase media», publicado en este mismo medio, propuse que para acabar con la televisión privada la izquierda radical debía aliarse […]
«Los sectarios son tan ciegos, están tan faltos de visión de futuro, que sacrifican los grandes fines del socialismo con tal de no perder la pureza ideológica aliándose a los católicos»
En mi artículo «la clase media», publicado en este mismo medio, propuse que para acabar con la televisión privada la izquierda radical debía aliarse a la Iglesia Católica. Sabía que muchos de los llamados «revolucionarios» se iban a fijar, no en el fin que se persigue, sino en el aliado propuesto. Son tan reaccionarios, es tan visceral el rechazo que sienten por la Iglesia Católica, que no ven la importancia tan grande que tendría la realización de este fin para la causa del socialismo: nada menos que acabar con la televisión privada. La contradicción principal que existe en el mundo de hoy es la existente entre capitalismo y socialismo, esto es, entre la propiedad privada y la propiedad pública. Así que esta contradicción es la que debe mandar y no la existente entre creyentes y ateos. No debemos convertir una contradicción secundaria en principal, y así omnubilar nuestra visión del socialismo y su necesario advenimiento.
A todos estos «revolucionarios», que ponen el grito en el cielo por esta política de alianzas, yo les formularía las siguientes preguntas: ¿Se consideran ustedes ética y moralmente superiores a los sacerdotes y a los militantes de base de la Iglesia Católica? ¿Creen ustedes que su ideología está más fundamentada que la de los católicos? ¿Creen ustedes que conocen el mundo mejor que los católicos? ¿No ven que se ponen en lo alto del pedestal a dar lecciones a los demás sin realidad estarlo? Creo que ya va siendo hora de que estos «revolucionarios» dejen de creer que están tan por encima de los demás, que deben bajarse del caballo de la ira y del desprecio, que deben ser más humildes y considerarse que son una más de las variadas y ricas fuerzas sociales con las que hay que transformar el mundo. Los marxistas no tienen todo el conocimiento del mundo ni toda la fuerza del mundo. Sobre todo en el terreno de la moral y de la ética están muy por detrás de otras fuerzas sociales. Así que todavía les queda mucho que aprender de aquellos.
La Iglesia Católica es un poder muy importante en Europa y también en América. No podemos despreciar su poder ni su influencia entre las grandes masas sociales. No podemos ignorar el predominio de la conciencia cristiana entre la mayoría de la población. No podemos cerrar los ojos ante lo que existe y manda. No resolvemos nada declarando que la creencia en Dios no es científica, que la gente está engañada y que ese estado de cosas hay que superarlo. Pues lo cierto es que no está superado, y que de momento y durante muchos decenios y quizás siglos será muy importante para la vida diaria de la gente. La creencia en Dios es un consuelo ante un mundo donde el mal hace estragos. Es un consuelo socialmente necesario. Y la cuestión no está en acabar con la creencia religiosa, sino con aquello que la origina: los infinitos males del mundo. Los marxistas no quieren acabar con la religión, sino con el mundo que necesita de la religión.
¿Se trata de no ser críticos con los cristianos y aceptar todo lo que ellos son y dicen? Pues no. Pero obtenemos más beneficios criticando sus inconsecuencias que los principios de su creencia. Debemos denunciar que la mayoría de los cristianos católicos lo son por costumbre, no por firme y elaborada conciencia. La superficialidad dominante en el mundo capitalista de hoy alcanza también a los cristianos. Sólo tenemos que observar las procesiones y las fiestas que se organizan en torno al sinfín de vírgenes que hay desparramadas por todo el ancho mundo, para darse cuenta de hasta que punto la creencia en Dios nos es una cuestión espiritual, interna, de comunicación interior entre el hombre y Dios. También son muy inconsecuentes los cristianos en materia de cumplimiento de los mandamientos de la Iglesia, aunque lo recen todos los domingos en misa. No practican la caridad y el amor al prójimo. Sólo se acuerdan de Dios en los momentos difíciles. Tienen un concepto de Dios puramente utilitario, como cuando el jugador de fútbol se persigna antes de tirar un penalti, como si Dios en su infinita sabiduría y amor pudiera tomar partido por uno de los dos equipos. Y algo que digo a los cristianos de costumbre: mucha gente de la izquierda radical, en la práctica, son más cristianos que aquellos que se tienen por tales, si por cristiano entendemos lo que hizo Jesucristo: aliarse a los pobres y defenderlos frente al poder establecido. (Advierto, para que no se lleven a engaño, que soy ateo)