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Algunas ideas para un debate

El futuro del Pacto Juntos Podemos Más y la segunda vuelta electoral

Fuentes: El Siglo

No es para nadie un misterio, y sería torpe negarlo, que un encendido, y hasta enconado debate, cursa entre los integrantes del Juntos Podemos, a propósito de posiciones divergentes en torno a la segunda vuelta presidencial. Con el ánimo de contribuir a un debate de contenidos, me propongo desgranar algunas modestas reflexiones, en el entendido […]


No es para nadie un misterio, y sería torpe negarlo, que un encendido, y hasta enconado debate, cursa entre los integrantes del Juntos Podemos, a propósito de posiciones divergentes en torno a la segunda vuelta presidencial.

Con el ánimo de contribuir a un debate de contenidos, me propongo desgranar algunas modestas reflexiones, en el entendido de que obedecen a una posición estrictamente personal.

En primer lugar, quisiera dejar establecido mi respeto por las tres posiciones que han aflorado en el debate, incluida naturalmente aquella que postula la abstención o anulación del voto. No sólo porque la conducta soberbia y prepotente de la Concertación la justifica con creces, sino fundamentalmente por su objetivo desempeño como factor estabilizador de un sistema socioeconómico y político altamente lesivo para los intereses de las mayorías. Sin ir más lejos, la anulación del voto fue una de las opciones presentes en el debate interno del partido Comunista.

Pero por encima de ese reconocimiento, en segundo lugar quisiera preponderar el valor de la unidad. El laborioso proceso de construcción del Podemos representa la continuidad histórica de la política de alianzas de la izquierda chilena. Ninguna de las dos opciones que sucederán al gobierno de Ricardo Lagos merece siquiera la interrupción, y menos la ruptura, de ese proceso unitario. Durante su decurso, todos hemos valorado la madurez política del principio de la unidad en la diversidad. En esta cautivante aventura, todos hemos podido constatar que la unidad es mayor que la suma de las partes. En las definiciones fundacionales y programáticas está establecido que el objetivo del Podemos consiste en la instalación de un proyecto de largo plazo, con vocación de poder y aspiración a ser gobierno. En el discurso de todos, aparece que somos una alianza política y social y no un movimiento sólo electoral. De lo que se trata, simplemente, es de ser consecuentes con esas definiciones mayores, en lugar de enredarnos en aspectos coyunturales, que precisamente por serlo, pierden relevancia cuando desaparece el factor que los detona.

Con eso paso a mi tercer punto, consistente en el examen de si el tema en debate involucra cuestiones de principio, o remite a aspectos coyunturales, y de si están en juego proyecciones estratégicas, o se reducen a pasos tácticos.

En ambas ecuaciones, me inclino por la segunda de las premisas.

No se trata de una cuestión de principios, porque nadie con rigor y honestidad intelectual puede deducir de las tres declaraciones públicas del partido Comunista algún compromiso o componenda con la candidata de la Concertación, alguna modificación de su definición de fuerza opositora al actual sistema de dominación, o algún distanciamiento de los objetivos fundacionales de la alianza popular.

No se trata de una cuestión de principios porque las tres declaraciones del partido Comunista reconocen que, en último término, el voto es una decisión personal, sujeta a la conciencia de cada cual.

No se trata de una cuestión de principios, porque, en tal caso, ninguno de nosotros debería estar inscrito en los registros electorales, toda vez que en su momento, repudiamos la legitimidad del entramado institucional de Pinochet.

No se trata de una cuestión de principios porque no está en juego la definición Bachelet versus democracia, sino Bachelet versus Piñera, o bien, Bachelet versus una conducta omisiva de difícil control, de escasa viabilidad práctica y de nulo efecto político.

La encrucijada entre la consecuencia con los principios y la necesaria flexibilidad táctica de la acción política está magistralmente tratada en la tragedia teatral Las Manos Sucias, de Jean Paul Sartre, obra que recomiendo de modo vehemente. El protagonista asesina en nombre de los principios, para descubrir a la salida del presidio, que quienes le ordenaron el asesinato habían realizado la misma política por la cual condenaron a la víctima.

La coherencia con los principios es una parte consustancial a la identidad y deber ser del militante de izquierda. Pero eso no debe confundirse con la autoafirmación narcisista que anula la segunda parte consustancial al ser de izquierda, que es hacer política para, por y con sus representados, vale decir, los trabajadores, los excluidos, los marginados por la lógica inexorable del sistema capitalista.

El voto a Michelle Bachelet es un precio casi irrisorio en relación a los efectos políticos concretos, perceptibles y cuantificables instalados por el hábil manejo táctico con que el partido Comunista proyectó su influencia electoral.

Sin traicionar nada, sin obligar a nadie, sin negociaciones espurias, se limitó a cumplir con su primer deber de partido revolucionario, aquel de propender siempre, bajo cualquier circunstancia y de modo concreto, a mejorar las condiciones de vida de los sectores populares, cuya representación le da sentido a su existencia.

Eso es, a lo menos, tan respetable como la decisión de anular el voto el 15 de enero. No caigamos en el facilismo de las descalificaciones. No le hagamos el juego a los que ovacionarían la división del Podemos. No interrumpamos en San Bernardo un viaje que debe conducirnos a Puerto Montt, en el que no sólo no sobra nadie sino que nos pide juntar las manos todas. No perdamos la perspectiva que nuestra tarea real recién empieza el lunes 16 de enero.