En la potencia imperialista más importante de Europa, Alemania, se acaba de implantar el Socialismo del Siglo XXI en el tiempo y lugar más indicado: las vísperas del 87. aniversario del asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht (15.1.1919), en Berlin, la capital del primer y único Estado socialista alemán de la historia. Más de […]
En la potencia imperialista más importante de Europa, Alemania, se acaba de implantar el Socialismo del Siglo XXI en el tiempo y lugar más indicado: las vísperas del 87. aniversario del asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht (15.1.1919), en Berlin, la capital del primer y único Estado socialista alemán de la historia.
Más de dos mil personas de todo el país se congregaron en el aula magna de una de las más prestigiosas universidades de Europa, la Universidad Humboldt. Entre ellos, un ex jefe de Estado de la República Democrática de Alemania (RDA, socialista), Egon Krenz; el ex ministro de finanzas de la República Federal de Alemania (capitalista), y actual líder del nuevo Partido de Izquierda (Links Partei) que alcanzó más de cincuenta diputados (8.7%) en las elecciones parlamentarias en 2005, Oskar Lafontaine; y el último colaborador del legendario Bertold Brecht, el director de Teatro y Presidente de la Academia de Artes de la RDA, Manfred Wekwerth.
La tarea era clara: superar una situación de estancamiento y depresión política causada por tres factores: a) la eterna letanía sobre la maldad del neoliberalismo; b) la repetición de las recetas y dogmas del socialismo pasado y, c) la ficción agnóstica, de que no se sabe como avanzar hacia el nuevo socialismo.
En un encuentro preparatorio con los organizadores concluimos que era necesario presentar al menos dos de las tres escuelas científicas que tienen resultados sustanciosos sobre el nuevo socialismo: la Escuela de Bremen y la Escuela de Escocia, vinculada al Partido Socialista de los Trabajadores (SWP). Limitaciones de tiempo y recursos no permitieron invitar a la tercera Escuela, la de Michael Albert con su propuesta de «participatory economy«, cuyos planteamientos, sin embargo, coinciden esencialmente con los resultados y propuestas de nuestras investigaciones.
Tuve el honor de dar la conferencia inaugural del Rosa Luxemburg Kongress (Congreso) y la aproveché para demostrar científicamente que el sistema burgués se encuentra en la fase final de su ciclo de vida; dilucidé la diferencia entre reforma y revolución y expliqué la nueva institucionalidad postcapitalista: a) la economía intensiva basada en el valor y el intercambio de equivalencias; b) el nuevo Estado y, c) la democracia, entendida como propiedad de un sistema social que es medible en tres magnitudes: la formal, la social y la participativa.
Paul Cockshott de la Escuela escocesa habló sobre la problemática de precio-valor, los obsoletos argumentos neoliberales plantados por Mise y von Hayek contra la economía socialista y la informática como base de toda economía moderna, socialista o no. Estas dos ponencias le proporcionaron un marco categorial y político al Congreso que impidió la fragmentación del debate y permitió reactivar dos potenciales de transformación social: los viejos cuadros socialistas de la RDA y los jóvenes dispuestos al cambio del sistema.
Dos factores adicionales contribuyeron a este éxito trascendental. El único diario crítico de Alemania, Junge Welt, desde hace semanas antes había publicado textos sobre este nuevo alba socialista lo que generó una expectativa entre los sectores interesados del país. En segundo lugar, se pusieron a la venta las dos obras de nuestras escuelas: «Der Sozialismus des 21. Jahrhunderts. Wirtschaft, Gesellschaft und Demokratie nach dem globales Kapitalismus» (Heinz Dieterich), y, «Alternativen aus dem Rechner. Plaedoyer fuer Planwirtschaft und Demokratie» (W.P. Cockshott, Allin Cottrell).
En la RDA, al igual que en Rusia, existe un conocimiento extraordinario sobre el socialismo, porque muchas personas entregaron los esfuerzos de toda una vida a la construcción del socialismo histórico que se realizó bajo la constante agresión del imperialismo y la falta de condiciones objetivas adecuadas. La sistemática desestabilización del imperialismo y su intento de crear dependencias económicas, por ejemplo, fueron siempre un parámetro de planeación macroeconómica de la RDA, cuya dirección tenía plena conciencia de los peligros de integración al mercado mundial capitalista.
Aún bajo las precarias planeaciones hechas a mano (sic) con matrices de input-output en la RDA, porque el número de computadoras era insignificante aun a finales de los años 80, sin datos de valores (insumos de tiempo) y orientado en los precios del mercado mundial, los éxitos de la RDA fueron considerables, al igual que en algunos sectores económicos de la URSS. Los cuadros humanos que lograron esa hazaña se deprimieron y despolitizaron con la caída de los respectivos proyectos socialistas. Sintieron que su vida había sido sin sentido. Pero, ante la nueva perspectiva del socialismo del siglo XXI han comenzado a regresar a las filas de la construcción.
Se trata de un potencial clave para construir el nuevo socialismo, porque aporta un caudal de conocimientos y experiencias que va a ahorrar decenas de años en la construcción del Nuevo Proyecto Histórico. Son claves, a diferencia de tantos sociólogos, filósofos, cientístas políticos, historiadores, periodistas, bellas lenguas y políticos profesionales que hablan del socialismo del siglo XXI, sin tener la menor idea de macro- o microeconomía o que nunca han visto una matriz de input-output de volúmenes, magnitudes monetarias o de valores, sin las cuales ninguna economía socialista del siglo XXI es posible.
El 15 de enero, el Socialismo del Siglo XXI ha dado un gran salto adelante. La convocatoria del Comandante Chávez ha llegado al corazón de la vieja burguesía atlántica. Karl Marx y Rosa han de estar en algún lugar, aplaudiendo.