El cineasta británico Michael Winterbottom ha dado un paso adelante en su peculiar y encomiable carrera, sin duda la más imprevisible del momento. Su última película, The road to Guantanamo (El camino a Guantánamo), proyectada ayer en la sección competitiva de la Berlinale, reproduce con toda crudeza los malos tratos físicos y psíquicos que sufrieron […]
El cineasta británico Michael Winterbottom ha dado un paso adelante en su peculiar y encomiable carrera, sin duda la más imprevisible del momento. Su última película, The road to Guantanamo (El camino a Guantánamo), proyectada ayer en la sección competitiva de la Berlinale, reproduce con toda crudeza los malos tratos físicos y psíquicos que sufrieron cuatro muchachos por parte de las tropas estadounidenses en Afganistán y en la base de Guantánamo. Es un documento impresionante sobre la conculcación de los derechos humanos. El director dejó bien claro ayer en su encuentro con la prensa que no se trata de un filme antiamericano, sino que el objetivo ha sido el de exponer la horrorosa odisea de cuatro musulmanes británicos que dejaron Inglaterra para ir a Pakistán y luego a Afganistán para celebrar la boda de uno de ellos. Los tomaron por terroristas y durante más de dos años y medio sufrieron toda clase de vejaciones: oficiales norteamericanos les conminaban a que confesaran que eran miembros de Al Qaeda. Dos de ellos, Ruhel Amed y Shafiq Rasul, acompañaron ayer al realizador en Berlín. Winterbottom, asistido por Mat Whitecross, que figura como codirector, presenta a estos cuatro amigos en la actualidad y haciendo declaraciones sobre su fatal experiencia. Cuando se relatan cronológicamente los hechos, utiliza a unos jóvenes actores de la misma edad que tenían los protagonistas en aquel momento.
EL CINISMO DE BUSH
En consecuencia, The road to Guantanamo no es un falso documental como su anterior In this world, sino la recreación, con una parte de ficción, de unos acontecimientos reales. También se añaden algunos documentos de archivo relativos a las reacciones tras la intervención armada en Afganistán y unas cínicas manifestaciones de Donald Rumsfeld y George Bush sobre estos hechos que provocan rabia y vergüenza ajena. Asimismo, se refleja el traslado de los prisioneros en aviones (de Afganistán a la base cubana), aunque no se habla de las escalas que pudieron hacer. La parte más tenebrosa es la que acaece en Guantánamo: una tortura constante e inmisercorde a todos los niveles. Los detenidos permanecen en jaulas individuales a pleno sol sin poder taparse; en las celdas de castigo se fijan sus cadenas de tobillos y muñecas en un gancho que hay en el suelo y permanecen en esta incómoda posición (no pueden estirarse) durante horas. Los interrogatorios son horrorosos, tanto por los golpes que se asestan a los detenidos como por las mentiras y el cinismo de quienes los efectúan. Shafiq Rasul comentó que, una vez que se había demostrado su inocencia, el interrogador que decía ser un miembro del Gobierno británico que trataba de ayudarle le confesó que era un militar norteamericano. «En ningún momento se disculparon ni admitieron su error», dijo Ruhel Ahmed. «Quería contar del modo más simple las terribles experiencias vividas por estos muchachos, no exponer una situación global de índole política ni atacar a las tropas de EEUU. Iniciamos las entrevistas en el 2004 con la intención de contar la historia bajo su perspectiva», comentó Winterbottom. Añadió que lo más importante es que aún quedan unos 500 prisioneros en la base de Guantánamo, «un lugar –dijo– que tiene como objetivo deshumanizar a las personas». Shafic Rasul indicó que ellos tuvieron la suerte de hablar inglés y que también están encarcelados chicos de 10 o 12 años.