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La satisfacción de ser irreductible

Fuentes: La Jiribilla

Gracias por estar aquí. Gracias sobre todo a los organizadores de la Feria por invitarme, por permitirme presentar aquí mi libro, por la generosidad y el cariño con que me vienen tratando desde que estoy aquí. Es un privilegio para mí y una satisfacción estar en la Feria de La Habana porque creo que sigue […]

Gracias por estar aquí. Gracias sobre todo a los organizadores de la Feria por invitarme, por permitirme presentar aquí mi libro, por la generosidad y el cariño con que me vienen tratando desde que estoy aquí. Es un privilegio para mí y una satisfacción estar en la Feria de La Habana porque creo que sigue siendo un espacio central en la cultura Latinoamericana. En ese sentido estoy bastante sorprendido, porque había tenido ya referencia de la Feria a través de otros autores españoles que habían estado aquí y me habían hablado muy bien de ella, pero el conocerla me ha sorprendido por la capacidad de los organizadores, por el programa tan denso de actividades, con tantas mesas y tantas presentaciones a la vez, por la disponibilidad de libros a esos precios, pero sobre todo me ha sorprendido la actitud de lectores, ver esas colas de personas que vienen a comprar libros, que en España no es habitual. También el interés y la voracidad con que se buscan esos libros, y algo que me llama mucho la atención es escuchar a la gente hablar de ellos, discutir sobre una novela o un ensayo, y aquí he tenido ocasión de comprobarlo en varias ocasiones. A mí, como autor, me reconcilia con el mundo de la cultura, acostumbrado como estoy a otro tipo de feria del libro. Las que se hacen en España son de carácter más comercial, que más que lectores lo que buscan son compradores.

Me está resultando muy provechoso estar en esta Feria, con satisfacciones incluso anecdóticas, como me ha pasado hoy en la comida. He compartido mesa con tres chicas que están aquí estudiando medicina con una beca de Cuba, y una de ellas, una mexicana jovencita, que había visto mi foto en El Cañonazo de hoy con la noticia de que presentaba mi libro en la sala Nicolás Guillén, leyó mal y me preguntó si yo era Nicolás Guillén. Aunque haya sido por algunos segundos, me ha supuesto una satisfacción sentirme por un instante Nicolás Guillén.

Sé que está mal vista mi presencia aquí por parte de ciertos sectores culturales y políticos de mi país, que son los mismos que en su día intentaron abrir una polémica a propósito de la concesión del Premio Rómulo Gallegos, que seguramente ha recibido menos atención que premios anteriores, por motivos de sobra conocidos, y especialmente por parte del primer periódico español, que publicó en la concesión del premio una breve noticia y en cambio dedicó una página entera a cuestionarla por motivos políticos. Ayer contaba en el encuentro con la prensa, al llegar, que cuando venía en el avión de España iba leyendo en uno de los principales periódicos españoles, en el suplemento cultural -de ese mismo periódico que casi no había atendido a la Feria del Libro de La Habana, y solamente había dedicado una noticia al acto de inauguración, con Fidel Castro y Hugo Chávez, para tratarlo además en el tono habitual-, una breve nota referida a la presencia de escritores españoles en la Feria, nos citaba a los autores que estamos aquí, y nos llamaba «los irreductibles», algo así como los sospechosos habituales. Aunque ayer decía Ramón Chao que soy todavía joven para ser irreductible, para mí realmente es satisfactorio que un periódico como ese me considere un «irreductible», y más referido a mi presencia en la Feria. Hablando en broma con un amigo, en ese tipo de broma que tiene un fondo serio, le contaba que en mi pasaporte, que he renovado hace unos meses, solo tengo dos visados, el de Cuba y el de Venezuela. Si tengo que ir a EE.UU. en los próximos meses me van a mirar mal en la frontera, solo falta que me pongan un sello de Irán para que me manden directamente a una de esas cárceles que tienen.

Sobre todo es importante para mí que mi libro esté aquí. Desde que se abrió la posibilidad de publicarla en Cuba yo estaba muy interesado en que fuera accesible a los lectores cubanos, pese a las dificultades y resistencias que ha habido por parte de mi editorial. En ese sentido también tengo que agradecer la generosidad y el trabajo de los amigos venezolanos de Monte Ávila, que también han hecho posible que el libro esté hoy aquí, a un precio accesible.

Con la concesión del Premio Rómulo Gallegos dije que una de las cosas principales, más allá del prestigio y la repercusión, es que se me abre la puerta de todo un continente, me permite acceder a la comunidad de lectores latinoamericanos y de otra forma no sé si podría publicar en esos países. Es muy interesante como autor acceder a esos lectores, y entre ellos a los cubanos, que son de los más exigentes que se puede encontrar un autor ahora mismo, por su formación, por su nivel educativo, por su volumen de lecturas del que comentaba antes lo que he podido comprobar en la Feria: te hace sentir un poco pequeño oír hablar a ese nivel de literatura, me he dedicado los dos días a poner un poco la oreja -me disculparán si me he metido en alguna conversación ajena-, pero es un gozo escucharlo. De ahí mi preocupación sobre qué van a sacar del libro los lectores cubanos, con ese nivel de exigencia con el que creo que van a leer mi libro. Siempre he dicho en entrevistas que buscaba con mi novela un tipo de lector exigente, y ahora que creo haberlo encontrado, además de forma masiva, ciertamente me siento un poco intimidado.

Por lector exigente entiendo un tipo de lector que no hace concesiones al autor, que no le pasa una, que no se conforma, que no es perezoso, que no cede con los trucos y con las trampas habituales de los autores, de la literatura, y que si cede es con su consentimiento, porque decide ser engañado. Es un tipo de lector que además le exige al autor un ejercicio de responsabilidad, de conciencia, porque en el momento en que uno decide escribir está incurriendo ya en una responsabilidad que no puede eludir.

Mi novela, por decirlo de forma resumida, trata sobre el franquismo. No he querido escribir sobre el franquismo desde lo que serían esquemas de novela histórica, desde el pasado, que es como se escribe buena parte de la literatura sobre la guerra civil y el franquismo, que es la que tiene éxito, es la que se promociona, la que tiene más tirada, más presencia en las librerías y más lectores en España. He querido escribir en clave de presente, no solo sobre el franquismo sino sobre la España de hoy. Cuando miro al pasado lo hago para entender el presente, para entender dónde y cómo se originan algunos conflictos, algunas carencias que hay hoy en España y que para resolverlos solo podemos hacerlo comprendiendo dónde se originan. Por ejemplo, cuando escribo en mi novela sobre los desaparecidos del franquismo, no lo hago solo para señalar la política de exterminio que llevaron a cabo los vencedores sobre los vencidos, asesinando a decenas de miles de republicanos, sino que lo hago para recordar que todavía hoy, en la España democrática, siguen desaparecidos miles de españoles, enterrados en cunetas, a la salida de los pueblos, sin que se sepa dónde están, ni cuántos, ni quienes son los que están en un enterramiento. Y van pasando los años, van muriendo los últimos testigos, van muriendo los familiares sin haber recuperado sus cadáveres, sin haber sido resarcidos de lo que han pasado durante tantos años. Es a través de particulares y asociaciones, como se está haciendo ahora en España, que se van recuperando algunos restos, pero de forma muy lenta, por falta de implicación de las instituciones. Por eso llamo la atención sobre lo que ocurre hoy más que sobre lo que ocurrió hace cuarenta años. La ONU sigue incluyendo a España en los listados de países con desaparecidos, en los que están otros países que han tenido dictaduras más recientes.

Si escribo sobre la represión, si escribo sobre el uso de la tortura en el franquismo es para que lo conozca la gente de mi generación, pero también para llamar la atención sobre la realidad de España hoy donde se mantienen prácticas abusivas por parte de los cuerpos policiales, que no tienen la extensión ni brutalidad del franquismo, pero que son inaceptables en una democracia que se pretende como tal. En España es un tema tabú, del que no se puede hablar y del que no aparece nada en los medios. Recientemente, por ejemplo, organismos internacionales que vigilan la tortura y los malos tratos, han vuelto a recordar a España que sigue siendo el país europeo en el que hay más denuncias y más casos, y que sigue sin atender las recomendaciones que le han hecho respecto a los detenidos, a la incomunicación y otras cuestiones; sin embargo ese tipo de cosas no aparecen en la prensa porque es un tema prohibido.

Si escribo en mi novela sobre el proceso de enriquecimiento de muchos al calor de la guerra, lo hago para denunciar que hubo un buen puñado de familias y empresas que hicieron su fortuna a partir del botín de guerra, con confiscaciones, con denuncias, con asesinatos, y ya durante la dictadura con el trato favorable del Estado, con la corrupción consentida, con la persecución de los trabajadores por la policía franquista; pero también lo hago para señalar cómo el entramado del poder económico español sigue siendo en buena parte herencia del franquismo. Son en muchos casos las mismas familias de propietarios las que consolidaron su fortuna y la han mantenido intocable en la democracia, y siguen acrecentándola. En ciertas tendencias revisionistas que hay ahora en España algunos dicen que la dictadura franquista puso las bases para el desarrollo económico español; lo que quieren decir en realidad es que lo que hizo fue configurar un sistema económico y político que permite que los grandes grupos empresariales mantengan su poder y su beneficio. Recientemente ha aparecido una noticia en la prensa española que no ha recibido la atención que merece: el primer banco español ha aumentado sus beneficios en el último año en un 75 %. Es una noticia increíble y que sin embargo pasa prácticamente desapercibida. Parafraseando esa novela que ha publicado la editorial de Constantino Bértolo, El año que tampoco hicimos la Revolución, yo me pregunto, igual que esa novela, cómo es posible que en un país los beneficios de los bancos crezcan un 75 %, el precio de la vivienda aumente un 20 % el mismo año, los salarios solo aumenten un 3 % y no ocurra un levantamiento social. La respuesta está precisamente en el sistema dejado por el franquismo, la solidez de un régimen político y económico construido en buena parte sobre la desideologización y la desmovilización de los ciudadanos, que todavía permanece.

De la misma forma, si escribo sobre el aniquilamiento que el franquismo hizo de la cultura republicana, no es solo para denunciar aquel proceso criminal de aplastamiento, que llevó al encarcelamiento, al exilio y al asesinato de miles de intelectuales, de creadores, de artistas, de profesores, sino que lo hago para señalar que todavía no se ha restablecido la continuidad de lo que era la cultura española antes de la guerra y de la dictadura, que no se ha recuperado y rehabilitado a muchos autores que se exiliaron y no volvieron a España, que murieron en el exilio, y siguen siendo desconocidos, siguen descatalogados en España.

Hay otro tipo de cuestiones del franquismo a las que me refiero, que tienen reflejos, cierta continuidad y presencia en España, como es el propio lenguaje franquista, del que hablo no solo para recordar su corrupción, su manipulación, la creación de esquemas de pensamiento que reproducían una visión fascista de la realidad, sino para señalar cómo en España no nos hemos librado del todo de ese lenguaje, de esos esquemas, de ese vocabulario, del apoliticismo y del conformismo que nos inculcó la dictadura y cómo ese lenguaje sigue vigente en el debate político, como se ve en estos días cuando se vuelven a oír voces que alertan contra la ruptura y el riesgo contra la unidad de España, incluso volvemos a ver a militares que intervienen en el debate político intentando condicionarlo.

Mi novela no intenta ser solo una visión sobre el presente español porque no se debe hacer solamente una lectura local. Se me ha abierto toda esa comunidad de lectores latinoamericanos y ya he podido conocer las primeras opiniones que me han hecho llegar algunos lectores argentinos, chilenos, venezolanos y de otros países sudamericanos y centroamericanos, que me confirman algo que yo sospechaba: El vano ayer puede tener una lectura local en cada uno de esos países, que comparten mucho con lo que ha pasado en España. Estamos hablando de un país que, como muchos otros, ha pasado por unos años oscuros, represivos, corruptos, que todavía pesan sobre la época posterior. Por eso creo que se puede hacer una lectura mucho más universal de mi novela. Más allá de hacer una indagación sobre el franquismo, lo que intento hacer es una indagación sobre la ficción, sobre la escritura, sobre la literatura, el poder de la palabra escrita, en definitiva sobre el poder de los autores y cómo los lectores seguimos utilizando la literatura como una intermediación entre la realidad y nosotros. Confiamos en la literatura para que nos dé una representación del mundo, que damos por buena y lo hacemos además de forma acrítica. Estoy hablando del poder de las ficciones literarias pero también de las ficciones audiovisuales, del cine y la televisión. Los espectadores y lectores tomamos de allí la información y el conocimiento del pasado y el presente, y tomamos los valores, las ideas, los conceptos por los que nos regimos. Es el poder de los autores que no suele ser valorado en su justa medida.

He dicho alguna vez que de la misma forma en que los grandes grupos de comunicación establecen una agenda informativa en la que deciden de qué se habla y de qué no, y cómo se tratan ciertas cuestiones, también la literatura a su manera establece una agenda en la que se tratan unos temas y no otros, y en la forma en que se hace. Lo he visto como lector en el tratamiento que se hace de la guerra civil o del franquismo en España, en esos nuevos libros de caballería que echamos a la hoguera; cómo se trata la dictadura en esos libros; cómo se ocultan ciertas cuestiones; cómo se pasa por encima de aquellos asuntos más conflictivos a los que me refería antes: la represión, la tortura, la corrupción, etc. Pero lo he visto también en la literatura que trata de nuestro tiempo, en el caso español el modo en que la sociedad española es retratada en la ficción, en que se ofrece en las novelas una imagen blanda, acrítica, desinteresada de los principales problemas. Así nos encontramos con una mayoría de novelas donde los personajes son casi siempre de clase media o alta, con un considerable poder adquisitivo, con preocupaciones sentimentales y casi nunca con preocupaciones sociales. Y no se trata solo el reflejo de la sociedad española en la ficción, sino de cómo es retratado el mundo, otros países y otras realidades. En ese caso, como ocurre en el periodismo, hay ocultaciones, manipulaciones y censura.

Cuesta hablar de ciertas cuestiones aunque sea desde la ficción sin ser señalados y solo algunos valientes rompen con eso y dan un paso, como ha hecho, por ejemplo, Belén Gopegui con su última novela atreviéndose a escribir sobre Cuba y haciéndolo además a contracorriente del discurso dominante, que es uno de los temas más sensibles y más intocables en España. Le ha valido ser atacada y ser rechazada, y le acabará pasando factura, si no ahora será en su próximo libro.

Todos estos planteamientos y reflexiones son las que están detrás de mi novela. Reitero mi interés en que sea leída por esos 4 mil lectores o más que pueden adquirir el libro, y me gustará conocer esas opiniones. Estoy animando a que me hagan llegar esas opiniones ya sea a través del Instituto del libro o por otras vías. Espero que la lectura de mi novela esté a la altura de las expectativas, sobre todo las creadas por algunos lectores entusiastas.

Transcripción de la intervención de Isaac Rosa, que tuvo lugar en la Feria del Libro de La Habana durante el espacio Encuentro con… auspiciado por el Instituto Cubano del libro