«Aquí Georg Lukács, aquí don José Ortega y Gasset», esta presentación pudo darse en alguna universidad alemana de preguerras, en Berlín o Heildelberg donde, entre otros, G. Lukács asiste a los cursos de H. Rickert, autor al que incluyó Ortega y Gasset en su Biblioteca de Ideas del siglo XX mediante un libro titulado «Ciencia […]
«Aquí Georg Lukács, aquí don José Ortega y Gasset», esta presentación pudo darse en alguna universidad alemana de preguerras, en Berlín o Heildelberg donde, entre otros, G. Lukács asiste a los cursos de H. Rickert, autor al que incluyó Ortega y Gasset en su Biblioteca de Ideas del siglo XX mediante un libro titulado «Ciencia cultural y Ciencia natural» al que puso un prefacio declarándolo «libro bifronte, medio siglo XIX, medio siglo XX», lo que acrecienta la posibilidad de un encuentro o al menos de una coincidencia en las mismas aulas, por lo que sería interesante investigar las posibles relaciones entre el primer Lukács y el primer Ortega y Gasset, y más teniendo en cuenta que un traductor de la mayoría de la obra del filosofo húngaro fue el difunto Manuel Sacristán Luzón, un marxista orteguíano, con lo que el circulo de las posibles coincidencias, hasta personales, en su formación en Alemania y consiguientemente de sus afinidades intelectuales, se cierra un poco más.
Acercarse a las fechas y a los lugares de los estudios de Ortega y Lukács en Alemania, refrendaría o falsaria esta conjetura, que dejo enunciada y abierta. Lo más interesante es el paralelismo con respecto a la cultura alemana que establece la formación de ambos autores, provenientes de países con una escasa tradición de filosofar (se puede asegurar de España).
En el caso del filosofo húngaro Georg Lukács, que por cierto cita a Ortega y Gasset como discípulo de Heidegger y teórico del arte antihumanista en su obra «El asalto a la razón» que es, como dice Manuel Sacristán, uno de los mayores pensadores del siglo que ha acabado, y seguramente uno de los pocos que intentó desarrollar una estética adecuada a la actualidad del capitalismo tardío, sin embargo hasta la fecha lo dificultoso de su lectura ha hecho que careciera de seguidores (en primer lugar de lectores) a pesar de su importancia. Debo señalar que G. Lukács, que en los primeros años veinte había sido un «izquierdista», desde su vuelta a Hungria después de la II Guerra Mundial tuvo siempre colgado el sambenito de «derechista», aunque claro se trataba de un «derechista» dentro del pensamiento marxista.
Es curioso como se contrapone la afición a lectura de libros para hallar conocimientos, con la búsqueda de un libro que haga innecesarios a los demás. Una de las diferencias entre cultura y religión. Y es que lo mismo que hay autores ligeros como plumas, a quienes de lejos advertimos lo brillante de su plumaje que se reduce al fin a cuatro frases, con G. Lukács que es poco chispeante, necesitamos armarnos de paciencia y codos ante su insistencia en los hechos que estudia, por ejemplo su defensa del realismo en literatura. Lo que nos conduce a la revalorización de los novelistas realistas españoles de los cincuenta y sesenta, lo que también posiblemente era una de las intenciones de Manuel Sacristán cuando impulso la traducción de sus obras completas en la editorial Grijalbo.
Lo que nos lleva a que revalorizar a G. Lukács, en primer lugar mostrando sus coincidencias primeras de formación con Ortega y Gasset, es a la vez un descender en el hilo del tiempo en rescate de aquellos novelistas menospreciados por una crítica que abría el campo a los «grandes éxitos» de las multinacionales del libro (el libro como mera mercancía) no se si sabiéndolo. Ya se sabe que a veces el camino del infierno esta empedrado de buenas intenciones.
Entre todos aquellos novelistas de los cincuenta y sesenta, Alfonso Grosso que tan buen prosista era que incluso se lo reconoce Umbral, elegante reductor de cabezas de novelistas sociales, merece unas inmediatas reediciones de sus novelas, empezando, por ejemplo, con su «Con flores a María» ya que pronto nos encontraremos con la primavera.
En fin que el propósito al relanzar a G. Lukács es que se pueda ir a una librería a buscar «El asalto a la razón» o su «Estética». Y se pueda leer de nuevo, para debatir y pensar, a un clásico del marxismo.