Cuando abres demasiado un grifo se produce una turbulencia que hace que el agua salpique de un modo impredecible y caótico. El otro día alguien me preguntó por qué el muerto no era de mi agrado En lugar de salpicar a mi interlocutor con la respuesta y mandarlo mojado a casa, maldiciéndome por ser tan […]
Cuando abres demasiado un grifo se produce una turbulencia que hace que el agua salpique de un modo impredecible y caótico.
El otro día alguien me preguntó por qué el muerto no era de mi agrado
En lugar de salpicar a mi interlocutor con la respuesta y mandarlo mojado a casa, maldiciéndome por ser tan poco civilizado, decidí poner en orden una parte de lo que puedo decir con respecto al tema; buscarle un buen vaso, dejar que la espuma baje y presentarlo para su degustación, si es que se puede llegar a degustar cierto tipo de pensamiento cuando se lleva media vida creyendo lo contrario.
En primer lugar, tengo que confesar que me desagradan las diferencias excesivas entre un discurso y la realidad que representa. Dicho de un modo más sencillo: Me jode que me vendan como blanco e inmaculado lo que, en la práctica, es más negro que el puto carbón.
Y ese Papa, amigos, no tenía nada de santo.
Sí, sí, ya sé que la imagen que tenéis todos los que aún creéis en la religión organizada -en la vuestra, claro- es la de un hombre de buena voluntad que hizo grandes cosas por La Iglesia y por la Humanidad, en ese orden o en el contrario, no importa.
La cuestión es que tengo una noticia que no va a terminar de gustaros: Todo eso es mentira.
Ahora bien, la imagen es cierta, es decir, existe. Pero sólo como eso; como imagen. Al igual que existe la imagen de los Estados Unidos como Libertadores del mundo e Instauradores de la Democracia, Guardianes de la Paz, Defensores del Bien, del Orden y del Buen Rollito Cósmico, tralarí, tralarí.
¿Me vais captando, verdad?
La imagen del Papa, del que murió, no el de Star Wars que tienen ahora, es bonita, emotiva y todas esas cosas con las que algunos se llenan la boca cuando hablan de él, con los compañeros de confirmación, con los del colegio católico que los adoctrinó, perdón, que los educó, y con la gente que comparte su fe. Es una imagen preciosa, sí, siempre y cuando no la contrastemos con la realidad, no con la realidad del discurso, que está cerrado, hace referencia a sí mismo, se alimenta de su propio mito y siempre se da la razón, sino con la realidad de a pie, ya sabéis, la de todos los días, vamos, la Historia, lo que ocurre y no lo que nos cuentan que ocurre, todas esas pequeñas cosas que, al parecer, no tienen casi importancia; no sé si os hacéis una idea de por dónde voy.
Eso que llamamos hechos y que, para algunos, pesa más que cualquier discurso perfecto, señala al fiambre en cuestión como una de las peores cosas que ha ocurrido a La Iglesia en los últimos tiempos. Y conociendo como se las gasta la Santa Sede, eso es decir bastante.
Y tú, ateo de los cojones, el de la última fila, no te rías tanto de la carita que están poniendo aquí los colegas creyentes, que para ti también hay. A fin de cuentas piensas que todo esto no va contigo, pero tampoco tienes ni idea de qué va la película, así que fustígate con tu cinturón favorito, porque si unos son estúpidos por seguir la senda los otros lo son por ignorarla sin más.
Ames u odies algo asegúrate de tener un porqué que se corresponda con los hechos, o el coco de la mediocridad vendrá a cagarse en tu cráneo.
Llegados a este punto, en el que si no os gusta lo que estoy diciendo, o cómo lo estoy diciendo, me podéis mandar al infierno y dejar de leer, ofendidos pero sin razones para dejar de creer que el Papa era un buen tipo, avisaré de que voy a ir abordando de un modo más específico motivos para considerar al personaje bastante dañino, para su propia institución en primer lugar y para el resto del mundo en segundo lugar.
Hay un tercer punto dedicado a la gente, sobretodo joven, que cree en La Iglesia como institución bondadosa. Para entender cómo han sido perjudicados por ésta figura, aunque ellos sean -ironías del destino- los que más la defienden, habrán de asimilar los dos primeros puntos, es decir: por qué el Papa ha sido malo para La Iglesia y por qué lo ha sido para la gente, en general.
Entendidos esos dos el tercero se hará visible, al menos para todo el que siente cierto compromiso con la verdad que atañe a sus creencias, claro. No abordaré los puntos de forma secuencial, sino que iré saltando de uno a otro, mezclándolos y enfocando aquí y allá, por aquello de darle vidilla. Cosas del ritmo. Si de vez en cuando se me va el grifo y suelto un chorro algo más intenso de lo que vosotros consideráis normal espero que sepáis disculpar que no midamos con la misma vara. Aún así, pese a lo que penséis al terminar de leer esto, si lo leéis, no tengo ni la más mínima intención de molestar, tan sólo voy a decir lo que pienso.
Si no quieres leer nada contrario a lo que crees lo tienes tan fácil como no seguir leyendo este texto, nadie te obliga. Eres libre de creerte todo lo que te cuentan y no escuchar otras opiniones.
Aclarado el asunto, podemos seguir con calma.
La capacidad crítica para con uno mismo, y para con el resto de miserables que pululamos por esta bola de barro y agua, ha sido siempre una cualidad necesaria en cualquier individuo -o institución- que desee mejorar y alcanzar la coherencia antes de estirar la pata.
Durante el Papado de Juan Pablo Segundo hubo importantes retrocesos en este sentido. Retrocesos que han devuelto a La Iglesia al estado anterior al Concilio Vaticano II, al que, dejando de lado que nos pueda gustar o no gustar la religión organizada, hay que reconocer una serie de logros que por desgracia, pese a lo que nos dice el discurso oficial, han sido claramente anulados.
Si no sabes de qué te estoy hablando quizá sería el momento ideal para plantearte cuántas cosas ignoras acerca de las instituciones que defiendes a capa y espada. Sólo es una sugerencia, yo sigo a lo mío.
Así pues, algunas órdenes que, en otros tiempos, fueron favoritas de Papas más progresistas, han sido apartadas de la cúpula de poder de La Iglesia. Aquellos que, como los Jesuitas, han sido reconocidos por su sentido crítico para con los dogmas, por su capacidad filosófica y de diálogo con los no creyentes, por su mentalidad abierta ante ideas nuevas, etcétera, han sido silenciados, apartados de los sitios desde los que podían ejercer algún tipo de influencia o, más práctico todavía, mandados a la selva a recibir unos tiritos mientras hacen lo que pueden por algún pueblecito situado entre guerrillas. Eso si no llega antes algún león de tendencia anticlerical con ganas de mascar sotana, claro. Dios proveerá, como dijo aquel.
Por otra parte los teólogos laicos, que los hay, que suelen tener una fe admirable y un sentido de la comunicación con los no creyentes digno de elogio, han desaparecido de repente del mapa, como si nunca hubiesen existido.
Podríamos resumirlo diciendo que las voces discordantes dentro del organismo han sido silenciadas, pero es que la cosa no termina ahí, ni mucho menos.
La cosa tiene más sustancia.
A nivel interno no podemos hablar de pasos hacia atrás, sería quedarse corto; tenemos que hablar de saltos con pértiga, pero en sentido contrario al progreso, vamos.
Para empezar, el Papa manda. Manda realmente, no es una figura peón, no, tiene poder real. De hecho tiene todo el poder. Esto es así por varios motivos, pero los dos más simples son:
1) La no existencia de la separación de poderes dentro de La Iglesia (¿No lo sabías?, ¿En serio? ¿Tampoco sabías que la base de todo el derecho moderno se fundamenta en esta separación?, ¿Si te digo que un mismo organismo hace de abogado, fiscal y juez te pillo de sorpresa?, ¿Creías que había democracia dentro de La Iglesia?, Vaya, quién lo habría dicho, ¿Verdad?)
2) El Juramento de fidelidad a Roma y a la figura del Papa. Incondicional, ciega; obedece y no preguntes, ten Fe, Hombre de Dios. No estamos hablando de algo simbólico, como tiende uno a pensar cuando se encuentra con algo así. Esto es algo real, con peso, algo que se aplica y, además, algo determinante para escalar posiciones dentro de La Iglesia tal y como nuestro muertecito la ha dejado. No pierdas de vista este punto, porque trae cola.
Bien, este poder concentrado -que hace que me entre la risa tonta- es lo que permitió al Papa, por ejemplo, convertir a una sociedad sectaria, vinculada a dictaduras fascistas y movimientos ultra-conservadores, hermética, con influencias políticas, económicas, mediáticas y un largo etcétera que podría quitarte el sueño si te enterases de la película, en prelatura personal suya. Posición de privilegio donde las haya. No sólo eso, claro: Todo movimiento religioso de este tipo ha de estar controlado, perdón, supervisado, por La Iglesia, a través de sus obispos, por aquello de que no hagan cosas raras, como, no sé, apoderarse del sistema educativo, montarse sistemas de influencia social, jugar con la mente de los jóvenes para que se rijan por su visión dogmática del mundo, apoyar grupos conservadores haciendo campañas extra parlamentarias a favor de un ideario común con los derechistas, ya sabes, las cositas sin importancia de siempre. Sin embargo nuestro venerado fiambre concedió al Opus Dei un estatus especial que les permitía funcionar sin la supervisión de los obispos y montarse el cotarro a sus anchas.
Lo de mandar tiene sus cosas, ¿eh?
Te propongo un juego sencillo, coge todos los obispos que conozcas y mira cuantos no pertenecen al Opus Dei. De los que no pertenezcan al Opus Dei mira cuántos no pertenecen a los Legionarios de Cristo, o cualquier otra sociedad religiosa ultra-conservadora al azar. Total, si es por pasar el rato. Dicen que algunos juegos son educativos.
Pues sí, lo de mandar está muy bien, entre otras cosas porque permite cambiar, por ejemplo, las leyes que llevan tiempo rigiendo el asunto de las santificaciones, beatificaciones, etc, para poder convertir en santos antes de tiempo a fundadores de sociedades antidemocráticas, sectarias y herméticas.
José María Escrivá de Balaguer nuestro que estás en los cielos, etc, etc
También, ya puestos a ello, mandar permite que te pongas un poco gallito con otras ramas de tu fe, y te coloca en una posición desde la que, siendo la figura que se supone ha de unificar, te puedes cargar las relaciones con La Iglesia Protestante y La Iglesia Ortodoxa. Porque, a fin de cuentas, ¿Quién demonios necesita a esos jodidos herejes? Teniendo a grupos surgidos del neofascismo italiano que apoyan con su amor incondicional, y su dinero, todo aquello que salga por nuestra santa boca, teniendo al Opus Dei, teniendo a las Comunidades, teniendo a los Focolare, teniendo a los Comunión y Liberación, teniendo a los Regnum Christi, teniendo tanto nuevo movimiento religioso que alimenta la plaza cuando sales a saludar al balcón y teniendo poder para darles un trato preferente, que ellos pagan con poder social, ¿Quién necesita a esos que se atreven a insinuar que, oh blasfemia, a lo mejor deberíamos de evolucionar, cambiar, dejar de jugar a la política, escuchar la realidad del pueblo, adaptarnos y dejar de ser unos dogmáticos fans del obedece o arde en el infierno?
Influencia, el secreto está en la influencia. Además te lo ponen muy fácil. Es tan sencillo como decir, delante del mayor número posible de personas que eres un gran devoto de la Virgen María. Eres el Papa Mediático, así que cobertura no te va a faltar. Hablar con bondad de la mujer, ese es el punto, Juanpi. Que se note que las quieres, aunque por otra parte sigan sin poder ordenarse y tengan un papel secundario que no ha variado en varios siglos. A pesar de la marginación y la falta de igualdad de la mujer en el seno de la institución que regentas. No importa, tranquilo, tú di que las quieres. Después manda a tus agentes a África, país con problemas de superpoblación y enfermedades de transmisión sexual, a decirles que el condón es pecado, que el aborto es pecado y que hay que tener los hijos que Dios te de. No te preocupes, nadie va a mirar lo que haces. Todo el mundo estará pendiente de lo que dices y darán por sentado que se corresponde con los hechos.
Total, si tus propios fieles no saben que tu institución no ha firmado la Declaración de Derechos Humanos de Europa, ¿Qué más da?
Aprovechando que estás soltero y entero haz que eso se convierta en condición indispensable para ser un buen pastor. Da igual que lo del celibato sea bastante reciente a nivel histórico, tú tranquilo, que tus fieles se quedan en la plaza abobados, rindiéndose a la contagiosa sensación del evento compartido, al éxtasis, a la pérdida de contacto con la realidad y luego lo confunden con bondad, con que todo marcha bien, con que hay algo especial en ti. Si tú lo haces es que está bien, así que promulga la imagen del cura que no mantiene relaciones sexuales como la quintaesencia del clero. Nadie se va a fijar en que la mayoría de las obsesiones de tu institución están enfocadas hacia un tema que desconocen, y, como hemos dicho antes, nadie va a comprobar que el celibato no ha sido nunca condición indispensable para ser un buen pastor de almas.
Aprovecha los vacíos y llénalos, que aquí vale todo. Las cosas ya no son, las cosas parecen, y eso es lo que cuenta, así que sin problemas.
Entrar a discutir hasta qué punto unas relaciones sexuales sanas son beneficiosas para el equilibrio psicológico del individuo me parece innecesario. Que gente totalmente alejada del sexo intente decirnos cómo hemos de vivir nuestra sexualidad, que gente alejada de la democracia intente decirnos cómo hemos de gobernarnos, que gente que no vive en el mundo venga a decirnos cómo estar en el mundo, roza lo ridículo. Que cuando descubrimos que no están tan alejados del sexo como dicen sea con niños de por medio resulta bochornoso. Y, por último, la lentitud con que se procesan estos casos y los poderes extra concedidos a La Iglesia para tratar ciertos delitos de sus funcionarios, privilegio del que no gozan otros ciudadanos, resulta denigrante, así como el silencio con respecto a escándalos financieros, políticos y sexuales.
Sin embargo Juan Pablo, secundado por su prelatura personal y los sectores más conservadores de La Iglesia -a falta del resto, que se ocupó de silenciar- puso gran empeño en reprimir la sexualidad de sus servidores, de sus fieles y, ya que nos ponemos, del resto del planeta.
Hazte una idea de cómo afecta esto a la selección de personal y qué tipo de clero mediocre ha ido extendiéndose en La Iglesia y después canta conmigo: Ovejita, ovejita, ¿Quieres pastores así?
Esto me lleva a un pensamiento que suelo tener de vez en cuando. Existen pocas cosas realmente necesarias, si nos ponemos en plan radical; beber, comer, dormir, cagar, y, para el que escribe estas líneas, follar. Las cantidades ya las dejo al gusto del consumidor. Bien, lo que suelo pensar es que si alguien consigue que reprimamos alguna de estas necesidades en base a un cuento que nos ha contado ese alguien tiene un control absoluto sobre nuestra persona. Es entonces cuando tres palabras acuden a mi mente: Ayuno, vigilia y celibato. Hay una cuarta palabra, se llama convivencias. Después acuden un montón de ideas acerca de cómo las tres primeras se juntan cuando se dan estos eventos, las convivencias, y es entonces cuando se me llena la cabeza con todo lo que sé acerca del debilitamiento mental, en qué condiciones puede darse, falta de sueño, estómago vacío, de ahí salto a los lavados de cerebro, se me junta con lo que sabemos de la represión, las pulsiones, la sublimación, y demás. En fin, curiosidades de la libre asociación de ideas. Bueno, sigamos, que nos estamos desviando.
Otra cosa que no terminaba de convencerme del fiambre fue aquella forma tan antinatural de aferrarse al poder.
Destacaré sólo tres cosas de esto.
La primera es que resulta irónico que quien está siempre imponiendo su idea de lo que es y no es natural se mantenga por todos los medios en una posición para la que su salud ya no da la talla, yendo más allá no sólo de lo que está en armonía con la naturaleza, sino de lo que está en armonía con la ética y el sentido común. Curioso que se critique a Fidel Castro por no retirarse y no se diga nada del muerto que nos ocupa, siendo que el primero todavía puede hablar y no lleva Dodotis, al menos no que nosotros sepamos.
La segunda es que otros Papas en mejores condiciones físicas y mentales dieron el relevo, dejando paso de una forma natural y menos polémica, a sus sucesores.
La tercera es que la explotación del amor a la figura de los mártires que se les inculca a los católicos es demasiado evidente como para que no se le llene a uno la boca de bilis cuando ve el fervor popular que despierta un hombre moribundo ocupando una posición que ya no debería ser suya. No me parece que explotar esta debilidad intrínseca al pensamiento católico sea una postura demasiado ética, pero de todo hay en la viña del Señor, o eso dicen.
Este Papa, como dije al principio, quedaba muy bien en los medios y construyó a su alrededor una serie de mitos que invitan a la veneración desde el desconocimiento que muchos católicos le profesan, aún después de muerto.
La imagen es preciosa, pero no es real, eso es lo que este texto intenta decir, sin esforzarse demasiado, sin chorro que salpique, en plan tranquilo, para que los creyentes con los que charlo de vez en cuando, mis amigos, mis amigas, que todavía mezclan su identidad con lo que les enseñaron a creer y no terminan de rebelarse, no me llamen cabrón intolerante. Que para intolerantes ya están los católicos, que han llegado a ser la religión más extendida por eliminar a todos los que no compartían su fe, que se han cargado periodos históricos de armonía religiosa por querer obtener la hegemonía absoluta, que han pedido perdón por las barbaridades cometidas por los hijos e hijas de La Iglesia en el pasado, pero no lo han pedido por las cometidas por los Padres, por los que mandan, por gente como el fiambre.
Gracias al sistema totalitario, antidemocrático, oscurantista y cada vez más cerrado, basado en élites específicas de sectores concretos de la sociedad y del espectro político, que el fiambre promulgó, se ha conseguido que todo este asunto de la religión se convierta en una inmensa olla a presión llena de eso que nos dice «me voy de casa» cuando tiramos de la cadena. Toda la presión que otros Papas con mejor talante consiguieron aliviar ha sido devuelta a su lugar de origen.
Gracias a Juan Pablo Segundo, a la política que ha seguido a la hora de elegir sus prelaturas, sus hombres de confianza, a la hora de asignar los puestos importantes, a la hora de redefinir la política interna de La Iglesia, yendo en ocasiones contra lo que en principio la definía, gracias a todo esto y mucho más, el que manda en la Iglesia tiene poder, no es un simple títere como gustan de pensar algunos para quitarle hierro al asunto, es un rey en un reino de canallas, con sucursales en todas partes, sucursales que no están sujetas a más ley que la de su reino, pese a estar en tierra ajena, sucursales que gozan de privilegios que, como en el caso de España, fueron obtenidos en épocas predemocráticas.
Y sin entrar a valorar lo bueno o malo que puede ser que haya reyes cuyo reino esté en todas partes, diré que este rey no era bueno.
Estas son sucursales donde los hombres justos de antaño ya no tienen voz ni voto, donde los nuevos buenos pastores son, precisamente, los que tienen más mano izquierda, los que se saltan la normativa de su propia institución para hacerse cargo de la realidad de su comunidad, alejada de la realidad que desde el Vaticano tratan de imponer.
La paradoja, confirmada por mis amigos católicos, es que los mejores curas a día de hoy son los que más desoyen al Vaticano, y eso, como creyente, tendría que señalarte que algo está fallando.
En el Papado de Juan Pablo Segundo, altivo a nivel político, fanfarrón en algunos aspectos -a la exageración de su papel en la caída del comunismo en Rusia me remito-, falto de diálogo con otros sectores más liberales de su Iglesia, propenso a la excomunión de las voces discordantes en lugar de a buscar puntos comunes y diálogo productivo, propenso a obligar a curas inteligentes a retractarse públicamente de opiniones que no están en sintonía con la idea cerrada y poco real que su Iglesia tiene del mundo y que, sin embargo, llegan más al hombre de a pie, a ti y a mí, -en tu ciudad, sin ir más lejos, puedes encontrar sin demasiada dificultad varios ejemplos, si de verdad te interesa-, en ese papado se han cometido, como te decía, muchos errores. Y los aciertos de los que te han hablado no existen.
Irónico que tenga que venir un no creyente a decirte todo esto.
Incoherencias, estupideces, crímenes imperdonables, mentiras históricas, veneración de dictadores en épocas pasadas, demasiados fallos acumulados, uno detrás de otro, como para que un discurso irreal que nos hable de lo buenos que son pueda salvarles.
Si su infierno existe lo van a llenar sin ayuda externa.
El discurso acerca de Juan Pablo Segundo, su imagen, lo que te dicen que fue, no se sostiene. La imagen de la Iglesia como bondadosos pastores de almas no se sostiene. Ninguno de sus asuntos, ninguno de sus argumentos, resiste una confrontación con lo real.
Y sin embargo algunos siguen mirando esas imágenes como si fueran reales.
Cuando piso la calle sé que vivo, como dije en un artículo anterior, en un sitio donde se confunde educación de calidad con educación impartida por supernumerarios del Opus Dei, donde esta misma secta tiene una de las más prestigiosas universidades privadas que, además, imparte periodismo. Aprender periodismo de unos tipos para los que el ABC es lo máximo de la veracidad. Alucinante.
Cuando era pequeño y calvo, cuando todavía me cagaba y me meaba encima, me cogieron de las patas y me echaron agua en la cabeza, sin contarme de qué iba la película, y eso me convierte en parte de esa estadística que dice que la mayoría de la población es católica. Esa estadística que les hace creerse con derecho a decirle al gobierno cómo ha de gobernar, con derecho a reír la gracia a medios de comunicación que están en manos de Conferencias Episcopales, Sectas nacional-católicas y demás elites con aspiraciones de dominación global, medios que rompen claramente ciertas convenciones éticas e incluso legales y se salen de rositas gracias a la influencia que los religiosos tienen en el tejemaneje político y económico. Situación que el fiambre favoreció con cada uno de sus gestos a nivel interno.
La política de Juan Pablo Segundo se ha ido extendiendo hacia abajo, sólo que sin el disimulo y el aparato propagandístico que él tenía, y por eso tenemos curas que hacen afirmaciones misóginas en medios de difusión popular y se quedan tan panchos, por eso tenemos curas que se atreven a decirle a los fieles que trabajan en los tribunales que se nieguen a casar homosexuales cuando, después de mucha lucha, se les ha reconocido su derecho legal a amarse amparados por la ley. Por eso tenemos curas que se atreven a intentar polarizar a la sociedad, olvidando nuestra historia reciente y nuestra propensión al navajazo hermano contra hermano. Por eso se atreven a decir que están siendo atacados, cuando son ellos los que obstaculizan la evolución con dogmas, prejuicios, mentiras y manipulación.
Porque han aprendido la lección de Juan Pablo Segundo, y es que con buena imagen, con un discurso que hable de tu bondad, puedes hacer lo que te plazca, conseguir que tu institución retroceda unas cuántas décadas y, de paso, intentar que el resto del mundo retroceda contigo.
Que casualidad que la amplia mayoría de esta nueva ola de curas, por decir algo ya que debido a la falta de afluencia de jóvenes son cada vez más viejos, pertenezcan a esas sociedades en las que el fiambre deposito tanta confianza. Quizá no los eligió por error, a lo mejor le gustaban, a lo mejor era como ellos. A lo mejor por eso no me caía bien.
Cada vez hay menos creyentes, los que creen de forma activa están bajo la influencia de grupos concretos y el resto de esa «mayoría» católica son gente que ya no cree. Así que yo de ellos iría cogiendo el paraguas, que vienen lluvias.
Cuando alguien manda es responsable de lo que ocurre bajo su mandato siempre y cuando lo que acontezca derive de sus decisiones. Todo esto que apuntamos no son accidentes, son consecuencias lógicas de una absurda política conservadora que ha dejado a la religión y a los creyentes en una postura comprometida. Las maniobras de Juan Pablo Segundo han conducido a la Iglesia al punto en el que está, punto peligroso ya que las Sectas en que se apoyaba han terminado siendo las Sectas que mandan dentro de su aparato de poder. Ya que las mujeres han comenzado a darse cuenta de que no son tan amadas como se dice, dentro y fuera de la Iglesia, ya que los medios influenciados han hecho su influencia demasiado evidente, ya que el trato cerril a ciertos sectores de la sociedad ha hecho que muchos indecisos abandonen su fe, rendidos ante los hechos, ya que hay gente que se ha dado cuenta de que predicar según qué cosas, en según qué sitios, véase el ejemplo de África mencionado con anterioridad, es un sinsentido de proporciones descomunales.
Ya que, por fin, algunos se dan cuenta de que el Papa no era un buen hombre dentro de una institución más o menos mala, sino que la institución, por cómo está constituida a nivel legal y a efectos prácticos, termina reflejando a quien la dirige, al margen de su propio potencial dañino, demasiado demostrado en la historia como para incidir demasiado en él.
Creo que no deberían hacer falta más palabras para darse cuenta de cómo te han tomado el pelo, en caso de que en algún momento te hayas creído esa imagen de santurrón tan extendida.
En el momento en que dejemos de mirar el discurso de buena voluntad que Juan Pablo ayudó a construir y nos demos cuenta de qué han estado haciendo realmente todo este tiempo, hasta qué punto han estado, bajo su mandato, asegurándose posiciones privilegiadas y tratando de aferrarse a un poder que se les va de las manos, como se aferró él a su cargo, en ese momento, cuando nos demos cuenta, cuando una amplia mayoría se de cuenta veremos qué ocurre.
Podría seguir, pero creo que es suficiente.
Esto es lo que hubiese contestado a aquella pregunta de por qué no me gustaba el muerto, la pregunta que originó este texto. He sido todo lo frío y moderado que me puedo permitir con este tema.
Si, a pesar de estar a medias, el grifo os ha salpicado demasiado no os preocupéis. Siempre hay una toalla a mano. O una sábana santa.
Si pensáis que he sido irrespetuoso con vuestra fe recordad que vuestra fe lo ha sido con el sentido común, así que estamos empatados.
Me voy, que llego tarde a misa.