Recomiendo:
0

Debatiendo acerca de un movimiento anticapitalista mundializado

Fuentes: Rebelión

I.- imperialismo y «movimiento de los movimientos»: Algunos académicos afirman que la declaración de la «guerra infinita» y la militarización de las relaciones internacionales post 11 de sept. de 2001 constituyeron una respuesta del poder imperial a la legitimidad del movimiento altermundialista (el nuevo internacionalismo), y supuso un nuevo desafío a éste. Esto es una […]

I.- imperialismo y «movimiento de los movimientos»: Algunos académicos afirman que la declaración de la «guerra infinita» y la militarización de las relaciones internacionales post 11 de sept. de 2001 constituyeron una respuesta del poder imperial a la legitimidad del movimiento altermundialista (el nuevo internacionalismo), y supuso un nuevo desafío a éste. Esto es una interpretación debatible:

a) Plantear una relación de causa-efecto tan lineal obliga plantearse qué tipo de teoría imperialista se está postulando y qué tipo de teoría sobre los movimientos sociales se está postulando. Consideramos imprescindible no soslayar el nuevo carácter del imperialismo contemporáneo y lo que se ha denominado nuevo internacionalismo. Argumentamos que la lógica del Capital, como relación social de explotación-dominación-desposesión, implica, en perspectiva histórica, sucesivas formas de imperialialización, desde el clásico (colonialista) hasta el informal (sin colonias pero recolonizador). Las crisis globales introducidas por el imperialismo norteamericano no consisten sólo en crisis de sobreacumulación y rivalidades-cooperaciones inter-imperialistas, sino más bien en las limitaciones del imperialismo informal (sin colonias) estadounidense que domina a través de otros Estados, para poner en práctica una estrategia de crecimiento económico coordinado a nivel mundial, y sobretodo a nivel de los países capitalistas avanzados. Esta forma de imperialismo se enfrenta, sobre todo en su eslabón más débil, Latinoamérica, a una red de movimientos sociopolíticos y políticosociales que tienden a internacionalizarse en torno a políticas antineoliberales. Entre ambos procesos constitutivos, el nuevo imperialismo informal, y la internacionalización de las resistencias, hay un desfasaje, y no una relación causa efecto. La «guerra infinita» y la militarización de las relaciones internacionales no es nada nuevo: el capitalismo al imperializarse, desde sus inicios, ha promovido guerras infinitas y militarizaciones sucesivas. Las guerras coloniales y las guerras mundiales son testimonios concretos. Pertenecen a la lógica misma, al movimiento interno del propio Capital. Los obstáculos han sido la clase trabajadora mundial, en primera instancia, y luego los movimientos heterogéneos de resistencia. Pero no se puede argumentar que la nueva fase de militarización y de guerras sean una reacción epifenoménica frente a la resistencia del «movimiento de los movimientos», por dos razones: 1) desfasaje: este movimiento internacionalizado era demasiado débil para poner resistencia a nivel mundial al avance del nuevo imperialismo, en el 2001; 2) prolepsis: el nuevo ciclo de militarización y de guerras tiene que ver más con planes y programas que los capitalistas a nivel mundial desarrollan para los efectos de la acumulación-concentración del capital y superar formas caducas de coordinación, que con una reacción «desmedida» frente a un supuesto internacionalismo contrahegemónico poderoso.

b) Las dificultades encontradas por el bloque imperialista ante este «nuevo internacionalismo», no hay que magnificarlas. Hay que sopesarlas en su justa medida. Este «nuevo internacionalismo», al ser heterogéneo, sin centro, sin una perspectiva política y sin objetivos claramente anticapitalistas, lamentablemente no ha sido capaz no sólo de detener una guerra (tampoco lo fueron las grandes movilizaciones internacionalistas socialistas y comunistas al calor de la primera y segunda guerra mundial, pero por sus estructuras y sus programáticas sí fueron capaces de desencadenar crisis revolucionarias), sino tampoco capaz de derrotar al capitalismo en ningún país del orbe. Ha sido capaz de sensibilizar a la comunidad mundial de los peligros inherentes al neoliberalismo en su expresión más dura y salvaje. Es decir, ha sido un vehículo exitoso en el efecto de denuncia. Pero estamos frente a procesos que se desarrollan, y de allí las contradicciones que se generan al interior de los Foros mundiales, referentes más visibles y activos de esta nueva forma de resistencia mundializada.

c) Se hace necesario considerar las fortalezas y debilidades de los sucesivos formatos internacionalistas, el de los trabajadores (obreros y campesinos) que poseían una clara intencionalidad proléptica pro-socialista, y el «nuevo internacionalismo» no proléptico, limitado (aun) a lo antineoliberal. Son procesos distintos frente a dinámicas societales distintas, pero el capitalismo permanece aún con sus características básicas incólumes.

II.- nuevo movimiento internacional y sus formas de lucha: No podemos, aun, medir la eficacia global de este nuevo movimiento internacional, considerando su incapacidad (por el momento) para derrotar al capitalismo. Sí podemos considerar su relativa eficacia para obstaculizar el despliegue del neoliberalismo mundializado. Pero tampoco se ha visto que las políticas neoliberales hayan sido derrotadas y cambiadas siquiera por un capitalismo «con rostro humano». Es preciso considerar los distintos objetivos de luchas que existen entre los movimientos sociales europeos y los movimientos sociales de la periferia, de los capitalismos dependientes y desiguales. En este sentido, los movimientos sociales latinoamericanos han demostrado mayor radicalidad, y han aportado el concepto de la territorialidad, que ya los movimientos europeos están tomando en serio, como formas de luchas de resistencia eficaces ante el nuevo contexto. Nos hacemos la pregunta: ¿cuánto de internacionalismo existe en el nuevo movimiento internacional?. La enorme heterogeneidad estructural es, a la vez, un signo de fortaleza, pero a la vez un signo de carencia. Por su forma de accionar, no pueden esperarse golpes duros y estratégicos al capitalismo. Sí estamos viendo un proceso creciente de acumulación de fuerzas contestatarias, de resistencia y de denuncias. Las luchas contra la implementación de los TLC y contra la nueva militarización de las relaciones sociales nacionales e internacionales, aún permanecen en el éxito relativo, pues los bloques imperialistas han sido capaces de bypasearlas, al apoyarse en estados-gobiernos clientelares, en su eficaz aparato propagandístico-ideológico, y en las elites burocratizadas que por años han sido formadas a todo nivel en los mismos centros imperiales. Esto explicaría, en parte, en el contexto latinoamericano, la incongruencia de movimientos sociales poderosos que derrumban gobiernos (no estados) y la instalación de nuevos gobiernos desarrollistas-«progresistas» que no rompen ni con las políticas neoliberales ni con el capitalismo imperialista.

Al respecto, conviene considerar los desfasajes históricos de las contrarrevoluciones neoliberales en Latinoamérica (un aporte del Colectivo de Trabajadores de Chile, y del economista Rafael Agacino). Estas políticas pueden diferenciarse someramente en tres: 1) contrarrevoluciones neoliberales tempranas y maduras (caso de Chile, con experiencia neoliberal de 30 años. Todas las transformaciones estructurales ya se han efectuado. Pero el modelo de acumulación ya comienza a tener signos de agotamiento, con la emergencia de contradicciones secundarias); 2) contrarrevoluciones neoliberales intermedias de mediana edad (caso de México, que comienza en 1983 bajo el gobierno de La Madrid. Se aplican las políticas de shock del FMI, los ajustes estructurales del BM, la implementación de TLC bilaterales y trilaterales); 3) contrarrevoluciones neoliberales tardías (casos de Argentina (con Menem en 1989), Perú (con Fujimori en 1990), Bolivia (a partir de los 90 con Sánchez de Losada), Ecuador (a partir de los 90), Brasil (verdaderamente comienza con Fernando Henrique Cardoso en 1995).

De esto se deducen consecuencias políticas. Se produce un verdadero desarrollo desigual y combinado de las contrarrevoluciones neoliberales. En el caso de la contrarrevolución temprana-madura en Chile, se han cumplido los itinerarios de la lógica capitalista: a) en la base económica: nuevo modelo de acumulación, cambio en las estructuras de clases con desaparición de segmentos de la clase obrera, del campesinado, y capas medias, emergencia de nuevos sectores de trabajadores, transformaciones en la propia clase burguesa; b) en el ámbito político: democracia «protegida», desestructuración del Estado benefactor y desplazamiento hacia una «sociedad benefactora», las decisiones fundamentales se toman en el ámbito privado del Capital, no en el ámbito público; c) en el ámbito cultural: predominio del individualismo, la falta de solidaridad, la competencia, desarticulación de las subjetividades identitarias, sobre todo la revolucionaria. La pregunta que surge en este contexto, y es el aporte que el Colectivo de Trabajadores de Chile ha efectuado en los Foros Mundiales es: ¿qué alternativa plantear en este contexto de contrarrevolución neoliberal madura si estamos frente a un profundo proceso de desconstitución de los propios sujetos de cambio?. Los procesos que los demás países de la región están viviendo, aquí en Chile ya los hemos vivido. De interés para la teoría social (y evidentemente para la praxis revolucionaria) es constatar un desfasaje entre el desarrollo de estas nuevas condiciones objetivas, que son parte del proyecto capitalista mundial, y el desarrollo retrasado de la constitución de la subjetividad de los nuevos subalternos. En otras palabras, aún no se constituye el sujeto pertinente a la nueva estructuración de clases, ocupacionales y de calificaciones. Es preciso desarrollar la reconstitución de la subjetividad. La tarea primordial es la construcción de sujetos de cambios que bajo estas condiciones deberían ser colectivos y populares, pero con un decidida participación de la clase trabajadora en sentido amplio, punto nodal de carencia y que es estratégico para la lucha anticapitalista (sostenemos la hipótesis de que mientras este sujeto -nueva clase trabajadora mundial no entre masivamente a la acción política, no habrá transformaciones revolucionarias. El tiempo y el devenir histórico lo están demostrando. No estamos planteando un apriorismo kantiano de un sujeto histórico predeterminado, sino constatando el vacío enorme dejado por la ausencia del sujeto proletariado clásico y que no ha podido ser llenado sólo por los movimientos sociales). Todos estos procesos políticos desencadenados en Chile, una contrarrevolución madura, es distinto a otros procesos de contrarrevoluciones intermedias y tardías. En estos dos últimos aún persisten sujetos políticos generados en otras matrices sociopolíticas, y por ello en ellas predominan las estrategias de resistencia. En las más antiguas se dan procesos de estrategias de resistencia y de elaboración de alternativas. Pero estas alternativas se han mostrado en la práctica, insuficientes para ser verdaderas alternativas al neoliberalismo tardío, menos al capitalismo. ¿Qué vamos a resistir en Chile si todo ya ha sido privatizado?. Nos planteamos que nuestro problema no es la conducción-dirección política de sujetos ya constituidos, sino la tarea primordial de estimular, potencializar la reconstitución de los sectores emergentes y su constitución subjetiva como sujeto de cambios, lo que implica que, de la partida, esto va de la mano con el desarrollo de propuestas alternativas al capitalismo neoliberal. Hay acciones de resistencia, como la mapuche, pero son puntuales y discontinuas. Lo importante es la praxis política que posibilite la constitución de fuerza social y al mismo tiempo de fuerza programática o teórica. En resumen: las lecciones que nos ha dejado la contrarrevolución madura en Chile es la necesidad de reconstituir a los sujetos subalternos como sujetos revolucionarios, pero desde la perspectiva de la construcción de alternativas, más que de la perspectiva de estrategias de resistencia.

De cierta manera, todo esto se refleja en los debates al interior de los FSM y regionales. Estas instancias- eventos-procesos están viviendo la contradicción entre una heterogeneidad de formas de resistencias y una heterogeneidad de formas de alternativas, un desfasaje que es preciso considerar: la lucha antineoliberal no es la misma que la lucha anticapitalista, no todos los movimientos se plantean los mismos objetivos, hay limitaciones objetivas para una lucha única y similar en todos lados, pero sí es posible la convergencia y la unidad de las distintas formas de luchas. Lo interesante es de debatir sobre las posibilidades de articular las estrategias de resistencia con las estrategias de propuestas, las posibilidades de constitución de sujetos colectivos de cambios transformacionales profundos y a la vez de posibilidades de constitución de programáticas y teorías concordantes, proponer alianzas estratégicas, todo con el objetivo de construir alternativas al modo de vida capitalista, con las especificidades de cada país y de cada región.

Sin embargo, las propuestas de la «vieja» y de la «nueva» izquierda, al interior de los FSM, son disímiles. Además, hay un marco ya dado por la Carta Constitutiva de los FSM, y que obstaculiza ciertas formas de desarrollo, de luchas, de organización, de programación, de estrategias: la no concentración de poder (no sería una instancia de poder que pudiera ser disputado por los participantes en los encuentros), el anti-militarismo (que se confunde con política militar), el compromiso con la no violencia (un movimiento sin una teoría sobre la violencia, es un movimiento «ingenuo»), la no ingerencia gubernamental (se confunde ingerencia con diálogo crítico necesario), la no ingerencia político-partidista (en política lo real es lo necesario y lo necesario, real), la autonomía como expresión de la «sociedad civil» (tendencia política a fetichizar la autonomía (autonomismo) y la sociedad civil) , su carácter ecologista (a menudo radical hasta constituir no una ética acerca de la naturaleza, sino una estética acerca de la naturaleza), la mantención un tanto rígida de mantenerlos como lugar-espacio de debates y propuestas (se rechaza la idea de que los FSM sean un espacio cohesionador ideológico-político) y resistiendo programáticas y delineamientos políticos a favor de cambios sociales transformativos verdaderos y profundos (espacio de debates y no de acciones coordinadas que golpeen centros neurálgicos del sistema-mundo capitalista, sólo acciones movilizatorias de protestas y resistencias), estructuración descentralizada (se olvida que se puede implementar un nuevo tipo de centralismo democrático).

Si bien es cierto que a partir de los FSM se han implementado cientos de movilizaciones, de acciones de resistencia, éstas no han sido de iniciativa de los Foros como tales, sino de movimientos participantes que han estado interesados en llevar a cabo dichas acciones.

En resumen: los FSM son efectivamente eventos-procesos de convergencia, debates, encuentros con gran potencial para coordinar y potencializar praxis políticas de envergadura y que sean estratégicas para avanzar hacia una nueva sociedad. Hay tensiones que son esperables entre distintas perspectivas, dada su heterogeneidad y ello es necesario considerarlo dentro del proceso de lucha por la hegemonía en su interior. También es cierto que existe un acuerdo marco con estipulaciones claramente definidas, pero si somos dialécticos, ellas deberán cambiar, al cambiar la correlación de fuerzas en su interior, y al cambiar los contextos sociopoliticos mundiales. No debemos olvidar las contradicciones que se dan entre los FSM en países con capitalismo dependiente y los FSE efectuados en países con capitalismo avanzado, en donde se atenúan las críticas a los imperialismos europeos. Es correcto que los FSM promuevan un cambio de conciencia, un cambio de mundo, la construcción de una sociedad planetaria orientada hacia una relación fecunda entre los seres humanos y de estos con la Tierra. El punto es que esto no se consigue sin luchas permanentes, acumulación de fuerzas de cambio y, sobre todo, desarrollando la perspectiva de la derrota del Capital y la construcción de una nueva sociedad que muchos consideramos que será socialista. El Movimiento de Resistencia Global, las redes de movimientos mundializados, los FSM son lo que mejor se ha conseguido (lo cual es mucho), en tiempos de terrorismo de Estado, militarización extrema de las relaciones sociales mundiales, y el contraataque de la clase capitalista mundializada. No es suficiente, pero es un punto de base sólido y en proceso de cambios.

Todo lo anterior nos lleva a seguir reflexionando con sentido político crítico, las fortalezas y debilidades de las redes de conexión entre los distintos movimientos que expresan a nivel mundial su resistencia al neoliberalismo, y las debilidades y fortalezas de su instancia de coordinación más importante: los FSM.

III.- Hablar de «movimiento de los movimientos», «nuevo internacionalismo», «quinta internacional», «metáfora de la Primera Internacional» «sociedad civil global», etc., revela buenos deseos, gran entusiasmo, pero no son más que expresiones que corren el riesgo de quedarse en el clivaje de las utopías. Preferimos hablar de movimientos sociales en fase de coordinación y mundialización contestataria o de resistencia y en fase de construcciones programáticas en un desarrollo desigual y combinado.

«movimiento de movimientos«: en la práctica no funciona como tal. Hay movilizaciones mundiales, no movimiento mundial (aún). A veces observamos el vacío teórico de lo que realmente es un movimiento, y ello se trasluce en que prácticamente no se teoriza en profundidad sobre qué es un movimiento social en contexto latinoamericano-regional. Las teorizaciones clásicas acerca de los nuevos movimientos sociales son todas de origen europeo o estadounidenses, y en Latinoamérica aún estamos atrasados en lo que a esto respecta. Las teorías «neomarxistas» en vertiente política de Habermas, Castell y otros intelectuales, y las teorías «postmarxistas» en vertiente culturalista como las de Touraine, Melluci y otros intelectuales son, sin dudas, insuficientes para nuestra realidad latinoamericana.

«nuevo internacionalismo»: ¿qué se puede entender por internacionalismo?. Lo que hay es internacionalización de experiencias de lucha, e internacionalización de resistencias y protestas. Los antiguos internacionalismos tenían por base una clase obrera, una clase social entendida como relación social (anticapitalista) y como proceso (hacia el socialismo), es decir, enemigo de clase identificable y objetivos programáticos. Eso aún no existe en lo que se denomina «nuevo internacionalismo» (existe un enemigo visible: el neoliberalismo de guerra asociado al imperio estadounidense, pero aún en instancias académicas no se comprende con la debida acuciosidad, en qué consiste la dinámica compleja del Capital contemporáneo, manteniendo visiones dicotómicas entre lo político y lo económico, tesis introducida por la propia burguesía ilustrada del siglo XVIII, con la categoría de ciudadano incluida). En lo que respecta a la constitución de un nuevo movimiento mundializado de trabajadores que bien podría constituirse en un nuevo internacionalismo, implica sortean una serie de obstáculos, como la reconstitución de la subjetividad de la nueva clase trabajadora, entendiendo por ésta la clase que vive de su trabajo creador y propio (concepto ampliado de clase trabajadora con una identidad basada en el trabajo creador). Y este nuevo internacionalismo articularse con otro internacionalismo, el de sujetos diversos y heterogéneos. De allí puede surgir una alianza estratégica efectiva para no sólo resistir, sino para plantearse alternativas anticapitalistas y pro socialistas. Esto sería otro proceso no exento de dificultades, pero allí es legítimo enfrentar el accionar práxico de la conformación de un nuevo bloque histórico verdaderamente contrahegemónico y, dentro de su diversidad unitaria, plantearse hegemonías en su interior. La historia demuestra que los consensos que tienden a la absolutización, se desarrollan en lo contestatario y lo resistente, pero no fructifican en resultados transformativos que impliquen alternativas coherentes frente al Capital, y su derrota necesaria.

«quinta internacional»: La Primera Internacional (1864) era de trabajadores, su manifiesto inaugural redactado por Marx, establecía que «la emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores». La asociación Internacional de los trabajadores (nótese el predominio y el privilegiamiento de la identidad universal de trabajador) se configuró en base de marxistas y anarquistas, en relaciones conflictivas y también de cooperación. A partir de 2001 los anarquistas forman la red Solidaridad Internacional Libertaria, y varias corrientes anarquistas participan en el movimiento antineoliberal, y en los FSM. La Segunda Internacional (1889) es fundada por Federico Engels. Se divide a raíz de la guerra del 14 y se reconstituye en 1920 con una orientación reformista, y después de la Segunda Guerra Mundial funciona como Internacional Socialista. En su seno predomina la socialdemocracia, y ya no se propone la supresión del capitalismo y la transformación socialista de la sociedad, sino la gestión social del capitalismo neoliberal (capitalismo con «rostro humano»). Sus corrientes influencian a varios movimientos sociales que participan en los FSM. La Tercera Internacional (comunista) fue, en el periodo 1914-1924 una asociación de partidos proletarios antiimperialista y revolucionaria, de vocación internacionalista, donde participaron teóricos revolucionarios como Lenin, Trotsky, Gramsci, Clara Zetkin, José Carlos Mariategui y muchos otros. Funcionó bien (se lograron desencadenar procesos revolucionarios), a pesar de su tendencia a la excesiva centralización, tendencia al autoritarismo y a la disciplina militar. Con Stalin se transforma en una organización burocrática, pero aun persistieron movilizaciones internacionalistas auténticas, como las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española. En 1943 es disuelta bajo el régimen staliniano. Después de 1989, la mayoría de sus organizaciones se tornaron marginales o se reconvirtieron a la socialdemocracia. La Cuarta Internacional (1938) fue fundada por León Trotsky como tendencia de oposición internacional de izquierda en el seno de la Internacional Comunista (frente a la burocratización de la Tercera). Aún subsiste como distintas corrientes fragmentadas, pero sin llegar a constituirse en organizaciones de masas. En 1996, Chiapas, se realiza el Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad contra el neoliberalismo, y con tendencia internacional. Se pregoniza la «Internacional de la esperanza» como contraposición a la «Internacional del neoliberalismo». Comienza el lento proceso de ir conformando una red intercontinental de resistencia contra el neoliberalismo. Se pretende un nuevo internacionalismo antineoliberal y antiimperialista basado no ya en organizaciones/partidos políticos, sino en movimientos sociopolíticos y políticosociales. A partir de Seattle (1999) se va desarrollando el Movimiento de Resistencia Global, bautizado por los medios de comunicación derechistas como movimiento «antiglobalización», movimiento «antimundialización», movimiento «globalifóbico». Se extienden sobretodo por el continente europeo una serie de masivas movilizaciones que cristalizan en la conformación del FSM de Porto Alegre (2001) y del Foro Social Europeo (2002). Algunos autores han considerado a este movimiento «altermundialista» por «otro mundo es posible» como de carácter mundial, internacional e internacionalista en lo inmediato (todo lo anterior es un aporte del sociólogo Michael Lowy, incluyendo su percepción de un «nuevo internacionalismo»). Lo consideramos con esas potencialidades en proceso, mas no en su accionar que aun se mantiene en las movilizaciones ampliamente extendidas, pero sin objetivos anticapitalistas y sin programa unitario. Los principios que lo sustentan tienen potencialidades subversivas y las movilizaciones, de contracumbres, han pasado a la unidad concreta en torno a reivindicaciones básicas: no a la mercantilización, no al neoliberalismo, no a la guerra, no a la deuda externa, no a los TLC, etc. El enemigo ha sido identificado: el neoliberalismo, el FMI, el BM, la OMC, el imperialismo (o imperio hablan otros) estadounidense (algunos se olvidan del imperialismo europeo y del imperialismo japonés). Las alternativas van desde la «regulación» del sistema capitalista mundializado hasta las transformaciones socialistas revolucionarias. La diversidad de movimientos que conforman esta red mundial de movimientos movilizados es a la vez fuente de riqueza y fuente de obstáculos para determinados objetivos más estratégicos contra la lucha anticapitalista. Todo es un megaproceso de complejidades (heterogeneidades) y no excento de contradicciones, y a la vez de unificaciones y de enriquecimientos de experiencias diversas, debates, aprendizajes, intercambios, e integraciones a todo nivel. El Movimiento de Resistencia Global mantiene en los FSM su expresión más organizada, pero aun no funciona como una fuerza política internacional. No hay una «quinta internacional», porque se trata de movimientos sociales y no de organizaciones políticas partidarias, con grados distintos de politización, y por su modo de organización y por sus componentes, necesariamente diversos, heterogéneos. Para llegar a ser una auténtica Nueva Internacional se requiere el desarrollo de una red cada vez más extensa y cada vez más profunda, unitaria, de organizaciones políticas, partidos, frentes, movimientos que hegemonicen (no impongan) al interior del Movimiento de Resistencia Global, un proyecto alternativo anticapitalista-postcapitalista-socialista, u otras formas posibles y/o necesarias (por debatir y decidir en cada contexto sociohistórico) de nuevas sociedades no explotadoras, no opresoras, no dominadoras, no discriminadoras con contenidos anticapitalistas, antipatriarcales, ecológica y con claros visos de solidaridad y verdadero internacionalismo. Allí sí podríamos hablar con propiedad de «una Nueva Internacional Internacionalista». Comprendemos que dado el desarrollo heterogéneo, multilineal, desigual y combinado, tal desarrollo será lento y no exento de contradicciones.

Es verdad que en este proceso se hace necesario considerar compatibilizar los movimientos más avanzados portadores de proyectos alternativos, con los menos avanzados, los movimientos de regiones que son muy importantes de integrar, como Africa. El principio zapatista de avanzar con el ritmo de los que caminan más lentos, es pertinente, pues es un principio básico de la solidaridad internacionalista. Este principio nos proteje, en parte de los vanguardismos estériles que desperdician fuerza social. Pero también es imprescindible plantearse la educación popular a todos los niveles y la preparación de militantes, para lo cual se hace necesario desarrollar estrategias de inmersión en los movimientos mismos de los intelectuales comprometidos, integrar lo académico en lo popular, y lo popular en lo académico.

«sociedad civil global o mundial»: En la práctica política, la adopción de este concepto implica negar la división y lucha de clases que atraviesa a todas las sociedades. «Sociedad civil» y «ciudadanía» se han convertido en los FSM en una cosmovisión, en una ideología que ve que las desigualdades e injusticias de todo tipo se derivan de «un orden perverso» basado en la opción política neoliberal, pero poco o nada se dice que todo ello es sustentado por la dominación de una clase capitalista mundial. La contradicción básica de las sociedades actuales es el antagonismo capital-trabajo. Se argumenta que no toda injusticia o desigualdad pasa por esta contradicción. Argumentamos que no toda relación social conflictiva pasa directamente por esta contradicción, pero esta contradicción entre capital y trabajo condiciona directa o indirectamente toda relación social conflictiva. Las relaciones patriarcales, las relaciones ecológicas, las relaciones interétnicas, las relaciones intersexo, etc., son actualmente configuradas a partir de las formas históricas actuales del antagonismo capital-trabajo. Damos ejemplos: la masculinización clásica de la política o la nueva feminización de la política, forman parte de la prolepsis o programática de la clase capitalista para consolidar la «gobernanza» o la «gobernabilidad» de sociedades díscolas, y se utilizan como capital simbólico que finalmente perseguirá el objetivo de mejorar las tasas de ganancias de las grandes corporaciones capitalistas, por medio de la optimización de plusvalía relativa o absoluta. La sobreexplotación de la riqueza humana es indisociable de la sobreexplotación de las riquezas naturales: el capital impone la extensión de sus dominios geográficos y la contracción de los tiempos productivos para obtener mayores ganancias y esto a base de ambas sobreexplotaciones. En las relaciones interétnicas: el colonialismo del poder, las discriminaciones de los indígenas, la sobreexplotación y manipulación de los recursos culturales de los pueblos indígenas, los atentados en contra de la biodiversidad territorializada en donde habitan estos pueblos originarios, están condicionadas por la ley del valor que conciente o inconcientemente la clase capitalista mundial aplica a su favor para mercantilizar, por lo tanto apropiársela, y derivarla en propiedad privada. Son atentados en contra de los pueblos originarios en cuanto trabajadores en el sentido más amplio. No es un descubrimiento muy original el que los pueblos trabajan de una u otra forma para poder subsistir, y lo que en el ámbito productivo no pasa directamente por la relación capital-trabajo, sí pasa indirectamente por esta relación en el ámbito del comercio, en el ámbito financiero y en ámbito del consumo. No estamos argumentando que todo pasa por la relación capital-trabajo. Estamos argumentando que todo es subsumido a dicha relación directa o indirectamente, y esto es promovido por una clase social, la clase capitalista mundial, que aunque no homogénea, sigue siendo la dominante y actúa en todos los territorios como clase social con objetivos políticos y económicos claros y distintos. De modo que argumentar que es la ciudadanía (un concepto inventado por la burguesía) la que se alza contra el neoliberalismo, implica ignorar las luchas interclasistas, y sostener, quiérase o no, «un capitalismo ciudadano» con «rostro humano», al ignorar expresamente que las desigualdades tienen su origen en el ámbito productivo más que en el ámbito del consumo. Esto último es el sostén teórico para establecer luchas sólo confinadas al ámbito de la distribución, el sostener una nueva racionalidad distributiva, y la inclusión social, sin poner en tela de juicio la productividad capitalista y la estructura clasista de las formaciones sociales actuales. Los que argumentan desde el concepto de ciudadanía-sociedad civil global, interpretan el Estado como espacio en disputa, para lo cual promueven su democratización, y jamás se plantean el cambio del carácter de clase del Estado o su transformación revolucionaria.

Otro concepto que tiende a ser distorsionado es el de «democracia participativa». ¿En qué contexto no sólo discursivo, sino sociohistórico se usa?. ¿En qué contexto político?. En las concepciones ideológicas de la socialdemocracia, el concepto de «democracia participativa» no deja de formar parte de la ideología que contrapone a los ciudadanos frente al Estado, sin considerar la naturaleza de clase de ese ciudadano. Es la vieja contraposición entre individuos y «voluntad general» (Estado) que se asume burocratizado per se. Por ello se asume la política de activar la «sociedad civil», a los ciudadanos, hacerlos partícipes en contraposición del Estado. Pero ¿qué Estado?. Al final, los gobiernos socialdemócratas promueven la participación ciudadana para no verse enfrentados a la transformación del Estado capitalista y conservar ellos el poder y seguir con la vieja dicotomía burguesa entre sociedad civil versus sociedad política. La participación ciudadana queda confinada a la propia sociedad como un todo, mientras el monopolio de la representatividad de lo político queda en manos de la «clase política» y de los gobiernos clientelares. Ejemplos como los gobiernos de Lula, Kirschner, los gobiernos concertacionistas en Chile, el de Uruguay, los europeos, así lo atestiguan. La teoría de la ciudadanía, en manos reformistas-socialdemócratas, deviene en ideología de la colaboración de clases.

En el país de las maravillas capitalistas neoliberales, los/las Alicias son meros «ciudadanos» que siguen siendo controlados en el juego participativo de los mercados, mientras hipotecan su representatividad en los señores políticos institucionalizados, y por allí anda el autor de este cuento, un gran señor imperializador y recolonizador que anda jugando a mercantilizar este maravilloso país llamado Tierra…

El autor es médico-cirujano. Univ. De Chile y Magíster en Estudios Ltinoamericanos. Univ. De La Serena

[email protected]