Hace alrededor de 40 años, Paco de Lucía, un virtuoso de la guitarra y hombre de muchas luces, cuestionado sobre cuál era el parecido entre la guitarra y la vida, respondía: «La izquierda es la que piensa y la derecha la que ejecuta». Pasaron algunos años antes de que Paco de Lucía volviera a la […]
Hace alrededor de 40 años, Paco de Lucía, un virtuoso de la guitarra y hombre de muchas luces, cuestionado sobre cuál era el parecido entre la guitarra y la vida, respondía: «La izquierda es la que piensa y la derecha la que ejecuta».
Pasaron algunos años antes de que Paco de Lucía volviera a la televisión.
El régimen de Franco tenía acuñadas otras definiciones en torno al pensamiento y las ejecuciones mucho más afines a su extrema brutalidad, y que la explicaban, incluso, mejor que sus actos:»¡Muera la inteligencia, viva la muerte!
En el Estado español, quienes todavía conservaban la vida sin haber renunciado al pensamiento, optaron por la distancia y se fueron al exilio. El régimen, ante la fuga de cerebros y la resurrección de la ignorancia, rubricó otra máxima genial: «¡Que inventen ellos!».
Y es que, a los datos me remito, el pensamiento y la derecha, en cualquiera de sus formas, nunca han hecho buenas migas. Son conceptos contrarios, que se niegan en tanto se afirman, que no quieren saber uno del otro.
Bastaría con repasar algunos expedientes de casos conocidos. Pinochet, por ejemplo, alguna vez declaró leer todas las noches, tres minutos antes de acostarse, vidas ejemplares de santos y hombres virtuosos. A George W. Bush, que yo recuerde, sólo una vez se le ha visto con un libro en la mano, que no fuese el libro de ejecuciones como gobernador de Texas, y esa vez fue el famoso 11 de septiembre, en una escuela, y tenía el libro del revés. Aznar, además de leer los libros de su esposa Botella, bastante tenía con practicar el catalán en la intimidad. Blair, últimamente, sólo está leyendo las facturas de su esposa cada vez que va a la peluquería para evitar que se repitan los 11 mil euros gastados por la consorte en esos afanes, y las explicaciones a los miembros del partido y ciudadanos por pagarle al peluquero con fondos electorales.Y eso que, todavía, no le ha llegado la cuenta del modisto, de la pedicura, de la manicura y del masajista.
Berlusconi, no sólo se negó a aprender a leer sino que, también, ha renunciado a sumar y restar. Y por ahí anda el hombre, dando pena, viendo si se gana la confianza del pueblo de Marbella, un pueblo experto en elegir «gilis» y termina de alcalde en esa plaza.
Si tomáramos por los pies y sacudiéramos a todos los que, aquí o allá, han regido los destinos del mundo en los últimos veinte años, no iba a caer una sola neurona. Y no garantizo que fuera a encontrarse una de seguir sacudiendo estadistas, presidentes o preclaros caudillos.
La ignorancia, la intolerancia, la mediocridad son tan consustanciales a la derecha como ajenas a la facultad de pensar.
Y por ello es que, la derecha, a la que por ley natural le es negado el pensamiento, siempre ha intentado hacerse, al menos, con el pensador, con ese «intelectual» que le ponga voz y cara a sus enunciados y ambiciones.
Por supuesto, ningún oficio se paga mejor ni se recompensa más que el de pensador de bien, de orden. A quien se anime a dar el paso de negarse, se le reserva la mayoría de los grandes premios, títulos y condecoraciones, los mayores honores y cargos, las primeras páginas, los mejores espacios, los más vistos programas, las más famosas editoriales, las bien retribuidas conferencias, los recursos para seguir mintiendo
Y entre los pensadores que escribían, algún que otro espécimen como Vargas Llosa, hace ya muchos años, sucumbió a los encantos ofrecidos y se convirtió en el mejor bufón del reino. Algunos más secundaron su ejemplo y, otros, optaron por estar a bien con Dios y con el Diablo, que no se paga tanto pero se cotiza bien, y hasta permite el uso de una cierta coartada intelectual que no cura el rancio sabor de sus soflamas pero, sirve al menos para quitar el polvo.
Sin embargo, en tantos años, Llosa, los algunos más y los algunos otros, seguían siendo muy escasos, muy pocos. A la derecha, la corte de plumíferos serviles le había quedado corta y necesitaba ampliar la membresía.
Así que, a falta de pensadores, incluso deshonestos, capaces de firmar con el Infierno, la derecha optó por dar un golpe de mano y hacerse con la tituladora para, en un pase de manos, del sombrero, sacar una paloma donde había un renacuajo y transformar en escritora, por ejemplo, a Zoé Valdés.
Decía Bertold Brech que «quien ignora la verdad es un iluso pero, quien conociéndola, la llama mentira, es un delincuente».
Zoé Valdés no es la única. Ni siquiera es la peor. Pero ella y otros impresentables, mediocres mercachifles, que andan de feria en feria, como buenos feriantes, poniéndose en evidencia, aunque no lo sepan y, a su pesar, ayudan a cotizar al alza las neuronas de los que nos quedamos con el disfrute de pensar, el gozo de escribir, el placer de sentir y la razón de ser.