Con la ironía como recurso de resistencia al oprobio, Jacobo Silva Nogales escribió en el Penal de Alta Seguridad donde comparte incomunicaciones con Nacho del Valle y Felipe Alvarez, un elocuente y bello poema de nombre «Efectos secundarios» como su doble visión resultante de las golpizas policíacas. No se sabe qué es peor, si la […]
Con la ironía como recurso de resistencia al oprobio, Jacobo Silva Nogales escribió en el Penal de Alta Seguridad donde comparte incomunicaciones con Nacho del Valle y Felipe Alvarez, un elocuente y bello poema de nombre «Efectos secundarios» como su doble visión resultante de las golpizas policíacas. No se sabe qué es peor, si la acción primaria o las secundarias, aunque lo cierto es que una acumulación de velos oculta la vergüenza, la rabia, los traumas profundos, las cicatrices visibles y ocultas, la crueldad padecida, el despojo, la anulación personalizada con los maltratos aprendidos de los asesores yanquis, israelíes, kaibiles de Guatemala, españoles y franceses. Son como los daños colaterales de las guerras imperiales con sus proyectiles cargados de radioactividad, la destrucción de centrales eléctricas y acuáticas, hospitales, escuelas, puentes y todo aquello que hace la vida llevadera. Las fotos y películas de ciudades arrasadas, cadáveres, golpizas inclementes y ancianos, niñas y mujeres masacradas, son huellas de lo que César Vallejo llama «golpes como del odio de dios».
La formación social en constante deconstrucción, procesa a su manera el terrorismo de estado. Las televisoras fracasan en su intento desinformador y repiten las pruebas filmadas de la crueldad policíaca, a la par de las entrevistas con los criminales al mano en alto contraste: el gorila Wilfrido Robledo, sonriente veterano de la ocupación militar de Ciudad Universitaria en 2001 y del petimetre Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México. A la catarsis contribuyen editorialistas y reporteros indignados, las marchas y mítines con sus consignas gritadas desde el fondo de la impotencia rabiosa derivada en discursos incendiarios y planes de acción para las siguientes semanas, de modo que nadie olvide ni perdone la agonía de Alexis Benhumea, el asesinado de Jorge Cortés, los presos, las violaciones tumultuarias de las mujeres, las expulsiones de las compañeras españolas, chilenas y alemanas, la destrucción de casas, la hospitalización de los encadenados, la del anciano parapléjico sacado a rastras de su casa como tantos otros inocentes. La multitud procesa el duelo, lo digiere a base de repetirlo e intercambiarlo y sueña planes de acción civiles y pacíficos en todo el mundo.
Pero el cuerpo represivo se afirma como tal. Las claves oficiales son interpretadas por los mandos para que nade con escudo, tolete, botas de punta metálica, arma reglamentaria y droga a discreción, sufra o se arrepienta. Estuvo bien, felicidades, bien por enseñar a los putitos y las putitas de que lado masca la iguana. El espíritu de cuerpo se fortalece, se gratifica, se autocomplace, se consolida listo para la próxima con los pinches mineros o con quien sea. No hay tos, ni más efectos secundarios que las pedradas recibidas que si dejan marca, será condecoración del deber cumplido. No falta alguna gratificación monetaria o con vales de despensa como prueba de justicia mercantil: los ricos defendidos saben corresponder, como cuando los breves días de Miguel Nazar en el Penal de Topochico de Monterrey, fueron rociados con los mejores vinos y acompañaron las exquisitas comidas enviadas por poderosos empresarios que tampoco olvidan.
Del lado de las víctimas, reponerse es costoso. Cada mueble, cada plato roto, cada mancha oscura en la calle y en la plaza, los vidrios reventados, la inminente madrugada, resultan principio incontrolable de malestar profundo. El terror profundizado obliga a buscar compañía no siempre dispuesta, a no regresar a casa, a portarse como perseguido, a no responder al teléfono que pregunta por compañeras con órdenes de aprehensión, a borrar las más evidentes huellas incriminatorias; ¡los machetes!, ¡las fotos! y hasta las botas, los sombreros y los paliacates.
La vergüenza crece en algunos con una culpa irracional: yo libre y el niño muerto y Nacho y La Finini en Almoloya. La depresión no se va con las marchas y apenas los que declaran ante la prensa y las cámaras, sustituyen la vergüenza de estar ilesos con la afirmación del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra pese a todo. Pero la lesión que no se ve es profunda y no hay psicólogos sino espanto y los remedios caseros: el te de toronjil y su rociado sorpresivo cuando el afectado se descuide, lo cual es difícil cuando la alerta roja se lleva adentro y peor si hay familiares presos o perseguidos. Quizá para siempre, ¡que horror!
Las secuelas físicas son terribles. Es como eso que los médicos en su jerga críptica, llaman periodo postoperatorio para ocultar que luego de la extirpación siguen terapias y más terapias con secuelas de todos los sistemas descompuestos, menos el económico-político. Entonces uno se siente chinche por pequeño y apestado. Procura ocultarse y no pedir ayuda cuando la cicatriz no va bien y además se desató la diabetes por el susto y la úlcera y la taquicardia. Y si encima, hay que atender los tramites penales, la vida se complica y descompone de tal manera, que obliga a buscar el apoyo solidario usualmente reducido a la marcha, la asamblea y el siguiente plan de acción de más marchas y más asambleas.
Sólo a los abogados democráticos, renovados por lo visto, se les ocurre organizarse para la defensa que va para largo. En el Cono Sur y Brasil, no sólo las Madres de la Plaza de Mayo iniciaron por cuenta propia el tratamiento psicológico de los torturados, sino que creció un movimiento de profesionales que se especializaron y han dado lugar a centros de tratamiento de perseguidos, maltratados y violadas. Es una vergüenza que en México no haya algo semejante. Igual ocurre con la documentación de todo lo sufrido, concentrado en unas cuantas organizaciones de defensa de los derechos humanos. Quizá los centros de información propuestos en la asamblea del sábado 13 en el Che Guevara, alberguen a un grupo de valientes dispuestos al trabajo gris, constante y necesario para darle dimensión histórica a la información. Esto es necesario frente al orden enemigo que construye cuidadosamente su propia memoria de guerras, asaltos y operaciones de contrainsurgencia.
Hace unos meses, la Liga de Cineclubes Universitarios Bertolt Brecht, promovió la realización de un video con FPDT. Se llama Hincando el diente…en la realidad y sirvió de adherente a la tesis profesional de Odette Santos que apunto estuvo de ser reprobada por odontólogas ofendidas por la repulsa del mercantilismo testimoniada por campesinas y campesinos que jamás ha recibido atención dental. Ahora es cuando realizar el centro de atención solidaria de Atenco con tareas dialécticas: la de los universitarios dispuestos a dar atención psicológica, médica y terapeuta y la que disponga el FPDT para solicitantes. Es esta la manera de enfrentar la puerca maniobra priísta de formar una Asociación de Atenquenses por la Paz con todo el apoyo de salud (restringida) y demagogia adecuada, tal como se ha intentado hacer en otros puntos de oposición al estado.
Esta es la hora del trabajo para el largo plazo de construcción del sujeto histórico y social necesario para oponerse en definitiva al capitalismo. Toda la imaginación y el ingenio urgen para ir más allá de consignas como «el tira consiente se da un tiro en la frente». Se vale soñar, dice Lenin como oposición a los militantes rígidos, pero siempre y cuando se haga todo lo posible y más por que los sueños se realicen.