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Cronopiando

Las mujeres y la Iglesia

Fuentes:

Insistía, en estos días, un alto ejecutivo del Vaticano, en que el único papel que las mujeres están llamadas a desarrollar en la Iglesia es el que habitualmente desempeñan. A ellas les es dado, por su condición de mujeres, emular a María y ser buenas siervas de Jesús, cumpliendo los mandamientos, ocupando los domingos y […]

Insistía, en estos días, un alto ejecutivo del Vaticano, en que el único papel que las mujeres están llamadas a desarrollar en la Iglesia es el que habitualmente desempeñan.
A ellas les es dado, por su condición de mujeres, emular a María y ser buenas siervas de Jesús, cumpliendo los mandamientos, ocupando los domingos y fiestas de guardar los asientos de los templos, escuchando los sermones e, incluso, entendiéndolos.
Tareas todas más que suficientes para colmar una vida de abnegación y sacrificio. En cualquier caso, para las aún insatisfechas, quedan las misiones y los hospitales.
Y es que, como bien argumentara Wotjila, alias Juan Pablo II, y enfatizara Ratzinger, también conocido como Benedicto XVI, «Jesucristo eligió hombres como sus apóstoles».
Es probable que a ello se deba que ninguno de los apóstoles estuviera acompañando a su maestro en su agonía, o que fueran, precisamente ellos, sus apóstoles, los que supieron mirar para otro lado, negarlo o venderlo por unas monedas.
Eso sí, ninguno faltó a la cena. Ni siquiera Judas tuvo el detalle de ausentarse, o Pedro el humor de equivocarse y confundir a Jesús con Pablo, durante la cena, para mejor disculparse más tarde, cuando tuviera que negarlo tres veces.
Pero el argumento es sibilino: «Jesucristo eligió hombres».
Y poco me importa, a estas alturas, verificar hasta qué punto es cierto porque, en lógica consecuencia, lo que debiera hacer la Iglesia es seguir al pie de la letra las decisiones de su guía y, para no ser tildados de fariseos, proceder de inmediato a cancelar cardenales negros, latinos, polacos, alemanes, cancelar a todas aquellas eminencias reverendísimas que no sean de origen palestino, porque «Jesucristo eligió palestinos».
Y por idénticas razones, suspender a todos los cardenales y demás ejecutivos de esa orden religiosa que sean abogados, economistas, psicólogos, médicos y, sobre todo, teólogos, porque Jesucristo eligió pescadores.
También está obligada la Iglesia a sustituir tiaras, mitras y demás prendas del boato papal porque Jesucristo eligió tela de saco.
Y regalar a la feligresía los Mercedes Benz, limosinas, papamóviles y demás vehículos marinos, aéreos y terrestres en los que se desplazan los ejecutivos de la Iglesia, porque Jesucristo eligió burros.
Y clausurar de forma permanente e inmediata, todos sus guardias suizos, policías y militares puestos al servicio de la blanca mesa directiva porque Jesucristo no eligió guardaespaldas.
Y cancelar, con parecida urgencia, todas las cuentas corrientes y de ahorro que tengan en sus bancos o en otras entidades financieras, porque Jesucristo no eligió nunca un crédito ni tuvo tarjeta alguna.
La Iglesia tendría también que sustituir en sus ingestas, incluso en las dietas, las exquisitas viandas y licores que es fama disfrutan, ya que Jesucristo eligió pan ázimo y vino.
Y no estaría de más, para seguir aplicando la consecuencia de la lógica, que papas y cardenales, especialmente, cuidaran sus aspectos, descartando barberos y navajas, cremas y perfumes, dado que Jesucristo eligió melenas y barbas.
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