Ignoro si de acelerarse el mentado modernismo que padecemos vamos a tener dificultades para distinguir lo virtual de lo real. Les confieso que, en mi caso, sin necesidad de esperar más promisorios futuros, basta que me lea un par de periódicos y atienda un noticiero para que, sin haberme tomado una sola cerveza, ya tenga […]
Ignoro si de acelerarse el mentado modernismo que padecemos vamos a tener dificultades para distinguir lo virtual de lo real. Les confieso que, en mi caso, sin necesidad de esperar más promisorios futuros, basta que me lea un par de periódicos y atienda un noticiero para que, sin haberme tomado una sola cerveza, ya tenga problemas para separar lo virtual de lo real. Y temo que, tal vez, no soy el único.
Por si acaso, tal vez fuera bueno recapitular un poco, aunque sólo sea para no extraviarnos demasiado.
Son virtuales las bombas que no estallaron en los aviones ingleses, como son virtuales los terroristas y el plan.
Son reales las bombas que caen sobre Líbano, Palestina, Iraq o Afganistán, como son reales las identidades de quienes las tiran y el fin que persiguen.
Son virtuales las víctimas de unos atentados virtuales.
Son reales los miles de muertos libaneses, palestinos, iraquíes y afganos, en su mayoría civiles, como reales son los atentados que los matan.
Es virtual el salvajismo que se les supone a los virtuales salvajes capaces de atentar contra gente inocente en esos diez virtuales aviones.
Es real el salvajismo que se les ha probado a los reales torturadores estadounidenses, capaces de violar y de matar a familias completas y reales e irse luego a comer pollo porque la guerra que han armado les produce estrés.
Eran virtuales las declaraciones del presidente iraní sobre la conveniencia de borrar del mapa a Israel.
Es real la guerra desatada por Israel para borrar del mapa a Líbano y Palestina.
Eran virtuales las armas de destrucción masiva en manos de lo iraquíes.
Son reales las bombas de fósforo blanco o de uranio empobrecido que arrojan israelíes y estadounidenses.
Es virtual la resolución de Naciones Unidas que, desde hace alrededor de sesenta años, ampara la existencia de un Estado palestino.
Es real la existencia de una Palestina ocupada y sin Estado.
Es virtual la existencia de una Convención de Ginebra.
Son reales los asesinatos de centenares de libaneses bajo impunes bombardeos, los asesinatos de refugiados que huyen, de periodistas, de observadores de Naciones Unidas, los ataques israelíes a vehículos de la Cruz Roja, a hospitales, a infraestructuras.
Es virtual la existencia de la Organización de Naciones Unidas.
Es real la invasión del Líbano por Israel y la ocupación de Palestina.
Es virtual la casi unánime condena de las Naciones Unidas al genocidio que comete Israel.
Es real el derecho a veto en el Consejo de Seguridad
Es virtual la proclamación universal de los derechos humanos.
Es real Guantánamo
Es virtual el Tribunal Internacional o el Tribunal de La Haya.
Es real el primer ministro israelí Ehud Olmert, como es real el muro.
Es virtual el desarrollo, sostenido y sustentable, siempre en vías de mayor desarrollo.
Es real el hambre, el desempleo, el analfabetismo, la miseria.