A pesar de que, como acertadamente señala C. Frabetti*, soy «alguien que no sabe ni lo que es el feminismo ni lo que es el marxismo; ni siquiera lo que es un corolario», creo que merece la pena intentar discutir algunas de las consideraciones que hace en su texto «Por qué Marx no era marxista» […]
A pesar de que, como acertadamente señala C. Frabetti*, soy «alguien que no sabe ni lo que es el feminismo ni lo que es el marxismo; ni siquiera lo que es un corolario», creo que merece la pena intentar discutir algunas de las consideraciones que hace en su texto «Por qué Marx no era marxista» (repasando, a la vez otras de «Socialismo científico»), si es que es cierto que a través del debate se llega al «conocimiento cierto», o al menos a aumentarlo o mejorarlo en algo.
1.»De hecho, en más de una ocasión apela expresamente a la tosca división entre infraestructura y superestructura, que solo es aceptable como primera aproximación (y así lo entendieron los propios Marx y Engels), y que tomada al pie de la letra no es más que puro determinismo economicista (una de las enfermedades crónicas del marxismo ingenuo)», dice C. F.
Creo que esa «tosca división» no tiene nada de tosca. Nos da la pista de qué es lo principal y qué lo secundario a la hora de investigar cualquier realidad social. A medida que el análisis de una realidad concreta avanza y se va haciendo más complejo, se va viendo qué peso concreto le corresponde a cada factor. Que se haya utilizado mal, de forma mecánica, antidialéctica y unilateral no la invalida. Además, si se añade la expresión «en última instancia» se está aludiendo precisamente a su carácter dialéctico, de interacción a lo largo del tiempo entre factores relativamente autónomos de los cuales uno o un grupo coherente de ellos suele tener más peso «a la larga».
El mecanismo de la selección natural puede también parecer «tosco» y simplista pero nos da la clave, junto a la variabilidad genética, de cómo se ha producido la evolución de las especies.
Engels lo expresa mucho mejor que yo en su carta a Joseph Bloch, en fecha tan poco temprana como el 21 de septiembre de 1890: «….Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta –las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas– ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella), acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado».
En carta a Konrad Schmidt, también de 1890, dice Engels: «El bolsista no ve el movimiento de la industria y del mercado mundial más que en el reflejo invertido del mercado de dinero y de valores, por lo que los efectos se le aparecen como causas (.. )El reflejo de las condiciones económicas en forma de principios jurídicos es también, forzosamente, un reflejo invertido: se opera sin que los sujetos agentes tengan conciencia de ello; el jurista cree manejar normas apriorísticas, sin darse cuenta de que estas normas no son más que simples reflejos económicos; todo al revés (….) Por lo que se refiere a las esferas ideológicas que flotan aún más alto en el aire: la religión, la filosofía, etc., éstas tienen un fondo prehistórico de lo que hoy llamaríamos necedades, con que la historia se encuentra y acepta. Estas diversas ideas falsas acerca de la naturaleza, el carácter del hombre mismo, los espíritus, las fuerzas mágicas, etc., se basan siempre en factores económicos de aspecto negativo; el incipiente desarrollo económico del período prehistórico tiene, por complemento, y también en parte por condición, e incluso por causa, las falsas ideas acerca de la naturaleza. Y aunque las necesidades económicas habían sido, y lo siguieron siendo cada vez más, el acicate principal del conocimiento progresivo de la naturaleza, sería, no obstante, una pedantería querer buscar a todas estas necedades primitivas una explicación económica. La historia de las ciencias es la historia de la gradual superación de estas necedades, o bien de su sustitución por otras nuevas, aunque menos absurdas (….)De lo que adolecen todos estos señores, es de falta de dialéctica. No ven más que causas aquí y efectos allí. Que esto es una vacua abstracción, que en el mundo real esas antítesis polares metafísicas no existen más que en momentos de crisis y que la gran trayectoria de las cosas discurre toda ella bajo forma de acciones y reacciones –aunque de fuerzas muy desiguales, la más fuerte, más primaria y más decisiva de las cuales es el movimiento económico–, que aquí no hay nada absoluto y todo es relativo, es cosa que ellos no ven; para ellos, no ha existido Hegel….»
Y en el prólogo del 20 de abril de 1892 a la edición inglesa de «Del socialismo utópico al socialismo científico»: «Si nuestras ideas jurídicas, filosóficas y religiosas no son más que los brotes más próximos o más remotos de las condiciones económicas imperantes en una sociedad dada, a la larga estas ideas no pueden mantenerse cuando han cambiado completamente aquellas condiciones. Una de dos: o creemos en una revelación sobrenatural, o tenemos que reconocer que no hay dogma religioso capaz de apuntalar una sociedad que se derrumba».
También hace referencia al «tosco esquema» en su discurso ante la tumba de Marx (1883): «Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza idológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo. Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él . El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas.
Dos descubrimientos como éstos debían bastar para una vida. Quien tenga la suerte de hacer tan sólo un descubrimiento así, ya puede considerarse feliz. Pero no hubo un sólo campo que Marx no sometiese a investigación -y éstos campos fueron muchos, y no se limitó a tocar de pasada ni uno sólo- incluyendo las matemáticas, en la que no hiciese descubrimientos originales. Tal era el hombre de ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la mitad del hombre. Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria.»
Más aún: «Carlos Marx, el hombre que dio por vez primera una base científica al socialismo, y por tanto a todo el movimiento obrero de nuestros días, (….)De los muchos e importantes descubrimientos con que Marx ha inscrito su nombre en la historia de la ciencia, sólo dos podemos destacar aquí.
El primero es la revolución que ha llevado a cabo en toda la concepción de la historia universal. Hasta aquí, toda la concepción de la historia descansaba en el supuesto de que las últimas causas de todas las transformaciones históricas habían de buscarse en los cambios que se operan en las ideas de los hombres, y de que de todos los cambios, los más importantes, los que regían toda la historia, eran los políticos. No se preguntaban de dónde les vienen a los hombres las ideas ni cuáles son las causas motrices de los cambios políticos. (…..) Pues bien, Marx demostró que toda la historia de la humanidad, hasta hoy, es una historia de luchas de clases, que todas las luchas políticas, tan variadas y complejas, sólo giran en torno al Poder social y político de unas u otras clases sociales; por parte de las clases viejas, para conservar el poder, y por parte de las ascendentes clases nuevas, para conquistarlo. Ahora bien, ¿qué es lo que hace nacer y existir a estas clases? Las condiciones materiales, tangibles, en que la sociedad de una época dada produce y cambia lo necesario para su sustento..» («Carlos Marx»,1877).
Me parece que son ejemplos suficientes de cuál era la posición de al menos uno de los fundadores, y si lo entendía como una «primera aproximación».
Para conocer la opinión del otro fundador utilicemos un texto bastante difundido: «El resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general.» (Prólogo a la «Contribución a la Crítica de la Economía Política»).
El principal problema de algunos análisis contenidos en «Socialismo científico» es que con la excusa de que la determinación en última instancia por el factor económico es un esquema «tosco», se cuelan subrepticiamente factores que, salvo en ocasiones muy excepcionales, normalmente cumplen una función subalterna (en diferente grado) como son: el carnivorismo, el belicismo, el puritanismo, la caza y el machismo.
Afirmar que: «Los primeros cazadores no tuvieron elección: la escasez de alimentos vegetales los obligó a pasar del apacible frugivorismo propio de los primates al feroz carnivorismo de los depredadores; de ahí a la exaltación de la violencia y de la camaradería masculina (con la consiguiente relegación de las mujeres) no había más que un paso, y era casi inevitable que lo dieran.» está en desacuerdo con lo que se sabe sobre la dieta de los primates y establece una secuencia mecánica de pasos basada antes en conjeturas que en las pruebas arqueológicas y etnográficas existentes hasta la fecha.
2.En cuanto a la socialización del conocimiento, creo que primero hay que problematizar el significado de la noción «expert@». Dado el volumen actual, en cantidad y calidad, del conocimiento científico ningún individuo es capaz de ser experto más que en algún pequeño dominio del saber científico, lo cual le convierte en inexperto en el resto de ámbitos. Sin embargo, difícilmente se puede construir saber científico sin unas mínimas nociones sobre los otros campos que permitan una visión general (que se suele identificar o relacionar con la filosofía). Así que la socialización del conocimiento entre personas expertas es un requisito del trabajo científico. Y personas «expertas» auténticas, en todos los campos, es poco probable que existan. La persona experta en un campo es ignorante en todos los demás. Engels mismo menciona este hecho en el prólogo a la primera edición del Anti-Duhring: «.un terreno en el cual también el especialista de la investigación de la naturaleza tiene que rebasar su especialidad y penetrar en terrenos vecinos, terrenos en los cuales, según la confesión del señor Virchow, él mismo es tan semiignorante como los demás». C. F. comenta la dificultad práctica que supone socializar el conocimiento. Pero creo que aquí olvida la diferencia entre hacerlo bajo condiciones capitalistas y en condiciones socialistas. Al capitalismo no le resulta funcional socializar de verdad el conocimiento. Le interesa el conocimiento científico en cuanto instrumento para aumentar los beneficios y como instrumento de dominio, pero no en la medida que revele los «secretos» del capitalismo: la extracción de plusvalía, la división en clases, la superestructura como velo de la infraestructura, el corsé que suponen las actuales relaciones de producción capitalistas para el desarrollo de las fuerzas productivas, etc.
El capitalismo privatiza en todos los ámbitos sociales, también en el del conocimiento (es decir, privatiza en unas pocas manos tras haber desposeído a la mayoría).
El socialismo pretende precisamente todo lo contrario: socializar, lo cual incluye la socialización del conocimiento. De hecho, una socialización de medios de producción que no implique una socialización del conocimiento es poco creíble, incluso poco posible.
E históricamente así ha sido. Si analizamos cómo se ha ido construyendo el socialismo en, por ejemplo, Cuba, comprobamos que la socialización del conocimiento ha sido uno de sus pilares: erradicación del analfabetismo («Cuba ocupa un lugar destacado en cuanto a alfabetización y educación: 99,8% de los cubanos y cubanas mayores de quince años están alfabetizados, un porcentaje que asciende a 100% en lo que se refiere a la población de entre 15 y 24 años.» UNESCO), gratuidad real de la educación, aumento de centros de estudio, bibliotecas, museos, etc. En Venezuela estamos asistiendo a los inicios de un proceso similar a través de las Misiones y otras iniciativas.
«Muy pocos comprenden realmente la fórmula E=mc2», apunta C.F., y se podría añadir que de la misma manera pocas personas habrán oído hablar de los «linajes segmentarios», el «modus tollendo tollens» o la «fauna de Ediacara», porque socializar el conocimiento no significa que la mayoría de la población conozca conocimientos muy específicos de cada disciplina, sino que conozca cómo se interrelacionan los distintos saberes, qué grado de fiabilidad presenta cada uno, y nociones generales de cada uno, de manera que a la vista de la fórmula proporcionada por C. F., por ejemplo, se la pueda relacionar con Einstein, se tenga alguna noción de cómo la relatividad supera a la física clásica «tragándosela» como propone C. F., y alguna idea sobre la mutua conversión de materia y energía. Pero es que, además, si hemos de dar crédito a James Trefill, divulgador científico (o científico socializador del conocimiento científico) como C. F., en su libro «1001 cosas sobre ciencia» afirma: «Párrafo 665) Más de una docena de personas comprenden la relatividad, pese al folklore de lo contrario. La teoría especial de la relatividad se enseña de forma rutinaria a estudiantes de primero y segundo año en las universidades y escuelas norteamericanas, y los conceptos esenciales de la relatividad se enseñan en los cursos de artes liberales. Incluso la relatividad general, aunque mucho más difícil, se estudia de una forma rutinaria por estudiantes graduados en física y astronomía. Como muchas otras ideas de la ciencia, los conceptos básicos de la relatividad son simples, aunque las matemáticas resulten un tanto difíciles a veces».
Para C. F., en cambio, «La relatividad y la mecánica cuántica (….) nunca han sido accesibles sino a una ínfima parte de la sociedad».
Otro aspecto a tener en cuenta es el salto cualitativo que sin duda dará el conocimiento científico cuando el socialismo se haya afianzado en el planeta. Pasar de la miserable situación actual en la que sólo una minoría de la población mundial en una minoría de estados se dedica al trabajo científico («De los 193 países del globo, ocho acapararon, entre 1993 y 2001 el 84,5% de la producción científica mundial, según un estudio realizado por David A. King, jefe del consejo científico del Gobierno del Reino Unido.» Rebelión, 5-09-2006 ), pasar de esta situación a una en que una mayoría de la población mundial se dedique al trabajo cientifico, bien sea como afición (se habrá conseguido construir las bases materiales para ello: tiempo libre, trabajos no alienantes, medios disponibles: bibliotecas, museos, etc, necesidades básicas cubiertas), bien sea como profesión, constituirá una nueva muestra de la conversión de la cantidad en cualidad. Supondrá sin lugar a dudas un salto de gigante en el conocimiento científico, mayor que el producido al pasar del modo de producción feudal al capitalista. Hay una clara relación entre desarrollo de la ciencia y modo de producción, como desarrollo más abajo. Y uno de los objetivos tradicionales del socialismo ha sido liquidar la división entre trabajos intelectuales y manuales.
Con esto no hablamos de lograr un supuesto paraíso socialista-comunista supuestamente «prometido» por Marx ( a mí al menos no me consta que lo hiciera, ni con estas ni con otras palabras, y si lo hizo sería una parte de su herencia a la que renunciar), a pesar de que según C.F.: «El gran error de Marx y Engels fue proclamar la inevitabilidad de la caída del capitalismo y prometer el paraíso (comunista, pero paraíso al fin y al cabo)». La construcción del socialismo y posteriormente del comunismo no tiene nada que ver con paraísos e idealizaciones, no supone más que el paso de la «prehistoria a la historia», de unas condiciones inhumanas a otras condiciones que nos permitan desarrollar todas las posibilidades de la especie animal humana hasta nuestra (casi segura) extinción como especie. El socialismo y el comunismo tienen poco que ver con los paraísos de las religiones.
3.Aplicar el método científico a una realidad concreta es lo que convierte a unos saberes en científicos y a otros en ilusorios. Es lo que distingue a la astronomía de la astrología, a la química de la alquimia, a la medicina del curanderismo y al marxismo de la «ciencia» social burguesa.
Los economistas burgueses no hacen economía científica, hacen una superchería que sólo sirve para legitimar los intereses de la burguesía. Como señala el Manifiesto de la Primera Convención de la Asociación Mundial de Economía Política, Shangai , abril 2006 : » La economía neoclásica fracasa típicamente en ofrecer un análisis científico de los sistemas económicos. En su lugar sirve para justificar y glorificar el capitalismo neoliberal con todas sus características irracionales. Ha llegado a ser el enfoque dominante en la economía de la mayor parte del mundo y las políticas abogadas por la economía neoclásica han impuestos vastos costos económicos sobre los pueblos de mundo y ha servido de obstáculo paras resolver los problemas económicos y sociales.»
Sin embargo, para C. F.: «Los tecnócratas neoliberales que proponen el modelo de la «lancha salvavidas» son todo lo científicos que pueden ser los economistas, solo que sus planteamientos son profundamente asolidarios y amorales». Creo que previamente a valorarlos moralmente hay que rechazar su carácter científico. El neoliberalismo económico es sólo una resurrección de la economía liberal, la economía «clásica», criticada y superada por Marx; y su objetivo no es sino legitimar el capitalismo. El concepto científico de ¨plusvalía» basta para superar el neoliberalismo revelando la clave de qué es el capitalismo: una apropiación de fuerza de trabajo ajena. Añadir su carácter asolidario y amoral es sólo un complemento moral de la crítica científica.
Volvamos a servirnos de Engels en su texto «Del socialismo utopico al cientifico»:
«En efecto, el socialismo anterior criticaba el modo capitalista de producción existente y sus consecuencias, pero no acertaba a explicarlo, ni podía, por tanto, destruirlo ideológicamente, no se le alcanzaba más que repudiarlo, lisa y llanamente, como malo. Cuanto más violentamente clamaba contra la explotación de la clase obrera, inseparable de este modo de producción, menos estaba en condiciones de indicar claramente en qué consistía y cómo nacía esta explotación. Mas de lo que se trataba era, por una parte, exponer ese modo capitalista de producción en sus conexiones históricas y como necesario para una determinada época de la historia, demostrando con ello también la necesidad de su caída, y, por otra parte, poner al desnudo su carácter interno, oculto todavía. Este se puso de manifiesto con el descubrimiento de la plusvalía».
Sin un conocimiento lo más preciso posible de la realidad social humana difícilmente se puede conseguir cambiarla. La única manera de llegar a conocimientos fiables es usando el método científico. Es usándolo como llegamos a la noción de plusvalía. Podríamos decir que no hace falta recurrir a una instancia ajena como es la ética para realizar la crítica del capitalismo. Su carácter negativo está presente en el concepto de plusvalía (y en que las relaciones de producción capitalistas son en la actualidad un corsé para el desarrollo de las fuerzas productivas).Apelar a la ética solo puede entenderse como un complemento, una muleta, olvidando que la ética no es un saber científico, que no es una sino varias, y que su fundamentación es muy problemática. Con argumentos éticos sólo puedo lanzar contra el capitalismo críticas fácilmente refutables. Con argumentos científicos las críticas son bastante más sólidas. Defender que la ética es una, y por tanto inmutable es desconocer que la ética es también histórica, que no es una sino varias, y, en última instancia, cabe relacionar las distintas éticas con las distintas clases sociales. Es por ello un conocimiento subalterno. La existencia de una ética obrera enfrentada a la ética burguesa no puede entenderse desconectada del analisis científico del capitalismo. En este sentido, apelar a la ética es sinónimo de dar un rodeo.
«El marxismo no es una ciencia, y el hecho de que muchos de sus seguidores atribuyeran a sus formulaciones el rango de leyes científicas ha sido una de las causas del fracaso del llamado «socialismo real». El marxismo no es una ciencia, pero tiene una clara vocación científica y sabe que necesita de la ciencia. Tanto como la ciencia necesita del marxismo para dejar de ser esclava del capital.»(C.F.Socialismo científico»).
El marxismo no es una ciencia formal ni natural, es una ciencia social, su grado de fiabilidad, de cientificidad, es el de la ciencia social en el momento actual: menor que el de las ciencias formales y naturales (¡pero no nulo!). El marxismo es una ciencia en construcción, como lo son todas. Su grado de cientificidad no es estático, puede aumentar o decrecer. Afirmar de forma tajante que no es una ciencia y decir que «necesita de la ciencia tanto como la ciencia necesita de él», aparte de constituir un juicio antidialéctico, supone implícitamente que ciencias y marxismo son «entes» de distinto rango donde el marxismo se limitaría a ser simplemente una moral, como se afirma en otras partes del texto. De esta manera el marxismo sería una moral junto a otras, y su superioridad frente a ellas dejaría de ser una cuestión racional para pasar a ser una mera cuestión de preferencias (morales) arbitrarias.
Además, el carácter científico del marxismo no es algo que sólo hayan postulado «muchas» de sus seguidoras y seguidores, es algo que viene afirmado por sus mismos fundadores, Marx y Engels. Ocultar esto se debe posiblemente a que resulta más sencillo atacar indirectamente a los fundadores a través de sus seguidoras y seguidores que atacarlos directamente.
«Como ocurre con otras disciplinas protocientíficas, lo que impide a la politología convertirse en una ciencia propiamente dicha es la imposibilidad de diseñar y llevar a cabo experimentos controlados.(…..) Actualizarlo (el marxismo),el iminar sus restos de dogmatismo, feminizarlo, matematizarlo…, esa es la tarea. Marx y Engels nos legaron un magnífico borrador: hay que corregirlo y aumentarlo, hayque pasarlo a limpio. Pero no de una vez por todas, sino continuamente.» Esta otra parte del texto, en cambio, parece querer decir que habría unos saberes protocientíficos -embrionariamente científicos- (¿sería el marxismo uno de ellos o hay que hacer más caso a las partes del texto en el que se le niega toda cientificidad?), y la politología sería uno de ellos (¿se englobarían aquí todas las ciencias sociales o sólo la politología? ¿la economía neoliberal sería científica o protocientífica o simple ideología legitimadora? ¿qué politología sería protocientífica: la burguesa, la marxista, . otras?), y otros plenamente científicos (aunque en construcción y mejorables, como es obvio). Distinguir entre ciencias, protociencias y otros tipos de saberes (incluidos pseudosaberes como la religión) podría ser un criterio útil. Pero el texto, por desgracia, no lo desarrolla suficientemente.
En cuanto al, llamémosle, «programa de trabajo teórico-práctico» que C.F. propone de actualización del marxismo, sin ninguna duda es necesario aplicarlo, y continuamente. Con la salvedad de que creo que Marx y Engels no nos dejaron un «magnífico borrador», nos dejaron bastante más, junto a Lenin nos dejaron las líneas maestras, los pilares de cómo debe ser un saber teórico-práctico de la realidad social humana con el grado de cientificidad posible en su tiempo.
«Por eso el marxismo, para merecer el nombre de socialismo científico, tiene que asimilar, ante todo, los logros teóricos y prácticos del feminismo, la principal fuerza revolucionaria de nuestro tiempo (y probablemente de todos los tiempos). Y también tiene que asimilar los logros teóricos y prácticos del anarquismo, el ecologismo, el pacifismo, el indigenismo, el vegetarianismo y otras formas de oposición a la barbarie capitalista. Tiene que despojarse de su solapado puritanismo cristianoburgués (es decir, patriarcal) y escuchar con la mayor atención y el mayor respeto a homosexuales, transexuales, prostitutas, okupas, emigrantes y marginados de toda índole.» (C.F. «Socialismo cientifico»).
En esta nueva enumeración de tareas pendientes se pretende que el marxismo asimile una serie de «saberes». En el caso del anarquismo, es una tarea ya realizada (y superada) hace tiempo por el marxismo a nivel teórico, véanse si no los debates en el seno de la Primera Internacional y textos como «Los bakuninistas en acción» («En una palabra, los bakuninistas españoles nos han dado un ejemplo insuperable de cómo no debe hacerse una revolución.»), la carta a Theodor Cuno, «Las pretendidas escisiones de la Internacional», «De la autoridad» o «Sobre la acción política de la clase obrera» de Engels, la carta a F.Bolte de Marx, o textos de Lenin y otr@s sobre el particular. En ciertos ámbitos anticapitalistas, marxistas y anarquistas colaboran, pero en un buen número de cuestiones la colaboración se hace difícil o imposible.
En cuanto al resto de saberes enumerados, son saberes parciales y que reflejan en su seno la división en clases. De ellos siempre se puede aprender pero desde una perspectiva de clase.
Y en cuanto a «escuchar con la mayor atención y el mayor respeto» a la serie de grupos sociales que C.F. enumera, es presuponer que no hay homosexuales marxistas, transexuales marxistas, prostitutas marxistas, prostitutos marxistas, okupas marxistas, emigrantes marxistas y marginad@s marxistas, es decir, la escucha se realizaría, principalmente hacia adentro, compartiendo experiencias y análisis entre personas marxistas, no hacia fuera. Es de Perogrullo que el marxismo debe atender a toda realidad social si quiere construir una ciencia de la realidad social.
En cuanto al puritanismo, las personas marxistas suelen ser conscientes de estar impregnadas aún de ideología burguesa, lo cual incluye el puritanismo. El despojarnos completamente de tal ideología es un proceso que sólo podrá realizarse completamente en el proceso de construcción del socialismo. Las ideas dominantes son las de la clase dominante. Al igual que cualquier otra realidad, el conocimiento, los distintos saberes y las distintas ciencias son históricos. Como hipótesis de trabajo sobre la que creo sería interesante trabajar ( a pesar de estar inspirada en el «tosco esquema»), a cada modo de producción le corresponde un cierto tipo de saber o saberes.
El saber típico (y funcional) del feudalismo fue la teología (y una filosofía teologizada, «ancilla theologiae»: «criada de la teología»), a la vez que se desarrollaban otro tipo de saberes en mayor o menor medida, incluida la ciencia natural pero obstaculizada-semiabortada por la teología.
Y el saber típico de la burguesía, del capitalismo, es la ciencia natural (más exactamente, el desarrollo de las ciencias naturales y formales, su constitución en muchos casos tras su inauguración en la Antigüedad), que se construye en combate con la teología (combate con numerosas víctimas, Hipatia en un modo de producción anterior, Giordano Bruno, Copérnico, Servet, Galileo aún bajo un modo de producción feudal pero en el que la burguesía va aumentando su poder y adquiriendo conciencia de clase; Darwin con una burguesía ya triunfante y bajo el modo de producción capitalita, pero una burguesía que ha dejado de ser revolucionaria y que se ha aliado con los vestigios del antiguo régimen (monarquía, aristocracia, iglesias cristianas) -que a su vez se han aburguesado- para hacer frente a la clase obrera y, por ejemplo, oculta el carácter materialista de la ciencia natural y defiende que religión y ciencia no son antagónicas sino que ocupan ámbitos distintos.).
(La lista de víctimas de las distintas clases dominantes en este campo es obviamente mucho mayor, me he limitado a citar algunos ejemplos significativos.)
La hipótesis que propongo (que no es original) es que el saber propio de la clase obrera y del modo de producción socialista es la ciencia social (la historia, en palabras de Marx y Engels), es decir el marxismo-leninismo. De la misma manera que la ciencia natural era básicamente mortífera y antifuncional para el modo de producción feudal, y la clase dominante del antiguo régimen le oponía por ello un pseudosaber (una «ideología») como la filosofía natural teologizada, y, en última instancia, la teología; de la misma manera la ciencia social es mortífera y antifuncional para el modo de producción capitalista, de forma que la clase dominante de este modo de producción le opone un pseudosaber como es la «ciencia social académica», es decir, la mayor parte de la economia, sociología, antropología, historia, politología, etc. académicas. En las universidades controladas por la burguesía no se pretende formar futuras científicas y científicos sociales, se busca formar (básicamente) futuras ideólogas e ideólogos burgueses, que defiendan y apliquen el pseudosaber burgués en sus respectivas áreas de trabajo.
El problema que se les presenta es que en muchas ocasiones no consiguen «deshacerse» del marxismo. La economia académica se haya completamente expurgada de contenidos marxistas, pero no ocurre así con el resto de ciencias sociales que han necesitado tenerlo en cuenta de alguna manera: o se han construido contra el marxismo, mencionándolo o no (por ejemplo las aportaciones teóricas de Max Weber), o lo recogen pero cambiándole la terminología y aspectos secundarios (el materialismo cultural antropológico).
4.Creo que la relación entre feminismo y marxismo no está bien descrita si se ve a ambos saberes ocupando ámbitos similares. Uno abarca una realidad más amplia que el otro (uno la totalidad de la realidad social humana, el otro una de las explotaciones posibles en un modo de producción), así que uno contiene al otro, y lo contiene como una de sus partes (una de sus partes porque el marxismo no puede ser sino feminista, igual que no puede ser sino antirracista, antixenófobo, etc). El patriarcado o machismo es un instrumento en manos del capitalismo, una modalidad de las formas de explotación, como lo fue en anteriores modos de producción. Y es un instrumento como lo son el racismo, la xenofobia, etc. Creo que sería inexacto hablar de la relación entre el antirracismo y el marxismo como contenidos mutuamente, «como dos manos entrelazadas «, como hace C.F. Continuando con el símil, no se trata de la relación entre dos manos (aunque lo sean del mismo individuo) sino entre la mano y uno de sus dedos. E igual ocurre con el feminismo. El cual, además, es inexacto nombrarlo en singular porque se encuentra dividido entre el feminismo burgués y el feminismo obrero.
Dicho lo cual hay que señalar las multiples lagunas, insuficiencias, etc que el marxismo presenta en este campo concreto (y en todos los demás) tanto a nivel teórico como práctico. Los trabajos de Engels, Clara Zetkin, Alejandra Kollontai, antropólogas marxistas como Eleanor Leacock, etc son los cimientos en los que basarnos para continuar. Y a nivel práctico habrá que realizar un recuento de las políticas seguidas por las diferentes organizaciones marxistas y estados socialistas para aprender de sus aciertos y errores.
5. La frase de Marx «yo no soy marxista» suele ser utilizada para tergiversar el marxismo. Se eleva una simple anécdota (una crítica de Marx a algunos de sus supuestos epígonos) a categoría. Se echan a continuación pestes de la «ortodoxia» y del «socialismo real». Se describe la dialéctica a la manera de Cratilo, (discípulo de Heráclito tan impresionado por el constante fluir de lo real que desistió de nombrar verbalmente a las cosas y se limitaba a señalarlas con el dedo), de manera que la dialéctica acaba siendo «una noche donde todos los gatos son pardos». Y se acaban presentando como marxistas afirmaciones que tienen poco o nada de marxistas.
Sin duda Marx no era marxista, modestia obliga, pero nos queda el consuelo de que tanto Engels como Lenin como muchas y muchos otros lo somos.
C. F. explica en su libro la historia de la humanidad (más exactamente: de la especie animal autodenominada homo sapiens) a partir de un hecho inaugural: unos pacíficos primates vegetarianos se ven obligados a cazar para satisfacer su hambre. Del hecho de la caza y del hecho de comer carne arrancan todos los males de la humanidad: el machismo-patriarcado, el belicismo, el puritanismo y finalmente la división en clases.
Cualquier similitud entre este cuento de hadas y el materialismo histórico y dialéctico es pura coincidencia (más que de un cuento de hadas se trataría de un mito fundacional que guarda cierta relación con el mito fundacional burgués del contrato social y el paso del «estado de naturaleza» al «estado de civilización», tal como lo describen el absolutista Hobbes, el burgués Locke , y el pequeñoburgués Rousseau, .., en este caso el paso del pacífico vegetarianismo al feroz carnivorismo a través de la caza -y como trasfondo de todos estos mitos, el mito bíblico del paraíso original y el paso al «ganarás el pan con el sudor de la frente» a través de la ingestión de una manzana, quizá en su momento una transposición idealizada del paso del modo de producción cazador-recolector a los modos de producción agrícolas-ganaderos-).
C. Frabetti nos da gato por liebre. Nos describe qué es el método científico y nos explica en qué consiste el materialismo dialéctico, y los aplica en muchos de sus análisis, pero en este análisis concreto no usa ninguno de los dos (que son uno).
6. «El pensador-jardinero que cuida su hortus conclusus y ocasionalmente regala (o vende, más bien) sus flores y frutos a los simples mortales del mundo exterior, ha de dejar paso al pensador-abeja capaz de trabajar en enjambre y de defender la colmena con su aguijón (….). Hay que participar personalmente en los foros y en las movilizaciones sociales. Hay que ir a Iraq y a Palestina. Hay que ir a Cuba y a Venezuela, a Brasil y a México. Y no a dar lecciones, precisamente, sino a aprender (…) Se acercan a los viles mortales lo suficiente como para ser oídos, pero manteniéndose a una prudencial altura por encima de sus cabezas. Y desde el púlpito pueden hablar sin mesura y sin temor a ser interrumpidos por su auditorio cautivo.» (C.F. «Socialismo científico».
Creo que hay que insistir en esta idea, que C.F. desarrolla más ampliamente que esta cita. El papel de las y los intelectuales (al menos de quienes se reclamen del campo anticapitalista) debería dejar de ser, como lo es muchas veces, el de div@s del pensamiento que pueden largar cualquier tontería que se les ocurra sin ningún rigor. Deberían adoptar una actitud más humilde, de ayudar al conjunto de la clase obrera, al menos a su sector con consciencia de clase, a informarse de la actualidad científica, a la vez que entre todas y todos nos ayudamos mutuamente a aclararnos las ideas para poder ser más eficaces en el combate contra el capitalismo, tanto a nivel teórico como a nivel práctico: un individuo que se reclame como intelectual anticapitalista y que no participe en las movilizaciones, ni es intelectual ni es anticapitalista (igual, ni siquiera es un individuo).
Y si se identifican con el marxismo, no les vendría mal ayudar a construir el partido comunista (con ése o con otro nombre) sin el cual la revolución no es posible. Como demuestra la experiencia histórica, hasta ahora no hemos sido capaces de inventar nada mejor: no es posible hacer la revolución sin contar con una organización que practique el centralismo democrático y que cuente con una militancia formada y disciplinada de forma consciente, entre otras características.
Y con esto me callo.
*Ver, por este orden, «Socialismo científico» de Carlo Frabetti (http://www.rebelion.org/docs/33771.pdf), «Breve análisis del texto Socialismo Científico der Carlo Frabetti» de Pedro Rodríguez (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=36127) y la ulterio respuesta de Frabetti (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=36975).