El ascenso del nazifascismo en Europa se debió a un complejo conjunto de circunstancias que mucho se asemejan a lo que está ocurriendo hoy en Estados Unidos. Hitler fue auspiciado en su Atrepada por un grupo de empresarios industriales que estaban deseosos de un gobierno que favoreciera el rearme y un renacer de la poderosa […]
El ascenso del nazifascismo en Europa se debió a un complejo conjunto de circunstancias que mucho se asemejan a lo que está ocurriendo hoy en Estados Unidos. Hitler fue auspiciado en su Atrepada por un grupo de empresarios industriales que estaban deseosos de un gobierno que favoreciera el rearme y un renacer de la poderosa industria pesada alemana. De igual manera la elección de Bush fue el resultado de fraudes electorales, apañamientos, una dudosa decisión de la Corte Suprema y un engaño a la opinión pública que condujo a la instauración en el poder de una camarilla belicosa que favorece los intereses del complejo industrial-militar de Estados Unidos.
Hitler subió al poder en medio de una generalizada crisis económica que causaba el desempleo de siete millones de alemanes. Bush asumió la presidencia en medio de una recesión que creó innumerables quiebras, estafas financieras en las grandes corporaciones y un extendido malestar debido a la pésima situación de la economía. Ambos vieron en la guerra una salida al vasto abatimiento.
Hitler necesitaba un incidente que le proporcionase un argumento para desatar una considerable represión y debilitar a sus enemigos políticos. Ese motivo lo encuentra en el incendio del Reichstag, el parlamento alemán, ordenado por él mismo, tras el cual comienza una cacería de comunistas y de otros elementos de la oposición. Termina ilegalizando los partidos políticos y metiendo en prisión a sus contendientes.
Bush encuentra en el atentado a las Torres Gemelas el pretexto que necesitaba para acallar las voces liberales en Estados Unidos, someter al país a un patrioterismo exacerbado y dictar una serie de medidas que suprimen las libertades civiles. A la vez se produce una promoción de las voces más extremistas de la ultraderecha y se distancia a quienes opinan con cierta cordura.
Hitler llega al poder junto a una camarilla de gángsters sin escrúpulos, decididos a verter sangre con tal de avanzar en su ambición de poder. Hombres como Goering y Goebbels, desalmados sin principios, constituyen los puntales del nuevo régimen. Bush asume su presidencia espuria con el concurso de un grupo de taimados maquinadores como Cheney y Rumsfeld, y otros arteros asesores como Condoleezza Rice y Otto Reich, decididos a llevar al mundo a una guerra, si es necesario, con tal de satisfacer los intereses de las grandes compañías petroleras.
Hitler realizó demandas irracionales como su aspiración a la anexión de Austria, la ocupación de los Sudetes y de los territorios desmilitarizados del Rin. Ante el estupor de la opinión europea llevó a cabo esos movimientos de agregación de territorios. Bush desató una guerra contra Afganistán sin que existiesen pruebas de que ese país estaba efectivamente tras los atentados a las Torres Gemelas. Ni siquiera logró demostrar plenamente que la organización Al Quaida era responsable del acto terrorista. Bush invadió Irak con el pretexto no demostrado de que aquél país fabricaba armas de destrucción masiva y se apoderó de su industria petrolera.
Hitler contó con la anuencia de un Primer Ministro británico timorato, como Neville Chamberlain, quien accedió a todas las demandas del dictador alemán, por incongruentes que fueren, con tal de apaciguarlo. Bush dispone de la cooperación incondicional de un Primer Ministro claudicante y servil, como Tony Blair, quien otorga el respaldo de la nación británica a todas las aventuras belicistas del clan pendenciero que sirve a Bush.
Hitler realizó un pacto con la Italia de Mussolini, quien desarrolló una campaña de conquista colonial en Abisinia y Libia. Bush mantiene incondicionalmente y fortalece la alianza con Israel, que desarrolla un vasto genocidio contra el pueblo palestino y una campaña de colonización y aniquilamiento en el Oriente Medio.
Pese a la oposición de toda Europa Hitler lanzó una invasión contra Polonia que desató la Segunda Guerra Mundial. Bush agredió Irak no obstante el rechazo de muchos de sus aliados occidentales, la amenaza de desestabilización petrolera, de profundización de la crisis económica, del peligro de un desequilibrio político en el mundo árabe.
La declinación de Estados Unidos como potencia económica mundial puede apreciarse en el hecho de que hace veinte años seis de los bancos más importantes del mundo eran estadounidenses, ahora son solamente dos. Ahora, 41 centavos de cada dólar depositado en los bancos del mundo se halla en bancos japoneses y solamente once centavos se encuentran depositados en instituciones norteamericanas. Alemania terminó la guerra totalmente devastada. Bush conduce a Estados Unidos a un unánime repudio mundial.