Hace más de una semana se conmemoró un aniversario más del 11 de septiembre de 1973, día en que los militares pusieron violentamente fin al gobierno de la Unidad Popular. Se esperaba una jornada pacífica con marchas y romerías, siempre teniendo en la memoria el proyecto político y social del ex Presidente Salvador Allende. Sin […]
Hace más de una semana se conmemoró un aniversario más del 11 de septiembre de 1973, día en que los militares pusieron violentamente fin al gobierno de la Unidad Popular. Se esperaba una jornada pacífica con marchas y romerías, siempre teniendo en la memoria el proyecto político y social del ex Presidente Salvador Allende.
Sin embargo, la violencia y el descontrol nuevamente fueron la noticia más repetida en los canales de televisión y en las portadas de los diarios. La imagen enormemente sorprendente de una ventana de La Moneda en llamas, producto de una bomba molotov, quedó en la retina de la mayoría de los chilenos.
Otra vez, el Palacio de Gobierno en llamas un 11 de septiembre, claro que esta vez no fueron los aviones de la Fuerza Área los responsables del ataque, sino que un encapuchado que aprovechó la ocasión para manifestar su descontento.
La violencia generó el rechazo de todos los sectores de la sociedad, aunque lamentablemente se repitió el mismo argumento que se utiliza siempre para reprochar estas actitudes: la omisión y descalificación, sin análisis alguno de las causas de ese malestar. Aún más, se trata a estos actos como si estuvieran alejados de la realidad, tal como lo afirmó el ex Presidente Ricardo Lagos, quien calificó a los violentistas como «gente no conectada con el Chile de hoy».
Pero el ex Mandatario parece olvidar que la violencia es parte del Chile de hoy, ya que expresa la angustia y desazón que muchas personas viven a diario, por la falta de trabajo, las colas en los hospitales, el salario insuficiente, la vivienda inundada. Más aún expresa el deseo de que esta desazón y angustia sea reconocida y asumida, puesto que, como se desprende nítidamente de lo expresado por Lagos, estas zozobras no son parte del Chile oficial.
Ciertamente, la violencia no es el camino para promover los cambios sociales, pero es un indicador de que algo no funciona en la sociedad chilena. Los violentistas son menores de 25 años que crecieron después del término de la dictadura. Y eso es lo lamentable, pues son hijos de una democracia incapaz de generar bienestar en la población, de una democracia a medias que ha acrecentado las brechas sociales y ha impedido la justicia.
Por ello, no es casualidad que sea para el 11 de septiembre que se expresen esos sentimientos tan arraigados, pues hay un reconocimiento explícito que en esa fecha se inicia el proceso que construyó el Chile de hoy, el de Lagos, ese de la injusticia, de la angustia y la zozobra cotidiana. Ese día comenzaron los ya 33 años de soledad del pueblo chileno./pll
El autor es economista y director ejecutivo de Oceana.