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Política, izquierda y futuro: riesgo o decadencia

Fuentes: Rebelión

Cuando el debate político a nivel mundial y nacional se definía a partir del bi polarismo, entre capitalismo versus socialismo, había siempre una forma de trascendencia, una mirada obligatoria hacia el futuro, por ambas partes. En el fondo el debate culminaba y comenzaba en un tema fundamental: hacia dónde marchaba el mundo, cuál era el […]

Cuando el debate político a nivel mundial y nacional se definía a partir del bi polarismo, entre capitalismo versus socialismo, había siempre una forma de trascendencia, una mirada obligatoria hacia el futuro, por ambas partes.

En el fondo el debate culminaba y comenzaba en un tema fundamental: hacia dónde marchaba el mundo, cuál era el destino de las sociedades.

Esa polarización se diluyó por la implosión del núcleo principal de una de las partes, el socialismo real. Hoy, el debate político y en cierta medida el repliegue del debate cultural e ideológico, ha producido un efecto notorio y devastador: se discute sobre la inmediato y un poco más. La política es en buena medida la crónica de la actualidad y de la próxima disputa electoral, a lo sumo. Ese es el horizonte máximo.

No hay muchos ejemplos en la historia en que la política haya tenido horizontes y relatos tan breves, tan circunscriptos a la actualidad y tan poco esfuerzo por proyectar y hacer prospectivas sobre el futuro. Si tomamos cualquier otro período de la historia política veremos que, con diversidad de horizontes o de referencias filosóficas o incluso religiosas y culturales, la política y el poder siempre tuvieron una impronta inmediata pero también una mirada prospectiva muy importante. A nivel universal e incluso nacional.

La revolución francesa – cuna de las más grandes transformaciones políticas, institucionales, culturales de occidente -, tenía en la propia idea del progreso, en su visión enciclopedista, un discurso del que todavía somos tributarios. Pero que lo hemos reducido a principios vagos, cada día menos reconocibles en la política.

Nicoló Machiavelli – trescientos años antes de la toma de la Bastilla y sin bipolarismo a la vista que no fuera el del poder temporal y sus disputas y el poder de la iglesia -, nos transmite un mensaje trascendente sobre la organización del Estado, de sus instrumentos coercitivos y sobre todo, su filosofía del poder, que de diversas maneras influyó en las más diversas escuelas de pensamiento político. Y los ejemplos sobran.

En occidente nos hemos replegado en una política-crónica y episódica mientras en el mundo islámico crece una convergencia cada día mayor entre política, poder y religión. Esta última es una forma de prospectiva y de trascendencia que conoce otros ejemplos en la historia universal y que lleva en su extremo a formas teocráticas. Este fenómeno, creciendo y multiplicándose en el inicio del tercer milenio, merecería una reflexión un poco más compleja y profunda en occidente viendo el creciente fracaso de sus más representativos centros de poder, como Washington y Roma, en sus relaciones con esta parte importante de la civilización actual.

El otro día participé en una conferencia de uno de los principales exponentes del análisis periodístico moderno de la prensa norteamericana. Fue muy bien recibido por la numerosa platea uruguaya. Tenía una ventaja: trataba de dar una explicación ordenada y comprensible, llena de ejemplos al alcance de la mano sobre este mundo caótico y lleno de contradicciones. Enumeraba y ordenaba las señales y trataba de leer hacia donde vamos. Es autor de un libro muy exitoso. No es el único caso, podríamos citar muchos otros ejemplos de exitosas interpretaciones editoriales y periodísticas del mundo.

No hay que despreciarlas, son esfuerzos que se alimentan del hambre de explicaciones. A veces son demasiado simples. Lo preocupante es la pobreza de nuestros esfuerzos, los que realizamos desde la política y en particular desde la izquierda para hacer análisis prospectivos, arriesgando opiniones sobre el futuro. La derecha (esa derecha que hoy se niega a sí misma y que utiliza la tribuna de la Exposición Rural del Prado para dar un mensaje profundamente ideológico) y más en general las fuerzas de la conservación, se refugian en las fuerzas del mercado, en la sacrosanta propiedad privada y en un sistema económico social inexorable y eterno. Esa derecha no tiene grandes urgencias en materia prospectiva. También ellos se equivocan.

No es recomponiendo bipolarismos o añoranzas del pasado que la política recuperará su estrecha relación con el futuro. El camino es mucho más escarpado y lleno de peligros. Haciendo la crónica de los últimos minutos y de las próximas horas estamos todos en paz y arriesgamos poco, el problema es cuando formulamos preguntas mucho más complejas y las despojamos de todo determinismo, incorporando en nuestra mirada las tensiones, las pruebas, las contradicciones y las tendencias de nuestras sociedades y de nuestra civilización. Y también de la naturaleza, porque hoy cualquier mirada hacia el futuro debe incorporar un nuevo elemento determinante: la relación entre las sociedades y el medio ambiente.

Cuando degradamos a la economía a una especie de ciencia ineluctable y casi indiscutible y le hacemos perder su estrecha relación con la política, es un ejemplo muy claro de esa pérdida de sentido prospectivo. La economía se parece cada día más a la crónica de la evolución de las bolsas y de los mercados. La economía política incluye obligatoriamente una mirada sobre el futuro y sobre las fuerzas que pueden y deben utilizarse para influir sobre ese futuro o sobre esas alternativas diversas de nuestro futuro.

Además de una disputa en los espacios de opinión pública, en la comunicación con la sociedad, en la relación con los diversos componentes de la sociedad civil y entre las fuerzas políticas, el futuro para la izquierda se define en realidad en su capacidad prospectiva. Que en este caso es, además, desde una posición de gobierno nacional y en ocho departamentos. El tema es adelantarse a los hechos, preverlos sin determinismos y poner en movimiento oportunamente las fuerzas necesarias para construir el futuro que queremos para el país y su gente.

Arriesguemos… poco ¿Cuáles son los sectores económicos y por lo tanto sociales que se perfilan en el horizonte nacional con mayores perspectivas? ¿Qué impacto tendrán? ¿Qué debemos hacer? ¿En definitiva, dónde están las tendencias y las posibilidades del cambio?

¿De dónde partir para responder estas preguntas? ¿Únicamente desde las tendencias nacionales, o debemos incorporar necesariamente una mirada sobre la región y sobre el mundo? No comenzamos de cero, no es una construcción a partir de amasar el país de una materia primaria. Debemos mirar hacia el futuro con los pies bien plantados en el presente, que está apoyado sobre nuestro pasado. Nada nuevo, lo que se ha hecho siempre que se quiere mirar en serio y con todas sus complejidades.

El sector que se avizora con más dinamismo en la economía nacional es la logística en todas sus variantes y componentes. El crecimiento exponencial de la producción en volúmenes (madera, celulosa, madera procesada, arroz, cemento, combustibles -en particular la base para los biocombustibles-. el movimiento general de mercancías y podría llegar a ser la pesca), determinará cuál será el sector más dinámico de los próximos 10 años en nuestro país. A ello debería agregarse el movimiento turístico internacional e interno y nuestra situación geográfica como corredor entre Brasil y Argentina y como parte de la hidrovía.

Esto tendrá un fuerte impacto en la infraestructura (vías, puentes, carreteras, puertos, telecomunicaciones y aeropuertos), y un gran impacto en los aspectos tecnológicos y de innovación, incluyendo el uso de las tecnologías de la información. Logística hoy en día es sinónimo de tecnología. Todos los servicios conexos con este crecimiento de los servicios logísticos se verán fuertemente influenciados: servicios bancarios, financieros, sanitarios, de control, etc.

Esta explosión de los servicios logísticos sólo será posible si además de las empresas interviene un Estado moderno, ágil, con fuerte capacidad de control sin entorpecer las operaciones. La logística es enemiga jurada de la burocracia. La logística tiene dos componentes esenciales: espacio-tiempo, y el principal alimento de la burocracia es el tiempo. La logística es un sector que puede emplear una gran cantidad de mano de obra y que requiere especialización.

La reforma del Estado, en particular las alianzas con empresas privadas, no es sólo un problema de capital, es sobre todo la necesidad de incorporar capacidades, tecnologías, conocimientos y un clima de sana competencia que eleve el nivel de gestión de nuestras empresas para poder competir. Que reduzca drásticamente la burocracia. Solas no lo lograrán.

El principal impulso al sector de la logística, será la forestación (con ENCE o sin ENCE) y sus industrias conexas (celulosa y madera en sus diversas variantes), pero su impacto será mucho más amplio e incontenible. Cambiará la relación campo-industria e implicará un fuerte proceso de tecnificación en todos los procesos, además de transformarse en un importante productor de energía y requerir un amplio arco de industrias complementarias.

La logística es un enorme consumidor de energía. Y esto plantea otro gran problema, o mejor dicho un reto nacional para su desarrollo: el nuevo modelo energético nacional.

La revolución energética Para que el Uruguay pueda desarrollar el sector de la logística y otros sectores consumidores intensivos de energía deberemos producir una verdadera revolución energética. La palabra revolución desde que perdió los miedos de las auténticas revoluciones políticas se usa para todo. Nosotros nos referimos a un cambio profundo, radical. Porque esta eclosión en el aumento de los consumos coincidirá con el declive de las reservas del combustible tradicional: del petróleo y de su derivado preferido en Uruguay: el gas oil.

Si no cambiamos a fondo y ahora, simplemente no podremos. Ni satisfacer el actual nivel de crecimiento de la demanda, mucho menos una explosión como la que se avecina.

Se necesita una planificación desde el Estado, de carácter estratégica, una paulatina pero firme transformación de la matriz energética y una visión a largo plazo de las fuentes posibles y realistas de aprovisionamiento. Incluso con una seria mirada geopolítica.

Además de las expectativas tecnológicas (hidrógeno, energía solar) no deberíamos descartar ningún camino, incluyendo la energía nuclear a medio-largo plazo y sobre todo una explosión de la energía a partir de biomasa y otras energías renovables. También aquí necesitamos alianzas con el sector privado.

El campo en la nueva etapa Este requerimiento de bio masa producirá un enorme y profundo cambio en nuestra agricultura y en nuestro campo en general. Uruguay es el país con la más alta relación del mundo entre tierra productiva y habitantes. Allí tenemos una base, ¿cuál es nuestra debilidad? la variable agua, clima. No es una maldición, pensando a largo plazo la idea de utilizar de una manera distinta el agua a nuestra disposición, es un cambio fundamental. Fue la base de la explosión de la producción arrocera y debería ser con otras técnicas la base para la sostenibilidad de la agropecuaria. Sin el Estado esto es imposible. Asumiendo también los límites territoriales. No hay milagros la producción cárnica característica de nuestro país, tiene sus obvias limitaciones.

El otro sector clave en este desarrollo es la biotecnología, directamente asociada a la producción animal y agrícola. En el campo todos los cambios tecnológicos (máquinas, equipos, comunicaciones, software especializado) son importantes, pero la madre de todo es la biotecnología cuyo soporte es la tecnificación, por lo tanto acelera todos los demás procesos productivos y culturales.

La biotecnología en el Uruguay tiene una masa crítica de aplicación que le permite no sólo tener impacto en nuestra propia producción, sino exportarse y constituir un factor de inserción regional e internacional.

El debate sobre vacas contra computadoras es ilustrativo, puede ser espectacular, pero en realidad es marketinero pero parcial. Hoy la ganadería de punta y de alto rendimiento, así como la producción agrícola no puede concebirse sin el uso de las nuevas tecnologías, sin Internet, sin software especializado, sin electrónica. Y nadie inventó en el mundo un buen churrasco virtual, ni lo inventará.

Uruguay en un mundo de espectáculo Las causas son múltiples pero lo cierto es que a pesar del terrorismo global, de los tsunami, de muchos otros factores, el turismo sigue creciendo a nivel planetario. Los cambios políticos han dado un nuevo impulso a ese crecimiento geométrico. Millones de nuevos viajeros se incorporan todos los años. El sur del continente americano es un destino lleno de posibilidades. A ello se agrega la base tradicional de nuestros vecinos. Arriesguemos nuevamente: el turismo crecerá exponencialmente en todas sus variantes: diversión, espectáculo, salud, congresos, etc.

Uruguay tiene una base excelente, pero lejana a sus reales posibilidades. No se trata sólo de vender lo que tenemos sino imaginar lo que podemos ofrecer con gran creatividad en un mundo donde lo que se vende es espectáculo, es seguridad, son servicios. Hay producciones que por su valor exportable pueden parecer pequeñas pero tienen un impacto en la imagen país y un retorno en el turismo muy importante. El caso más claro es el del vino de calidad. El único producto con marca país que llega a los hogares de decenas de países en el mundo.

La planificación territorial y urbanística en nuestros principales centros y zonas turísticas también requiere de una combinación de esfuerzos privados y estatales y un alto nivel de inversiones a corto y mediano plazo. Uruguay tiene otra relación extremadamente favorable para el turismo: baja densidad de población, grandes espacios abiertos para desarrollar, y la posibilidad de proyectos en el área de puertos deportivos, de canchas de golf y de parques temáticos, del circuito de turismo enológico que recién estamos rozando.

El turismo está emparentado con las industrias culturales, la producción de sensaciones. Porque podría y debería producir para un público variado, nacional e internacional. El Teatro Solís es hoy un factor de atracción turística en la región. Es un horizonte inmediato, pero las recientes producciones cinematográficas en territorio nacional una mayor tradición en la producción publicitaria demuestran que las posibilidades existen.

No es ningún sacrilegio pensar, planificar, organizar la producción cultural a partir de su impacto también en la economía y no sólo en el alma de nuestra gente.

Las tecnologías de la información concebidas de manera amplia, no sólo circunscriptas a los aspectos específicos del software o del hardware, integran o deberían integrar las industrias culturales. En el propio software donde Uruguay tiene una base aceptable, cada día más hay que integrarlas a un sistema donde también se incluyen aspectos relacionados con los contenidos y con innovaciones que van más allá de lo puramente tecnológico. Tomemos por ejemplo la educación a distancia o los video juegos. Si nos dormimos en los laureles repitiendo que ocupamos el primer lugar en el continente en exportación de software, podemos despertar de una fuerte cachetada de la realidad. Necesitamos un nuevo impulso conjunto desde la industria, desde el sector académico y del Estado. Hay empresas privadas que en estos días nos han dado ejemplos de su capacidad de convocatoria internacional, con 3000 personas participando en el encuentro organizado por Genexus.

La competencia solidaria Ningún país ni siquiera el más poderoso de la tierra puede especializarse en todo. Elige, define prioridades. Uruguay debe ser todavía más exigente. Por tamaño, por niveles de competencia y complementariedad con nuestros vecinos. Lo que deberíamos especializarnos es en la formación de clusters, en asociar empresas, capacidades e inteligencia para poder competir, innovar y producir.

Hay sectores en que las grandes empresas ocuparán necesariamente un lugar muy destacado, por ejemplo en la industria maderera y de celulosa, pero hay sectores donde sin la formación de clusters no tenemos perspectivas: por ejemplo en la producción vitivinícola, en la producción cultural, en la electrónica y hasta en la biotecnología.

Los servicios de logística son otro ejemplo donde la cooperación empresarial potencia todas las condiciones y oportunidades, lo mismo en el sector turismo.

Comenzar esta nota refiriendo al debate sobre socialismo y capitalismo para concluir haciendo una propuesta prospectiva sobre los sectores claves para nuestro desarrollo puede parecer reducido, limitado. En realidad la izquierda debe hoy aceptar el desafió de opinar también sobre las líneas posibles de nuestro proyecto nacional de desarrollo, que en definitiva es capitalista. Cualquier proyecto social y político diferente, alternativo, debe partir del desarrollo pleno de las fuerzas y capacidades productivas y no del nivel parasitario y enclenque de nuestro desarrollo actual.

Prospectar una sociedad más justa, invertir la tendencia a la fractura social a partir de instrumentos múltiples, desde la asistencia del estado, hasta la educación, la salud, la cultura y sobre todo el trabajo, sólo se puede hacer desde un país en desarrollo. Y ello es posible más allá del tamaño de las naciones, depende de su inteligencia, y esta se expresa en particular en su capacidad de imaginar el futuro y trabajar duro por él.

La estructura social, los intereses en juego, las relaciones de poder dentro del país y su relación con la región y el mundo se definen a partir de nuestra estructura económica, de sus fortalezas y debilidades y sólo a partir de allí – y no del voluntarismo o de la invocación milagrosa de la utopía – es que se puede construir en otra etapa un proyecto alternativo, una forma diferente y más justa de organizar a la sociedad. Partiendo siempre de la realidad y de nuestra capacidad de mirar con valentía y audacia el futuro. Nadie nos dará una garantía o un seguro de éxito. Está en nuestras manos, en nuestra inteligencia y en nuestro estado del alma.

El autor es periodista y coordinador de Bitácora. Uruguay.

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