Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En 1937, en plena Guerra Civil española aviones [alemanes e italianos en apoyo, N.d.T.] del General Franco, bombardearon durante casi cuatro horas Guernica, la capital cultural e histórica vasca. La ciudad fue arrasada, mataron a unas 1.600 personas, entre ellas numerosos niños. El crimen espantó al mundo. ¿Podía existir alguien que bombardeara a niños?
Podría argumentarse, desde luego, que «el mundo» que se espantó fue, esencialmente, el mundo blanco, ya que por primera vez en la historia del bombardeo aéreo, los bombardeados fueron niños blancos. Las potencias europeas habían estado bombardeando despiadadamente durante décadas, incluyendo a niños, en los países no-blancos en África y Asia. Lejos de espantarse, el mundo blanco ni siquiera se dio cuenta.
Sea como sea. El hecho es que el bombardeo de Guernica espantó al mundo. De ese espanto y horror emergió el cuadro de Pablo Picasso. Podría argumentarse, de modo bastante convincente, que el Guernica de Picasso se ha convertido en el cuadro mejor conocido del Siglo XX, una especie de Mona Lisa contemporáneo, reconocible instantáneamente en todo el mundo.
Mona Lisa
La Mona Lisa representa un mundo en el umbral de la modernidad. Un mundo que emerge de la edad oscura de semi-esclavitud que fue el feudalismo, que iba hacia la dudosa libertad del capitalismo. Un mundo en el que el individuo ganaba una identidad, pero una identidad que cayó casi instantáneamente en la crisis.
La Mona Lisa es un retrato de un individuo, y tal vez sólo sea adecuado que no estemos seguros de la identidad de ese individuo. Sus ojos parecen algo enrojecidos, y su sonrisa enigmática, situada a media luz, una sonrisa a medias al final de un día de llanto o, con más probabilidad, en la víspera de una larga noche de llanto.
Guernica es esa noche. La noche de la guerra. La noche de la destrucción injustificable. El cielo no tiene sol, sino una lamparilla eléctrica; la lamparilla, sin embargo, no tiene luz. Guernica es descolorido, monocromático. El caballo y el toro evocan España destrozada, pero simultáneamente la tragedia de toda la humanidad, como a través de toda la historia. Por lo tanto la imagen es simultáneamente contemporánea e intemporal. Lo dice todo el que para representar el horror de la guerra, posibilitado por las tecnologías modernas de destrucción, Picasso haya utilizado sólo un elemento tecnológico en su pintura, la lamparilla eléctrica que observa inexpresivamente la destrucción, como el ojo de un ciego.
¿Dónde está Guernica en nuestros días? En Afganistán, en Iraq, en Líbano, en otros sitios. Hay Guernicas en el mundo, no en lienzos.
Con tantas Guernicas en todo el mundo, y cuando su horror visita nuestros salones todas las noches a través de la televisión, ¿dónde está el Picasso de nuestros días, y dónde está el Guernica actual?
No quiero decir que la gente ya no se indigne. No quiere decir que los artistas ya no expresen nuestra indignación. Pero no cabe duda de que algo ha cambiado.
Como todos los grandes artistas, Picasso fue un personaje complicado, y sin duda quiso decir muchas cosas diferentes para cada tipo de persona. Las interpretaciones de su trabajo, sus motivaciones y significados variarán, y los eruditos y los historiadores, para no mencionar a los biógrafos, continuarán disputándose al respecto.
Hay dos puntos, sin embargo, en los que probablemente habrá un amplio consenso: Primero, que Picasso, un revolucionario del arte, fue también considerado un político radical, un personaje de izquierdas. Por cierto, continuó siendo un miembro del Partido Comunista Francés hasta su muerte. No es por coincidencia que tanto Guernica, el cuadro contra la guerra más reconocido, así como el símbolo universal de la paz, la paloma blanca, hayan sido creaciones suyas. Por cierto se consideró radical. En una declaración a las Nuevas Masas dijo:
«Me enorgullece decir que nunca he considerado la pintura como un acto de encanto, de seducción o de distracción. Quise – a través de la pintura y del dibujo, ya que son mis armas – penetrar, avanzar, cada vez más cada vez más lejos, en el conocimiento del mundo y de la humanidad. .. Y soy consciente de que siempre he luchado a través de la pintura como revolucionario comprometido.»
Segundo, que Picasso fue uno de los pintores más comerciables de su tiempo – se dice que ya era millonario al llegar a mediados de la veintena. Por cierto, – uno de sus cuadros fue subastado por unos 104 millones de dólares hace un par de años, otro por 95 millones a comienzos de este año.
Picasso fue, por lo tanto, un «revolucionario comprometido» así como el pintor más exitoso de la historia.
El problema, y los dilemas que encaran los artistas de la actualidad son, de cierto modo, sin precedentes. En primer lugar, el hecho mismo de que la guerra, junto con toda clase de violencias varias, entran hoy a nuestros salones, las convierten en algo normal, mundano, menos horrible. Aún más. Se gastan millones de dólares para, en los hechos, estetizar la guerra y otras violencias. ¿Cómo se corta a través de esta masiva estetización? ¿Cómo se logra que la guerra y la muerte y la devastación sean de alguna manera tangibles? No significa que no importa lo que hagas, cualquier representación de los horrores de nuestros tiempos termine por estetizar esos mismos horrores, y nos convierta en voyeurs? Olvidemos a Hollywood o a Bollywood, incluso Greenpeace ha producido un libro de mesa, de impresión exquisita, sobre Bhopal.
Un segundo problema, relacionado, es que el mercado se ha hecho mucho más omnipresente que nunca. Lo que hace el mercado a los pobres y desposeídos está evidentemente a la vista.
Sólo en la región Vidarbha de Maharashtra, más de 1.000 agricultores se suicidaron en el último año, cada uno de ellos como resultado del endeudamiento resultante de la integración de la agricultura india a los precios mundiales. El mercado no es sólo omnipresente, también es centralizado y monopolizado en grado sumo. Como alumnos, leímos sobre la guerra de Plassey, librada a mediados del Siglo XVIII por la British East India Company para conseguir el derecho de extraer ingresos de Bengala. Iraq fue ese tipo de guerra, librada para el beneficio privado de un puñado de corporaciones gigantes.
Pero lo que el mercado hace a las imágenes y a los símbolos no es menos aterrador. Existe apenas un símbolo radical en la actualidad que no haya sido explotado y asimilado por el mercado. El Che, el revolucionario quintaesencial, es en la actualidad una imagen en una etiqueta de vodka, un icono puro, una alusión vagabunda sin una denotación correspondiente.
El ataque más feroz, sin embargo, ha tenido lugar contra la idea misma de la verdad. Por una parte, el postmodernismo ha reducido cada evento a un «texto», que puede ser leído de una manera por ti y de otra por mí. O, para decirlo de modo más preciso, ya que toda la realidad tiene de por medio el lenguaje, hay sólo un lenguaje disponible y no la realidad sin intermediario para su interpretación y análisis. Se podría argumentar que es como decir que no existe una realidad, pero desde luego el postmodernismo no lo dice realmente. Si Nietzsche dijo genialmente que Dios está muerto, en la actualidad los principales filósofos de Occidente dirían que la Verdad está muerta.
Por otra parte, la verdad ha sido hecha más y más opaca, inasequible, insondable, precisamente por las tecnologías que supuestamente nos dan acceso directo a ella. Las imágenes de la guerra, aparentemente «vivas,» son en realidad escenificadas, amañadas y censuradas utilizando un millón de maneras diferentes antes de que nos son presentadas.
O consideremos los eventos vistos más a menudo en la televisión viva en los últimos tiempos: el ataque de las torres del World Trade Centre por aviones comerciales, y el cabezazo de Zinedine Zidane en la final de la Copa del Mundo. Después de un millón de repeticiones, vistas por mil millones o más de personas, después de resmas y resmas de impresiones gastadas para presentarnos lo sucedido, ¿no es sorprendente que lejos de penetrar en la verdad, parecería como si con cada repetición, la verdad sólo se alejara aún más?
Mientras pintaba Guernica, Picasso dijo:
«La guerra en España es una reacción – contra la gente, contra la libertad. Toda mi vida como artista ha sido una continua lucha contra la reacción, y la muerte del arte. En el cuadro que estoy pintando – que llamaré Guernica – y en todo mi trabajo reciente, expreso mi horror ante la casta militar que ahora hunde a España en un océano de miseria y muerte.»
Si el ataque contra la verdad continúa constantemente, la «muerte del arte» de la que habló Picasso podría sobrevenir antes de lo que imaginamos.
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Sudhanva Deshpande es actor y director con Jana Natya Manch, y editor en LeftWord Books, Nueva Delhi. Para contactos escriba a: [email protected].
http://www.zmag.org/sustainers/content/2006-10/11deshpande.cfm