Gayatri Chakravorty Spivak está considerada como una de las teóricas más influyentes en el pensamiento contemporáneo. Nacida en Calcuta en 1942, se trasladó a Estados Unidos a mediados de los años sesenta para realizar su doctorado en Literatura Comparada. Desde entonces, una sólida trayectoria académica la sitúa como una de las voces críticas más reconocidas […]
Gayatri Chakravorty Spivak está considerada como una de las teóricas más influyentes en el pensamiento contemporáneo. Nacida en Calcuta en 1942, se trasladó a Estados Unidos a mediados de los años sesenta para realizar su doctorado en Literatura Comparada. Desde entonces, una sólida trayectoria académica la sitúa como una de las voces críticas más reconocidas actualmente. Su obra se distingue por un amplio abanico de intereses y de influencias de entre las cuales deben señalarse la deconstrucción, el marxismo, el feminismo, el psicoanálisis y la pedagogía, aunque es en el ámbito de los estudios postcoloniales donde su influencia se revela como más destacable.
Su trabajo ha sido calificado a menudo como heterogéneo y fragmentario. Heterogéneo tanto en sus intereses como en la defensa de una realidad postcolonial en sí dispar e imposible de homogeneizar. Fragmentario, porque su obra, deudora de la deconstrucción y del psicoanálisis, se resiste a la posibilidad de una representación total y totalizante. Una obra heterogénea y fragmentaria Para esta autora hindú afincada en Estados Unidos, el sujeto postcolonial es heterogéneo de múltiples maneras pero, en cualquier caso, se trata de una categoría atravesada por el género. En efecto, he aquí una cuestión crucial que insiste a lo largo de toda su carrera: interrogar, buscar, construir el lugar del sujeto postcolonial de género (gendered postcolonial subject). En este sentido, aunque sus lecturas e interpretaciones de textos literarios han tomado a menudo el punto de vista de la teoría feminista, Spivak ha puesto empeño en señalar los peligros de un individualismo feminista que repite e incluso exacerba el discurso postcolonial sin poderse sustraer a los efectos de su poder.
En uno de sus artículos más famosos «Three Women’s Texts and a Critique of Imperialism», relee la novela de Charlotte Brönte Jane Eyre a la luz de una nueva interpretación del papel de la primera mujer de Rochester, la criolla Bertha Mason, en contra de las propuestas canónicas de la crítica feminista. Así, en lugar de ver en Bertha Mason un álter ego de la protagonista, Spivak señala que este personaje no puede entenderse al margen de la «violencia epistémica» del discurso del imperialismo decimonónico. La supuesta liberación de la protagonista, Jane Eyre, tiene en la novela como necesaria contraparte la «animalización» del sujeto «nativo». Pero además de heterogénea, la obra de Spivak ha sido calificada de fragmentaria. En parte, ello se debe a que su trabajo se resiste a ser apropiado por ninguna escuela de pensamiento, aunque ella misma se considere en deuda con varias de ellas. Sus filiaciones teóricas no pueden ser calificadas de menos que de complejas. En primer lugar debemos señalar la importancia que ella misma tuvo en la difusión de lo que en Estados Unidos se denominó la teoría literaria francesa -principalmente la deconstrucción- ya que en 1976 tradujo al inglés la obra de Jacques Derrida, De la gramatología, texto clave para entender la llegada de este filósofo a la academia norteamericana.
Desde entonces, Spivak ha reivindicado la utilidad de la deconstrucción y, a diferencia de aquellos que la califican de práctica textual y textualista difícilmente politizable, nuestra profesora ha insistido en que las estrategias deconstructivistas permiten el análisis así como la crítica de las condiciones de posibilidad del discurso colonial. Por ello recurre a la deconstrucción para demostrar que cualquier narrativa es en sí misma un nudo retórico que se debe leer a contracorriente, mostrando así lo que el texto silencia u oculta, lo que permanece opaco aunque profundamente significativo. Sus análisis literarios, cuyo proceder también debe mucho al psicoanálisis, buscan en lo más marginal, en lo intersticial de cada texto, aquello que sostiene su valor más puramente ideológico, donde se produce y reproduce el discurso colonial. Spivak utiliza la deconstrucción en un sentido político y en una doble dirección; por un lado para desenmascarar las estrategias del poder colonial y, por otro, para trazar, siguiendo su propia expresión, los itinerarios del silencio de los sujetos que han quedado escritos fuera de la historia. No se trata, pues, de darle la vuelta al discurso colonial, lo cual no sería sino otra manera de reforzarlo, sino de mostrar sus ángulos ciegos, su propia opacidad, para permitir nuevas vías de negociación y de crítica.
A diferencia de otros teóricos de los estudios postcoloniales que ejercen una dura crítica de los presupuestos culturales de Occidente, Spivak no reniega de una posición ambivalente, ya que se siente en ambos lados del espectro: el colonial y el de la metrópolis. Así, se denomina europeísta sin ambages y aboga por estrategias de negociación para subvertir el discurso colonial. La deconstrucción le permite asimismo escapar a los peligros de lo que se podría llamar fundamentalismo postcolonial. Por ello, su idea de sujeto colonial no supone imaginar un sujeto puro anterior a la colonización que encarnaría la esencia de una supuesta civilización no contaminada. Ni mucho menos. Spivak es crítica con las políticas identitarias a las que concede solamente un margen «estratégico» de acción política, pero que deben ser inmediatamente puestas en cuestión. Se vale, pues de la noción de sujeto descentrado imposible de reducir a una idea de origen e incluso de pertenencia. El sujeto no es el resultado de una esencia pura, sino un efecto del discurso y, por tanto, siempre ya discontinuo. Se trata de un «efecto sujeto» más que propiamente de un sujeto, resultado de una constelación heterogénea de discursos. En este sentido, Spivak recurre a la idea lacaniana del sujeto como efecto de la inscripción del significante sobre el ser y a la idea de Foucault del sujeto como lugar de múltiples posiciones textuales. De manera que el sujeto nunca se puede atrapar de manera fija e inamovible, como lo pensarían las políticas identitarias. Por ello mismo, rechaza particularmente cualquier atisbo de «etnocentrismo al revés», de «nativismo», de «mala conciencia colonial» que supondría una nostalgia por un sujeto colonial mejor, más puro, más auténtico, que haría eco del buen salvaje, un sujeto mejor, en definitiva, que el sujeto occidental. La única concesión posible a lo identitario puede tener una orientación estratégica.
Últimamente ha acuñado el término sinecdoquizar para referirse a la posibilidad de un sujeto de elegir entre distintas formas de identificación con un objetivo político. Así, vestirse con un sari o con unos tejanos adquiere una vertiente política que permitiría, pongamos por caso, a una mujer reivindicar aspectos identitarios en determinados momentos. Spivak ha señalado que esta posibilidad de elegir identificaciones ad hoc está solamente al alcance de las mujeres de las clases medias y cultas, y que una forma de liberación de la subalternidad tendría que ver con la extensión de esta sinecdoquización a las clases más marginales. Sin embargo, este «esencialismo estratégico» deja sin tocar lo que constituye la estructura misma de la alienación del sujeto a significantes identitarios y sus efectos. Igualmente, cabría analizar más profundamente cuáles son las condiciones ideológicas actuales que hacen posible la existencia de identificaciones efímeras. El hecho de que ello sea posible en el caso de sujetos occidentalizados y no en aquellos que habitan sociedades más tradicionales indicaría que no se trata únicamente de una cuestión de clase, como Spivak sostiene, sino de la relación del sujeto con el discurso de una forma mucho más amplia y compleja.
¿Puede hablar el subalterno? La pregunta que Spivak lanzó en 1988, «¿Puede hablar el sujeto subalterno?» (Can the Subaltern Speak?) ha ejercido una influencia notabilísima en el campo de los estudios postcoloniales, y de los estudios culturales en general, en las dos últimas décadas. Probablemente se trate de uno de los artículos más citados en la crítica contemporánea. El término «subalterno» procede de las Notas desde la prisión de Antonio Gramsci para referirse a las clases subalternas, especialmente al proletariado rural. El grupo de estudios subalternos de Ranajit Guha (Subaltern studies group) lo utilizó desde los años ochenta para designar las clases rurales en la India. Su empeño epistemológico consistía en intentar recuperar la voz de los sujetos subalternos, que había quedado silenciada por la historiografía hegemónica, y forzar en esta última una crisis. El subalterno se constituía como el sujeto colonial pero también como un agente de cambio y de insurgencia.
El notorio artículo de Spivak «Can the Subaltern Speak?» se dirigía de pleno a los presupuestos de los estudios subalternos y apuntaba dos dificultades. En primer lugar, Spivak respondía que el sujeto subalterno no puede hablar porque no tiene un lugar de enunciación que lo permita. En segundo lugar, afirmaba que la mujer ocupa ese lugar radical por su doble condición de mujer y de sujeto colonial. El subalterno se constituía así como una figura de la diferencia radical, del Otro que no puede hablar no porque literalmente no pueda -es evidente que las mujeres en la sociedad tradicional india hablaban- sino porque no forma parte del discurso. El artículo generó una vasta polémica y la autora misma prohibió su inclusión en una compilación hasta poder aclarar lo que, a su parecer, habían sido confusiones causadas por algunas lecturas del texto. La crítica principal se dirigía al final del artículo en el que Spivak ilustra su argumento con el suicidio de una mujer, Bhuvaneswari Bhaduri, e interpreta y da sentido a su acto. Se le recriminó que eligiera una representante de la elite burguesa y nacionalista como ejemplo del subalterno, en clara contradicción con otra definición suya de subalternidad que incluiría solamente las clases marginales. En segundo lugar, se le reprochó que ella misma restaurase la conciencia del subalterno y ofreciese una interpretación del acto de Bhuvaneswari Bhaduri, como si fuera capaz de desvelar el sentido y la verdad de su suicidio, en clara contradicción con el argumento de que el subalterno no puede hablar.
El concepto del subalterno de Spivak fue criticado también por su relación confusa con la agencia. La crítica ha señalado que el término parece hacer referencia a un Otro radical que no sería accesible de ninguna manera, una especie de página en blanco que no puede ser incluida en el discurso. En este sentido, el subalterno sería más una categoría conceptual, por así llamarlo, que una designación subjetiva, ya que es difícil sostener que las mujeres en sociedades coloniales puedan haber estado radicalmente al margen de los discursos patriarcales y hegemónicos. De este modo, el subalterno quedaría atrapado en el silencio de manera irremediable, así como su condición misma de posibilidad. A estas críticas, Spivak ha respondido con otra noción del subalterno como la mujer del Tercer Mundo que no puede hablar porque no existen las condiciones discursivas para que sea así, pero que, en cualquier caso, debería ser de otro modo. De manera que en sus últimas intervenciones, Spivak se ha esforzado en señalar que se trata de trazar un itinerario del silencio para que el subalterno pueda acceder a un lugar de enunciación que haga posible que su voz sea escuchada. De ahí también su interés en la pedagogía, como práctica y como política. Spivak ha trasladado su trabajo a menudo a la India y recientemente a la China rural, para buscar maneras de hacer oír las voces subalternas, y se interroga sobre cómo abrir espacios que den lugar a nuevos lugares de enunciación. Su trabajo no se deja paralizar por las dificultades, sino que, todo lo contrario, éstas son incluidas en la búsqueda de nuevas respuestas a los retos de la sociedad contemporánea.