No fue un recurso retórico dividir mi ensayo de 1974 en dos acápites: «La revolución y Guiteras» y «Guiteras y la revolución». Al inicio del segundo me he explicado[1], y lo sintetizo aquí para no repetirme en extenso: en el verano de 1933 Guiteras era un producto muy notable de la Revolución del 30, con […]
No fue un recurso retórico dividir mi ensayo de 1974 en dos acápites: «La revolución y Guiteras» y «Guiteras y la revolución». Al inicio del segundo me he explicado[1], y lo sintetizo aquí para no repetirme en extenso: en el verano de 1933 Guiteras era un producto muy notable de la Revolución del 30, con su concepción revolucionaria ya formada; en la coyuntura abierta al convocarlo al Gobierno del 10 de septiembre, se lanzó a tratar de convertir aquel proceso en una revolución socialista de liberación nacional. Dos experiencias prácticas lo esperaban: la del Gobierno «de los cien días» y los dieciséis meses tratando de mantener la resistencia y organizando el instrumento político militar para desatar una revolución, tomar el poder y emprender el camino del socialismo, el tiempo de Joven Cuba. En esos veinte meses finales de su vida, Guiteras se comporta como un comunista, aunque él no se identifique como tal, y aun si en aquel momento en Cuba ese apelativo solo se aplicaba a los miembros del Partido Comunista (PC). Si hoy puede resultar inusual llamarle así es solamente porque después que la revolución socialista de liberación nacional triunfante en Cuba en 1959 convirtió en algo natural comprender qué es un comunista y cómo este proviene de una lucha y unas ideas comunistas, y no de una organización determinada, la cuestión volvió a oscurecerse en la ideología estructurada durante una etapa prolongada, cuyos efectos se sienten todavía.
La decisión de Guiteras de hacer irrumpir en el terreno de los hechos la revolución contra el capitalismo y el imperialismo se hizo muy expresa desde mediados de noviembre. La contrarrevolución había sido derrotada en las jornadas del 8 y el 9, pero Batista no pudo ser depuesto en la reunión del día 3, y era lógico que apurara su conspiración con el embajador y se granjeara su confianza haciéndose campeón de la ley y el orden contra toda protesta proletaria o popular. Y el Directorio Estudiantil Universitario (DEU) se había disuelto. Entonces, Guiteras profundiza en iniciativas legales y en hechos que propendan a cambios de las relaciones sociales – «socialismo del Estado»[2] -, en sus intentos de hacer una reforma agraria radical y con cooperativas apoyadas por el Estado[3], y de crear fuerzas armadas populares frente al poder de Batista. Divulga esa orientación en los medios, y reclama en el Gobierno la necesidad de concientizar a los trabajadores, los militares de fila y la masa del pueblo en sentido revolucionario, en el ataque a los monopolios y el enfrentamiento al imperialismo[4]. Aumenta la polarización entre Palacio y Columbia. Guiteras se torna prácticamente un primer ministro a los ojos de todos, antimperialista y de tendencia socialista; los moderados se alejan de él y retroceden o no saben qué hacer, y el gobierno entra al fin en su crisis final.
En aquella coyuntura, los políticos y los formadores de opinión servidores del sistema tratan de aislar y devaluar la actuación y la personalidad de Guiteras, acusándolo de comunista o de incendiario, sembrador del caos. Pero lo cierto es que crece mucho su prestigio, entre los revolucionarios y ante miles de personas sencillas que lo identifican como defensor del pueblo y de la nación. Recojo algunos juicios acerca de él. «Grau está completamente dominado por los peores elementos de su gobierno» -informa Welles-; «su nueva tentativa para buscar una transacción responde a un plan del Secretario de Gobernación… para un nuevo golpe que sustituya a Grau y el actual gabinete por un Gobierno dictatorial compuesto exclusivamente por elementos de extrema izquierda»[5]. Cuando Caffery apoya la destitución de Grau, comprende que la opción es Mendieta o Guiteras: «el único otro sector que tiene posibilidad de alcanzar el poder es la extrema izquierda», escribe el 14 de enero; y el 15: «Guiteras es, desde luego, un candidato fuerte»[6]. La embajada británica informa a Londres que Guiteras es el líder del ala radical del gobierno, y que insiste en que el único modo de sobrevivir es moverse hacia la izquierda y hacer alianzas con los sindicatos y con los comunistas[7]. La obra Problemas de la nueva Cuba[8] es el fruto, a mi juicio, de un extraordinario esfuerzo investigativo destinado a colaborar con la reformulación de la hegemonía imperialista y burguesa en Cuba, y a evitar una nueva revolución. Por eso no es extraño que insista en afirmar que la política social del gobierno de Grau era un gran esfuerzo nacionalista dirigido contra el comunismo. Y que aunque registra al menos dieciocho menciones a Grau, no menciona a Guiteras ni una vez.
El 14 de enero de 1934, su último acto dentro del gobierno es casi un símbolo: le plantea a la Agrupación Revolucionaria que le acepte la renuncia a Grau y lo nombre a él presidente de la república[9]. Por el camino de la insurrección había madurado su antimperialismo y había abrazado el ideal socialista; al participar en un gobierno que no era anticapitalista les mostró a todos que la política revolucionaria está obligada a ir siempre más lejos que lo posible, y llevó a la práctica una experiencia histórica de liberación. Ahora reclama a los pequeños y a los timoratos que luchen, que él está dispuesto a guiarlos. Enseguida se va a La Punta, a tratar de sublevar a la Marina, e intenta desatar una huelga general revolucionaria. Después, «a empezar otra vez», a preparar la futura insurrección.
Para Guiteras, es la praxis revolucionaria la que creará el socialismo en Cuba, pero no olvida dejar claras las ideas que deben orientar esa praxis. Por eso coloqué como epígrafe al inicio de este ensayo los párrafos finales de su retadora declaración a la prensa del 20 de enero, que invito a releer[10]. En ella certifica su posición y las razones que tuvo para ser ministro en el Gobierno Provisional. Denuncia que el gobierno cayó por un golpe de Estado urdido por Batista -al que califica de «espíritu reaccionario» -, para implantar una dictadura militar, sojuzgada por EE.UU., golpe que también fue consecuencia de la radicalización del gobierno[11]. Guiteras deja una puerta abierta a sectores militares al manifestar que él no había creído que los Jefes de Distrito (provincias) y la mayoría de los nuevos oficiales se hicieran cómplices del golpe, «por ignorancia o deseo desenfrenado de la Paz», pero confía en que descubrirán el engaño en que cayeron y volverán al camino de la revolución. A pesar de todo, dice, el Gobierno Provisional cumplía su función de vehículo de «un programa mínimum», que paulatinamente creara las condiciones para enfrentar «la inmensa tarea de la Revolución Social». Y termina con una tajante identificación comunista del enemigo y del objetivo de la lucha: crear un poder para los obreros y campesinos, contra los capitalistas nacionales y extranjeros.
Dos meses después escribe el artículo «Septembrismo», para terciar en los criterios que se vienen dando en los medios acerca de los eventos y las ideas del 4 de septiembre y del Gobierno Provisional. El alcance de este texto es muy superior a sus circunstancias[12], y paso a comentarlo -y añadir mis criterios-, porque me parece esencial para el conocimiento del pensamiento de Guiteras.
«Septembrismo» no contrapone argumentos a los de otros autores de los textos recientes que lo han motivado, como es usual en las polémicas; es una exposición positiva de las ideas del autor. Sitúa al Machadato como la consecuencia más lograda del régimen de la república de 1902 y pasa de inmediato a uno de sus temas centrales, el de la organización revolucionaria. Afirma que los núcleos formados durante el proceso de combates contra la Tiranía tenían sus identidades, pero se parecían en que se formaron solo con el fin de derribarla, no para volverse capaces de conducir una insurrección y emprender una nueva construcción social desde el poder. Quien tratara de adquirir esa calidad no debió temer una toma de distancia respecto a las demás organizaciones, y «hacer una labor de propaganda y conspiración»[13]. Esa apuesta, «que hubiera debilitado el frente antimachadista, hubiera creado y fortalecido, sin embargo, un frente revolucionario en la gran acepción de esta palabra».
Entiendo que esta primera definición de una estrategia acertada para un núcleo revolucionario que emprende una primera fase de su acción-organización, en un medio de lucha en que la dominación ha perdido su legitimidad, incluye tácitamente una valoración crítica de Guiteras acerca de Unión Revolucionaria y sus límites, pero sobre todo enuncia un postulado de enorme importancia general, que fue seguido en su momento por el Movimiento 26 de Julio. No creo que influyera en esa estrategia acertada de los años 50 la lectura de «Septembrismo», pero sí que Fidel y sus compañeros asumieron la extraordinaria acumulación cultural revolucionaria de la Revolución del 30, en la cual Guiteras tiene un lugar tan destacado.
El antinjerencismo – «los que no aceptamos la intervención de Washington» – produjo la primera división trascendente entre los opositores al régimen. Los antinjerencistas se separaron y se opusieron a los demás, antes y después de la caída de Machado. El motín de las bases del Ejército y la Marina resolvió la pugna en el interior de esa institución, «pero el gobierno de Céspedes, impopular y débil… cayó también, arrastrado por la enorme ola». Los antinjerencistas que colaboraron en el golpe, y los que acudieron después, le dieron contenido político general al movimiento de la tropa, y adoptaron en principio el programa del DEU[14]. Aquí Guiteras da una breve explicación de cómo fue nombrado en tan alto cargo; con modos modestos expresa que era un independiente, y que fue por sus méritos, no por amiguismo. Y pasa de inmediato a otra cuestión central: combatir a la reacción fue duro, pero más difícil era convertir el golpe «en una revolución antinjerencista y, sobre todo, determinar hasta dónde llevar el antinjerencismo».
Entonces se produjo la segunda división en el campo de la revolución -mucho menos tajante y precisa cuando sucedió que la primera, pero mucho más determinante-, a partir de la opción de defender solamente el principio de no intervención, o «ir forzosamente hasta la raíz de nuestros males, el imperialismo económico». Guiteras vino al gobierno a conducirlo hacia la segunda opción, que implicaba una nueva fase superior de la revolución. Para eso necesitaba la subversión por la praxis y una base social que rápidamente se apoderara de su papel de sujeto político de la revolución. Emprendió lo primero, sintetizado en «los decretos que como enormes martillazos iban rompiendo lentamente esa máquina gigantesca que ahoga al pueblo de Cuba», «los decretos que atacaban más duro al imperialismo yanqui». Al asestar con decisión golpes contra aspectos centrales del sistema de dominación «aparecían en escena para combatirnos todos sus servidores nativos y extranjeros». Eso era natural. Pero no existía un bloque político dentro del Gobierno, la Junta de Columbia y las Fuerzas Armadas, con cohesión y fuerza suficiente para respaldar y desarrollar la acción antimperialista. El pequeño grupo que formaban Guiteras, los secretarios Ángel Alberto Giraudy -del Trabajo-, Miguel A. Fernández de Velazco -de Comunicaciones- y casi al final José A. González Rubiera -Instrucción Pública-, varios Subsecretarios, nuevos oficiales del Ejército y la Marina y una pequeña legión de colaboradores abnegados que en buena parte venían de organizaciones de lucha directa contra Machado, realizaron una práctica política y administrativa extraordinaria, pero no contaron con el mínimo de instrumentos y cuadros idóneos para ejecutar las medidas, organizar las fuerzas y multiplicar la conciencia, y convertir al gobierno en un verdadero poder revolucionario[15].
En la primera división, los que se excluyeron tenían futuro, mientras los mediacionistas aspiraban a un continuismo sin posibilidades. La segunda división atañía a un asunto decisivo: si la política radical y la rebelión social podían unirse y vencer a sus enemigos, y realizar una revolución de liberación nacional y social en Cuba. Es decir, atañía al alcance de la revolución. La acción dirigida por Guiteras y las ideas que ella encarnaba produjeron realidades nuevas, pero no alcanzaron la fuerza mínima necesaria para sostenerse y avanzar. Para la mayoría de los que actuaban en la vida pública cubana en 1933, reitero, todavía era impensable la independencia completa frente a EE.UU.; el colonialismo mental los corroía en mayor o menor medida. Guiteras pinta la deserción progresiva de los derrotistas dentro del propio campo «septembrista», los que no concebían la existencia de un gobierno cubano sin el reconocimiento del norteamericano, los que temían que no compraran más el azúcar, o que nos invadieran, «los místicos del reconocimiento, con Batista a la cabeza, que habían retrocedido aterrados ante la verdadera revolución que por primera vez veían en todas sus luces.» Me parece justo añadir también a nacionalistas que creían a Guiteras demasiado cercano al comunismo, y al gran poder de disgregación que tienen las posiciones personales y de pequeños grupos cuando no está en marcha un proceso poderoso de unión política[16].
Guiteras no menciona en «Septembrismo» la rigurosa oposición que hizo el PC, ni lo perjudicial que resultó no poder atraer al movimiento organizado que se afincaba en la rebelión social; es lógico pensar que él creyó que si ese movimiento se convertía en un sujeto político y se aliaba al ala radical del gobierno, podrían entre ambos forzar el rumbo hacia una revolución profunda. Esa ausencia en su texto es intencional: Guiteras no hacía referencias públicas a aquellos hechos, seguramente para facilitar futuros acercamientos. En su lugar, hace aquí una declaración rotunda: la acción antimperialista y «la beligerancia reconocida al proletariado… era para nosotros toda la Revolución» (…) un movimiento que no fuese antimperialista en Cuba, no era una revolución. Se servía al imperialismo yanqui, o se servía al pueblo, pues sus intereses eran incompatibles.» No confunde, por tanto, el alcance y los límites de su experiencia en aquel gobierno: el poder que tuvo y utilizó era solo un «instrumento para hacer la revolución, por esto no nos arredramos ante la posibilidad de perderlo».
Vuelve ahora sobre su tema inicial, el de la organización revolucionaria, pero ya con una definición madura del partido revolucionario: «una revolución solo puede llevarse adelante cuando está mantenida por un núcleo de hombres identificados ideológicamente, poderoso por su unión inquebrantable, aunados por los mismos principios». El gran tema de la mundialización política del comunismo, con el cual tuvieron que enfrentarse Lenin y sus compañeros, con el que se estaba enfrentando entonces Mao, está aquí, totalmente desplegado. Insurrección, partido y frente revolucionario, poder, son conceptos fundamentales a desarrollar para una teoría de la revolución contra el capitalismo en la época de llevar a la práctica las ideas marxistas a escala mundial, y esos conceptos deben relacionarse entre sí y ser útiles para las grandes tareas. Ellos van al encuentro de la estructura social, y no al revés; los revolucionarios anticapitalistas deben ser capaces de crear el carácter de la revolución, y no partir de un supuesto carácter de ella.
En modo alguno significa esto olvidarse de las clases sociales. Al contrario, solo desde las luchas de clases alcanzan las clases a tener un perfil definible y una realidad para la teoría y la práctica revolucionarias. El embrollo estructural y de relaciones externas resultante de la mundialización del capitalismo en los países colonizados y neocolonizados no puede ser resuelto con las ciencias y el pensamiento sociales sometidos a la hegemonía capitalista. Es un nudo gordiano que debe ser cortado por las ideas y las prácticas de los revolucionarios de este mundo colonizado y neocolonizado, para que pueda serle útil a estos pueblos y a la revolución mundial. El pensamiento de Guiteras ha logrado situarse en ese terreno nuevo. Por eso enfrenta con decisión la relación crucial a establecer entre la organización y el sujeto histórico de la revolución. Con Marx, cree en la centralidad de la política para que sea posible la revolución proletaria – «hacer una labor de propaganda y conspiración» -, cree en la necesidad de que el movimiento comunista le exija a la democracia que dé más de lo que podría dar bajo el capitalismo -es el sentido de su actuación en el Gobierno de Grau-, cree en la insurrección de masas como vía, y en la violencia como partera, que harán nacer, con el drama, a los actores capaces de crear el futuro. Con Lenin pone en acto toda esa teoría de Marx, y considera que el análisis de las realidades concretas es el centro del pensamiento revolucionario. Su punto de partida, entonces, es su país, neocolonizado pero con una maravillosa gesta nacional y un ansia inmensa de justicia social, es decir, Guiteras parte del potencial revolucionario de la cultura nacional[17]. Y con Lenin cree en la necesidad de una vanguardia política que violente la reproducción esperable de la vida social y propicie con sus actos y con el establecimiento de un poder revolucionario socialista los cambios de las personas y las relaciones sociales imprescindibles para emprender la transición socialista.
Las funciones de un verdadero poder revolucionario formarán parte en adelante de los acuerdos internos y del programa de la nueva organización que creará, y también de sus declaraciones públicas. Se trata de la estrategia que haga viable e indique al menos las líneas más generales de la obra de creación de una nueva sociedad, pero también de las prefiguraciones de esa sociedad, algo imprescindible a un ideal y un pensamiento que convocan a una aventura que exige tantos esfuerzos y tanta creatividad, y tiene sus fines puestos en un futuro que puede ser lejano. Tony ha puesto algo de ese material de sueños en el manifiesto que escribe en Holguín en los días en que, caído el Machadato, parece que hay que volver a empezar, y no sabe que dentro de dos semanas será el Secretario de Gobernación (recordar la nota 43 de este texto).
En la parte final de «Septembrismo», Guiteras enjuicia el valor histórico del evento reciente: «el gesto del gobierno de Grau no ha sido estéril». En dos sentidos lo entiende. El primero se debe a su táctica respecto a las fuerzas armadas, y en realidad es una invitación a los soldados a no conformarse «con el derecho a usar botas de oficial». No le hicieron caso. El segundo sí es muy importante: «mostró un mundo de posibilidades al pueblo de Cuba (…) esa posición erguida mostró a los revolucionarios el camino». Capaz de ver más allá de los avatares que culminarían en el afianzamiento de la dictadura y en su propia muerte, Guiteras comprendió el alcance histórico de aquellos hechos. En los 25 años siguientes quedó latente la audacia y la posibilidad: existió un gobierno cubano que se enfrentó abiertamente a EE.UU. y legisló a favor del pueblo. Las reformas sociales que en tantos países fueron ajustes desde arriba o frutos de negociaciones entre representantes de sectores, quedaron marcadas en Cuba por su cuna revolucionaria, las luces de las velas en Palacio, un ministro que siempre portaba una pistola y los cañonazos contra el «Nacional» y Atarés. El mismo año en que Villena vislumbrara desde New York las banderas rojas sobre las torres de los centrales, un gobierno cubano intervino varias grandes empresas de monopolios yanquis. La gesta fundacional de la nación y la república se renovó con las jornadas de la Revolución del 30, que añadió a la libertad el antimperialismo, la justicia social, más democracia y el ideal socialista. Como la de independencia, esta revolución también se sintió frustrada, pero dejó una herencia yacente extraordinaria, que trató de completarse mediante los ejercicios cívicos y una institucionalidad superior, y finalmente buscó su camino de realización mediante una insurrección.
«Septembrismo» concluye con una profecía que es a la vez una definición: «Esa fase de nuestra Historia es la génesis de la revolución que se prepara, que no constituirá un movimiento político con más o menos disparos de cañón, sino una profunda transformación de nuestra estructura económico-político-social». La revolución será el gran cambio de todas las estructuras fundamentales del país, implicará liquidar todo el poder de la burguesía y el imperialismo, y las relaciones sociales en las que ese poder se basa. Menos, no sería suficiente. Y se despide con la profesión de fe del revolucionario comunista, en la lengua nacional: «espero confiado el momento oportuno para nuestra liberación absoluta, que es la que responde al clamor de las masas que todo lo sufren, que todo lo padecen».
Guiteras no ha utilizado ninguna de las palabras que estaban entonces en boga en el arsenal teórico marxista, y, sin embargo, considero que los análisis y las tesis que expone en «Septembrismo» son los que suscribiría un marxista revolucionario que se esté sirviendo de la teoría, sin ataduras, para comprender la realidad y tratar de transformarla[18]. Al inicio dice que ha escrito el artículo en nombre de la realidad histórica. En 1935, aunque la Internacional Comunista (IC) ya está muy alejada de la posición revolucionaria y de los conceptos que Lenin y sus compañeros habían discutido en su 2º Congreso, celebrado en 1920, califica a Antonio Guiteras de «nacional-revolucionario» y -después de haberle orientado con tanta fuerza que hiciera lo contrario- le reprocha al PC cubano no haber sabido distinguir entre Tony y Grau San Martín, que ahora era un «nacional-reformista»[19]. Esa crítica forma parte de un proceso iniciado en América Latina con la reunión de partidos comunistas en Montevideo en octubre de 1934, de preparación del cambio de línea que proclamará la IC en su VII Congreso. Lo que subyace en el nuevo epíteto es la admisión de la «pequeña burguesía radicalizada» como sujeto que podría participar en la revolución; Guiteras sería un miembro distinguido de esa supuesta clase. Enredada en el peso muerto de la profunda deformación del marxismo consumada en los años 30, una zona muy amplia del pensamiento político repetirá hasta la fatiga durante las décadas siguientes conceptos vaciados del sentido que una vez tuvieron, como el de pequeño burgués, unas veces insulto y otras premio de consolación. Cuando el antimperialismo vuelva a tomar fuerza, a Guiteras se le celebrará haberlo sido en tan alto grado, y junto a su siempre reconocida valentía personal y capacidad de acción, será el «jefe del ala radical», revolucionario consecuente y hasta «hombre de izquierda», pero no socialista cubano, ni marxista, ni comunista[20].
En una entrevista de Guiteras a la revista Futuro, ocho meses después de «Septembrismo», valora con más libertad aspectos principales de la situación cubana desde el gobierno Grau hasta el momento, y ofrece sus criterios sobre problemas de hegemonía, antimperialismo, vanguardia política en la revolución, frente único de lucha, rasgos necesarios y forma de gobierno de un poder revolucionario, conciencia y poder. Si se adujera que el autor del texto no se declara expresamente marxista, habría que convenir en que sus declaraciones muestran una asombrosa congruencia con los análisis marxistas[21].
En el proceso histórico del socialismo en Cuba, Antonio Guiteras resultó el más cabal continuador de Julio Antonio Mella. Ambos encontraron el camino: antimperialismo intransigente, ideal comunista, insurrección armada, frente revolucionario y ganar en la lucha el derecho a conducir la creación del socialismo. Y ambos buscaron las vías para recorrerlo. Mella tuvo que alcanzar la grandeza de descubrir el camino cuando el país aún no se movía, y le tocaron la gloria y el destino del pionero; Guiteras tuvo la fortuna de comenzar sobre su huella, la rebeldía universitaria, y encontrar a continuación al pueblo humilde, a la gente de Cuba, sumergirse entre ellos y convertirse en dirigente revolucionario mientras el país entraba en erupción. El triunfo de Mella estuvo en trascender los límites del campo de la problemática de la república burguesa neocolonial y ser como un rayo en lo oscuro; el de Guiteras estuvo en ser protagonista de las tormentas en el centro de la crisis del sistema de dominación, comprender lo esencial del problema cubano y encontrar las vías y las reglas fundamentales que permitieran emprender la revolución socialista de liberación nacional, como si fuera un profeta, pero en vez de predecir, actuar y actuar incesantemente, como si tuviera el futuro al alcance de la mano.
En 1934-1935 Guiteras es uno de los políticos más activos del país, dirige una organización de lucha armada por la liberación nacional y el socialismo que cuenta con miles de miembros, gran influencia en la masa del pueblo y un programa muy avanzado. En realidad, él y Batista encabezan los dos polos políticos -revolución y contrarrevolución- en ese año y medio. Después, Guiteras resultaba -como Martí y Mella, como aquellos que han abierto caminos- tan superior a las circunstancias que cualquier ajuste posrevolucionario debía olvidarlo o neutralizarlo, o al menos recortar su significación y su mensaje en favor de la reformulación de la hegemonía de las clases dominantes y del nuevo orden social.
El pensamiento y la actuación de Guiteras configuraron el tipo de comunismo cubano procedente del encuentro de las luchas de liberación nacional con el socialismo, en las nuevas condiciones creadas por la crisis de la Primera República y por la Revolución del 30. Fue de los que más aportó al legado revolucionario que esta dejó, y además le añadió un símbolo y un ingrediente sintetizador de ideologías y necesidades cubanas que padecieron abandonos o anduvieron muy discordes durante las dos décadas siguientes: la personalidad más trascendente de aquel evento era un joven combatiente, dueño de ideas claras y muy radicales, antimperialista, socialista e insurreccionalista. No es asombroso que el movimiento de jóvenes del centenario martiano que desataron la insurrección de los humildes, por los humildes y para los humildes en los años 50 se encomendaran también a Antonio Guiteras cuando fueron al asalto del Moncada.
La Habana, 18 de noviembre de 2006
[1] «Guiteras y la revolución», en El corrimiento hacia el rojo, ps. 213-216.
[2] «…el doctor Guiteras definió su criterio con respecto a lo que debiera ser la orientación del gobierno: Socialismo del Estado. El joven Secretario de Gobernación quiere que se llegue cuanto antes a la reconquista de la riqueza, que el cubano tenga independencia económica, que es el basamento sólido en que puede descansar la independencia política. Pero el Estado no debe permitir que la propiedad reconquistada vuelva a las manos privadas, para evitar que se manifiesten nuevamente los vicios de la economía burguesa. Cuanta propiedad pase a manos del Estado, como consecuencia de esa orientación, debe ser retenida, con la finalidad de que llegue a tener el control total de la riqueza.» En Ahora, 23 de diciembre de 1933. Reproducido en Pensamiento Crítico núm. 39, ps. 280-281.
[3] Ver R. Whitney, ob. cit., ps. 113-114, y O. Cabrera, ob. cit., ps. 487-493.
[4] Antonio Guiteras: «Que en distintas ocasiones había hablado de tal necesidad de que el gobierno se trazara un programa y que ese programa fuese explicado ampliamente al Ejército y al pueblo para que supieran que era lo que estaban defendiendo, pues de lo contrario iban a creer que todo se reducía a cambiar un gobierno por otro». Ramiro Capablanca, Acta del Consejo de Secretarios de 15 de noviembre de 1933, tomado de O. Cabrera, ob. cit., p. 355.
[5] 7 de diciembre (en Pichardo, ob. cit., p. 139) Antes le ha llamado comunista (4 de noviembre), y el 2 de diciembre informa que Guiteras, con la Marina y dos de los cuarteles de La Habana, se apresta a eliminar a Grau y a Batista, si estos acuerdan con la oposición formar un «gobierno de concentración», e implantar «una dictadura de extrema izquierda». El día 11 informa que Grau cambió rotundamente su disposición a renunciar, después que Guiteras se reunió con él y lo amenazó con una rebelión.
[6] Pichardo, ob. cit,. p. 257.
[7] Grant Watson a Sir John Simon, 18 de diciembre de 1933 (Whitney, ob. cit., p. 107). El 29 de enero de 1934, Watson escribe a Simon: «Guiteras decidió que ha llegado el momento tan esperado en que pudiera establecer, bajo su liderazgo, una república de trabajadores. Guiteras sentía que podía contar con el apoyo de los sindicatos, porque él ayudó a los trabajadores a formarlos, y a obtener concesiones de los capitalistas. (Después de la caída de Grau) él ha resuelto tirarle el guante a Batista y apostarlo todo al éxito de la guerra civil… Mientras Guiteras se mueve a la izquierda para asegurarse el apoyo de los elementos obreros extremos, Batista se mueve a la derecha para ganarse a las ‘fuerzas del orden'» (ibidem, p. 144).
[8] Foreign Policy Association: Problemas de la nueva Cuba. Informe de la Comisión de asuntos cubanos (11 autores), Cultural S.A., La Habana, 1935, pp. 574.
[9] Para estos hechos, ver Olga Cabrera, ob. cit., 302-306.
[10] Pensamiento Crítico núm. 39, ps. 283-284, copiado del diario Luz. Reproducido en O. Cabrera, ob.cit., ps. 503-505, pero le falta el último párrafo, y en Tabares, ob. cit., ps. 352-353, pero le falta una línea al penúltimo párrafo.
[11] «el giro hacia la izquierda (defensa de los intereses del proletariado) que había comenzado a observarse en la política del mencionado Gobierno».
[12] «Septembrismo» se publicó en Bohemia, La Habana, 1º de abril de 1934, ps. 20 y 22, con una muy breve nota del autor a su director, Miguel Ángel Quevedo, en la que decía: «…las adjuntas cuartillas inspiradas en el justo deseo de ordenar un poco las equivocadas polémicas que últimamente se han venido produciendo en distintos diarios y revistas de esta capital.» Ver el texto completo en H. Pichardo, ob. cit., t. IV, ps. 389-393. «Septembrismo» se reprodujo en Pensamiento Crítico núm. 16, La Habana, mayo de 1968, con el fin de dar a conocer al público cubano este importante texto en aquellos momentos, pero de modo precipitado, a partir de una copia a la que faltan los dos primeros párrafos y está plagada de erratas y omisiones de líneas. Esa mala copia se reprodujo en Pensamiento Crítico núm. 39 (ps. 284-287), y también en Tabares, ob. cit., ps. 527-530.
[13] Mientras no se haga otra indicación, todas las citas serán de «Septembrismo».
[14] Hay un toque de humor en esta frase suya: «Cuando la forma colegiada espantó demasiado a los buenos burgueses, Grau fue proclamado presidente…»
[15] Tabares hace el elogio de ese equipo, en ob. cit., ps. 259-260.
[16] Cuando Guiteras cayó preso, con los tobillos fracturados, el 8 de agosto de 1934, se levantó una gran campaña en defensa de su vida y su libertad. Eduardo Chibás, que se distinguió mucho en esa campaña, declaró que él lo había combatido durante el gobierno de Grau, pero lo estimaba por sus grandes méritos como revolucionario honesto y consecuente, que no se vendía al extranjero (O. Cabrera, ob. cit., ps. 304-305 y 372). Al agradecer esa campaña el 16 de agosto, Guiteras incluyó «a los que actualmente se encuentran alejados circunstancialmente de mí, por diferencia ideológica o por contraposición de apreciación (sobre) las condiciones que atraviesa el país (Tabares, ob. cit., p. 452). Para un análisis muy interesante de los grupos que formaron el PRC en 1934, ver O. Cabrera, ob. cit., ps. 403-421.
[17] «al pueblo de Cuba, que ya había bebido con ansia los escritos de nuestros intelectuales, que le mostraban la senda de la revolución verdadera».
[18] El Dr. Luis M. Buch, que fue guiterista y después fidelista, y Ministro de la Presidencia y Secretario del Consejo de Ministros a partir de 1959, dice a Reinaldo Suárez que la actuación de Guiteras en el Gobierno de Grau «no es el resultado de una improvisación política… sino que obedece a la sólida formación ideológica que tiene Guiteras, quien desde 1932 había diseñado el programa mínimo que el Gobierno Provisional que sustituyera Machado debía acometer. Suárez: ¿Era Guiteras comunista? Buch: Antonio Guiteras no militaba en el Partido Comunista de Cuba. Pero sí era socialista, creía en el socialismo.» En Reinaldo Suárez Suárez, ob. cit., p. 29.
[19] Ver «Por el frente único nacional en Cuba. Carta desde París», en Páginas de historia contemporánea (publicación de la Internacional Comunista), Vol. 1º, Editorial SUDAM, Mayenne, Francia, ps. 48-67. El artículo, sin firma, es reproducido de L’Internationale Communiste núm. 5, mayo de 1935. Raúl Roa me dijo que su autor era el entonces Secretario General del Partido Comunista francés.
[20] Pedro Vizcaíno (ver nota 82), en entrevista de 1969, nos muestra como los recuerdos son moldeados por condicionamientos viejos y nuevos: «…su pensamiento estaba influido por la doctrina de Marx. De manera que en embrión él era un verdadero marxista, él reconocía que la lucha revolucionaria en Cuba, para que fuera una verdadera lucha revolucionaria, tenía que ser de carácter agraria antimperialista. Y tenía la convicción de que más tarde o más temprano se llegaría a implantar en Cuba y en el resto de América el socialismo (…) Que no se podía forzar históricamente el proceso, que se produciría por etapas sucesivas, como efectivamente el tiempo y la historia demostraron que tenía la razón…».
[21] Es de diciembre de 1934. Reproducida por El Nacional, México DF, 13 de mayo de 1935. El texto en Pensamiento Crítico núm. 39, ps. 296-299.