«Hoy más que nunca no se deben concebir los contrarios en oposición absoluta, sino mediados por los detalles, los matices y las transiciones» Participación y marginación Creo que una buena parte de los intelectuales de la izquierda radical no participan como debieran en los grandes debates sociales, tal y como estos tienen lugar en las […]
«Hoy más que nunca no se deben concebir los contrarios en oposición absoluta, sino mediados por los detalles, los matices y las transiciones»
Participación y marginación
Creo que una buena parte de los intelectuales de la izquierda radical no participan como debieran en los grandes debates sociales, tal y como estos tienen lugar en las cámaras parlamentarias y en los grandes medios de comunicación de masas. De este modo permanecen ajenos a lo que más preocupa e inquieta a las grandes mayorías sociales, y no pueden así modificar sus conciencias. Si la izquierda radical quiere cambiar el mundo, debe primero cambiar la conciencia de la gente, debe generar la conciencia de que este mundo necesita un cambio radical. Pero permaneciendo ajenos a las grandes luchas parlamentarias y mediáticas, no será posible alcanzar esa meta.
Sé que en el parlamento español las luchas que se libran se establecen fundamentalmente entre dos partidos burgueses, el Partidos Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP). Pero el primero es un partido de izquierda y el segundo de derecha, el primero hace más incidencia en las políticas sociales y el segundo no, el primero cree más en la necesidad de la propiedad pública y el segundo no. Lo cierto es que en la coyuntura política actual el PP se ha vuelto tan de derecha, se ha vuelto tan reaccionario y bárbaro, que defender el PSOE es necesario para los intereses generales de la izquierda.
La participación en los grandes debates sociales por parte de la intelectualidad de la izquierda radical es necesaria también por otra cosa: la crítica al oportunista de izquierda. ¿Qué entiendo por oportunista de izquierda? Al político que militando originariamente en las filas de la izquierda radical termina pasándose a las filas de la derecha, con el argumento de que las diferencias entre la izquierda y la derecha ya no existen y actuando desde una falsa neutralidad. De esta manera queda libre de la crítica, puesto que partiendo de la idea de que el PSOE y el PP son lo mismo, puede militar con supuesta legitimidad en cualquier partido y concertar alianzas con el PP. Se trata sencillamente de tener la libertad de militar en las filas de la derecha, defender las ideas de la derecha, pero permaneciendo libre de la crítica de la izquierda radical.
Gaspar Llamazares y su imagen ética
Sin duda que Gaspar Llamazares es el político español con mayor calidad ética. Es honrado, honesto y sencillo. Es un político de valores y de ideales, no como el oportunista de izquierda que sólo tiene ambición personal. Es moderado, sosegado y conciliador. No busca la lucha por la lucha, no es extremista y no es oportunista. No obstante, hay muchos miembros de la clase media, militantes y votantes del PP, que desprecian a Gaspar Llamazares y lo llaman «pobre diablo». Esto nos da una idea de la catadura ética de una gran parte de la militancia del PP, que sólo sabe de intereses e ignora la importancia que tienen para la vida los valores y los ideales. No miden el valor de una persona por su cultura y sus conocimientos, por sus valores y por sus ideales, sino por sus posesiones. Son unos bárbaros y están a años luz de la humanidad de Llamazares. Y lo peor del caso: siendo tan burros y tan burdos, se reclaman de los valores y del credo cristiano. Sin duda que si Jesucristo estuviera vivo, los echaría a latigazos de su Iglesia.
El postmodernismo y la disolución de las diferencias
El movimiento filosófico postmoderno, del cual estoy muy distante, no sólo ha defendido la disolución de las diferencias sino la relativización de todo, incluida la verdad y la certeza. Así las cosas, la verdad y la certeza serían según los ojos con los que se miren. Para unos ojos EEUU estaría verdaderamente destruyendo al pueblo iraquí y para otros los estaría conduciendo por el camino de la democracia. De ahí que yo, en calidad de filósofo marxista, me sitúe en contra de la disolución de las diferencias y en contra de la relativización absoluta. De ahí la importancia que doy a establecer diferencias claras entre la burguesía de izquierda y la burguesía de derechas; puesto que si no lo hacemos así, el oportunista de izquierda jamás se hará con compromisos éticos serios ni se transparentará. Si usted, y le hablo al oportunista de izquierda, se ha pasado a la derecha, diga que se ha pasado a la derecha y no busque excusas ni engañe. Aunque las diferencias ideológicas se han diluido mucho, esto no es óbice para contribuir a dicha disolución, y esto es lo que hace el oportunista de izquierda. Puesto que se puede contribuir a todo lo contrario: a remarcar las diferencias.
Radicales y extremistas
En política suele haber poca rigurosidad en el uso de las palabras. De hecho hay muchos políticos y periodistas que prefieren lo confuso y lo ambivalente. No son partidarios de las claras diferencias. Nosotros, los de la izquierda radical, si somos partidarios y defensores de las claras diferencias. Radical es aquella persona que concibe las cosas por la raíz y quiere cambiar el mundo por la raíz. De ahí que promueva cambios en las relaciones económicas entre los hombres, puesto que dichas relaciones son las raíces de la sociedad. Extremista es aquella persona que utiliza métodos desproporcionados para conquistar los fines que persigue. Los terroristas son un ejemplo de extremismo. Son víctimas de la desesperación y pretenden que las cosas cambien de la noche a la mañana.
Los extremistas, como es el caso de ETA en España, hacen mucho daño a la sociedad, pero en especial lo hacen a la izquierda radical. ETA se autodenomina marxista y leninista, y de este modo pasa por el fango a dos de los más grandes líderes que ha tenido el movimiento radical en el mundo: Marx y Lenin. De ahí que la izquierda radical no deba escatimar esfuerzo para criticar de forma radical a la izquierda extremista. No hay que ser un gran analista para comprobar que las provocaciones de ETA sólo favorecen a la derecha y alimentan a su sector reaccionario. ETA polariza tanto la opinión pública española que no hay modo de que la contradicción entre trabajo y capital salga al primer plano. Así que harían bien todas las fuerzas de la izquierda radical, en especial la izquierda radical vazca, en separarse de forma radical de la izquierda extremista.
El hombre burgués
Llamamos burgués al hombre de la sociedad burguesa, al hombre dotado del imaginario social burgués, creedor de los derechos del hombre, del Estado de derecho, de la propiedad privada y de la primacía del individuo sobre la sociedad. Llamamos burgués al hombre que cree en el imperio del dinero y que piensa que no puede haber otro mundo mejor que no sea el capitalista. De manera que como hombre burgués deben ser catalogados tanto el capitalista como el trabajador. Hay trabajadores que pueden tener un alma mucho más burguesa que un capitalista. Burgués no es sólo la propiedad privada sobre los medios de producción, sino un conjunto de prácticas sociales y una determinada cultura y mentalidad. Por eso advertía al inicio de este trabajo sobre la necesidad de tener en cuenta los matices y detalles en la concepción de los contrarios. Es una exigencia práctica determinada por los cuatro siglos de existencia del capitalismo europeo occidental y por el fracaso del socialismo soviético.
Los sentidos y la corrupción
Un amigo, que recientemente se ha incorporado a la política y que ostenta un alto cargo público, me decía que veía corrupción por todas partes. Me hablaba de que cualquier alcalde, concejal o funcionario estaba dispuesto a hacer lo que se le pidiera con tal de que hubiera una prestación económica a cambio. Esta percepción no sólo contribuye a que los ciudadanos pierdan la confianza en las instituciones y dejen de creer en los valores democráticos, sino que provoca en quien la practica que sus ojos se habitúen a ver sólo corrupción. Sus ojos y sus oídos dejan así de ser capaces de percibir las tendencias buenas y positivas que hay en la sociedad.
Ya no confío en nadie o todos son iguales
Las frases «ya no confío en nadie» y «todos son iguales», muy extendidas entre gente desencantada, sólo favorece a los corruptos y a los inmorales. Con la idea de que todos son iguales se borran las diferencias éticas entre las personas. Es posible que haya barrios donde la delincuencia esté muy extendida y que en cada esquina haya un maleante, pero en ese barrio siempre encontraremos gente recta y correcta, siempre encontraremos personas moralmente buenas. Igual sucede en el mundo de la política: siempre encontraremos personas honestas y valiosas.
La izquierda y la derecha
Sin duda que el Partido Socialista Obrero Español es un partido burgués, no quiere liquidar el capitalismo sino reformarlo, no pretende que los capitalistas dejen de ser la clase dominante. Pero es un partido burgués de izquierda, mientras que el Partido Popular es un partido burgués de derechas. La igualdad en lo sustantivo, ser ambos partidos burgueses, no debe obligarnos a borrar sus diferencias adjetivas: el PP es de derecha y el PSOE de izquierda. Borrar esas diferencias, presentarlas como si no existieran, es la excusa de la que se valen muchas personalidades de «izquierda» para poder justificar sus alianzas con el PP y su militancia en partidos nacionalistas de derechas.
Barbarie y cultura
Es necesario distinguir la burguesía ilustrada y civilizada de la burguesía bárbara y reaccionaria. No hay que ser muy listo para comprobar que el PP se ha ido desprendiendo de dirigentes ilustrados y ha puesto en su lugar a dirigentes reaccionarios y bárbaros. Hoy la burguesía ilustrada, la burguesía que ama la cultura, se encuentra en el PSOE. Y la cultura, la lucha por la cultura, ha sido siempre uno de los grandes caballos de batalla de la izquierda radical y revolucionaria. De ahí la necesidad de tener clara la diferencia entre la burguesía de izquierda, culta e ilustrada, y la burguesía de derecha, bárbara y reaccionaria. Y no teman a la palabra «revolucionaria». En su tiempo la burguesía fue muy revolucionaria. Ser revolucionario sólo significa pretender cambios profundos para la sociedad.
El político burócrata
El político burócrata es el político que actúa como un funcionario, como alguien que trabaja para el Estado y ha de justificar el buen empeño de su trabajo, no como un representante del pueblo, de sus tendencias, valores e ideales. El político burócrata es el que se empeña en demostrar que los valores y los ideales no son nada en política, que lo importante es gestionar bien los recursos, y que él lo hace bien. El político burócrata carece de ilusiones y de pasiones y, en consecuencia, no transmite al pueblo ilusiones ni pasiones. Si mañana repentinamente surge una situación grave en el país, no podemos esperar nada del político burócrata, porque carece de imaginación y no sabe que hacer ante situaciones nuevas. Un político que se proyecte como gobernante o ejerza como gobernante debe ser un líder que sepa ganarse la confianza de las grandes masas y entusiasmarlas, para dirigirlas hacia una meta nueva o hacia una vieja meta reformada. Pero el político burócrata es todo menos un líder.
El engaño del buen gestor
Cuando algunos gobernantes se presentan como buenos gestores, uno no puede sino echarse a reír. No nos engañemos. Los gobernantes, sean ministros, consejeros o directores generales, no tienen nada que vender y nada que cobrar. Son gestores sólo del gasto. Los ingresos están asegurados vía impuestos. Así que presentar a un candidato como óptimo por ser un buen gestor, no deja de ser un engaño. Si en el campo de los gastos hubiera innovado o creado una nueva forma de gastar, que hubiera aumentado el consumo disminuyendo el gasto, entonces sí sería de aplaudir. Pero no tendríamos entonces a un buen político, sino a un buen empresario. El mejor aval de un político sería su capacidad para cambiar el mundo, su capacidad para entusiasmar al pueblo, su capacidad para solucionar los graves problemas sociales. Mientras que su capacidad para gestionar eficazmente el gasto es lo mínimo con lo que debe cumplir. Y no puede presentarse el requisito mínimo como la excelencia máxima. Eso es engañar.
Lo inmediato y lo lejano
Hay muchos políticos que dicen que hay que hablarles a los ciudadanos de sus problemas inmediatos, de sus problemas más cercanos, de los problemas de sus barrios y de todo lo que tenga que ver con su vida diaria. Es como si los problemas cercanos no tuvieran nada que ver con los problemas lejanos y como si la gente tuviera la cabeza empurrada en los estrechos límites de su territorio. La inmigración africana que invade a Canarias, como puerta de Europa, es un ejemplo de cómo los problemas cercanos están estrechamente vinculados con los problemas lejanos. La miseria de África está muy estrechamente vinculada con el destino de la vida inmediata de los ciudadanos europeos y con el papel de las grandes multinacionales en el mundo. Por lo tanto, centrarse en lo inmediato obviando lo lejano sólo contribuye a generar una conciencia social en la gente limitada y estrecha, impropia de los tiempos que corren, los de la globalización, donde todas las partes del mundo están interrelacionadas.