Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El reciente viaje del Papa Benedicto XVI a Brasil no puede haber ayudado mucho a reforzar el poder decadente de la Iglesia Católica en su región vital latinoamericana. Contribuyó considerablemente, sin embargo, a la confirmación de la reputación de reaccionario intolerante de Benedicto.
Benedicto, claro está, es el antiguo cardenal Joseph Ratzinger. Durante todos los años ochenta, tuvo el papel de celador jefe en la campaña por eliminar el suelo latinoamericano de los ideales peligrosamente progresistas de la «teología de la liberación» católica. Lo que no pudieron lograr terroristas de Estado, que asesinaron a miles de miembros de «comunidades de base» cristianas en los años setenta y ochenta, trataron de fraguarlo Ratzinger y Juan Pablo instalando a obispos conservadores que pusieran freno a la marea progresista. Afortunadamente, parecen haber fracasado. Un informe de Larry Rohter en el New York Times (7 de mayo) señala que el movimiento que Ratzinger «una vez calificó de ‘una amenaza fundamental para la fe de la iglesia’… persiste como una fuerza activa, incluso desafiante en Latinoamérica,» con unas 80.000 comunidades de base que operan sólo en Brasil. Es nutrido, como siempre lo ha sido, por los «males sociales y económicos» que dominan la región, y que sólo han «empeorado» bajo las recetas neoliberales de las últimas dos décadas.
Esta vez, la hiel de Ratzinger/Benedicto se dirigió no contra la teología de la liberación, sino directamente contra la memoria histórica de los genocidios en serie – probablemente los más destructores en la historia humana – infligidos a los pueblos indígenas de las Américas. Durante el último día de su visita, en el Santuario de Aparecida, el Papa «tocó un conflictivo episodio histórico,» en el insípido lenguaje parsimonioso de un despacho de Associated Press (13 de mayo). En otras palabras, arrancó las vendas de una herida que todavía supura. Según el texto oficial de los comentarios de Benedicto en el sitio en la Red del Vaticano, (http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2007/may/documents/hf_ben-xvi_spe_20070513_conference-aparecida_sp.html) el Papa declaró que «»los pueblos de América Latina y del Caribe» … «»anhelaban silenciosamente» recibir a Cristo como su Salvador. Era «el Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo, buscaban… » La colonización por España y Portugal no fue una conquista, sino más bien una «adopción» de los indígenas a través del bautismo, «fecundando» y «purificando» sus culturas. Consecuentemente, «En efecto, el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña.»
Así que ahí lo tenemos. La invasión y conquista de las Américas, que causó las muertes de más de un 90% de la población indígena, fue algo que los indígenas habían estado anhelando desde siempre. No sólo «lo estaban pidiendo» tal como presentan los sexistas chalados a las mujeres como cómplices en sus propias violaciones. En realidad las «anhelaban», ya que trajeron la salvación y la «purificación.»
En realidad, trajeron el genocidio, como lo sabía Raphael Lemkin. Lemkin es el jurista polaco-judío quien, habiendo huido ante la invasión nazi de Polonia para refugiarse en USA, acuñó la palabra «genocidio» en 1943. Definió el genocidio como «un plan coordinado de diferentes acciones orientadas a la destrucción de fundamentos esenciales de la vida de grupos nacionales, con el objetivo de aniquilar a los grupos en sí. Los objetivos de un plan semejante serían la desintegración de las instituciones políticas y sociales, de la cultura, el lenguaje, los sentimientos nacionales, la religión, y la existencia económica de grupos nacionales, y la destrucción de la seguridad personal, la libertad, la dignidad, e incluso las vidas de los individuos pertenecientes a tales grupos.» Su encuadramiento se convirtió en el fundamento de la Convención del Genocidio de Naciones Unidas de 1948, y del campo académico de los estudios comparativos del genocidio. El propio Lemkin tenía una conciencia aguda de la devastación de los pueblos indígenas de las Américas, y la consideraba básica para su entendimiento del genocidio, aunque la mayor parte de sus escritos sobre el tema siguen sin ser publicados. (Vea el texto de la excelente conferencia de John Docker, de febrero de 2004, en el Museo Memorial del Holocausto de USA: «Raphael Lemkin’s History of Genocide and Colonialism» [La historia del genocidio y del colonialismo de Raphael Lemkin])
Los sorprendentes comentarios de Benedicto merecieron apenas un esbozo de atención de los medios en Occidente – casi toda en los servicios noticiosos, y algunos problemáticos en sí. Un despacho de Reuters del 13 de mayo señaló despreocupadamente que, contrariamente a las afirmaciones de Benedicto, «numerosos grupos indios creen que la conquista les trajo la esclavitud y el genocidio.» Es algo como si escribieran que «numerosos grupos judíos creen que el Holocausto nazi trajo a los judíos la esclavitud y el genocidio.» La realidad existe independientemente de la creencia. Como señala el autor de blogs Stentor Danielson: «En el mundo real, es un hecho histórico básico que los indios fueron esclavizados. Es un hecho histórico básico que tribus enteras fueron exterminadas. El motivo por el que ‘numerosos grupos indios creen’ en esos hechos históricos es porque gente como los cobardes periodistas de Reuters no admiten que exista un hecho tras las afirmaciones.»
Organizaciones y portavoces indígenas expresaron indignación ante las declaraciones de Benedicto, calificándolas de «arrogantes e irrespetuosas.» Sandro Tuxa, dirigente de la Articulación de los Pueblos Indígenas del Nordeste de Brasil, declaró: «Repudiamos los comentarios del papa; decir que la eliminación de la cultura de nuestras gentes representa una purificación es ofensivo y francamente asusta’.» (Reuters, 14 de mayo).
Asusta, por cierto. El erudito del genocidio Greg Stanton describe la negación como la etapa final del genocidio: «Los perpetradores del genocidio excavan las fosas comunes, queman los cadáveres, tratan de encubrir la evidencia e intimidan a los testigos» (Vea «Eight Stages of Genocide» de Stanton en el sitio en la Red Genocide Watch). Los perpetradores genocidas, y los que heredan su lugar, también tratan de «purificar» la memoria histórica – como las autoridades turcas han tratado incesantemente de hacer, pero hasta ahora sin éxito, en el caso del genocidio armenio.
Stanton también nos recuerdo que la negación es «uno de los indicadores más seguros de que más masacres genocidas» pueden sobrevenir. Es un pensamiento que vale la pena sopesar, cuando el movimiento indígena revigorizado en Latinoamérica confronta un nuevo ataque neocolonialista contra su cultura, su salud, y sus medios de subsistencia.
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El doctor Adam Jones, es autor de «Genocide: A Comprehensive Introduction» (Routledge, 2006) y editor de «Genocide, War Crimes and the West: History and Complicity» (Zed Books, 2004). Correo: [email protected]