Fanzinero, articulista y DJ agit-pop, Kiko Amat nos regala una divertida novela sobre las desventuras de un adolescente que cabalga a lomos de la obsesión. A continuación reproducimos la entrevista realizada por el periódico Diagonal en su número 56.
El escenario: una veterana bodega del barrio de Lavapiés; atrezzo: abundantes cañas de cerveza. Quedamos con Kiko Amat a propósito de su segunda novela, Cosas que hacen Bum (Anagrama). Al igual que su prosa, la conversación del catalán es ágil y amena, tanto que la entrevista deviene en charla con comida y sobremesa incluidas. Y es que tratamos con uno de esos pocos autores cuyo discurso no parece dictado por un agente literario. Además tiene mucho que contar. Síganle la pista, y al tiempo.
DIAGONAL: Al leer Cosas que hacen Bum, lo primero que pensé fue que era la novela que llevaba esperando desde que, en los años ’90, surgió aquella presunta generación de autores jóvenes (Mañas, Loriga, Prado…), realmente insufribles.
KIKO AMAT: Yo no les quiero dar tanta importancia, pero me doy cuenta de que una parte de lo que hago es una reacción a eso. Creo que la primera vez que pensé en escribir una novela fue al leer un libro de Benjamín Prado y preguntarme: «¿Qué mierda es esto? ¿Esto es literatura callejera? Cualquiera puede hacer algo mejor».
D.: Se hace difícil encontrar una voz, digamos, joven, con algo que contar.
K. A.: Leí hace poco un libro de Carlos Herrero y es lo que tendrían que haber sido los tíos aquellos de los ’90: vida de barrio, creíble, honesto y muy bien escrito.
D.: ¿A Casavella le sigues?
K. A.: Los dos autores con los que ahora tengo mayor empatía serían Herrero y Casavella. El secreto de las fiestas me parece una de las mejores novelas que se han publicado en este país, emocionante, llena de referentes… Porque es un tío que no se lo inventa, viene de la calle, de bares, de ver grupos…
D.: Esto es algo que se percibe en seguida al leer un libro: si hay un poso de realidad o si el autor te está engañando. En tu caso, la multitud de referencias que pueblan Cosas… (al cine, a la música pop, a cierta literatura marginal) se integran con naturalidad.
K. A.: Es que hay muchos autores que conciben una novela muy seria, muy del siglo pasado, y cuando acaban meten unos referentillos, un Marilyn Manson por aquí, un Warhol por allá, cuatro marcas de bambas y ya han hecho una novela postmoderna. En mi caso no funciona así, ambas cosas van unidas y cuando escribo sale lo vivido. No es un añadido final que utilice para contemporizar el libro.
D.: Otra agradable sorpresa es encontrar una novela reciente con sentido del humor, en la que el protagonista, a pesar de las situaciones que vive, mantiene la distancia con sus conflictos.
K. A.: Creo que el humor está minusvalorado en este país. A la que empiezas a hacer humor ya te consideran como autor menor, literatura de segunda. Sin embargo, en la literatura inglesa, por ejemplo, el humor siempre ha sido esencial. Todos los grandes satiristas lo han practicado. Y una de las grandes separaciones que veo con gente de mi edad, lo que llaman ahora «grupo de autores jóvenes», es que son muy poco divertidos. Esta gente podrá unir nombres y verbos mejor, podrán hacer filigranas literarias pero la concepción final de rapidez, ritmo, diversión no existe. Son gente muy aburrida.
D.: De hecho, no te cortas en abrir la historia con el protagonista a punto de estrellarse en su moto contra un árbol. Un arranque que emparenta tu novela con el folletín y la literatura pulp.
K. A.: A posteriori, me han comentado que hay una novela de Palahniuk que empieza muy parecido. Espero que si sus abogados están en el caso sepan que no fui consciente de ello. Yo pensaba en el muerto de la piscina que cuenta su historia en Sunset Boulevard de Billy Wilder. El clásico flashback hollywoodiano de los ’50: mostrar el final y tirar hacia atrás.
D.: Pánic, el protagonista de Cosas…, no hace sino buscar su lugar en el mundo, pero le cuesta integrarse.
K. A.: ‘Pertenecer’ es la palabra. Esto lo copié directamente de la idea, entre pubertad y adolescencia, de pertenecer al grupo, a pandillas. Irónicamente el libro quería ser un panegírico de la pandilla y me salió fatal. Me gustaría comentarlo con algún freudiano para que me explicara por qué he hecho esto.
D.: Sorprenden las dificultades que encuentra Pánic para formar parte de los distintos colectivos que aparecen por la novela.
K. A.: Una parte del proceso de escritura es subconsciente. Esto puede sonar un poco pretencioso pero es así. Tú sabes quiénes son los protagonistas y sabes más o menos el orden de la ficción pero, a la hora de escribir, no sabes lo que va a salir. Una de las gracias de la narrativa es ésa. Y cuando comencé yo quería hacer una defensa de la pandilla juvenil porque es de donde provengo, de grupos mods, skins… Me parecen una manera digna de crecer, pero debía ver cosas que no me gustaban y, a la hora de escribir, me salieron más las rencillas, el hacerle el vacío a alguien. Esas cosas que también ocurren y que son el lado más feo del pandillero.
D.: En el libro asistimos a la formación, bastante por libre, de un joven del extrarradio barcelonés, que se hace una ensalada mental de textos libertarios, lo que da lugar a situaciones delirantes.
K. A.: Es curioso porque hay cosas que me inventé, como la lectura de El único y su propiedad a los 14 años, y luego he conocido gente que me dice que lo leyó a esa edad y les resultó fascinante. El libro es un tostón impresionante.
D.: Hubo un momento en que temí que trataras de explicar La sociedad del espectáculo de Debord. Por suerte, desdramatizas bastante el asunto.
K. A.: No lo podría contar porque no lo entendí. Porque nadie ha entendido La sociedad del espectáculo y miente quién diga que ha entendido todo el libro. Pasa lo mismo que con Hegel. Es como el ropaje del emperador, nadie se atreve a decir que es un galimatías, porque mucha gente ha dicho que es genial. Hay momentos que son increíblemente acertados pero está muy mal escrito. Y es irónico que pensara que el libro fuera a soliviantar a las masas: ¡pero si no lo entiende nadie! Yo soy más de El tratado del saber vivir de Vaneigem. Me parece mucho más divertido, menos anquilosado.
D.: Supongo que es un honor publicar en la colección Contraseñas, artífice del desembarco de Burroughs, Kerouac, Brautigan…
K. A.: Siempre digo que yo soy Contraseñas. Te puedes imaginar cómo se te ensancha el corazón al leer tu nombre al final de la lista de autores que han publicado en Contraseñas.
Kiko es, junto a su hermano Uri, artífice de una estimulante propuesta de agitación lúdica. Después de bregar toda su vida por fanzines de diverso pelaje, fundan La Escuela Moderna. El fanzine oscila entre lo lúdico y lo revolucionario, huyendo de los distribuidores. Los hermanos Amat y sus esbirros escriben sobre todo aquello que les mueve a la acción: música soul, punk y garaje, activismo o las añagazas del marketing. Los contenidos son impagables, literalmente, dado que el fanzine se regala, venciendo así una estúpida barrera dentro de una actividad que resulta deficitaria casi por definición. Puedes encontrarlo en: http://www.laescuelamoderna.blogspot.com
Título: Cosas que hacen bum
Autor: Kiko Amat
Editorial: Anagrama
Año: 2007
Páginas: 300
Precio: 18 euros
Pedidos: http://www.traficantes.net