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El hambre: grave amenaza

Fuentes: Rebelión

Algunos líderes sociales, políticos, gobernantes y hasta estrellas de la industria del entretenimiento, asumen como parte de su agenda temas como el cambio climático, el VIH o la malaria, en algunos casos es una preocupación verdadera, en otros una conducta esnobista que no los lleva a pensar en soluciones a esos males. Junto a aquellos, […]

Algunos líderes sociales, políticos, gobernantes y hasta estrellas de la industria del entretenimiento, asumen como parte de su agenda temas como el cambio climático, el VIH o la malaria, en algunos casos es una preocupación verdadera, en otros una conducta esnobista que no los lleva a pensar en soluciones a esos males. Junto a aquellos, otro problema amenaza, tal vez con más fuerza porque opera en silencio, la existencia de la humanidad: el hambre.

Seamos claros: en el mundo actual los graves problemas que padecemos no solo amenazan la paz, la democracia, el bienestar o el acceso a servicios. Hoy, más allá de esas cuentas por solventar, penden sobre la humanidad otros grandes males que podrían dar al traste con la supervivencia de la especie. La falta de alimentos, uno de ellos.

Según estimaciones de la FAO el hambre mata a unos diez millones de personas al año, 25 mil por día y cinco por segundo. Datos espeluznantes, si tomamos en cuenta que en todo el globo se producen anualmente alimentos para nueve mil millones de personas y la capacidad productiva de la tierra del planeta dedicada a producir alimentos (17%) bastaría para alimentar a doce mil millones de personas durante doce meses.

La desigualdad parece ser la marca distintiva de nuestros tiempos. Mientras unos pocos seres humanos habitan en las villas de la abundancia, cantidades inmensas de personas sobreviven lastimosamente en las chabolas de la miseria. Al tiempo que un puñado de ciudadanos mueren por indigestión, millones de seres humanos se van al infierno (¿o salen de el?) porque no tienen que comer.

Se hace evidente que el tema de la inequidad sigue siendo el nervio de la pobreza. Mientras los seres humanos, liderados por nuestros gobernantes, no seamos capaces de establecer una ofensiva contra las asimetrías, seguiremos poniendo en peligro nuestra propia existencia. Quienes concentran la riqueza deben hacer conciencia acerca de que la desaparición de la humanidad, implica la suya propia. Dicho en su idioma: la exclusión no tiene tasa de retorno en el largo plazo.

Adentrarse en el tema del hambre le pone los pelos de punta hasta al más insensible ser humano: en el mundo hay 854 millones de seres humanos que padecen de desnutrición. Hago énfasis en el tema de la desigualdad por un detalle interesantísimo salido del más reciente estudio sobre la alimentación publicado por la FAO: solo nueve millones de las personas que están desnutridos viven en los países desarrollados, 25 millones en los países en transición y ¡820 millones en los países pobres! En términos porcentuales eso quiere decir que el 96% de los hambrientos del mundo sobreviven en los países pobres.

Habituados como estamos a ver el tema del hambre como una consecuencia de la pobreza, no alcanzamos a darnos cuenta de que ella más que eso, es una de sus causas fundamentales. El hambre reduce a cero las capacidades productivas del ser humano impidiendo así que tenga las fuerzas suficientes para poder salir del primer anillo del círculo vicioso de la pobreza: la desnutrición.

La falta de visión en torno a la relación hambre-pobreza, con aquella como una de sus causas esenciales a la hora de diseñar e implementar políticas orientadas a combatir el flagelo de la pobreza dificultará los esfuerzos por reducirla a escala mundial. Es un lugar común en este campo partir de la dupla ingresos-pobreza. Debemos tener claro que un incremento en los ingresos, aunque necesario, no bastara para acabar con ella.

Como para corroborar nuestra tesis, lanzamos el siguiente dato: la pérdida mundial de productividad social a causa del hambre ascendió a 46 millones de años de vida productiva, solo en 1990. Simplemente sorprendente.

El tema del hambre esta castigando duramente a los niños. Quienes están llamados a construir y conducir el mundo del futuro, están siendo conducidos por nosotros hoy a perder la guerra contra la pobreza, sin siquiera entrar en el campo de batalla: 12 millones de niños y niñas mueren en el mundo todos los años por desnutrición.

La realidad es que el tema del hambre aunque se aborda desde el ámbito científico, es y debe ser siempre un tema político.

Para erradicar el hambre y empezar a superar la pobreza será necesaria la construcción de una voluntad política fuerte que sea capaz de desbordar los intereses de unos pocos para preservar la vida de todos y todas.

Son muchas las cosas que se pueden hacer para solucionar este problema. He aquí algunas de las tantas propuestas que se hacen cada día:

La deuda externa de los países pobres asciende a dos millones de millones de dólares. Solo reduciendo esa deuda a la mitad y promoviendo con esos recursos programas como el de Hambre Cero que se lleva a cabo en Brasil, solo en cinco años, la cantidad de personas con hambre o mal nutridas se reducirían a la mitad.

Desde los países pobres hacen falta también grandes esfuerzos. Uno de ellos es la creación de una cultura de administración pública alejada de la corrupción. Se estima que uno de cada tres dólares destinado a ayuda alimentaria se los llevan las garras de empresas y gobiernos corruptos. Ayuda alimentaria que de por si es exigua.

Cambiar el paradigma de la producción agropecuaria es el otro paso. Nuestros países orientan sus aparatos productivos hacia la agro exportación, olvidándose siempre de sus propios ciudadanos. Si logramos construir un nuevo paradigma para la agricultura en donde primero se produzca para autoabastecernos, dedicando los excedentes a la exportación, estaremos dándole otro gran golpe al hambre.

Acabar con el hambre es una de las Metas del Milenio. Los gobiernos del planeta hicieron un compromiso para que en 2015 no hubiera seres humanos hambrientos. Aunque el objetivo se ha convertido en un hueso duro de roer, y aunque estemos un tanto retrasados, con voluntad política y creatividad podríamos lograrlo. Para iniciar ese camino debemos superar primero el gran obstáculo para conseguirlo: la desigualdad dominante en un mundo en donde muchos tienen poco y pocos tienen mucho.

Contrario a los que nos cuentan los pesimistas de siempre, la guerra contra la pobreza, la batalla contra el hambre no son luchas perdidas. Todo lo contrario, podemos salir victoriosos y lograr en un futuro no tan lejano que un mundo mejor sea posible.

Terminar con el hambre es una misión sagrada. No hay empresa más importante.

Juan Carlos Guerra. Vicepresidente del Partido Revolucionario Domnicano. Abogado, con Maestria en Derecho Laboral y Seguridad Social de la Universidad Autonoma de Santo Domingo y Posgrado en Gobernabilidad y Reforma del Estado de la Universidad Complutense de Madrid.