Agitador, grosero, impertinente, iconoclasta. Son los adjetivos más suaves que se pueden escuchar acerca de Leo Bassi, un artista que rompe moldes y que prefiere considerarse a sí mismo un bufón moderno. Apasionado y defensor de sus ideas, lleva un año y medio haciendo del fundamentalismo laico un espectáculo teatral. El monólogo La Revelación es, […]
Agitador, grosero, impertinente, iconoclasta. Son los adjetivos más suaves que se pueden escuchar acerca de Leo Bassi, un artista que rompe moldes y que prefiere considerarse a sí mismo un bufón moderno. Apasionado y defensor de sus ideas, lleva un año y medio haciendo del fundamentalismo laico un espectáculo teatral. El monólogo La Revelación es, más que una provocación, una invitación a la reflexión y a la diversidad de pensamiento y credo. De familia dedicada al circo y al mundo del espectáculo durante varias generaciones, el italiano habla con vehemencia en su obra de teatro acerca de las religiones monoteístas, del poder y del atraso que suponen las doctrinas dogmáticas en un mundo en el que la tecnología y la ciencia parecen avanzadas. O tal vez no.
En el año 2007, en un momento en el que las tecnologías, Internet y las ciencias avanzan a ritmo frenético, ¿ por qué es necesaria una obra como La Revelación?
Precisamente porque siempre he valorado la filosofía de la Ilustración (me considero un gran admirador de Voltaire) y me parece raro que 300 años después, en 2007, se siga con el mismo oscurantismo, con los enfrentamientos religiosos, y por eso quería hacer un espectáculo sobre mi punto de vista. En una época de ciencia no puede permanecer una visión oscura de la realidad.
¿Pero no es igual de extremista defender un fundamentalismo laico frente a los fundamentalismos religiosos?
El laicismo no es una religión, sino un estado político en el que cualquier persona puede defender sus ideas. En el estado laico, el católico puede defender sus derechos, no es algo incompatible. Se trata de crear un espacio de tolerancia donde se puedan opinar las opiniones, cualquiera, libre de miedos y temores. Si uno piensa que el espacio público está en manos de un dios, entonces los que no creen en él son sus enemigos. Y me niego a pensar eso. Este espectáculo es, en sí, una invitación a los creyentes a escuchar y a discutir después sobre todo tipo de creencias. Es una invitación a la reflexión y al diálogo con los creyentes de cualquier confesión religiosa.
Habrá muchos espectadores que lo recuerden por sus apariciones en la televisión. ¿Van a sorprenderse con esta nueva cara de Leo Bassi?
En televisión yo hacía lo que me pedían, hacía cosas raras, como un payaso moderno. Pero hace muchos años que no aparezco en televisión, estoy mucho más a gusto en el teatro, haciendo algo diferente al teatro clásico burgués. Mi espectáculo es muy sincero y no es nada obsceno. La provocación está sólo en el plano de las ideas. Incluso un niño de nueve o diez años podría verlo porque lo que he intentado ha sido hablar de mi amor por el laicismo, como un cantautor habla sobre sus sentimientos.
Sin embargo, casi sin pretenderlo, se ha ganado la enemistad de muchos grupos católicos en España.
Me han censurado en muchos sitios, es cierto, pero cada vez que actúo acude muchísimo público. Ha sido como un efecto boomerang. Desde el principio no hubo intención de hacer polémica por mi parte, no fui yo quien la buscó. Y me río de muchos de los que me critican porque confiesan incluso que no han visto la obra. Todo forma parte de una campaña política y me molesta que utilicen mi obra para dar la impresión de que España se desmorona, que está al borde del precipicio… Son personas sin coherencia, sin vergüenza y que manipulan la información. Si el público no viese mi determinación y mi fuerza en el escenario, no vendría al teatro.
Ha habido tanta agitación con La Revelación que incluso ha recibido ataques personales y físicos.
No he podido olvidar la bomba que me pusieron el año pasado en Madrid. Había un kilo de explosivos delante de mi camerino, con la mecha encendida. Y curiosamente habían efectuado ese ataque en nombre del dios del amor. ¿No es una contradicción? Esas contradicciones son las que pongo de manifiesto en mi obra. El espectáculo está basado en lecturas de la Biblia para luego enseñar al público las contradicciones que entraña. El quinto mandamiento dice «no matarás» y es ese mismo dios el que luego manda al pueblo de Israel a aniquilar a otros pueblos. Es lo que está pasando actualmente con los enfrentamientos entre cristianos y judíos, cristianos y musulmanes, judíos y musulmanes… No distingo entre religiones.
¿Le han sorprendido estas reacciones en España?
Por supuesto. En un año y medio con este espectáculo no podía imaginar encontrarme con una España con esta mentalidad tan cerrada, donde he recibido ataques de la Falange y de grupos de cabezas rapadas.
¿Qué piensa entonces de la polémica surgida por la asignatura de Educación para la Ciudadanía?
Esta nueva asignatura es totalmente necesaria en una sociedad laica. La guerra de la Iglesia contra el relativismo es absurda. En una sociedad laica la tolerancia es fundamental y eso es lo que se enseña. En Madrid, por ejemplo, existe una diversidad cultural muy grande, así que, ¿cómo pueden obstaculizar una asignatura que habla a los niños de las religiones, las culturas o la sexualidad? Los padres que se oponen a ella están haciendo un mal servicio a sus hijos, transmitiéndoles sus prejuicios, cuando es una asignatura tan importante como las Matemáticas o la Física. No se puede vivir en un mundo cerrado y oscuro, sino que hay que discutir todo tipo de ideas y creencias. Saber que la diversidad existe.
¿Todos estos ataques pueden deberse a una falta de educación humanística?
Sin duda. El espectáculo de La Revelación es una lección sobre los valores de la Ilustración y el Humanismo, sobre los valores de las religiones politeístas, que sorprenderá a mucha gente. No es mi intención escandalizar.
Entonces, ¿por qué tanto escándalo?
Porque he tocado puntos esenciales de la teología y tienen miedo de que la gente escuche mis ideas y se cuestionen todas las enseñanzas religiosas. Y como la gente se ríe y sale feliz de mi espectáculo, hay quien está perdiendo su poder con todas esas ideas oscuras. Yo hablo del pecado, del papel de la mujer (sólo el hecho de que salga de una costilla de Adán ya es un insulto para cualquier mujer) e intento hacer recordar a los laicos que hay que luchar con pasión todos los días y defender una sociedad en la que las opiniones no estén bajo influencias de las religiones ni de los poderosos.
Por cierto, algo muy llamativo es que se define como bufón. ¿Qué sentido tiene esta denominación en pleno siglo XXI?
Me he dedicado a estudiar la historia de los bufones, que es como decir la historia europea. Y resulta que durante siglos eran los únicos que podían decirle al rey o al emperador lo que pensaban. Tenían un papel político, no sólo artístico, y tenían licencia legal para decir lo que pensaban. Me encantan estos personajes porque son independientes, viven fuera de la sociedad, pero con el orgullo de poder mirar al rey a la cara y hablarle de tú a tú. Eso es lo que pretendo yo, hacerlo en la época actual. Pretendo hacer cosas provocadoras y escandalosas, pero también hablar de cosas serias, de forma racional y con una visión espiritual. Mi objetivo es recuperar una función olvidada durante siglos.
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