«y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata,..». El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Miguel de […]
«y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata,..». El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.
He tenido acceso en un foro de filosofía a un artículo de José Vidal-Beneyto titulado la izquierda en desbandada y publicado en El País en cinco entregas, en el periodo que va desde el 10 de noviembre al 8 de diciembre del año en curso. En la segunda entrega subtitulada «La cruzada contra lo común encuentra en la tentativa postmoderna su expresión más acabada», podemos leer la siguiente reflexión: «La cruzada contra lo común, lo colectivo, lo social a la par que la reivindicación del individuo, del sujeto, del yo como actores principales y máximos referentes posibles de la realidad encuentra en la tentativa calificada como posmoderna su expresión más acabada, su expresión más combativa. De los nombres que suelen acompañarla los de Vattimo y en parte Derrida y Baudrillard son los más sonados pero su padre fundador es sin duda Lyotard y su libro la Condition post moderne. Sin las reservas matizadas de Lyotard, el autor celebra la glorificación del individualismo contemporáneo, subtítulo del libro al que acabo de referirme, inscribiéndolo en su versión narcisista que para él no es símbolo de decadencia sino abolición de lo trágico de la existencia, repliegue hacia la esfera privada en la que sin ideales ni objetivos trascendentes los seres humanos pueden ser simplemente felices. «Fin del homo politicus y advenimiento del hombre psicológico que sólo cree en su bienestar», escribe».
¿Las cosas pasan al modo de lo que hemos leído en Lyotard?
Lyotard, como Derrida, Baudrillard y el resto de los pensadores posmodernos en verdad no piensan de forma rigurosa y estricta, sino que especulan, juegan con las palabras, se entretienen y se divierten. Las categorías filosóficas, que se caracterizan por su generalidad y de las que hacen un gran acopio cuando escriben, les permite especular, hablar de lo que les venga en ganas sin tener que hacer el menor análisis de la realidad. Y por aquella razón, por la presencia de las categorías filosóficas, no es tan fácil descubrir sus trampas y engaños. Son unos intelectualistas: creen que el mundo lo hacen las palabras y, sobre todo, sus propias palabras. Y hay filósofos del lenguaje y semiólogos que les siguen el juego, que creen que el logos, el verbo, la palabra, es anterior al ser. Y no sólo eso, sino que las cosas reciben su ser de la palabra o que las cosas son lo que son por medio de la palabra. Han convertido el mundo del lenguaje en el primer mundo, en el mundo inmediato, y han retraído al mundo real hacia la lejanía, hacia lo inalcanzable. Han transformado el mundo del lenguaje en lo más verdadero y el mundo sensible en lo más incierto.
Son unos idealistas: permanecen encerrados en el mundo de la pequeña burguesía y de sus encantos. No van más allá y no hablan de la parte dura de la realidad. No hablan de que hay hombres que no llegan jamás a ser hombres: no hablan de los hombres que mueren de hambre apenas siendo niños, apenas sin poder jugar no sólo con las palabras sino ni tan siquiera con juguetes. Habla Lyotard de abolir lo trágico de la existencia y no se refiere al hombre hambriento sino al hombre pequeño burgués que se ha hastiado y vaciado. Y es a este hombre pequeño burgués al que le dice que se repliegue en la esfera de lo privado para ser feliz. Pero es sólo un decir, son sólo palabras, porque ese hombre tendrá que trabajar o apropiarse de trabajo ajeno para comprar todo lo que necesita. Luego tendrá que abandonar su privacidad e ir al encuentro de los muchos. Porque es un saber ya viejo, asimilado de Marx, que si bien bajo el punto de vista del trabajo cada persona lleva una vida unilateral, bajo el punto de vista de sus necesidades su vida es multilateral. De manera que si bien bajo el punto de vista de su trabajo el representante teórico del pequeño burgués puede ilusionarse con la primacía de su individualismo, bajo el punto de vista de sus necesidades no le quedará más remedio que reconocer que su vida depende del trabajo de los muchos. Por lo tanto, la base económico-social de la creencia de la primacía de la individualidad radica en el carácter unilateral del trabajo personal.
El engaño de luchar contra lo común
Se nos quiere hacer creer que la ideología del neoliberalismo representa una lucha contra lo común, lo colectivo, lo social. Esto no podemos tomarlo en serio. No debemos engañarnos. Si nos dijeran que los neoliberales han organizado una cruzada contra los intereses comunes de los trabajadores, entonces sí deberíamos aceptar esa afirmación como cierta. Pero si nos dicen que los neoliberales llevan a cabo una cruzada contra lo común, entonces no deberíamos creerles. ¿Por qué? Porque los capitalistas constituyen una clase y tienen, por lo tanto, intereses comunes. Porque existen organizaciones empresariales que expresan de forma objetiva la existencia de intereses comunes de la clase capitalista. Porque los Estados capitalistas son la expresión manifiesta de que los intereses comunes de la clase capitalista son todopoderosos. No nos engañemos. Si los neoliberales estuvieran en contra de los intereses comunes, entonces estarían por la abolición y disolución de los partidos burgueses y de las mil y una organizaciones capitalistas. Pero sin duda que por esta labor no están. Los neoliberales intentan por todas partes y por todos los lugares organizar los intereses comunes de las clases capitalistas. Por lo tanto, los liberales están en contra de lo intereses comunes de los trabajadores, pero no en contra de los intereses comunes en general. Hay que insistir en la idea que la izquierda radical no se caracteriza por la defensa de lo común frente a la derecha que se caracterizaría por la defensa de lo individual. Nada de eso: tanto la izquierda radical como la derecha defienden intereses comunes. La diferencia entre esas dos líneas políticas no se encuentra en la contradicción entre lo individual y lo común, sino en que la izquierda radical defiende los intereses comunes de la clase obrera y los neoliberales defienden los intereses comunes de la clase capitalista.
El conflicto entre el interés individual y el interés general
¿Por qué han sido los antiguos militantes de partidos izquierdistas quienes más han ensalzado el individualismo? Porque en los partidos de la extrema izquierda los intereses individuales eran totalmente enajenados por los intereses generales del partido. Los intereses generales eran presentados como la negación de lo intereses individuales. Ese ha sido y es uno de los grandes males en la militancia de la extrema izquierda: la negación y enajenación de los intereses individuales. De ahí su tendencia manifiesta hacia el fascismo y hacia la represión de las distintas formas de libertad personal. Y cuando una persona ha militado en un partido donde no ha podido desarrollarse como individuo, es normal que cuando escapa de ese partido manifieste una tendencia hacia el otro extremo: negar los intereses comunes y ensalzar los intereses individuales.
¿Cuál es la causa de que muchos militantes de extrema izquierda, en especial intelectuales, terminen integrándose en el sistema capitalista y defendiendo posiciones reaccionarias? Hay varias razones: una, los partidos de extrema izquierda no son partidos de los trabajadores sino partidos de la pequeña burguesía, dos, la pequeña burguesía es fuente de la reacción tanto de izquierda como de derecha, de manera que no deberíamos asombrarnos, como le sucede a José Vidal-Beneyto, que personas que sean reaccionarios de izquierda se vuelvan después reaccionarios de derecha, y tres, una persona no se vuelve marxista, leninista o maoísta porque se autodenomine de ese modo, al igual que nadie se vuelve ingeniero porque se autodenomine ingeniero. Y a los voceros del capitalismo les interesa tomar a los antiguos militantes izquierdistas como si fueran conocedores del marxismo y a éstos hacerse pasar como si ese conocimiento estuviera en ellos.
El derecho a una renta básica de subsistencia como idealización de la sociedad burguesa
José Vidal-Beneyto en un intento de contrarrestar la defensa del individualismo por parte del neoliberalismo nos hace llegar la siguiente idea: «Robert Castel, en sus brillantes conversaciones con Claudine Haroche Propiété privée, propiété sociale, propiété de soi, Fayard 2001, retomando críticamente la problemática y el itinerario filosófico de macpherson -sobre todo Hobbes y el Locke del Segundo Tratado del Gobierno civil- busca romper el cerco de su individualismo negativo y recrear, basándose en la categoría de responsabilidad, una socialidad que enlace al individuo-ego con el individuo-otro formando un continuum, base del vínculo social. Esta convivencia de alteridad y mismidad en el proceso de individuación es la que hace posible, insiste Castel, el pasar de la responsabilidad individual a la humana, en virtud de la cual, los seres humanos, en cuanto humanos, deben disponer, desde su nacimiento, de una renta de subsistencia básica y de un reconocimiento universal del derecho de voto con independencia de su condición nacional».
El error, podríamos decir también el engaño, de Robert Castel es que no supera los marcos del capitalismo para solucionar los problemas consustanciales a dicho sistema. De manera que quiere que veamos en los derechos humanos no la expresión idealizada de la sociedad burguesa sino sus objetivos humanistas. El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y en su artículo primero puede leerse lo siguiente: «Todos los seres humanos nacen libre e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros». Pero todos sabemos que esto no es cierto, los seres humanos no nacen libres e iguales en dignidad y derechos, pues todos los días mueren 100.000 personas de hambre. Y tampoco es cierto que los hombres deban comportarse fraternalmente los unos con los otros, pues en el sistema capitalista la búsqueda del mayor grado de explotación de la fuerzas de trabajo es lo que prima por encima de todas las cosas.
Y si esa concepción sobre los derechos humanos que figura en el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no se ha cumplido, ¿por qué habríamos de esperanzarnos en que se cumpla el derecho de todo ser humano a una renta básica de subsistencia? Yo creo que es un error seguir por este camino. No sólo no debilitamos los fundamentos de la desigualdad de la sociedad capitalista, sino que la idealizamos. Y al igual que la Declaración Universal de los Derechos Humanos es la idealización de la sociedad burguesa, del mismo modo es una idealización la proclamación del derecho humano de toda persona a una renta de subsistencia.
Si se examina en profundidad esa propuesta veremos que contiene el pensamiento de que siempre habrá pobres y de que es imposible acabar con ese mal. Al igual que el establecimiento del salario mínimo no acaba con la explotación del trabajo a manos del capital, del mismo modo no acaba con dicha relación económica el derecho a una renta básica de subsistencia. El camino a seguir sería no centrar los cambios mirando a los pobres, sino mirando a los ricios y preguntándose, por ejemplo, cómo lograr que se modifique de manera radical el hecho de que las 500 personas más ricas del mundo sumen más dinero que 400 millones de pobres. Y no hay otra respuesta que la siguiente: revolucionando las relaciones económicas entre los hombres. Y una de las medidas para lograr esa revolución sería poniendo un tope máximo a la riqueza personal.
Las categorías filosóficas como ocultación de la realidad
Que Robert Castel recurra a la categoría de responsabilidad y nos hable del enlace de socialidad existente entre el individuo-ego y el individuo-otro como un recurso teórico para contrarrestar la defensa por parte de Macpherson del individualismo posesivo, me parece que es tratar de buscar en otra representación del mundo la solución del problema. La pregunta sería si en el mundo actual hay unas tendencias latentes o manifiestas que nos permitieran augurar un futuro donde imperará el hombre concebido por Lyotard y Macpherson o el concebido por Castel. Supongamos, para facilitar la representación del problema, que nos encontramos en una sociedad precapitalista donde predomina la gran propiedad terrateniente. Supongamos ahora que se lleva a cabo una revolución burguesa: se expropia a los terratenientes y se reparte la tierra entre los campesinos. ¿Cuál sería el resultado? Multitud de propietarios independientes de pequeñas parcelas de tierra. Y bajo estas condiciones, bajo el predominio de la economía individual, sería natural que en el ámbito de la superestructura surgieran conceptos que ensalzaran el individualismo y su papel crucial en la transformación del mundo.
¿Pero se da en el mundo actual una situación parecida a la descrita? ¿Nos encontramos ante un futuro donde las grandes propiedades transnacionales se vayan a transformar en pequeñas propiedades individuales? ¿Se avecina un futuro donde vaya a predominar la economía individual? Sin duda que no. Ocurre todo lo contrario. Cada vez surgen más grandes empresas, cada vez hay mayores fusiones para formar empresas gigantescas, cada vez el mundo, debido a la globalización, es más interdependiente. En suma, cada vez el mundo y todos los procesos económicos que lo constituyen son más sociales. Hablar en el mundo de la globalización como el periodo donde va a imperar el individualismo, que es propio de la economía individual, es un enorme disparate y un enorme engaño. Pensemos, para añadir más pruebas, en que todas las grandes empresas del mundo son sociedades anónimas, esto es, el capital es social. ¿Qué sentido tiene entonces hablar en el periodo de pleno dominio del capital social de la presencia de tendencias que apunten a un hombre individualista? Ninguno.
¿Pero por qué entonces se da esa exaltación del individualismo?
Hemos reconocido que la base económico-social para el predominio del individualismo está en la economía individual, en la pequeña producción, en el artesano y en la pequeña economía mercantil. Pero esa base social hoy día no es dominante, aunque sí ocupa cierto sector de la economía. ¿Habrá no obstante algún sector económico donde domine la forma individual y sea importante en el mundo actual? Si lo hay: el intelectual es un trabajador individual. Y lo es en su calidad de economista, de arquitecto, de ingeniero, de abogado, de médico, de profesor,… Justamente del seno de los propios intelectuales es de donde proviene la mayor defensa del individualismo y donde más se pueda incubar esa forma de ideología, puesto que su economía es individual. De ahí que debamos considerar que la defensa por parte de Lyotard, Derrida y Baudrillard de un hombre individualista responda a la situación económico-social en la que viven esos intelectuales, y que esta concepción gane adeptos justamente entre los propios intelectuales: semiólogos, psicólogos, lingüistas, arquitectos, filósofos,… Si bien en un tiempo el arquetipo del pequeño burgués era el campesinado, el tendero o el artesanado, en el mundo actual el arquetipo lo es sin género de dudas el intelectual.