El 25 de enero se cumple el vigésimo primer aniversario de la muerte de Nahuel Moreno, seudónimo político de Hugo Bressano Capacete, uno de los mayores dirigentes revolucionarios de la segunda posguerra, maestro y fundador de la corriente internacional de la que provienen los partidos trotskistas de Centroamérica. Moreno nació en 1924 en Alberdi, provincia […]
El 25 de enero se cumple el vigésimo primer aniversario de la muerte de Nahuel Moreno, seudónimo político de Hugo Bressano Capacete, uno de los mayores dirigentes revolucionarios de la segunda posguerra, maestro y fundador de la corriente internacional de la que provienen los partidos trotskistas de Centroamérica.
Moreno nació en 1924 en Alberdi, provincia de Buenos Aires, Argentina. En 1944, con escasos 20 años de edad, junto a un puñado de jóvenes funda el Grupo Obrero Marxista (GOM). En su documento precursor Moreno afirma: «Nos empalmaremos en el movimiento obrero, acercándonos y penetrando en las organizaciones dónde éste se encuentre, para intervenir en todos los conflictos de clase». En abril de 1945, en medio de la marea peronista que inundaba a la Argentina, este pequeño grupo intervino en una huelga en una de las fábricas más grandes del país, el frigorífico Anglo Ciabasa, localizado en Avellaneda, el cuál empleaba a 15.000 obreros. A partir de esa experiencia se desarrolla en el Partido de Moreno una continua lucha por echar raíces y hacerse fuerte al interior de la clase trabajadora. La corriente internacional que encabezó tuvo el gran mérito de dar la batalla consecuente por sacar al trotskismo de los círculos viciosos y las tertulias de la intelectualidad de clase media y dirigirlo tenazmente hacia el movimiento obrero, en medio de las más adversas circunstancias y el hostigamiento implacable de la patronal, las burocracias sindicales y el estalinismo. Máxime en aquellos tiempos en que ser trotskista era sinónimo de paria o hereje en los propios medios de la izquierda.
Nahuel Moreno fue parte del puñado de jóvenes e inexperto/as revolucionario/as a lo/as que les tocó mantener el hilo de la continuidad histórica del marxismo revolucionario en la segunda posguerra, en condiciones muy precarias y adversas, luego del asesinato de León Trotsky en Coyoacán, México, el 22 de agosto de 1940, a manos de un sicario enviado por Stalin. Moreno, es sin duda, la figura más descollante del trotskismo latinoamericano, y a nuestro criterio la corriente que él promovió hasta su último día, es la que mejor pasó la prueba de los grandes desafíos de la luchas de clases de la segunda posguerra en el siglo XX, no obstante sus limitaciones y dificultades.
Es muy vasta la obra y el pensamiento de Moreno. Señalemos brevemente algunos hitos, de seguro bastante parciales. Moreno empieza a militar en las filas del trotskismo a finales de la Segunda Guerra Mundial. En 1948 viajó a Europa para participar por primera vez en un congreso mundial de la Cuarta Internacional, que había sido fundada en 1938 por León Trotsky. En 1953 en el marco de la ruptura que se produce contra el Secretariado Internacional (SI, encabezado por Michel Pablo y Ernest Mandel) y su política del «entrismo sui generis»1, se agrupa en el Comité Internacional (CI), en solidaridad con la mayoría de la sección francesa y bajo la conducción del SWP norteamericano, del cuál en su juventud Moreno se consideraba discípulo. Desde 1957 es además impulsor destacado del Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo (SLATO). Moreno participa luego en el Secretariado Unificado (SU) que se constituye con la reunificación del SI y el CI en 1963, a pesar de sus fuertes críticas al método con el que se realizó esa fusión, que impidió derrotar al revisionismo pablista.
Desde 1969, junto al SWP norteamericano, Moreno contribuye a la formación primero de la Tendencia y a partir de 1973 de la Fracción Leninista Trotskista (FLT), que se funda para combatir la adaptación a la moda guerrillerista y ultraizquierdista de la mayoría mandelista del SU. La corriente esencialmente latinoamericana que encabeza Moreno juega un papel decisivo en la armazón de la política y el balance de la fallida revolución boliviana de 1952, en el apoyo a la revolución cubana de 1959 y a la vez en la crítica revolucionaria al método aventurero del foquismo guerrillerista, en la organización de los sindicatos y milicias campesinas encabezadas por el dirigente Hugo Blanco en 1961 en los valles peruanos de La Convención y Lares, en el combate a la concepción estalinista de la «vía pacífica al socialismo» en el Chile de Salvador Allende, que desgraciadamente preparó el camino para el sangriento golpe de Pinochet en 1973.
En el plano de la organización internacional, a raíz de la discusión sobre la posición pacifista de la dirección norteamericana en torno a Viet Nam y detonada por la orientación en torno a la revolución portuguesa y la guerra civil en Angola, entre 1975 y 1976, se llega a la ruptura con las posiciones oportunistas del SWP norteamericano, construyendo Moreno la Tendencia y luego la Fracción Bolchevique (FB), que fue la que permitió el desarrollo del trotskismo centroamericano. Durante la insurrección nicaragüense de 1979, la FB impulsó la Brigada Simón Bolívar (BSB) de combatientes voluntarios, a partir del PST colombiano y en la que el trotskismo centroamericano tuvo una activa participación. Luego cuando el sandinismo se orienta cada vez más a la capitulación, la FB encabezada por Moreno es la única corriente que advierte la trampa mortal de Contadora y los Acuerdos de Paz, que finalmente ayudan a desmontar la revolución centroamericana. En el último lustro de su vida Moreno fue fundador en 1982 de la Liga Internacional de las y los Trabajadores- IV Internacional (LIT-CI), de la que forma parte del PRT desde su nacimiento.
En Argentina, pese a la loza de la burocracia sindical peronista que controla al movimiento obrero, se va conformando un sólido partido trotskista, muy vinculado a la resistencia obrera, que con la constitución del Partido Socialista de las y los Trabajadores (PST), llegó a tener centenares de militantes y cuadros insertos en el movimiento obrero, y tuvo que soportar la dura prueba de la dictadura y la clandestinidad a partir de 1976, con el trágico saldo de más de cien militantes asesinados y detenidos – desaparecidos. En 1982 luego de la caída de la dictadura militar, el Movimiento al Socialismo (MAS) que impulsa con el regreso de la legalidad, abre decenas de locales en los barrios obreros y populares y se convierte en ese período en el partido de la izquierda argentina más fuerte, llegando a tener alrededor de cinco mil militantes a fines de los ochenta.
Luego de su fallecimiento hubo un proceso de discusión y crisis en la corriente, agravada por la incomprensión del proceso mundial que se inaugura en 1989 con la caída del Muro de Berlín y el subsiguiente desplome de los antiguos estados obreros burocratizados y por el embate de las presiones de la «reacción democrática» en nuestras filas que se profundizaron en los noventa. Actualmente distintos grupos siguen reivindicando su legado y trayectoria, y tienden en buena parte a converger y desarrollarse en esta nueva etapa de ascenso de las luchas del movimiento de masas
Como se puede observar en esta apretada síntesis el legado de Moreno es denso e invaluable. Es imposible en esta breve nota describir en toda su dimensión el papel de Moreno, como continuador de la IV Internacional fundada por León Trotsky. Su claridad en la defensa de los principios, su lucha indoblegable por la independencia política de la clase obrera y la revolución socialista, su método fraternal de construcción partidaria -nos educó siempre en el respeto a los cuadros, a los organismos, y a la militancia de conjunto-, sus elaboraciones teóricas de vasta magnitud; son todos aspectos de su obra que reivindicamos con emoción en el vigésimo primer aniversario de su fallecimiento.
No obstante, sin duda Moreno fue tanto más grande en la medida en que dedicó sus mayores esfuerzos a la construcción del partido mundial de trabajadore/as. En este aspecto, Moreno no hace más que retomar con pasión la tradición marxista. Desde el Manifiesto Comunista de Marx y Engels entendemos que el capitalismo es mundial y está férreamente organizado en ese terreno, por lo tanto, la clase obrera revolucionaria y los sectores oprimidos, deben necesariamente organizarse a escala mundial para hacer viable su lucha por la victoria.
Moreno dedicó su vida entera a la construcción de la IV Internacional. Sin embargo, con la claridad y franqueza que lo caracterizaba, Moreno advirtió que nuestra corriente, como él mismo la denominó , era un «trotskismo bárbaro», que se forjó contra viento y marea, sin el respaldo ni la guía firme de una organización ni dirección internacionales centralizadas y debidamente probada en la conducción de grandes revoluciones. Por ello nos alertó siempre que, por tales limitaciones, nuestra corriente estaba expuesta por eso mismo, a cometer muchos errores y a empezar una y otra vez. Moreno murió a los 62 años dejando inconclusa su lucha de más de cuarenta años por la construcción de un Partido Mundial de la Revolución Socialista con influencia de masas.
En el marco de la polémica con la mayoría de la dirección del Secretariado Unificado (SU) de la IV Internacional, en vísperas del X Congreso (1974), Moreno elaboró un largo trabajo titulado «Un documento escandaloso». La última página nos ofrece en apretada síntesis, la posición de Moreno sobre el rol histórico de la internacional trotskista que es importante rescatar por su perspectiva histórica:
«Hemos terminado. Sólo nos queda una aclaración por hacer. La construcción de un partido revolucionario mundial de los trabajadores es, ya lo hemos dicho, la más grande tarea que se haya planteado nunca al ser humano. Por su inmensidad, y por los poderosísimos enemigos que enfrenta, es una tarea muy larga y muy difícil. Somos un puñado de militantes que enfrentamos, con la única arma moral de nuestra confianza incondicional y ciega en el movimiento de masas y en la clase obrera, al imperialismo y a la burocracia: una clase y una casta que han concentrado en sus manos el poderío más grande de que tenga noticias la humanidad.
«Los nuevos camaradas que apenas ahora se enteran, en medio de una discusión muy dura y violenta entre dos fracciones de todas las luchas anteriores, tanto o más duras y violentas; los nuevos camaradas que ven que estamos frente a una nueva crisis; los nuevos camaradas que ven la tremenda cantidad de errores que ha cometido la IV Internacional en los últimos veinticinco años; estos nuevos camaradas tienen todo el derecho a preguntarse, y muchos lo hacen, para qué seguir dentro de esta Internacional. Queremos responderles lo siguiente: lo que hemos vivido hasta ahora es la prehistoria del Partido Mundial Revolucionario de los Trabajadores. Pese a todos sus errores, esta Internacional ha tenido un mérito gigantesco; en medio de la más feroz persecución de la burguesía y la burocracia estalinista ha conservado para el movimiento obrero y de masas toda la experiencia adquirida en más de un siglo de lucha. Una experiencia cuya pérdida hubiera atrasado por varias décadas el desarrollo de la revolución socialista. Una experiencia que se sintetiza en una teoría, la de la revolución permanente, un programa, el programa de transición, y una organización, el partido leninista-trotskista. Por el solo hecho de haber conservado estas herramientas de lucha del movimiento obrero y de masas, aun esta etapa prehistórica está en la historia de la humanidad.
«Pero ahora estamos dejando la prehistoria y entramos en la historia de la IV Internacional. El movimiento de masas ha entrado en el más colosal ascenso que se haya conocido; el sistema capitalista mundial, el imperialismo, sigue debatiéndose en una crisis dramática, cada vez más profunda, que expresa su decadencia y su putrefacción definitiva; décadas de experiencia de las masas con el estalinismo y el reformismo las aproximan, cada día más, a romper definitivamente con ellos; ya no hay ningún obstáculo histórico entre la IV Internacional y las masas: desde 1968 estamos en condiciones de comenzar a construir partidos trotskistas con influencia de masas en cualquier rincón del mundo: el Partido Mundial Revolucionario de los Trabajadores ya no es sólo una necesidad histórica de esta etapa de transición: ya existen las bases objetivas para construirlo. Y todos esos errores, divisiones, y agrias discusiones del pasado y del presente, no son más que los dolores de parto de ese partido mundial con influencia de masas. La IV Internacional que nosotros conocemos es, a la vez el embrión y la partera de ese partido. Por eso estamos en ella y por eso seguiremos en ella».
1 En el marco de la llamada «guerra fría», previendo equivocadamente que se avecinaba un guerra imperialista contra la antigua Unión Soviética: «…el entrismo sui generis propuesto por Pablo y Mandel, consistía en ingresar a las organizaciones stalinistas, socialdemócratas o pequeñoburguesas nacionalistas y permanecer en ellas todo el tiempo que les llevara tomar el poder y consolidarlo. El entrismo debía hacerse principalmente en los partidos comunistas. Y sólo posteriormente a que los hubiéramos acompañado a hacer la revolución, tendríamos que empezar a diferenciarnos de ellos. Esta posición llevó a Pablo y Mandel a un enfrentamiento con la mayoría del trotskismo internacional -empezando por la mayoría de la sección francesa- que rechazó categóricamente el pronóstico de que el estalinismo, las corrientes de izquierda de los movimientos nacionalistas burgueses y los partidos socialdemócratas iban a hacer la revolución. Tampoco creíamos que nuestro rol fuera el de entrar en esos partidos y movimientos y permanecer en ellos hasta que tomaran el poder y se consolidaran, para recién entonces empezar a diferenciarnos» (tomado del prólogo del texto de Moreno El Partido y la Revolución, 1986)
Pedro Rojas, Partido Revolucionario de las y los Trabajadores (PRT), Costa Rica, Centroamérica, enero 2008