De vida novelesca: envuelto en duelos, expulsado de la sociedad madrileña, emigrado a América, donde evoluciona hasta el anarquismo, Rafael Barrett murió en 1910 a los 34 años. Su brillante y vigorosa prosa suele deslumbrar a quienes se le acercan por primera vez. Es Rafael Barrett un escritor subterráneo que periódicamente aflora en ediciones esporádicas. […]
De vida novelesca: envuelto en duelos, expulsado de la sociedad madrileña, emigrado a América, donde evoluciona hasta el anarquismo, Rafael Barrett murió en 1910 a los 34 años. Su brillante y vigorosa prosa suele deslumbrar a quienes se le acercan por primera vez.
Es Rafael Barrett un escritor subterráneo que periódicamente aflora en ediciones esporádicas. Tras una excelente antología en 2003 (A partir de ahora el combate será libre, Ladinamo Libros, selección y prólogo de Santiago Alba Rico), el reciente libro de Gregorio Morán (Asombro y búsqueda de Rafael Barrett, Anagrama) viene a darnos nuevos motivos para recordar a este autor apasionante.
Su corta e inconclusa obra fue suficiente para que Roa Bastos le señalara como su principal referencia literaria y afirmara que «Barrett nos enseñó a escribir a los escritores paraguayos de hoy»; y así Borges (tan poco dado a halagos) le calificó de «genial». Igual entusiasmo despertó en Rodó, y luego en Benedetti, en Galeano, en Rama, por señalar algunas referencias. Es Barrett un pensador penetrante, radicalmente crítico, que se debate en el torbellino de la «crisis de fin de siglo» y que considera el anarquismo como la punta de lanza de la corriente revolucionaria que conmovía su tiempo.
En su libro, en cambio, Morán rechaza con saña que Barrett haya sido catalogado como pensador anarquista y con ello pretende rebatir la opinión general de todos sus comentaristas. Pretende también rebatir… ¡al propio Barrett! Porque el hecho incontestable, nos guste a los demás o no, es que Barrett se declaró anarquista, actuó como anarquista y escribió como anarquista. E incluso detalló sus ideas libertarias en un artículo titulado Mi anarquismo, así de claro y con todas las letras, para que nadie pudiera llamarse a engaño. Asegura Morán que Barrett «sigue ignoto», lo que resulta chocante cuando se han publicado más de medio centenar de libros sobre su obra, incluidas seis ediciones de Obras completas.
Le asombra a Morán que Barrett no exista en la literatura española. Y la razón es bien simple: donde se le incluye sistemáticamente es en la literatura paraguaya. Nació Rafael Barrett en 1876 en Torrelavega (Santander), hijo de padre inglés y madre española, pero fue en Paraguay donde se instaló y se implicó vitalmente hasta el punto de afirmar que era «el único país mío, que amo entrañablemente»; y allí produjo la mayor parte de su obra literaria. Es pues lógico que siempre haya sido considerado un escritor paraguayo y que no figure en la literatura española quien nada literario escribió en España.
En las primeras páginas del libro confiesa Morán no saber nada de Paraguay, y tal vez por eso el libro está plagado de errores sorprendentes: se escandaliza de que nadie haya dado noticias de las «revistas orientales» en las que Barrett dice haber publicado, imaginando que se trata de revistas del Oriente e ignorando que por «orientales» Barrett se refiere a revistas del Uruguay.
Explica la personalidad de la esposa de Barrett, Panchita, desde la poderosa figura de su «antepasado» el mariscal López, cuando Panchita no era descendiente del mariscal. Se asombra también de que Panchita diera habitualmente la bendición a su hijo y deduce de ello que era una persona de extrema rigidez religiosa, ignorando que dar la bendición a los hijos es una usanza familiar muy común en Paraguay. Cita con errores reiterados los nombres de personas y de lugares, etc. Lo mejor del libro de Morán son, sin duda, los fragmentos de textos del propio Barrett, su escritura precisa y penetrante. Y su principal virtud es la de traernos de nuevo a las librerías y darnos la ocasión de recordar la obra y la vida de un escritor excepcional.