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Gelman tiene la palabra

Fuentes: Público

No corramos, por favor, que me gusta vivir». La mujer de Juan Gelman sabe que llegan tarde al siguiente acto de la apretada agenda del Premio Cervantes, pero le advierte al conductor del coche oficial que lo importante es llegar. El poeta suelta en un silbido por esa sonrisa de pícaro: «Me gusta vivir» dice, […]

No corramos, por favor, que me gusta vivir». La mujer de Juan Gelman sabe que llegan tarde al siguiente acto de la apretada agenda del Premio Cervantes, pero le advierte al conductor del coche oficial que lo importante es llegar. El poeta suelta en un silbido por esa sonrisa de pícaro: «Me gusta vivir» dice, «qué capricho». Ayer fue un día ajetreado para Juan Gelman, pero no se olvidó de su sentido del humor. 24 horas antes de recoger el galardón más importante de la literatura en lengua castellana, llega tarde a la segunda cita del día: una conferencia sobre su vida y obra en el Salón de Actos del Rectorado de la Universidad de Alcalá de Henares. En dos días ha visitado la ciudad universitaria dos veces. Y habrá una tercera, claro.

Llegan tarde y no tienen un hueco en todo el día -en unos días Gelman cumplirá 78 años de edad y está preparado para toda esta marcha, o eso parece-, así que me ofrecen empotrarme en su auto para charlar lo que dure el trayecto. En la parte de atrás de un coche quiero hacerle a Gelman
una entrevista de cabotaje, en la que cuente y dé pistas sobre qué sentido tiene todo esto, la vida. No se me ocurre nadie mejor. Según pasan los kilómetros me espeta, de buenas maneras y con la picardía de nuevo bajo las gafas de sol, que eso que estoy haciendo con él no es periodismo. Que Juan Gelman ofrece ternura en para eso podríamos haber quedado en un bar como dos amigos. Ojalá.

Memoria y dolor

El día anterior se me había escapado en la rueda de prensa. Le pregunté por la verdad y todo lo que podía haberse acercado a ella desde el periodismo y desde la poesía, sus dos oficios literarios. Contestó que eran dos verdades diferentes. Ahora que no tiene escapatoria vuelvo a preguntarle y me dice que la verdad periodística procura la verdad de los hechos, por eso dice que le gusta mucho el periodismo de investigación. «La verdad periodística saca lo oculto al público, los secretos del poder. La verdad de la poesía revela otros secretos: los de la palabra y los de la existencia». Normalmente reconoce que lo contrario del olvido no es la memoria, sino la verdad. Hoy en día está tan lúcido como para buscarla desde su columna periodística y con sus poemas.

Ambulancias a todo trapo por la Gran Vía. Justo cuando hablamos de sus motivos para el odio. «Tengo motivos pero la venganza no es mi terreno, es el de la justicia. En Argentina ningún familiar de desaparecidos tomó la justicia por mano propia». No me apetecía volver a recordarle los terribles hechos que le tocó vivir (la muerte de su hijo y su nuera con 20 años apenas cumplidos, la desaparición de la hija recién nacida de ambos, el encuentro con ella más de 20 años después, etc), se emociona al recordar que quiere hacer justicia. «La venganza nunca es la solución, y además da mal ejemplo». ¿Hasta dónde nos llega la barbarie? «Todos llevamos un bárbaro dentro, pero no tenemos por qué sacarlo. Yo nunca pensé en que la venganza fuera la solución». El argentino Juan Gelman es dulce hasta chocar con la ironía.

Precisamente, insiste en que como la poesía no es una cuestión de voluntad y se asoma cuando no se llama, sin intentarlo, «nunca escribí en defensa propia», aunque confi esa que alguna vez se le pasó por la cabeza. Y a pesar de ello su trabajo pasará y los enemigos de la dignidad tendrán su castigo.

Alegría de vivir

«¿Qué he averiguado sobre la vida? Que cada vez me gusta más», contesta y recuerda a sus cuatro nietos repartidos en sus cuatro continentes. Sobre la muerte dice que ha averiguado que siempre llega. Cita a Juan Rulfo y se ríe y saca una tos que no apunta nada bueno. Y sin darle descanso le pregunto por el papel del arte hoy, «alegrar». No duda, en todas las épocas y en todos los tiempos, el arte sirve para alegrar la vida a los hombres.

Entramos en un túnel de la M-30, buen momento para hablar sobre la inocencia. Por si no lo sabíamos: «La ingenuidad termina perdiéndose», pero advierte que siempre hay que conservar una actitud contraria a la mirada del cínico, que descree de todo. También cuando escribe. «La poesía no es algo voluntario, sucede cuando quiere. No se la puede forzar. Siempre ocurre de noche y en absoluta soledad. Muchas veces he deseado la desaparición de la humanidad para poder escucharla mejor», remata.

Reconoce que las obsesiones llegan en un momento en el que tienen necesidad de expresarse. No siempre es así, «sólo cuando la obsesión es muy intensa». Pero algún ejercicio comprenderá, de alguna manera habrá que sacarla de ahí adentro. «La poesía es una manera de vivir», parece que no.Pues la de Juan Gelman es la necesidad de oponerse a los poderes absolutos que nos rigen y tratan de marcar el camino. La poesía convencida que no basta con espigar recuerdos, sino también en acudir a las memorias más sangrantes y punzantes. A ello le ayuda no pensar en el lector ni en sus reacciones. Le miro. Está escurrido sobre la tapicería blanca del coche. Va cruzado en el asiento, como un fardo que llevan de un lado a otro sin perder la sonrisa.

Asegura que el lector no le importa: «Yo escribo para expresarme, yo escribo por necesidad. No me importa qué efecto pueda provocar en el lector o hacia dónde le impulsará». A pesar de eso, reconoce que ha habido
lectores que se han armado de sus poemas para provocar el enamoramiento súbito. «Si sirven para enamorar a alguien, perfecto. Uno no se propone nada, lo único que puede hacer es tratar de traducir la sensación de lo que le cerca», explica. Nos acercamos a Alcalá de Henares. Esto se acaba.

Más allá de la ficción

Ternura, dolor y serenidad, los tres momentos de la poesía de Juan Gelman que nunca tuvo nada que ver con la ficción y ni siquiera con el realismo. ¿Pero por qué empezó a escribir Juan Gelman? «Mire, le voy a contar una historia». El poeta se explaya en los detalles, los camiones pasan y la marcha es tan tranquila como para que la mujer de Gelman viaje tranquila y charle con el conductor de los planes del día. Mientras, su marido me cuenta que su hermano le leía aPuskin cuando tenía cinco años. «Yo no entendía ni una palabra, pero me transportaba a otro lugar. Era la palabra, aquella música. Todavía recuerdo algunos de esos poemas y sigo sin entenderlos», quiso acercarse todo lo que pudo a ese mundo.

«Yo recuerdo discusiones con 17 años, en las que decían que la prosa tenía las líneas más largas y llegaba hasta el final de la página», ésa es la socarrona diferencia que ofrece Gelman entre la prosa y el poema. Me quedo con la definición que apuntó el día anterior a nuestro viaje: «La
poesía es un árbol sin hojas que da sombra», genial.

La edad no importa

Me hace gracia eso que comenta de que no quiere oír hablar de «literatura comprometida», le digo. Él prefiere decir «literatura casada». «Porque lo de comprometida es una trampa que se inventaron los franceses no hace mucho. ¿Comprometida con qué? Cada cual tiene su experiencia y la necesidad de expresar su visión de la realidad», explica. En ese sentido, y se moja, el poeta debe hacer la poesía que él quiere hacer y no liarse con panfletos. «La buena voluntad no surge en la poesía».

¿Qué es lo último que ha descubierto? Parece que será la última pregunta, porque entre la carretera y el interrogatorio noto a Gelman un tanto mareado. Y le espera una conferencia universitaria interminable. «Yo estoy en la cuarta edad. La primera edad es la infancia, la segunda
es la juventud, la tercera la madurez y la cuarta, y esto es lo que he descubierto, es «qué bien se te ve». Nos reímos. «Lo que se piensa entre paréntesis después de esta expresión no quiero ni imaginármelo».

Me resisto a bajarme del coche sin preguntárselo y responde: «No, mejor estar acompañado que solo». A pesar de que le guste la soledad, necesita más la vida.