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El trabajo organizacional en la «población», un vacio que debemos llenar

Fuentes: Rebelión

Quienes trabajamos en la construcción de organizaciones sociales a nivel poblacional, podemos decir con cierta certeza, de que es posible aprender respecto a la historia de la lucha de clases en las poblaciones marginales del gran Santiago. Es por tanto tarea indispensable comentar un par de aspectos de estas experiencias. 1.-¿ QUIÉNES SON LOS POBLADORES […]

Quienes trabajamos en la construcción de organizaciones sociales a nivel poblacional, podemos decir con cierta certeza, de que es posible aprender respecto a la historia de la lucha de clases en las poblaciones marginales del gran Santiago. Es por tanto tarea indispensable comentar un par de aspectos de estas experiencias.

1.-¿ QUIÉNES SON LOS POBLADORES Y CUÁLES SON SUS INTERESES Y ASPIRACIONES?

Como sabemos, la característica básica de un país subdesarrollado es la alta concentración poblacional en un pequeño grupo de ciudades. En el caso de Chile tenemos Santiago, Concepción y Valparaíso. En Santiago, se concentra no sólo el 40% de la población nacional, sino que además se condensa el poder político, financiero, industrial, los servicios públicos, administrativos, intelectuales y tecnológicos fundamentales del país. Este centro es rodeado por bastas zonas, otrora las mejores tierras agrícolas del país, que desde las políticas habitacionales del gobierno pinochetista se fueron convirtiendo en los espacios de segregación social en que fueron recluidos los pobres de la ciudad y los expulsados que llegaban del campo. Así nacieron las comunas monstruos como Maipú, Puente alto y La Florida. Comunas marcadas esencialmente por su carácter dormitorio, toda vez que se construyeron grandes complejos habitacionales, sin servicios públicos, ni hospitales, ni escuelas, ni parques, ni centros deportivos y culturales, ni colectores de aguas lluvias, etc. Así nacieron las poblaciones marginales, lugares en donde fueron erradicados los pobres que vivieron al interior de la ciudad ocupando espacios que luego en el contexto neoliberal serian presa de la especulación inmobiliaria y financiera. Estas poblaciones adquirieron su fisonomía como paisajes urbanos con pequeñas casas y blockes de departamentos de 15 a 30 metros cuadrados, de material semi-sólido y apiñadas unas al lado de la otra y separadas sólo por un pequeño pasaje de 3 metros. Es la imagen que nos ofrece la película «El Chacotero sentimental». Es en estos lugares donde viven hacinadas dos y más familias por vivienda, siendo caldo de cultivo para la promiscuidad sexual, la drogadicción, la violencia física inter personal, las enfermedades mentales y depravaciones de todo tipo, la falta de expectativas culturales y educacionales, y fundamentalmente la degradación y envilecimiento moral y ético de bastos sectores de nuestra clase social. Pero también son los espacios donde más hondo ha calado el mensaje de que la pobreza puede ser disfrazada mediante el acceso a bienes de consumo como zapatillas, celulares, televisores, equipos musicales y ropas de marca. Los pobladores de estos guetos están marcados por el desarraigo identitario y cultural. Si es que alguna vez tuvieron experiencias de organización en los antiguos campamentos o poblaciones donde vivían antes de la diáspora pinochetista, esas experiencias desaparecieron en los nuevos lugares en que se los instaló. Por tanto no sólo desaparecieron los tipos de organizaciones populares pasadas, sino también se esfumaron los grados diversos de conciencia político social que en algún momento tuvieron. Es en estas poblaciones donde habitan los escolares del sistema municipal y subvencionado, cuyo padre trabaja por temporada en la construcción, y donde la mamá tiene como gran aspiración tener un puesto en la feria o entrar a trabajar a una empresa subcontratista de servicio de aseo. Es en este tipo de poblaciones donde la UDI saca la mayor cantidad de votos, y donde los principales traficantes de drogas, o sicarios de los grandes barones de la droga, son los pacos de la comisión civil. Es el lugar en que habitan los estudiantes de los colegios industriales o politécnicos en que cursan una «carrera» como repostería, secretaria o contabilidad, colegios en que ya en cuarto y quinto básico las niñas están pensando en tener una guagua para que alguien la mantenga o para obtener de la muni algún beneficio. Pero también es el lugar en que habita el grupo de edad más joven de la sociedad de Santiago, juventud que descubrió que el piño es la mejor escuela y familia, y donde el carrete, el reventón, la hinchada por la U o por el Colo son la única opción que puede despertar una pasión o aprender una mejor manera de ganarse la vida: el matonaje, venta de papelillos, algún choreo, y si es posible, llegar a pegarse alguna acción del alta connotación publica para graduarse de choro o de chora y tener un estatus de respeto. Todo esto estimulado por una excitante letra reaggeton.

2.- ¿TIENE SENTIDO EL TRABAJO EN LA POBLACIÓN?, ¿CUÁLES SON SUS OBSTÁCULOS, LIMITACIONES Y POSIBILIDADES?

Nuestra reflexión tiene tres vértices: por un lado está la opinión que sostiene que el trabajo poblacional es estéril o inútil por cuanto se debe concentrar esfuerzos en los verdaderos protagonistas del cambio social e histórico: los trabajadores y sus experiencias sindicales, de huelga y ruptura. Por otro lado está la opinión que sostiene que luchar contra el tráfico y consumo de drogas en las poblaciones mediante iniciativas de educación popular es hacerle la pega al sistema y resolverle una contradicción creada por él mismo. Por último está la postura que sostiene que luchar por las reivindicaciones básicas de los pobladores, como por ejemplo el derecho a una vivienda decente para cada familia, o la mejora en la calidad de educación y salud de colegios municipales y subvencionados así como de consultorios y hospitales, es simplemente «perfeccionar» el sistema, resolviendo problemas inmediatos y fortaleciendo una lógica asistencialista que no permite derrocarlo ni atentar contra sus raíces y orígenes en que se funda y reproduce.

Si consideramos la experiencia histórica de los últimos 40 años del movimiento popular en Chile, ciertamente que encontraremos suficientes elementos para respaldar estas opiniones y concluir que en su origen todas estas aprehensiones son justas. Como también lo es el hecho de idealizar el comportamiento de los trabajadores en las luchas populares, sin perjuicio de compartir plenamente la evidencia histórica de que sin los trabajadores como sujetos protagonistas del cambio social no existe posibilidad de avanzar hacia una sociedad superior al capitalismo y sin los pobladores y sus organizaciones y movimientos sociales es imposible construir movimiento popular. Todo depende del grado de lucidez de nuestro planteamiento y de la lectura histórica que hagamos. No debemos olvidar los conceptos de estrategia y táctica, ni las relaciones entre fines y medios, ni las necesidades ideológicas que requiere la construcción de sujetos populares.

Al respecto podemos esbozar las siguientes ideas: como campo popular estamos en un proceso de construcción de fuerzas sociales y movimientos popular luego de un feroz período de derrotas, retrocesos y errores con efectos catastróficos. También debemos señalar que el período de alza y crecimiento del movimiento popular va precedido por un ciclo de asociatividad y comunitarismo social que cumple con la función de sembrar las ideas, subjetividades, relaciones sociales y estéticas que luego brotaran al calor de la tormenta histórica que supone el alza del movimiento popular en un período prerrevolucionario. En este sentido, EL TRABAJO POBLACIONAL Y COMUNITARIO, pese a que los Estados lo usan como una forma de cooptación social o de asistencialismo (ahí están todas las políticas de creación de canchas, parques, escuelas básicas, programas de empleo, Sapus, información y seguridad ciudadana, nuevas políticas de vivienda, etc), PUEDE SER USADO EN UNA PERSPECTIVA DE LUCHA DE CLASES, pese a las limitaciones señaladas y al uso de los marcos y recursos que la legalidad ofrece, constituyéndose en un aporte importante pero limitado en la acumulación global que se requiere en esta lucha de clases. Ahora bien, el problema es que de la suma de estos aportes limitados que provienen de distintos sectores, depende crear las condiciones subjetivas para que se alce nuevamente en lucha un movimiento popular con posibilidades de disuasión y de triunfo creíbles.

Uno de estos aportes, tiene relación con la creación de subjetividades, en un medio donde los sectores de trabajadores y explotados viven cotidianamente y pasan mayoritariamente su tiempo. A nuestro juicio, el sistema pese a lograr triunfos ideológicos importantes entre los pobladores, ha creado condiciones materiales tan insoportables y enajenantes que, con un firme trabajo de educación, práctica y organización popular, es posible desconstruir la ideología dominante y crear vacíos ideológicos susceptibles de ser llenados por nosotros. Estro, reitero, considerando la fragilidad de los mecanismos inclusión que ofrece el sistema para los habitantes de nuestras poblaciones. Aquí es donde el desarrollo comunitario y el trabajo social y poblacional, pese a usar los marcos y recursos que la legalidad ofrece, puede marcar la diferencia en cuanto a su concepción, toda vez que, en el contexto de expansión del sistema capitalista cuya expresión ideológica es la globalización neoliberal, el único medio de inclusión que se ofrece es el mecanismo mercado – individuo. No existe, otra forma de inclusión social, pues la globalización neoliberal ve este medio como única forma de potenciar y reforzar la explotación al trabajo y de este modo fortalecer al capital. Todo tipo de concepción «comunitaria» o de «asociatividad» no neoliberal o anti neoliberal está excluida. En este sentido, una estrategia de desarrollo poblacional o comunitario conlleva una resistencia ideológica al neoliberalismo, y por tanto, plantea un aporte a la construcción de «pequeñas bases ideológicas materiales no capitalistas».

Todo esto implica un aspecto trascendental para los pensamientos sociales críticos, y es que se deben superar las disputas estériles y ociosas, casi teológica, que existen al interior de dichos pensamientos en torno a los medios a usar para aportar al cambio social. Es ocioso seguir centrando eternas discusiones en torno a los medios usados. Lo fundamental es acumular fuerza para la lucha de clases sin enamorarse de ningún medio por atractivo que este sea y sin olvidar que ya sea el dinero, las armas, la milicia, la negociación política o el voto, la educación o el trabajo social, el sindicato o el comunitario, todo debe tener como único norte acumular fuerza para saldar a nuestro favor un enfrentamiento histórico inevitable a fin de superar el sistema capitalista , y una materialización perdurable de potencia ideológica necesaria que dé garantías de que los medios usados estén al servicio de ese proyecto anticapitalista. He aquí un problema central, pues si el sistema capitalista ocupa todos los medios posible para garantizar los privilegios de las clases dominantes, ¿por qué, nosotros, los dominados, los que no tenemos proyecto, pero que sí formamos parte de una clase social realmente existente, no vamos a ocupar todos los medios posible para liberarnos?.

Esta concepción significa que el trabajo social poblacional puede ayudar a crear, generar o fortalecer el despliegue de movimientos sociales, que nacerían de los límites legales que impondrían los Estados – Gobiernos a las eventuales soluciones que el sujeto social genere a sus propios problemas. Esta consecuencia se deriva de una lectura simple, pero no por ello menos importante: a nuestro juicio, actualmente existen dos grandes frentes de trabajo, por un lado están los movimientos sociales y populares críticos al sistema que actúan bajo la lógica de la demanda y la transgresión y donde se ubican en primera línea, por ejemplo, los movimientos de trabajadores; y por otro lado, está el trabajo social poblacional y comunitario inspirado en la superación capitalista (para diferenciarlo del trabajo comunitario asistencialista, funcionalista de cooptación) con una lógica asociativa y resolutiva. Los movimientos sociales antisistemicos agudizan las contradicciones del sistema, empujando sus límites hacia puntos de quiebre, creando las subjetividades colectivas necesarias para alimentar el proceso de cambio social. Los trabajos sociales poblacionales y comunitarios, como los arriba definidos, crean objetivamente bases materiales e infraestructura para el desarrollo de nuevas relaciones sociales y bases materiales para el funcionamiento de los movimientos sociales de crítica social. Ambos frentes deberían complementarse para generar elementos ideológicos, éticos, estéticos, políticos y materiales comunes con una base mínima de homogeneidad que permita aportar a la construcción de proyectos políticos. Ninguno de los dos frentes puede prescindir del otro, así como ninguno puede reemplazar al otro. Uno tiene una lógica de desarrollo hacia delante (los movimientos sociales), otro tiene una lógica de desarrollo hacia dentro (los movimientos comunitarios y poblacionales). Ambos se imbrican en dinámicas sociales horizontales y verticales. El tener clara esta relación por parte de las personas que participan en uno u otro frente, ya es un aporte extraordinariamente importante para el llenado del vacío histórico al que hacíamos referencia al principio.