Traducido por Anahí Seri
Hambre y explotación: Por qué urge una redistribución global de la riqueza. Entrevista con el filósofo Stefan Gosepath
Die Zeit: Sr. Gosepath, el año pasado el mundo gastó 858 mil millones de euros en armas. Y sólo harían falta 20 mil millones para acabar con el hambre en el mundo. Ante cifras como éstas, uno debería dejar de creer en la justicia terrenal.
Stefan Gosepath: Sí, son números escandalosos, pero no nos tenemos que desanimar. Por otra parte, hay que hacer una advertencia: es fácil embroncarse con los gastos en armamento, pero la seguridad y la paz también son valores importantes. Se trata de hallar el correcto equilibrio.
Die Zeit: Todos los días mueren 30.000 niños, hay 860 millones de personas desnutridas. Ante esta situación, ¿acaso hace falta una teoría de la justicia?
Stefan Gosepath: Es que siempre va a haber personas que piensen que el mundo está bien tal como está. Pero si queremos persuadir a los ciudadanos a desprenderse de una parte de su riqueza – entonces hay que dar argumentos, y se necesitan buenas razones. Los teóricos de la justicia reflexionan sobre estas razones.
Die Zeit: Siempre ha habido pobreza.
Stefan Gosepath: Cierto. Pero el mundo se ha hecho más pequeño, y a nosotros, los occidentales, que somos los que más nos beneficiamos de la globalización, nos corresponde una responsabilidad por aquellos a los que se ha dejado de lado.
Die Zeit: Occidente no puede prestar ayuda en todas partes.
Stefan Gosepath: Pues sí, cuando hay pobreza absoluta estamos obligados, de forma directa, a prestar ayuda. Si llegamos a un lago al que se ha caído un niño, no nos ponemos a preguntar quién lo ha tirado.
Die Zeit: El mundo no es un lago.
Stefan Gosepath: Pero compartimos un sistema económico. Y en la medida en que nosotros ganamos buena parte de nuestro dinero en este sistema, nos corresponde una corresponsabilidad por los perdedores. Y dado que el sistema económico que a nosotros nos viene bien explota a determinados grupos, o les impide acceder al mercado, tenemos también, en parte, la culpa de su pobreza.
Die Zeit: Existe el amor al prójimo, pero no el amor al lejano.
Gosepath: No se trata de amor, se trata de deberes morales. Ayudarás – esa obligación tiene validez en todo el mundo. Emmanuel Kant nos hizo ver que es un deber ayudar a otras personas que están en un apuro sin que sea culpa suya.
Die Zeit: No todos leen a Kant.
Gosepath: Pero es que los humanos se deben una ayuda recíproca. Y si tienen la sensación de que el sistema global proporciona una nivelación justa, entonces estarán dispuestos a ceder una parte de su riqueza. En cualquier caso, la gente está muy dispuesta a hacer donaciones.
Die Zeit: Le contestarán: Los pobres son los perdedores de la globalización. Han tenido mala pata.
Gosepath: El símil de los ganadores y los perdedores no es adecuado. Hay ganadores y perdedores en el deporte, pero allí hay unas condiciones iniciales equitativas, y todos participan por propia voluntad. Sin embargo, los perdedores de la globalización no se han buscado esas reglas del juego, y además el «juego» no es equitativo, porque las oportunidades se reparten de forma desigual.
Die Zeit: La economía no tiene nada que ver con la moral.
Gosepath: Por desgracia, hay muchos que piensan así. Muchos creen que la economía se encuentra a años luz del resto de nuestra vida moral. Y no están del todo equivocados. Cuando el economista Hayek dice que la economía no es justa, tiene razón. Pero eso no le da a nadie carta blanca, el mercado no es un producto de la naturaleza. Nosotros debemos determinar las condiciones en las que se desarrolla.
Die Zeit: ¿Y qué condiciones serían?
Gosepath: Un orden justo, lo cual también significa una redistribución.
Die Zeit: Eso se puede imponer en un estado nacional, pero no en la sociedad planetaria.
Gosepath: La globalización no forma parte del destino, sino que la pusieron en marcha unos grupos poderosos. Luego se fundaron las correspondientes instituciones, por ejemplo el Banco Mundial. Pero también los más débiles tienen un interés en las instituciones que los representan.
Die Zeit: Digámoslo claramente: usted aboga por un estado social a nivel mundial.
Gosepath: Sí, esa es la idea.
Die Zeit: O sea, un capitalismo renano para todos.
Gosepath: Discúlpeme, pero eso es una tontería. Las instituciones que necesitamos para que se produzca un equilibrio global de justicia no hay que imaginárselas como una copia de las instituciones nacionales. Eso no funciona. Los lazos de la solidaridad, a nivel global, no son tan estrechos como dentro de una nación. El capitalismo tiene muchas facetas, y también el capitalismo social. Y el estado social alemán tampoco es la última maravilla. La procedencia social influye mucho en las oportunidades de formación.
Die Zeit: ¿Qué interés podría tener, por ejemplo, China en una nivelación de justicia?
Gosepath: El interés propio es importante, pero hay que añadir razones morales. Cualquier persona que se mira al espejo quiere ser una persona moral y no un egoísta. Algo parecido ocurre con los «global player». Quieren que se los acepte como personas que actúan moralmente, aunque además persigan, de forma legítima, otros intereses. Piense en los EEUU. Se las dan de muy morales, y habría que juzgarlos con respecto a esas pretensiones.
Die Zeit: Su moral es la moral occidental.
Gosepath: Claro, siempre se responde eso. Los derechos humanos hace ya mucho tiempo que se convirtieron en un estándar moral global. Para todas las culturas, el hombre es un ser vulnerable con determinadas necesidades de protección. Todos pueden creer en los derechos humanos, sean budistas, musulmanes, cristianos, judíos o ateos. Los derechos humanos son el código moral de la sociedad mundial.
Die Zeit: ¿También en China?
Gosepath: Los chinos no se plantan y dicen que los derechos humanos no son válidos para ellos. Intentan mostrar por qué su política en el Tibet es de todas todas compatible con los derechos humanos. De repente ha surgido un estándar moral que se debate, y eso supone una victoria estratégica.
Die Zeit: ¿China ha quedado atrapada en la red del discurso sobre los derechos humanos?
Gosepath: Exactamente. Este discurso le coloca al gobierno chino una camisa de fuerza argumentativa. Su margen de maniobra se ha reducido. El régimen se ve sometido a presión.
Die Zeit: ¿Y para usted, los derechos humanos son la palanca para imponer unos estándares sociales en todo el mundo?
Gosepath: Sí, deberían ser la base para enfrentarse a los problemas sociales de alcance mundial, por ejemplo la pobreza absoluta, que es el umbral por debajo del cual ya no se puede vivir. Para combatirla necesitamos un consenso global.
Die Zeit: Eso suena bastante abstracto.
Gosepath: En primer lugar se trata de que no sigamos explotando o aprovechándonos de otros países. ¿Eso qué tiene de abstracto? La UE y también los EEUU subvencionan muchos de sus productos e impiden una competencia justa. De repente, ya no vale la lógica liberal del mercado. Imponemos aranceles para proteger nuestra industria. Eso es injusto incluso aplicando nuestros propios criterios.
Die Zeit: ¿Y quién va a coordinar todo eso?
Gosepath: Necesitamos una asociación mundial política que regule las cuestiones centrales de nuestra convivencia global. De tal manera que los estados nacionales no tengan que renunciar a la totalidad de su soberanía. La idea fundamental de la ONU apunta en la dirección correcta.
Die Zeit: George W. Bush ha debilitado mucho a las Naciones Unidas.
Gosepath: Bush ya es historia.
Die Zeit: Pero la ONU es una forma muy incompleta de representación de la sociedad mundial.
Gosepath: Por eso habría que volver a distribuir los derechos de voto en el Consejo de Seguridad, y acoger a miembros nuevos. A muchos miembros del G8 les gusta negarles a otras organizaciones la competencia normativa, mientras que ellos mismos lo determinan todo hasta el más mínimo detalle. O sea que el problema no son las normas transnacionales. El problema es quién fija las reglas. No es justo que ocho países gobiernen el resto del mundo.
Die Zeit: ¿Eso qué significa en la práctica?
Gosepath: La educación y la alimentación deben ir unidas, hay que repartir alimentos en las escuelas. Y tenemos que dejar de apoyar a regímenes corruptos. Es absurdo que a los dictadores se les concedan créditos que ellos malgastan en privado, mientras que al pueblo se le hace responsable de ellos.
Die Zeit: Hay fondos que especulan con las cosechas.
Gosepath: Es una obscenidad.
Die Zeit: ¿El Banco Mundial tiene capacidad de aprender?
Gosepath: Desde luego que sí. Pero durante mucho tiempo vinculó la concesión de créditos a un modelo económico neoliberal sin tacha.
Die Zeit: El suyo parece un optimismo desmedido.
Gosepath: No hay razones para el pesimismo. Kant diseñó un derecho de los pueblos, una unión de los pueblos. La idea vino mucho ante de los desarrollos políticos. Hoy en día tenemos por primera vez la oportunidad de configurar el mundo conjuntamente.
Die Zeit: Pero da miedo pensar en un estado mundial.
Gosepath: Yo no hablo de un estado mundial, sino de política interior mundial. Cuando un estado mundial se convierte en déspota, ya no hay posibilidad de huir. Durante mucho tiempo parecía que sólo había una alternativa: o el estado mundial, o la unión de estados. Hoy se ve que el gobierno ya no está vinculado sólo al estado mundial, sino que se internacionaliza. Esta la UE, la OMC, la OCDE etc.
Die Zeit: El estado nacional solo . . .
Gosepath: . . . no puede hacer gran cosa, pero sin él tampoco hay nada que hacer. Puede parecer una paradoja: para los estados individuales se ha convertido en una tarea central el participar en una correcta internacionalización del gobierno. Solamente con contratos interestatales ya no es posible resolver nuestros problemas. Eso sólo lo puede conseguir la sociedad mundial conjuntamente. Si no, no funciona.
La entrevista la llevó Thomas Assheuer.
Stefan Gosepath es catedrático de filosofía y teoría política en la Universidad de Bremen.