Desde hace siete años, cada 11 de septiembre, viene a mi memoria un viejo chiste de Perich, sobresaliente filósofo catalán al que algunos tomaban por humorista. Un solemne cortejo fúnebre cruzaba la viñeta. Detrás de la carroza tirada por seis caballos negros, acompañaban al difunto, también de riguroso luto, algunos altos representantes de la Iglesia, […]
Desde hace siete años, cada 11 de septiembre, viene a mi memoria un viejo chiste de Perich, sobresaliente filósofo catalán al que algunos tomaban por humorista.
Un solemne cortejo fúnebre cruzaba la viñeta. Detrás de la carroza tirada por seis caballos negros, acompañaban al difunto, también de riguroso luto, algunos altos representantes de la Iglesia, precediendo a la banda de música y a los principales dolientes y autoridades. Desde una acera, dos pobres se asomaban al duelo.
-¡Qué desgraciado! -decía uno de ellos.
-¡Sí, pero él ahora, nosotros siempre! -replicaba el otro.
Cada vez que un 11 de septiembre asisto a través de los grandes medios a una nueva edición del cortejo fúnebre de las Torres Gemelas y escucho alguna de esas grandilocuentes frases como la que Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York, expresara ayer: «Hace siete años nuestro mundo quedó roto», también desde la acera pienso y digo:
-Sí, pero el vuestro entonces, el nuestro siempre.