Si la Humanidad mantiene su ritmo actual de consumo, a comienzos de la década del 2030 precisará de dos planetas para responder a sus necesidades, consigna el informe de Planeta Vivo de la WWF [1] . A partir del día 23 de Septiembre de este año el Planeta entró en quiebra, ya que su capacidad […]
Si la Humanidad mantiene su ritmo actual de consumo, a comienzos de la década del 2030 precisará de dos planetas para responder a sus necesidades, consigna el informe de Planeta Vivo de la WWF [1] .
A partir del día 23 de Septiembre de este año el Planeta entró en quiebra, ya que su capacidad de producción de los recursos y reabsorción de la polución está agotada: estamos consumiendo a una tasa 40% más rápida que la tasa de regeneración del Planeta.
Estos son datos que confirman que estamos delante de una crisis de sobre consumo, yendo irremediablemente hacia el desastre ecológico si no invertimos nuestros patrones de vida como sociedad.
Esta crisis de sobreconsumo ha merecido poca atención en los últimos tiempos y difícilmente ha sido mirada de esa forma. Y han sido pocos los que la relacionan con la crisis del capital especulativo, causa y efecto de crisis de sobreproducción, que tanto ha movilizado a los gobiernos en la transferencia de millones y millones de los beneficios del trabajo para los responsables por la crisis.
Hoy producimos de más y especulamos con lo que no existe en nombre de la multiplicación de las ganancias. Ganancia esta que no es socializada y utilizada para que las personas puedan tener buenas condiciones de vida. Por el contrario, es utilizada para generar más ganancia a costa de la explotación del trabajo y de las desigualdades sociales.
Producimos hoy a un ritmo que consume los recursos finitos do Planeta, agotando su capacidad de regeneración y reabsorción de la polución, y producimos inutilidades que no responden a las necesidades reales del consumo de las personas. Especulamos con la crisis ambiental, creando mercados ficticios cuyo resultado apenas puede ser uno: el colapso sin resolver los problemas ecológicos reales. (Por ejemplo, avisa la Agencia Europea de Ambiente que la UE y Portugal apenas cumplirán sus tímidas metas de Kioto para el período 2008-2012 con el recurso al comercio de emisiones, o sea, sin una reducción real de sus emisiones.)
Sucede que esta lógica tiene un costo social enorme. Los costos de la crisis ecológica son sociales, como lo son los costos de la crisis económica.
La inacción frente a las alteraciones climáticas colocará en riesgo la vida y las condiciones de vida de millares de millones de personas. Como frente al agotamiento del agua potable o de los suelos fértiles. O la muerte de la vida en los océanos y de la biodiversidad terrestre. O la dilapidación de los recursos minerales que utilizamos como materias primas. Y tantas cosas más… La inacción no significa no actuar: significa no hacer lo necesario para evitar el colapso ecológico.
Las tendencias no son alentadoras. Alertan los científicos que las emisiones de gases de efecto invernadero ya están por encima de los peores escenarios anunciados por los documentos del IPCC [2] . Nos aproximamos peligrosamente a los aumentos de temperaturas sin retorno. Las estimativas para la elevación de los océanos son muy superiores a lo previsto: podrá ser mayor a 1 metro hasta el final del siglo, lo que significa que millones de personas tendrán que abandonar los lugares donde habitan. La pérdida de cobertura de los hielos polares es dos veces mayor en la actual década que en los años 90 y cuatro veces superior que los registros de 1980. El metano amenaza transformar en tímidas todas las previsiones en cuanto a los resultados y consecuencias publicadas.
Es preciso actuar y no utilizar la crisis financiera como excusa. No podemos permitir que la UE abandone sus metas climáticas y tenemos que exigir mas y mejor de las políticas a aplicar, atribuyendo primacía a la justicia social en la respuesta a la crisis ecológica. Con urgencia.
Y, sobre todo, es preciso abandonar la doctrina del crecimiento económico ilimitado. Simplemente no hay recursos suficientes y el colapso tendrá costos sociales gigantescos. Y no basta con manipular los indicadores, colocando los activos ambientales en la contabilidad del PIB. Esa es la vía más fácil para transformar los recursos y servicios ambientales en mercaderías y alimentar mercados especulativos, una vez más sin correspondencia con la economía real, a vida concreta de las personas y los problemas ecológicos. Sólo la reestructuración de la economía en sus procesos de producción y consumo podrá responder a las necesidades sociales de las personas y respetar los equilibrios ecológicos.
Es por eso muy importante hablar de la crisis del sobreconsumo cuando hablamos de las otras crisis. Las respuestas tienen que ser conjugadas y no pueden pasar por esperar que todo vuelva a funcionar en la misma lógica porque eso significará nuevas crisis económicas y una crisis ecológica sin retorno. Si los recursos entran en colapso no será posible su redistribución. Ellos simplemente dejarán de existir y difícilmente serán substituibles: estamos hablando de elementos tan elementales como el agua, el suelo, el aire, la biodiversidad. La planificación pública de la economía y de los recursos, apoyada en procesos profundos de control y democracia ciudadana, nunca se volvió tan imprescindible como ahora.
Traducción: Insurrectasypunto
[1] WWF/Adena es la sección española del WWF, una de las mayores y más eficaces organizaciones internacionales independientes dedicadas a la conservación de la naturaleza. WWF fue creada en 1961 y en España se formó en 1968.
[2] El IPCC es un órgano intergubernamental científico creado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y por las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)