Algunos expertos en la materia dicen que estamos ante una crisis más profunda que la de 1.929. Caracterizaciones a parte, esta crisis que seguramente no será la última, forma parte de la CRISIS GENERAL DEL CAPITALISMO, y no hay duda que el capitalismo vuelve a mostrarnos como sistema que no tiene futuro histórico y que […]
Algunos expertos en la materia dicen que estamos ante una crisis más profunda que la de 1.929. Caracterizaciones a parte, esta crisis que seguramente no será la última, forma parte de la CRISIS GENERAL DEL CAPITALISMO, y no hay duda que el capitalismo vuelve a mostrarnos como sistema que no tiene futuro histórico y que debe ser superado con el motor de la historia, la lucha de clases, por un sistema que se sustente en el crecimiento geométrico de las necesidades de la humanidad, con trabajo para todo el mundo, sin los límites de una economía basada en la explotación cuya consecuencia son las crisis, las guerras imperialistas, el hambre, el paro, la destrucción de las fuerzas productivas y la destrucción de la cultura secular de los pueblos.
No obstante, cabalgan los intelectuales de universidad, doctores, decanos, algunas mentes de «izquierda», que «espontáneamente» se ponen de acuerdo en que las causas de la crisis no son las contradicciones entre el carácter cada vez más social de la producción y su apropiación capitalista, sino el miedo «injustificado» a la crisis, el «pánico» provocado por los agoreros de la crisis, como si esta no tuviera fundamento científico. Estos expertos, como sacerdotes del «nuevo capitalismo» toman a la desinversión de capitales y el desajuste entre la oferta y la demanda en el mercado como causa primigenia de la crisis y no como lo que realmente son: consecuencias últimas de la crisis estructural del capitalismo.
Las supuestas causas analizadas por tales intelectuales recaen también en el modelo de crecimiento económico neoliberal, las hipotecas subprime, la crisis financiera, etc, se apoya sin tapujos la economía de mercado justificando la intervención pública pero sólo para tapar sus desajustes.
Se olvida inadecuadamente que los «modelos de crecimiento» son formas de explotación de la clase obrera, que no son las causas de la crisis sino su producto, y que el modelo neoliberal imperante es el engendro de la derrota de la clase obrera, el socialismo y las fuerzas antiimperialistas en la década de los 80/90, y que éste modelo sólo será derrotado en el terreno de la lucha de clases con un proyecto antineoliberal, antiimperialista y socialista y no con la refundación de un nuevo capitalismo de rostro humano o semi-keynesiano, o con la pretensión de «civilizar» al capitalismo para lograr un mundo sin guerras.
Se ignora que el capitalismo no se humaniza, ni civiliza, ni se regula desde fuera por el Dios Mercado o el Dios Estado que forman parte de su naturaleza capitalista. O éste se transforma con políticas de clase con las alianzas necesarias o la explotación asalariada, las políticas neoliberales, las crisis y las guerras imperialistas seguirán en el orden del día.
Adentrémonos un poco en los análisis pretendidamente «novedosos» que pretenden arrojar algo de oscuridad sobre la realidad objetiva de la crisis general del capitalismo:
· La crisis vista como una psicosis colectiva.
· La refundación del capitalismo, como «novedad» alternativa a la crisis.
para a continuación mostrar mostrar una visión más marxista de la crisis:
· La crisis financiera desde una perspectiva global.
· La inflación, arma del capital en su lucha contra los salarios.
· La caída de la tasa de ganancias del capital, motor de la crisis.
· Las tendencias que frenan la caída de la tasa de ganancias.
· Las alternativas de clase a la crisis.
1. LA CRISIS ¿UNA ENFERMEDAD MENTAL?
Estamos ante un paradigma nuevo, la crisis económica vista como efecto de la «enajenación mental». Hoy en día los catedráticos de la psicología social y la psiquiatría debieran explotar este filón ya que les reportaría infinidad de recursos mediáticos en promocionar sus análisis y estudios, y contarían con un abultado público e incontables foros mediáticos oficialistas que quieren devolver el «optimismo» a las gentes para que compren aunque tengan agujeros en los bolsillos, y a los capitales a que inviertan, pero eso sí, con dinero público arrancado de las rentas salariales.
Fiel a estos planteamientos, el decano del Colegio de economistas de Asturias (Miguel de la Fuente) llega a la conclusión de que «la carga psicológica de la crisis detrae la demanda y afecta a toda la economía», y se lamenta de que «la gente oye que estamos en crisis y deja de comprar»!!! (1).
Puestos en la faena para estos intelectuales de cátedra, como sacerdotes del nuevo evangelio liberal fieles del sistema capitalista en derrumbe, los poderes públicos deben ponerse a trabajar para contrarrestar la parálisis que generan los condicionamientos psicológicos de la crisis. Cambio de «modelo de crecimiento», «optimismo», inyección de dinero público a entidades financieras, keynesianismo financiero, etc.
Esta plataforma de refundación del capitalismo encuentra incluso apoyos furibundos en el campo de la izquierda contaminada por el pensamiento liberal, tanto en el ámbito sindical como en el parlamentario. Izquierda fundamentada en el «compromiso podrido», como dice Lafontaine (2).
¿Acaso pensábamos que el sistema se rompía tal y como Marx lo planteaba? ¿Acaso creíamos que la crisis era producto de un desajuste entre las fuerzas productivas de la economía y las relaciones de producción capitalistas? ¿Acaso entendíamos que el decrecimiento de los beneficios es el motor de la crisis?
Pues, según la nueva ola intelectual de economistas, filósofos, sociólogos, etc, intelectuales de cátedra, doctores, gentes de izquierda con el pensamiento secuestrado, etc, la respuesta es ¡¡¡NO!!!. Yendo más lejos en sus abyectos «análisis» han «descubierto» que Marx no tenía fundamento y que la culpa de la crisis la tenemos nosotros, los consumidores, mayoritariamente obreros, y que no es la lógica de acumulación de capital sino la avidez insaciable, la codicia y corrupción de los capitalistas la que generan la crisis. No es el sistema capitalista el malo sino la avaricia de unos pocos «especuladoides» sin corazón. Freud desbanca a Marx, el psicoanálisis sustituye a la economía política.
Cual dedo acusador se nos responsabiliza a los obreros de la crisis, no somos lo suficientemente «moderados» en épocas de crecimiento económico, ni lo suficientemente «optimistas» en épocas de «desaceleración». Dicen.
Algunos, de forma estúpida, se atreven incluso a acusar a la clase obrera de convertirse en cómplices del consumismo, que si compran viviendas, que si compran coches, que si compramos electrodomésticos…, que si llevamos un ritmo de vida que no es el nuestro, etc. Seguramente tales analistas desprecien e incluso olviden la aseveración de Marx de que nuestras necesidades y nuestros goces van parejos a la sociedad y no se miden por los objetos con que los satisfacemos, que estos son históricamente relativos, y que a medida que se acrecienta el capital con el aumento de los beneficios se agudiza el abismo social que separa al obrero del capitalista (empobrecimiento relativo de la clase obrera). Es decir, que los trabajadores destinamos parte de nuestro poder adquisitivo a satisfacer nuestras necesidades de consumo que son social e históricamente crecientes. Vamos que no estamos en la época de las cavernas, con sandalias y ropa descamisada, y que a pesar de disponer de coches, electrodomésticos, además de vestirse y alimentarse, la franja social entre los burgueses y obreros lejos de estrecharse se acrecienta aún más.
La hipocresía es tan furibunda y desmemoriada que hoy en estos momentos de fase depresiva de la crisis con la reducción de la producción y la bajada de precios (IPC estadístico), se atreven a acusar a los obreros/as de lo contrario, de la falta de «consumismo», de ser responsables del decrecimiento económico porque no compran, y no compran porque tienen «pánico», es la «psicosis colectiva».
Tales consignas o planteamientos se mofan de Marx, que consideraba la disminución de la capacidad de consumo como un efecto del empobrecimiento absoluto de la clase obrera (causa final de la crisis) el cual es provocado por el incremento de la explotación, el crecimiento del paro, la disminución del salario real, etc. En definitiva, la reducción de la capacidad adquisitiva de los trabajadores que va en dirección contraria al progreso social es producto de la crisis y no al revés.
El hecho de que el paro estadístico en España haya crecido un 25% en el último año con 900.000 parados más alcanzando los 3 millones, que el salario pactado en lo que va de año haya tenido crecimiento negativo (-0,3%) por la deflación, y que los obreros de la industria (núcleo duro de la economía productiva) se vean afectados por expedientes y cierres, con la pérdida de empleo industrial, nos dice más sobre las causas de la crisis que cualquier estudio o análisis de expertos en justificar la existencia del capitalismo.
2. LA «NOVEDAD» DE LA REFUNDACIÓN DEL CAPITALISMO
Con semejantes análisis la alternativa para nuestros expertos, gurús e intelectuales de cátedra esta clara: ¡¡¡mantener o salvar el capitalismo como sistema cumbre de la humanidad!!!. Para sostener tales planteamientos, nuestros intelectuales sistémicos de derecha e izquierda nos previenen:
· El socialismo como sistema alternativo ha fracasado.
· El capitalismo de estado como modelo de crecimiento ha fracasado.
· El neoliberalismo, modelo causante de la reciente crisis, ha fracasado.
Dentro de ese círculo vicioso se teoriza que no hay alternativa al capitalismo y que este ¡¡¡no ha fracasado como sistema económico!!!.
Unos, dentro del campo socialdemócrata, plantean que la economía de mercado es necesaria, que la libertad de mercado no existe debido al poder de las multinacionales que planifican y dirigen las actividades comerciales. No es el mercado libre el que ha fracasado sino el modelo neoliberal de los monopolios, oligopolios y los gobiernos que se someten a los poderes económicos. Solución: democratizar el mercado y la toma de decisiones que tengan en cuenta a las personas, «recuperar» a Keynes. No obstante, es curioso que se ignore pero los monopolios ya existían mucho antes del modelo neoliberal ¡¡¡nada menos que 1 siglo antes!!!.
Otros, más encuadrados en la derecha liberal plantean la vuelta al capitalismo liberal, que la causante de la crisis es el intervencionismo de los gobiernos y bancos centrales y no la libertad de mercado, que nuestro capitalismo es un capitalismo de estado y no un capitalismo liberal.
De forma ambigua se defiende utópicamente un paso atrás en el curso de la historia, la vuelta a la fase inicial del capitalismo competitivo de la primera mitad del siglo XIX con el predominio de la producción mercantil ampliada pero sin monopolios y sin intervencionismo estatal. En definitiva, un paso atrás en el desarrollo económico y social, a lo que se conocía como capitalismo salvaje en estado puro (jornadas de trabajo interminables, condiciones insalubres, legislación anti obrera con persecución de huelgas y sindicatos…). Es difícil, por no decir imposible, que con este modelo se pueda rescatar a Keynes que era claramente partidario del intervencionismo estatal y teórico del Estado de bienestar para las personas.
No obstante, los más pragmáticos y fieles defensores del capitalismo plantean su refundación quitándose la careta y asumiendo que el Dios mercado no lo soluciona todo y que toca revisar pero no cambiar el modelo económico: «el mercado era el dios que solucionaba todos los problemas. Hemos visto que no es así. Hay que intervenir para evitar sus desequilibrios. La economía de mercado está en entredicho…quizás abría que ir a una economía un tanto mixta, con mercado libre pero con cierta intervención y regulación para evitar todas esas distorsiones» (3). O sea que tenemos neoliberalismo para rato.
Ya Samir Amin nos previene de que frente al fundamentalismo mercantil y la supresión de las políticas sociales reinante, empujan a voceros del imperialismo como Soros (4) a advertir de que el capitalismo no se sostiene sin una superestructura que regule las decisiones políticas, reclamando un ordenamiento internacional de los Estados que se subordine al derecho e instituciones internacionales. Soros sabe perfectamente que sólo los Estados-nación e instituciones internacionales pueden regular la crisis a favor del capitalismo, dado que el mercado por si solo lleva al desequilibrio del sistema y puede provocar la ruptura del mismo, de ahí su posición de crear una superestructura supranacional que sin abandonar el carácter de clase burgués someta a los Estados-nacionales. Ello quiere decir que existe una sociedad mundial en constante desequilibrio, producto del desarrollo desigual del sistema capitalista en su fase imperialista, por lo que el capitalismo aunque no permita el desarrollo supranacional de instituciones plenamente democráticas con poderes para regular la economía mundial, si permite en cambio el desarrollo de ámbitos supranacionales clasistas de carácter oligárquico, que regulen la crisis del sistema e impida el desplome del capitalismo, que es lo que Soros reivindica para su clase.
Tal y como sostiene S. Amin, salvo en la imaginación de los ideólogos de la economía burguesa, en la fase histórica actual no hay capitalismo sin estados capitalistas , por lo que las formas políticas estatales e internacionales de la actualidad «articulan los modos de dominación social internos propios a las sociedades del sistema y sus modos de inserción en el sistema mundial, ya sea como formaciones dominantes (centrales) o dominadas (periféricas)» (5).
Por tanto, debe romperse el mito de que el neoliberalismo suponga el predominio absoluto del mercado y la ausencia de intervención estatal, como si el estado capitalista fuera ajeno a las luchas de clases. Es mentira que el Estado bajo el modelo neoliberal haya sido y sea menos intervencionista, porque es precisamente en la etapa histórica que más ha reforzado su práctica intervencionista, en su versión reaccionaria, claro está.
El tatcherismo como doctrina inauguró la gestión neoliberal del Estado capitalista, libertad de mercado y políticas monetaristas, elevados gastos militares, recortes fiscales para las rentas altas y grandes fortunas, recortes al Estado de bienestar y al poder de los sindicatos de clase.
Tatcher y Reagan enterraron a Keynes y la regulación económica del bienestar, auparon a Milton Friedman enemigo de las políticas económicas fiscales, su engendro la escuela de Chicago cuya máxima era delegar todo el poder regulador al dinero (monetarismo). Rehabilitaron a Hayek y su teoría del mercado libre en la que no cabe planificación económica alguna, ni que un gobierno se atreva a gravar impuestos a los ricos para proporcionar escuelas u hospitales a los pobres. La libertad económica hayekiana rescató el derecho individual a disponer de propiedades y fortunas como algo sagrado, inviolable ante cualquier poder central que pretenda imponer una planificación social. Con Friedman en la cabeza del Estado capitalista, el intervencionismo público se dirige hacia ámbitos antisociales, los derechos y conquistas de las poblaciones obreras se evaporan.
Esta gestión neoliberal se ha desenvuelto a través de la intervención política mediante la liberalización internacional de los movimientos de capital, la privatización de empresas y servicios públicos y la desregulación del mercado de trabajo. Precisamente estos mecanismos fuertemente intervencionistas han sido posibles de aplicar por la actuación del Estado-clase y sus gobiernos democráticamente representativos o fascistas (Chile, Argentina…). Hubiera sido imposible de aplicar la política regresiva de Milton Friedman y del FMI, sin la intervención estatal y la involución reaccionaria de los aparatos de estado. Por ej. en España la oleada de privatizaciones del sector público industrial, la sanidad, la educación y la administración pública se ha llevado a cabo con la transferencia de fondos públicos millonarios a la iniciativa privada, además de las contrarreformas laborales que ha establecido la descausalización del empleo, y la desfiscalización aparejada a las contrarreformas fiscales que ha ido vaciando los recursos económicos del Estado para las políticas sociales, cuestionando la universalidad, calidad y gratuidad de los servicios públicos.
Por tanto, el dilema del intervencionismo estatal bajo el capitalismo es de si éste se dispone para realizar una planificación económica y social que atienda a las necesidades de la mayoría de la población (control público de la economía, aumento del gasto social, fiscalidad progresiva, política industrial, social…) o si los recursos públicos disponibles se someten a las necesidades de la acumulación de capital, y por tanto condicionan el recorte social y la desregulación laboral. Aunque más que un dilema es el resultado de las luchas de clase.
Esto quiere decir que la cuantía de los gastos públicos no determina su carácter. Es decir, que un estado gaste muchos recursos públicos lo hace más intervencionista y no por ello más keynesiano. Por ej. Tatcher y Reagan llegaron a incrementar el gasto público derivado hacia gastos militares y de apoyo a transnacionales en crisis. La regulación estatal es el pulmón a la acumulación de capital, financia con sumas multimillonarias sectores financieros e industriales, y apenas puede sobrevivir el capitalismo hoy por hoy sin las subvenciones, privilegios y tarifas del Estado, por lo que no se puede dejar de definir al Estado actual como altamente intervencionista. Y ahora en la época depresiva de la crisis todavía lo es más.
No es de asombro que Bush y su gobierno republicano filofascista salga a defender el intervencionismo estatal y que el gobierno de EE.UU. nacionalice bancos en quiebra, ya que lo que se está haciendo es nacionalizar las pérdidas con dinero público invirtiendo gastos astronómicos. Por tanto, cuando se habla de inyectar liquidez se está hablando de dar ese dinero público que sale de las rentas salariales mediante impuestos, a los bancos.
Eso sigue siendo intervencionismo estatal y neoliberalismo, nada cambia con la crisis, la redistribución de la riqueza social sigue la misma lógica clasista. Por eso cuando algunos «líderes» de «izquierda» en España saludan alegremente las medidas de inyección de dinero a los bancos, nos ocultan el carácter de clase de tales medidas.
Y ello es curioso, en un país donde en los últimos 10 años se ha dado un fenómeno nuevo, transnacionales españolas exportan capital, explotan recursos naturales y extraen plusvalía en el extranjero, fundamentalmente en Latinoamérica, Portugal y Oriente Medio donde el capitalismo español viene recibiendo sus dividendos. En un país donde la política de moderación salarial impuesta en los últimos 10 años ha agravado las consecuencias de la crisis reduciendo la capacidad de consumo obrero ya exiguo por la especulación del precio de la vivienda. En un país donde las prestaciones sociales nos colocan en el penúltimo lugar de la UE-15. En un país donde uno de cada tres obreros son inestables, las reestructuraciones industriales se efectúan pisoteando los derechos laborales, mientras se permiten royalties y se renuncia a defender patrimonio público industrial. En un país donde en 10 años la tasa de plusvalía ha aumentado el 57% (6) debido una acumulación de capital basada en bajos salarios, obreros inmigrantes sin derechos, que en su conjunto y sin una política industrial activa han hecho caer en picado los costes laborales, dando grandes beneficios empresariales (construcción y servicios) que ahora en la fase depresiva de la crisis ve incrementar el paro y la desprotección social (7).
Lo que el gobierno de Zapatero, Sarkozy, Bush, etc, y las cumbres internacionales están haciendo en el fondo es lo mismo, socializar las pérdidas y privatizar las ganancias. En eso consiste la «reglamentación de los mercados financieros» que hasta ahora se han dejado a la deriva.
Ahora el Estado interviene en el mercado financiero, pero ¿se nacionalizan bancos para planificar la economía como en Venezuela, Cuba, China (8)…? ¿Se fiscaliza con reformas progresivas a las grandes fortunas?. No, se nacionalizan pérdidas para que las paguemos los trabajadores y garantizar así la liquidez del capital financiero (bancos y empresas) liberando la presión fiscal sobre los ricos, y sino que se lo pregunten a Botín, que haciendo honor a su apellido, a el la crisis no le afecta (9).
Paradójicamente mientras miles de trabajadores se encuentran sin empleo y son incapaces de afrontar sus deudas, la solución sigue siendo la misma: ante el desplome de los trabajadores y los bancos el Estado capitalista debe salvar a los bancos, hipotecando el futuro para políticas sociales públicas al vaciar los recursos del Estado.
¿Pero no eran los capitalistas, banqueros y empresarios, los responsables de la crisis?.
Precisamente han sido los grandes bancos y monopolios empresariales, la oligarquía financiera, quienes han gestionado la crisis con estas medidas, imponiendo durante los años de bonanza uno de los mayores atracos de la historia de España con un fuerte trasvase de las rentas salariales al capital. En el 2006 mientras el salario acaparaba el 43, 6% de la riqueza creada los beneficios suponían un 56,4% del Valor Añadido Bruto sacados en el proceso de trabajo, es decir antes de la redistribución de la renta mediante la inflación, impuestos directos e indirectos que gravan a los salarios y vuelven a repartir todavía mayores recursos económicos al capital a través de las políticas redistributivas y desfiscalizadoras del Estado capitalista.
Concretamente en España durante los últimos 10 años de expansión la oligarquía financiera debido a la multiplicación de los beneficios ha conseguido colocar a algunos de sus monopolios en el top ten mundial, a costa de los salarios y reducir al mínimo la capacidad de ahorro endeudando hasta límites asfixiantes a las familias obreras. Ahora ya en la fase depresiva quieren mantener a toda costa esas altas tasas de ganancias, y quieren hacerlo sobre la base de intensificar la explotación de la clase obrera:
· aumentando la jornada de trabajo hasta las 65 horas,
· rebajando más los salarios,
· reformando el mercado de trabajo para hacer más fácil y barato el despido,
· deshaciéndose de la mano de obra inmigrante mediante medidas represivas,
· reformar las pensiones ampliando el periodo de cálculo,
· acelerar el trasvase de rentas salariales a los monopolios con el aumento de tarifas energéticas,
· prolongar las hipotecas de la vivienda,
· desfiscalizar las rentas altas con medidas como por ej. la abolición del impuesto de patrimonio, etc.
En definitiva, todo un plan de choque para sacar al capital de la crisis pegando mayores bocados a las rentas salariales para aumentar la plusvalía y continuar con la lógica de redistribución de las rentas a favor del capital financiero. Está claro que si la clase obrera no nos espabilamos nos va a tocar pagar una crisis de la cual no somos responsables. Las recetas para salir de la crisis, defendidas desde Bush-Sarkozy hasta parte de la izquierda, siguen siendo por mucho que se sostenga lo contrario claramente neoliberales.
Está harto demostrado que ni el libre mercado ni la economía mixta con el intervencionismo del Estado capitalista sean capaces de reasignar los recursos eficientemente en interés de la mayoría de las poblaciones, tal y como demuestra la actual crisis alimentaria, el paro crónico y el desarrollo desigual de la economía mundial. No existe más irracionalidad que la del capitalismo, a no ser que consideremos como «racional» las guerras imperialistas, el hambre, la destrucción de las economías nacionales y el retraso en la introducción de las innovaciones tecnológicas en campos necesarios para el desarrollo socioeconómico (medicina y energía renovables (10)) pero que van en contra de determinadas ganancias y beneficios.
El capitalismo hace ya mucho que dejó de ser progresivo desde el momento que aplastó la primera revolución socialista en Europa (La Comuna parisina) y hoy tras infinidad de «refundaciones» en su fase imperialista (guerras interimperialistas, fascismo, guerra fría, keynesianismo…) es clara y rotundamente regresivo para el progreso social y económico de la humanidad.
3. UNA PERSPECTIVA GLOBAL DE LA CRISIS FINANCIERA.
Lo que hoy está en cuestión no es sólo la crisis del modelo neoliberal, ni el operativo financiero sino la propia estructura del sistema capitalista. Aunque la primera manifestación de la crisis se haya dado en el terreno financiero, hace ya tiempo que estamos ante una crisis de sobre-producción. La estructura financiera con los créditos a medio y largo plazo han permitido que los salarios financien esa crisis de sobreproducción atrasando los pagos con el crédito, endeudando a las familias obreras, saturando los mercados, reduciendo la capacidad adquisitiva, etc. Cuando el crédito no es suficiente para mantener la capacidad adquisitiva y no se sostiene, se destapa el exceso de producción sobre la demanda real, la sobreproducción encubierta queda al descubierto.
No obstante, hay quien de forma interesada plantea que estamos ante una crisis de carácter financiero y no de sobreproducción. Ello es natural, ya que desde la socialdemocracia se sigue pensando que el capitalismo como sistema se puede reformar ya que éste no es malo, sino que es culpa de especuladores, empresarios insolventes y excesos de codicia como los causantes de la crisis.
Está claro que existen empresarios, accionistas, corredores de bolsa, etc., con hábitos de codicia, y eso es además inevitable en el capitalismo por su propio funcionamiento, pero lo que nuestros amigos socialdemócratas ignoran es que aunque estos desaparecieran el sistema seguiría funcionando con crisis, ya que para Marx la crisis no es causada por un gen corruptor y avaricioso inventada y diseñada por empresarios y especuladores insaciables, sino por la propia lógica de acumulación de capital cuyo crecimiento está sujeto a unas relaciones de producción que estancan la economía cuando decrecen los beneficios privados, causando la crisis de sobreproducción tanto de mercancías como de capitales.
Por tanto, por más cortinas de humo que se lancen sobre el origen de la crisis, esta se encuentra en la búsqueda de la máxima tasa de ganancia por la oligarquía financiera. La masiva concentración de capital en torno al mercado inmobiliario y sus derivados financieros en los últimos 5 años ha dado lugar a una sobreproducción de fuerzas productivas, mercancías y capitales en estos dos sectores. La mal llamada «crisis financiera» es más un efecto o manifestación de las contradicciones del proceso de acumulación de capital y el carácter social de la producción.
El histórico descenso en los tipos de interés por los que se ha pagado el dinero en esos años provocó que una gran masa de capitales se concentraran en el mercado inmobiliario, ya que era el mercado capaz de ofrecer la mayor tasa de ganancia al capital. Las hipotecas subprime son su último engendro. La fusión del capital financiero y el inmobiliario en expansión dio lugar a una alta tasa de ganancia multiplicada por el valor creciente de la deuda hipotecaria que alargan las cadenas de las familias obreras y merman su capacidad adquisitiva y consumo. Ya en el 2006 la deuda financiera de las familias obreras equivalía al 85% del PIB en España, donde el problema de la vivienda ha puesto a la clase obrera frente a sus dos enemigos más acérrimos, la propiedad privada del suelo y el capital bancario (mientras los salarios han crecido a un ritmo anual del 3% el precio de la vivienda lo ha hecho al 18%).
Este sistema ha funcionado mientras pudiese conseguirse nuevo capital con el que seguir alimentando el mercado inmobiliario disparando la producción de viviendas. Pero como sucede siempre en el capitalismo la capacidad de acumulación de capital tiene sus límites, ya que la excesiva concentración de capitales en este sector ha dado lugar a una situación de sobreproducción a partir de la cual la tasa de ganancias empieza a decrecer de forma acelerada, los mercados se saturan, rompiéndose la cadena de circulación del mercado financiero por su eslabón más débil (las hipotecas de alto riesgo subprime), precipitando la crisis general en el resto de sectores de la economía productiva.
Por ej., el desplome de la construcción que acumula el fuerte stock de viviendas vacías, y que sólo representa el 13% del PIB de la economía española y el 14% del empleo, su influencia es mayor, ya que una gran cantidad de sectores productivos dependen de él. Desde el sector del cemento, la madera, el mueble, los electrodomésticos, la cerámica, aluminio, hierro, etc.
El aumento del paro, la restricción del crédito, la inflación y los bajos salarios afectan directamente al consumo, que en España supone el 65% del PIB, y un menor consumo influye en la totalidad de los sectores productivos, como el automóvil, la electrónica, alimentación, servicios, bienes de equipo, etc, que ven decrecer también la tasa de ganancias, restringirse el mercado y las ventas, abriéndose la posibilidad real de una ola de ajustes laborales en tales sectores (expedientes de regulación, cierres, deslocalizaciones, etc.), para recuperar la tasa de ganancias del capital productivo.
Todo el sistema bancario de los principales países desarrollados, que es donde pervive el corazón de la oligarquía financiera que nos explota, está puesto en cuestión. Es imposible seguir sosteniendo el crecimiento económico en la acumulación de capital sobre la base del recurso a la deuda y deben dedicar parte de su capital a tapar las deudas creadas por el derrumbe de su propio sistema financiero. Ante la falta de liquidez el Estado y sus gobiernos cumplen su cometido inyectando miles de millones a los bancos para sacarlos a flote y crear las condiciones para recuperar la tasa de ganancias general del sistema haciendo pagar la crisis una vez más a los trabajadores.
4. LA INFLACIÓN, ARMA DEL CAPITAL EN SU LUCHA CONTRA LOS SALARIOS.
Otro elemento que algunos gurus del capitalismo pretenden presentar como culpable de la crisis es la subida del salario. ¿Menuda novedad?. ¿O no?. Ya en el S. XIX el lassalleanismo, fue una corriente del movimiento obrero alemán que confundía las relaciones de explotación con una ley económica automática, la ley de bronce según la cual los salarios siempre se mantienen al nivel de la subsistencia, justificando de esta manera su renuncia a la lucha sindical, por considerarla inútil, innecesaria y hasta perjudicial.
De forma similar, la economía política burguesa desde siempre como un disco rayado expresa su idea de lo dañina que puede resultar la lucha sindical acusándola de provocar directamente la inflacción, es decir, del crecimiento de los precios de mercado.
¿Qué nos explica Marx al respecto?. Que cuando se producen más mercancías de las socialmente necesarias, el valor de las mismas disminuye, y por tanto su precio de producción y de mercado bajan. Y a la inversa, cuando se produce por debajo de las mercancías socialmente necesarias, el valor de las mismas aumenta. Por tanto, lo que determina el valor de las mercancías es el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, y el precio en dinero es la expresión monetaria de ese valor. Es decir las mercancías valen lo que cuestan producirlas.
Por tanto, si esto es así, por mucho que suban los precios sin incrementar la productividad social, el valor de las mercancías no varían, sino que se introduce interesadamente por el capital el fenómeno de la inflación (aumentando la masa de dinero circulante) para abaratar el precio de la fuerza de trabajo expresado en salarios. Por eso la realidad misma nos enseña que la subida del salario lo que provoca es una reducción de la plusvalía y los márgenes de beneficio para la acumulación de capital, el cual intenta rescatarlos provocando la inflación en una lucha continua contra la fuerza sindical de la clase obrera. Por tanto, si el aumento de los salarios coincide con el aumento de los precios es debido a que los capitalistas no están dispuestos a ver disminuir sus beneficios.
Para Marx la tasa de ganancias cae de la misma manera que la cantidad de fuerza de trabajo empleada también decrece en relación a la cantidad creciente de maquinaria útil, por lo que es un absurdo explicar la caída de la tasa de ganancias por un alza de los salarios, ya que la tasa de ganancia no baja porque el trabajo se haga improductivo sino precisamente porque se hace cada vez más productivo, porque la productividad de toda la sociedad aumenta, y este desarrollo de las fuerzas productivas choca en su expansión y socialización con las relaciones capitalistas. Si buscamos, por tanto una relación causal es la propia tendencia decreciente de la tasa de ganancias el motor de la crisis, y la que impulsa la pugna del capital por bloquear los salarios y subir los precios, para sostener y ampliar el rendimiento de los beneficios.
Y si el desarrollo de las fuerzas productivas con el perfeccionamiento tecnológico de los medios de producción (bienes de equipo) aceleran la productividad geométricamente, y este aumento permiten una bajada generalizada de los precios al disminuir el tiempo socialmente necesario para fabricar cualquier mercancía, ¿porqué esto no sucede en la realidad?. Si aumenta la productividad social ¿porqué no bajan los precios?. ¿Porqué no bajan los precios si el valor real de las mercancías disminuye en proporción a la productividad social creciente? ¿Se va a seguir con la incongruencia de cargar al salario como responsable de la inflación?. Estas son las preguntas que deberíamos hacernos.
¿Quiénes entonces son los responsables directos, por tanto, de la inflación?. Ya hemos visto la causa, la caída de la tasa de ganancias, los ejecutores son los monopolios y el Estado capitalista actual. Los monopolios, la oligarquía financiera y el Estado capitalista tienden a eliminar la libre competencia, fijan los precios, para que la tasa de ganancia no baje, encarecen el precio de mercado artificialmente. La monopolización de los mercados obliga a los compradores a tomar un precio inflado, los bancos crean la burbuja financiera a través del crédito y todo tipo de pagos ficticios que generan la apariencia de que las mercancías pueden venderse e impedir que la tasa de ganancias disminuya.
En los últimos 10 años el capitalismo actual ha logrado el «milagro» de aumentar los beneficios empresariales a costa de subir la capacidad de consumo de la clase obrera ¡¡¡disminuyendo a su vez los salarios!!!. Prueba de ello es que en el periodo 2.000-06 el IPC ha subido un 24,8% mientras que los costes laborales (salarios y cargas sociales) lo han hecho el 14,8%. (11) . ¿Cómo se ha logrado?, elevando la deuda de los trabajadores a niveles nunca vistos. Según el Banco de España la media del endeudamiento de los hogares (2.005) supone el 99,3 % de los ingresos anuales (stock de deuda pendiente), para los más jóvenes (menos de 35 años) supone ¡¡¡el 193,3%!!!. De esa deuda media el 56, 8% se destina a cubrir el pago de hipotecas superiores a 25 años (12). De esta manera el capitalismo consigue mantener una demanda artificial, contener la caída de ganancias y el estallido de la crisis de sobreproducción, aplazándola al descargar su coste sobre las rentas salariales obreras por medio del crédito. De esta forma los salarios financian artificialmente la crisis de sobreproducción, atrasando los pagos de la plusvalía mediante la hipoteca de sus rentas futuras.
Pero todo modelo de crecimiento económico, incluso el especulativo encuentra sus límites en el capitalismo, la burbuja financiera estalla por la misma lógica de acumulación (caída de la tasa de ganancias) con la sobreproducción de viviendas en el sector inmobiliario.
Por tanto y siguiendo a Marx, las leyes de la producción capitalista hacen que el trabajo sea cada vez más productivo y que cada vez se produzcan mercancías más baratas en su valor de cambio, pero el uso acentuado de las tecnologías ocasiona la caída permanente de la tasa general de ganancias del sistema, por lo que para obtener las mismas ganancias los capitalistas deben vender una mayor cantidad de productos, lo cual se ve limitado por la saturación de los mercados existentes y disponibles, es la sobreproducción y la crisis de ganancias, y no es que no exista necesidad de demanda cuando millones de personas carecen de lo básico (alimentos, vivienda, servicios de todo tipo…), sino que el mercado no es capaz de realizar con semejantes precios las mercancías que salen de la producción, no hay capacidad solvente para absorver toda la producción.
Y para impedir sus efectos negativos a la acumulación de capital, intervienen los efectos para frenar la caída de la tasa de ganancias, se aumenta el grado de explotación de los trabajadores, se abaratan las materias primas perjudicando a los países dependientes y sus poblaciones, crece el comercio exterior e inversión en otros mercados y entre otros mecanismos se bajan los salarios, sólo entonces se pueden bajar los precios, pero siempre a costa de los salarios. Es la única receta conocida. Ser competitivos, significa mantener y acrecentar las ganancias para salir de la crisis a cargo de los salarios. Ya nos lo advertía Marx hace 143 años: «la tendencia general de la producción capitalista no es elevar el nivel medio del salario, sino a reducirlo» (13). Y nada ha cambiado hoy.
Ahora en la fase depresiva de la crisis de sobreproducción de mercancías, la lógica del sistema también actúa contra los salarios con la deflación, con el descenso general de los precios. Con el exceso de producción el mercado desvaloriza las mercancías, es el hundimiento de la economía real, de la producción, que también lo pagan los salarios que ven caer el nivel de su precio con la evolución negativa del IPC (14). Con este escenario en curso, es descabellado plantear la «moderación salarial» en el ámbito sindical, ya que el propio sistema capitalista se encarga de «moderar» los salarios mediante el fenómeno deflacionario.
5. ¿DEBEMOS VOLVER A MARX PARA VER LAS CAUSAS DE LA CRISIS?
A pesar de la ofensiva desideologizante que ha infectado como cualquier virus al campo de la izquierda, El Capital ha pasado a ser el libro más vendido recientemente en Alemania, lo cual dice mucho de la amplia sed de conocimiento de la realidad objetiva sobre la crisis que tienen las masas que no encuentran respuesta ni se dejan convencer por los adalides intelectuales del sistema.
Repasemos un poco, aunque no sea la moda oficial, lo que pensaba Marx de la crisis. La crisis capitalista tiene una lógica interna. Quienes plantean que esta se genera por un desajuste entre la oferta y la demanda, por una sobreproducción de mercancías, etc, sólo nos descubren su manifestación. Keynes por ej., veía la causa de la crisis en la falta de consumo, culpabilizando al ahorro de dinero y los capitales ociosos. La caída de ventas, desinversión de capitales y la reducción de las producciones es la manifestación de la crisis pero no su causa. Por ej. un choque de trenes nos explica un accidente pero no sus causas.
¿Pero qué es la crisis?. Ante todo clarificar que la crisis constituye un momento del proceso de acumulación de capital, la cual se manifiesta en la sobreproducción de mercancías que no tienen salida en relación con la demanda, y si esta sobreproducción ha tardado en manifestarse hasta ahora, es debido al abaratamiento de los créditos que han sostenido el consumo con dinero ficticio. Tras la crisis, viene la fase depresiva con la reducción de las producciones, aumento del paro y la bajada de los precios que suprime la desproporción entre la producción y el consumo reduciéndose los gastos con una mayor explotación, posteriormente se pasa a la fase de la reanimación con la renovación de los elementos del capital constante (más tecnología) se incorpora mas fuerza de trabajo y se genera mayor demanda de consumo, el aparato de producción se amplia, crece el comercio, suben los precios, aumentan las ganancias, baja el paro y por último el auge, fase final y reinicio del proceso de la crisis, donde se generan nuevas premisas para la futura crisis ligada a la evolución decreciente de la tasa de ganancias.
Marx contempla a la producción capitalista en su ciclo completo, y las diferentes contradicciones en su globalidad dialéctica:
· la contradicción del proceso de trabajo, trabajo necesario-trabajo adicional (salario-plusvalía),
· las contradicciones de la propia acumulación de capital, fuerzas productivas-tasa de ganancia,
· las contradicciones en la esfera del intercambio, producción-consumo de mercancías.
Analizados todos los momentos que forman parte integrante del proceso de producción capitalista, Marx no concluye que la causa y fuerza motriz de la crisis sea ni la sobreproducción de mercancías y capitales ociosos, o el subconsumo de la población (contradicción producción-circulación o producción-mercado), teoría para la cual no habría crisis si la producción coincidiera con el mercado, si éste tuviera una capacidad ilimitada de expansión. Ya que de esa manera entraríamos en el campo del fetichismo viendo a las crisis fuera de la producción, en el dinero, en las finanzas o en el mercado, como algunos refundadores del capitalismo pretenden hacernos creer hoy en el siglo XXI.
Por tanto, si la sobreproducción de mercancías que no se pueden vender o de capitales que se mantienen ociosos es la manifestación de la crisis, y esa no es su causa, debemos recuperar a Marx y no a Keynes o una nueva versión liberal para ver las verdaderas causas de la crisis. Debemos desterrar el opio que domina en el campo de la izquierda, el antimarxismo y el anticomunismo militantes. Hoy Marx (El Capital) y Lenin (El imperialismo fase superior del capitalismo) nos dicen más del capitalismo y su carácter clasista que todas las tonterías del liberalismo social que se han escrito hasta nuestros días.
Ya hemos visto que el capital siempre busca siguiendo la lógica de acumulación a los sectores que proporcionen una tasa de ganancias superior a la media. La tasa de ganancia que sale de la plusvalía arrancada a la clase obrera en el proceso de trabajo, es el motor de la producción y acumulación capitalista, que sólo produce lo que se pueda con una ganancia creciente, es decir con un incremento general de la explotación de la fuerza de trabajo.
Pero por muy enorme que sea la plusvalía acumulada, esta que crece a un ritmo inferior al resto del capital, se llega a un punto en el que el ciclo del capital se rompe al no poder absorver en la producción todo el volumen de capital acumulado, se genera la crisis, y es entonces cuando éste capital acumulado al no poder volver al ciclo productivo donde habría de valorizarse (crear más plusvalía), se mantiene ocioso y se destina a los canales del crédito (especulación financiera y bursátil). Y si el capital se mantiene ocioso, es precisamente porque ningún capital invierte con una tasa de ganancia inferior a la ganancia media lo que como consecuencia conduce a una disminución de la masa de trabajo empleada y de los salarios (paro crónico y empobrecimiento absoluto de la masa de obreros), provocando la crisis de realización de las mercancías almacenadas, crisis de sobreproducción en relación a la capacidad productiva lograda previamente acorde con la demanda solvente anterior al repliegue de la inversión.
A esta situación de sobreproducción se llega por el crecimiento de la composición orgánica y técnica del capital (15). Partiendo de la teoría marxista del valor-trabajo, la ganancia procede de la plusvalía, del valor adicional que la mercancía fuerza de trabajo aplicada por los trabajadores crea, valor adicional que ni de los medios de producción, ni de las materias primas se puede sacar. La ampliación del proceso de producción y acumulación de la plusvalía concentra y centraliza de masas de capital y fuerzas productivas, cantidades crecientes de maquinaria, tecnologías y obreros, acrecentando la composición orgánica y técnica del capital con una proporción cada vez mayor de la parte fija (medios de producción y materias primas) sobre la parte variable (fuerza de trabajo-obreros), tendencia que acelera de forma decreciente la tasa de ganancias. Para Marx, paradójicamente mientras la tasa de la plusvalía aumenta (relación de los salarios con las ganancias) la tasa de ganancias decrece (relación de las ganancias con el capital invertido).
Es decir, la propia acumulación de capital amplía la producción a gran escala y aumenta la masa de ganancia pero a un ritmo más lento que el resto del capital y por tanto a costa de reducir su peso sobre el capital global (instalaciones, maquinaria, materias primas, salarios) con lo que paralelamente acelera la disminución de la tasa de ganancia provocando la crisis que ya en su fase depresiva impulsa el fenómeno de la superpoblación relativa (16) con el aumento de la masa de obreros desocupados junto a la masa de capital-plusvalía ocioso.
Por tanto, el proceso de acumulación ampliada de plusvalía tal y como nos situaba Marx (Ley General de la Acumulación capitalista) se rompe en la producción capitalista porque el capitalismo nunca podrá estar en condiciones de emplear a todo el trabajo disponible, ni explotar el trabajo asalariado de forma ininterrumpida, sin crisis en la acumulación de capital (17), y sin recesión en la producción social. El capitalismo como sistema económico de producción y valorización (creación y acumulación de plusvalía) construye así sus límites, lo mismo que construye a sus enterradores.
Esta situación denominada por Marx en El Capital como la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancias, es la ley fundamental de la economía política del capitalismo (Lenin) y la expresión clara de la contradicción fundamental del modo de producción capitalista entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción o lo que es lo mismo, entre el carácter social creciente de la producción y su forma capitalista de apropiación.
Para Marx lo que rige y determina la acumulación ampliada de capital es la rentabilidad de la producción material a través de su expansión por el predominio de la producción sobre la circulación mercantil y dineraria. La fractura del ciclo capital productivo + capital mercantil + capital dinerario lo provoca la caída de la tasa de ganancias en la producción y en su efecto detrae masas de capital de la esfera productiva a la especulación.
Cuando es imposible consumar el ciclo capital-productivo-mercantil completo sin la realización de las mercancías producidas en el mercado, se manifiesta la contradicción que repercute en el estancamiento de la producción. Los procesos de valorización de capital (creación de la plusvalía) y su realización (reparto de la plusvalía entre capitales) son dos partes diferenciadas de un mismo proceso de la explotación capitalista que van asociadas, y su disociación es provocada por la crisis, ya que sin el intercambio, la producción de capital y su valorización no existen, sin la realización de la plusvalía no hay apropiación y reparto del capital.
Y no es que no hayan mercancías necesarias para consumir por la población, sino que estas se amontonan porque no tienen salida en el mercado. El almacenamiento de mercancías que no tienen salida y las privaciones de las masas coinciden como un dilema: el hambre y el frío se extienden porque se produce demasiado trigo o demasiada energía para el mercado. La producción bajo el capitalismo actúa por delante de la demanda y el mercado, la oferta no espera a la demanda y el consumo no determina a la producción sino que es la tasa de ganancias la que determina el nivel de la producción. Por tanto, la sobreproducción de mercancías se crea en la producción y esta se manifiesta abiertamente en la circulación, en el mercado.
En definitiva, para Marx las causas de la crisis no provienen ni de la masa absoluta de ganancia, ya que esta puede ser enorme mientras la tasa de ganancias decrece, ni de la cantidad de mercancías producidas, ni de la incapacidad adquisitiva para consumirlas por la sociedad, sino del propio régimen de producción capitalista. La sobreproducción de mercancías y capitales y el subconsumo son los efectos y manifestaciones de la crisis, pero ni son su causa, ni su motor. La crisis general de sobreproducción del sistema capitalista es causada por la contradicción entre la socialización creciente de las fuerzas productivas y su apropiación capitalista que impide la planificación social de las necesidades y su fuerza motriz es la tendencia decreciente de la tasa de ganancias, la tendencia decreciente de esa apropiación capitalista. La forma de producción capitalista se vuelve contra el cambio (sobreproducción) y las fuerzas productivas (socialización de la economía) se vuelven contra la forma de producción capitalista.
6. LAS MEDIDAS DEL CAPITAL PARA SALIR DE LA CRISIS SEGÚN MARX.
Siguiendo la ruta establecida por Marx en El Capital, éste emplea diferentes medios para frenar la caída de los beneficios, y reactivar el proceso de creación, apropiación y acumulación de la plusvalía:
1.- incrementando la explotación de la clase obrera mediante la plusvalía relativa reduciendo el valor relativo de la fuerza de trabajo por el aumento de la productividad en las ramas de consumo, lo que minimiza el tiempo de trabajo socialmente necesario de los productos de consumo. Y mediante la plusvalía absoluta con el alargamiento de la jornada de trabajo y la intensificación de los ritmos de trabajo. Aumentando a su vez la proletarización de todas las formaciones sociales a nivel internacional. Hoy en el aumento de la explotación de la clase obrera juega un papel importante la deslocalización del trabajo industrial hacia países con mano de obra más barata y una composición orgánica de capital más baja (menor tecnología y productividad) donde la tasa de ganancia es mayor que en el centro;
2.- disminución absoluta y relativa del valor de la fuerza de trabajo, rebajando el poder adquisitivo (salario real), y aumentando la calificación en el empleo de la fuerza de trabajo sin la elevación equivalente del salario, apropiándose el capital de esta forma de una masa suplementaria de plusvalía fruto de la productividad del trabajo (plusvalía relativa);
3.-incremento de la plusvalía extraordinaria, por el abaratamiento de los costes de producción fijos de capital, mayor composición orgánica del capital, mayor productividad con el crecimiento de la cantidad de medios de producción y materias primas que absorve la fuerza de trabajo en un tiempo unitario de producción (mayor producción por obrero ocupado). Como componente orgánico del capital, las materias primas y energéticas aumentan su enclave estratégico, lo que provoca guerras por su control para el abaratamiento de sus costes a la acumulación del capital;
4.-sobrepoblación relativa, obreros desocupados dispuestos a volver a ser empleados en la producción en sectores con baja composición orgánica de capital nivelando a la baja el salario medio, rebajando el valor real de la fuerza de trabajo;
5.-el comercio exterior donde los capitales invertidos consiguen una tasa de ganancia más alta al competir con mercancías que otros países producen con menos facilidades, lo que permite a los primeros vender sus mercancías por encima de su valor real. Por otra parte, los capitales invertidos en los países dependientes, arrojan tasas más altas de ganancia por el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y mayor grado de sobreexplotación de la fuerza de trabajo de tales países. La internacionalización de las relaciones capitalistas en su fase imperialista acrecienta el antagonismo entre el carácter socializado de la producción y la forma capitalista, con la inversión en nuevos mercados, el control y pillaje de materias primas (colonialismo, neocolonialismo), la agudización del intercambio desigual (centro-periferias), la deuda externa, la deslocalización de actividades (servicios y producciones), y la creciente proletarización del mundo. La crisis estructural adquiere rasgos generales.
Estos elementos enumerados frenan la tendencia de la caída de los beneficios pero no la paran. Por ej. la tasa de ganancias ha sido creciente desde la IIª Guerra Mundial hasta la crisis de 1.973, desde entonces hasta el presente nunca se ha logrado alcanzar las cotas máximas de crecimiento de los años 60.
Tras la IIª Guerra Mundial el crecimiento de la tasa de ganancias se debió a la tercera revolución tecnológica (nuevas fuentes de energía, informática, etc.) que tuvo su contrapeso en la homogeneización de las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera que impulsó su capacidad de resistencia en Europa occidental a fines de los 60 y mediados de los 70, coincidiendo con la existencia de los Estados socialistas europeos y el movimiento de liberación nacional, como contrapesos que aceleraron la crisis general del sistema capitalista, ya que constituían un freno para la aplicación de las medidas anti-crisis, para la recuperación de la tasa de ganancias a través del modelo fordista-keynesiano.
Cada repunte de la crisis crea condiciones económicas y políticas para un nuevo modelo o revisión del mismo en la acumulación de capital. El modelo neoliberal diseñado por el economista hayekiano Milton Friedman, responde al proceso general de acumulación del capital actual, el cual ha desbancado a la política redistributiva socialdemócrata, ya que la política keynesiana fundamentada en el pacto social pasó a ser un elemento reductor de la tasa de ganancias. No es casual su sustitución por la política neoliberal como factor principal en la recuperación de la tasa de ganancias en la triada imperialista (EE.UU, UE, Japón), incluso antes de la caída de la URSS como contrapeso principal del imperialismo.
Esta nueva realidad empujó a parte de la socialdemocracia hacia posiciones pro-neoliberales a partir de la década de los 80, hacia la tercera vía, ya que para mantener los gobiernos sin transformar la sociedad se empecinaron en fiscalizar las recetas neoliberales. Tatcher y Reagan iniciaron la ofensiva contrarrevolucionaria del nuevo modelo de acumulación, eliminación de la regulación estatal sobre el capital (no sobre los trabajadores), desregulación del mercado de trabajo, moderación salarial, etc, recetas que se dirigieron para elevar la tasa de ganancias, no sin antes doblegar al movimiento sindical y obrero en Occidente. Ya antes, las dictaduras fascistas chilena (1.973-89) y Argentina (1.976-83) anticiparon la práctica neoliberal patrocinado por los Chicago boys de Friedman.
Por tanto, el neoliberalismo es un proceso histórico iniciado y no concluido tras la crisis de 1.973, proceso de recuperación capitalista y hegemonía imperialista cuyo objetivo ha sido y es recortar las conquistas históricas del movimiento obrero y los pueblos.
En este contexto histórico el reformismo socialdemócrata ha sido y sigue siendo incapaz de vislumbrar la envergadura estructural de la crisis del capitalismo, y todavía pretende ignorar que a diferencia de la etapa de crecimiento expansivo posterior a la IIª Guerra Mundial, el proceso de acumulación de capital dentro de las potencias imperialistas es hoy por hoy incompatible con el incremento y estabilidad del empleo, los salarios y otras formas de redistribución social, que son los ejes fundamentales del Estado de bienestar que ha sido y es considerado erróneamente por las todas las variantes reformistas (incluyendo la eurocomunista de los años 70) como la antesala del socialismo o última etapa del capitalismo, ignorando que el capitalismo no funciona sin crisis y que ésta es estructural, pero no automáticamente la antesala inevitable del socialismo.
La tercera vía socialdemócrata, de corte neoliberal, mucho más pragmática no tiene interés en ver la envergadura de la crisis, ni en rescatar el Estado de Bienestar, sino en continuar corrigiendo los desajustes del mercado, es decir, mantener el modelo neoliberal corrigiendo sus excesos. Esta política no es nueva y en los países de la UE ha conseguido poner en letra muerta las conquistas de las constituciones nacionales (derecho al trabajo, a la vivienda, a la sanidad pública, a pensiones suficientes, planificación económica, etc). Fue en la década de los 90 cuando nos impusieron las directrices de Maastrich (déficit cero) y la tercera vía socialdemócrata, nueva izquierda ecosocialista incluida, comenzaban a defender ya abiertamente el capitalismo. Los valores de la socialdemocracia promovidos para la defensa del estado benefactor (equidad, justicia social, igualdad de oportunidades, solidaridad…) fueron sustituidos por la racionalidad capitalista en su proceso de acumulación mundializado (economía de mercado, competitiva, dinámica, flexible, promotora de la iniciativa privada…), Blair, Schroder, Jospin, Zapatero, etc, pertenecen a esa escuela de liberalismo social que representa una ruptura con las políticas reformistas y se configura como el ala social del proyecto neoliberal en la Unión Europea.
En la actualidad, la Agenda y el Tratado de Lisboa (que sólo ha pasado por consulta popular en Irlanda) persiguen rebajar las conquistas sociales, antipando directivas para contratar trabajadores con los salarios del país de origen (Bolkestein), directivas para privatizar los sectores públicos (flexiseguridad), directiva de retorno para deportar a 8 millones de trabajadores inmigrantes, y la aprobación del consejo de ministros de la UE sin ningún voto en contra para aprobar la directiva que legalice la jornada de 65 horas. A todas estas medidas elaboradas en época de crisis para frenar la caída de la tasa de ganancias, la tercera vía social-liberal contesta con refundar el capitalismo y frenar sus excesos. Es imposible que desde tales páramos pueda haber un atisbo de marxismo y de visión general del carácter de clase de la crisis y su irresolución en los márgenes del capitalismo.
7. ¿CUANTAS ALTERNATIVAS DE CLASE EXISTEN PARA SALIR DE LA CRISIS?
Son sólo dos, la salida a la crisis o es revolucionaria con la superación de las relaciones de producción capitalistas y la creación de otras superiores, socialistas, o inevitablemente se reorganiza el ciclo del capital bajo un nuevo modelo de explotación y acumulación con bases reformistas (crisis 1.951-52) o neoliberales (crisis 1.973).
En los últimos 35 años hemos pasado del fordismo-keynesianismo al neo-fordismo/neo-liberalismo de los 80/90, modelo con dos repuntes de crisis de por medio, la de 1.992 que coincidió con la desintegración de la URSS y la de este año, que no es novedosa en lo fundamental, y que vuelve a ser otro repunte más de la crisis general, pero con la diferencia de que no tenemos al activo preparado en la lucha de clases ni para el asalto frontal, para la guerra de movimientosguerra de posiciones, sobre todo a nivel político e ideológico . La economía nos va por delante de la política y la ideología, que van por detrás, la hegemonía burguesa por desgracia es absoluta. Las situaciones de lucha se baten conflicto a conflicto, empresa a empresa, sin una estrategia de clase hegemónica en el movimiento obrero para salir de la crisis y combatir el neoliberalismo en cualquiera de sus formatos. como diría Gramsci, ni para la defensa numantina (correlación de fuerzas similar a los 50-70). No hemos organizado el sujeto revolucionario (clase obrera), no hemos afilado sus instrumentos de clase, ni mucho menos unificado a sus aliados potenciales, hemos retrocedido en la Normal 0 21 MicrosoftInternetExplorer4
guerra de posiciones, sobre todo a nivel político e ideológico . La economía nos va por delante de la política y la ideología, que van por detrás, la hegemonía burguesa por desgracia es absoluta. Las situaciones de lucha se baten conflicto a conflicto, empresa a empresa, sin una estrategia de clase hegemónica en el movimiento obrero para salir de la crisis y combatir el neoliberalismo en cualquiera de sus formatos.
Nos encontramos en una etapa de ofensiva del capital bajo su forma neoliberal, a la que hay que frenar desde el movimiento obrero, y no fuera de él (precariado, multitudes, clases medias, etc), ya que el repunte de la crisis actual va a provocar un giro aún mayor de la acumulación neoliberal, pues el capital no necesita volver al estado de bienestar espontáneamente sino se le empuja en las luchas de clase, y tampoco éste es el objetivo final del movimiento obrero, aunque en lo inmediato sean necesarias las luchas concretas para frenar al neoliberalismo ligándolas a la lucha por el socialismo.
No obstante, hoy por hoy, siguen faltando propuestas claras para frenar al neoliberalismo con una visión general de clase y no parcial y corporativa de las luchas, exigiendo reformas anti-neoliberales con objetivos concretos: pleno empleo, política industrial, planificación pública de la economía revirtiendo el proceso de privatizaciones potenciando un sector público que permita una planificación para abordar las necesidades económicas y sociales de la mayoría, nacionalizar los servicios públicos privatizados y los sectores estratégicos y básicos (banca, energía, agua, suelo, transporte…), enseñanza y sanidad pública eliminando los conciertos con entidades privadas en los servicios públicos en general, reforma fiscal progresiva, pleno empleo con salarios dignos, elevar los gastos de protección social a la media de la UE, etc., es decir aquellas propuestas que fundamentan al Estado de Bienestar y que hoy son insostenibles para el capitalismo y su último modelo de crecimiento: el modelo neoliberal, y necesarias para agudizar las contradicciones del sistema o como dirían Marx y Engels agudizar las contradicciones y la lucha de clases.
La crisis estructural si bien constituye una premisa material para la situación revolucionaria, para la agudización de las contradicciones internas del capitalismo, por sí misma no determina el derrumbe , como tampoco lo determina la creencia de que el capitalismo está condenado por el déficit de la plusvalía (Grossman), ya que el cambio de modelo de acumulación con la adopción de las medidas anti-crisis o causas enumeradas que contrarrestan la caída de la tasa de ganancias, permiten una recuperación del volumen absoluto y relativo de la misma y frena la caída de la tasa de ganancias. No olvidemos que tras la crisis de 1.992-93 se dio paso a una recuperación de la tasa de ganancias y un giro de tuerca en la explotación de la fuerza de trabajo sin precedentes.
La tendencia decreciente de la tasa de ganancias como ley fundamental del capitalismo no es una ley natural de gravedad, sino una ley de tendencia dialéctica del desarrollo histórico (socialismo o barbarie), que muestra las contradicciones estructurales del capitalismo, pero no es la hora apocalíptica, no es su derrumbe automático, sino se le empuja en la lucha de clases, que es en el lugar donde se desenvuelven las tendencias a la superación y las contra-tendencias de la recuperación, auge y mantenimiento del capitalismo. Y si la contradicción económica (crisis) se resuelve políticamente, la conciencia de clase del proletariado no se expresa en la lucha espontánea sin dirección política, ya que la verdadera conciencia de clase no es un efecto automático de las crisis, sino de la organización y la dirección política del sujeto revolucionario.
La regulación de la ley del valor y la acumulación de capital son procesos de las relaciones de producción, procesos que se dan en un marco de relaciones de lucha de clases. El capital necesita subordinar el trabajo vivo constantemente, incorporar-domesticar-disciplinar-controlar-hegemonizarlo. Marx no nos explicaba el equilibrio y la armonía del Modo de Producción Capitalista, sino la posibilidad de la crisis y su superación. La teoría marxista del valor no describle ningún equilibrio del capitalismo, sino condiciones de la lucha de clases, de relaciones de fuerza, donde el capital vence al proletariado cotidianamente y en general. La superación del capitalismo y la economía de mercado sólo puede provenir de las relaciones de fuerza, de la lucha de clases. Marx en «El Capital» lanzó la consigna de expropiar a los expropiadores, y nos mostró que la acumulación de capital desarrolla la lucha de clases pero no de una forma natural y evolutiva hacia la expropiación final.
Gramsci criticaría mordazmente la interpretación economista y automática de la ley de tendencia decreciente de la tasa de ganancias (igual que la teoría del subconsumo), porque al considerarse dicha ley como el motor inevitable que anuncia el juicio final (revolución), contribuyó de forma irreparable a debilitar enormemente la capacidad de iniciativa histórica de la vanguardia política del movimiento obrero en Europa Occidental (IIª Internacional), al suplantar la elaboración de una estrategia política revolucionaria por la espera pasiva del derrumbe del sistema.
La crisis general, la no-correspondencia entre fuerzas productivas altamente socializadas y relaciones de producción caducas, base económica y superestructura jurídico-política no define mecánicamente el futuro socialista de la formación social concreta. La ruptura de esa contradicción o su reajuste en el modo de producción capitalista, depende del desenlace de la lucha de clases.
La posición economista que se impuso condenó al fracaso no sólo la táctica y estrategia de la IIª Internacional, sino también de la IIIª Internacional que en los años 20 se deshizo de la política de frente único, considerando el hundimiento del capitalismo como inevitable. Mientras el fascismo crecía, se volvía a caracterizar a las fuerzas productivas como el motor de la historia. Esta posición economista volvería a resucitar en la corriente eurocomunista, y nos explica el porqué de su fracaso en los países de Europa occidental durante los 70 en un período de crisis y situación revolucionaria (España, Portugal, Grecia, Italia y Francia), con fuerzas sociales poderosas, donde la situación era favorable para el movimiento obrero, pero donde la salida final fue la recomposición del sistema y la superación de la crisis con un nuevo ciclo de expansión del capital. A esto condujo el «compromiso histórico» y la «reforma» en aquella coyuntura histórica en Europa Occidental.
Si bien las crisis económicas aportan posibilidades al nivel de la superestructura política, de convertirse en crisis políticas y situaciones revolucionarias que precipiten el derrumbamiento del capitalismo, también aparecen en la escena las contra-tendencias a la caída de la tasa de ganancias. Es en el marco de la lucha de clases donde se resuelven las crisis, que no son sólo económicas sino también la acumulación explosiva de contradicciones sociales y políticas que desencadenan la oportunidad revolucionaria, y si esta no se consuma, la salida de la crisis se produce dentro del capitalismo también políticamente pasando a formas de dominación autoritarias o democrático-burguesas (garrote o zanahoria), que expresen la hegemonía y dirección político de la burguesía.
Por tanto, estas crisis económicas también juegan el papel de generar condiciones para la reproducción ampliada y perfeccionamiento de la acumulación del capital. Así, el economismo que ve en las crisis un factor mecánico de hundimiento del capitalismo, de la misma manera que ignora la necesidad de superar revolucionariamente la crisis política, también ignora la capacidad del capitalismo para superar su crisis estructural y hacernos pagar la crisis a la clase obrera. Sin la ruptura revolucionaria donde la contradicción fundamental (crisis-relaciones producción/fuerzas productivas) coincida con la revolución política, es imposible cambiar el dominio del capital.
Este proceso no es lineal y depende mucho de las correlaciones de fuerza, y las tareas históricas en cada etapa de lucha concreta. Hoy a nivel general nos encontramos en un proceso de acumulación y concentración de fuerzas de lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo, que concentra en un polo al capital con los estados imperialistas al frente con sus contradicciones internas en el reparto de la tarta y la gestión de la crisis, donde la hegemonía yanqui está siendo puesta en cuestión por sus competidores, y en otro polo se concentra el movimiento obrero, los estados de transición socialista, los países y movimientos anti-imperialistas, como fuerzas potencialmente revolucionarias que deben unirse en la lucha contra el imperialismo y por el socialismo como la única salida deseable a la crisis, y como única superación posible de la contradicción principal del capitalismo entre capital-trabajo para la emancipación definitiva de la clase obrera, es decir, la abolición definitiva del trabajo asalariado.
Notas:
(1) A Fondo, El Norte Económico págs. 18 y 19. Noviembre 2008.
(2) El futuro de la izquierda en Europa hoy… (Oscar Lafontaine) Rebelión 8-12-2008.
(3) A Fondo de El Norte Económico págs. 18 y 19. Noviembre 2008.
(4) Para que no haya dudas Georges Soros como defensor acérrimo del capitalismo y partidario de la hegemonía del imperialismo yanqui patrocina junto a la CIA en los países exsocialistas (Bielorrusia, Ucrania, Georgia, Serbia…) mediante la financiación de ONGs movimientos «civiles» procapitalistas y proatlantistas. Las denominadas «revoluciones naranjas y rosas». Soros es aliado del mafioso ruso Berezovsky, y participó en aupar a filofascista y proatlantista Saakashvili en el poder en Georgia.
(5) Samir Amin. Capitalismo, Imperialismo, mundialización, pág. 4.
(6) La plusvalía (excedente bruto de la explotación) supone el 8,6% del valor global (PIB) durante el periodo 2000-06, mientras que los salarios a la zaga suponen el 6,5%. (Fuente, Los salarios en España, pág. 16 (Gabinete Técnico Confederal CC.OO. Septiembre 2.007). Comparativamente con el periodo anterior (1.996-00) aunque el valor añadido (salarios + beneficios) crece, la tasa de plusvalía y explotación aumenta una barbaridad, consiguiendo de forma extraordinaria aumentar incluso la tasa de ganancias (2,1 puntos) por la existencia en España de sectores con baja composición orgánica y técnica de capital en servicios y la construcción.
1.996-2.000 2.000-2.006
Excedente bruto de explotación 6,3% 8,4%
Remuneración asalariados 7,7% 6,5%
Valor Añadido Bruto 14% 14,9%
Costes fijos 86% 85,1%
Tasa de explotación 82% 129%
Para el cálculo de la tasa de plusvalía (grado de explotación de la fuerza asalariada, se aplica el método de Marx en El Capital (PLUSVALÍA/SALARIO). Entre los dos períodos se produce un incremento del 57%.
(7) España es el país de la OCDE donde la tasa de paro es la más alta y donde en los últimos 11 meses ha subido más (4.1%) al pasar del 8,7% al 12,8%. De los 3 millones de parados registrados 1 millón no percibe prestación por desempleo.
(8) En China el crecimiento económico ha disminuido un 9% en el último cuatrimestre del año. Aunque la economía de mercado se expandió hace 30 años, el papel del Estado y la economía cooperativa sigue siendo dominante (60% del PIB) sobre el sector privado (40%). Por lo que no es una sorpresa que China ofrezca un plan de estímulo para su economía muy diferente al de EE.UU. y la UE. El gobierno chino no está regalando miles de millones de dólares para ayudar a los bancos y compañías de seguros, sino que pretende gastar 586.000 millones de dólares en los próximos dos años para financiar programas en diez áreas como viviendas a bajo costo, infraestructura rural, agua, electricidad, transporte, medio ambiente, innovación tecnológica…
(9) El Banco de Santander presentó una previsión de aumento de beneficios de 10.000 mill. € para el 2008, convirtiéndose en el tercer banco mundial por volumen de ganancias y el quinto por capitalización bursátil.
(10) Estamos acostumbrados a oir que los precios de las materias primas no renovables crecen porque se agotan. Eso es una verdad a medias. Avances científicos permiten extraer petróleo de tierras y profundidades no exploradas, pero además existen inventos y máquinas que consumen menos combustible, capaces de funcionar con otro tipo de energías renovables (solar, eólica…). A pesar de ello los intelectuales proimperialistas levantan el dedo acusador de la subida de los precios industriales y las mercancías. La realidad dice otra cosa, que las economías de los países de la OCDE son menos dependientes del petróleo que hace 50 años, en los EE.UU. por ej. el crudo representa el 1,5% del PiB mientras que el la década de los 80 suponía el 8% (Cinco días, 27-10-2000), ello es debido a la creciente influencia de las nuevas tecnologías en los países más desarrollados.
(11) El coste laboral bruto medio de todas las actividades, incluyendo sueldos y salarios, cotizaciones obligatorias, cotizaciones voluntarias, prestaciones sociales directas, idemnizaciones por despido, gastos de formación profesional, gastos de transporte, etc, supusieron 23.183,45€ en el 2.000 y 26.611,13€ en el 2.006. Por otro lado el IPC evolucionó un 24,8% de crecimiento entre enero de 2.000 y diciembre de 2.006. (fuente web INE).
(12) E ncuesta financiera de las familias 2.005, págs: 53, 57 y 59. Boletín económico diciembre 2.007 del Banco de España).
(13) Salario, Precio y Ganancia (Informe pronunciado por Marx en 1865 ante el Consejo General de la Iª Internacional), pág. 61, editorial Progreso, Moscú 1.979.
(14) La tasa de variación interanual del IPC de noviembre de 2008 (2,4%) bajó 1,2 puntos con respecto al año anterior (3,8%), y la variación mensual de noviembre de 2008 (2%) es del -0,4% respecto a octubre (2,4%) (Fuente INE, notas de prensa, 12 diciembre 2008).
(15) O lo que es lo mismo, el capital constante (medios de producción y materias primas) aumenta en proporción creciente sobre el capital variable (salarios).
(16) Marx en el capítulo XXIII del libro primero de El Capital en la Ley General de la Acumulación capitalista analiza este fenómeno, ley según la cual «el desarrollo de la fuerza productiva social del trabajo reduce progresivamente, en proporción a la eficacia y la masa de medios de producción» (Libro Iº, volumen 3º, pág. 804. Ed. Siglo XXI).
Con el crecimiento de la composición orgánica de capital, el capital variable con el que se paga y emplea a los obreros decrece proporcionalmente aunque en términos absolutos este aumente, pero de forma más lenta que el capital fijo. Así, con la ampliación de la producción capitalista aumenta la magnitud absoluta de la demanda de fuerza de trabajo, pero dicha demanda disminuye en relación al capital global y la producción. El mecanismo de la producción y acumulación capitalistas adecua constantemente el número de obreros a las necesidades de acumulación de capital.
Este permanente atraso del aumento de la demanda de mano de obra respecto al ritmo de crecimiento de la producción capitalista, crea una situación en la que muchos obreros no encuentran trabajo. La ampliación de la producción capitalista genera un excedente relativo de obreros, superpoblación relativa o ejército de reserva, excedente que es relativo respecto a la demanda que presenta la producción capitalista. Las formas más extendidas hoy son la superpoblación relativa flotante, con el desplazamiento de obreros de la producción que luego vuelven a incorporarse, y la superpoblación relativa estancada que comprende a la parte de la clase obrera cuya ocupación es irregular y sus condiciones de vida descienden por debajo del nivel medio normal de la clase obrera. Para Marx la fuerza de trabajo disponible se desarrolla por las mismas causas que la fuerza expansiva del capital, motivo por el cual resulta plenamente insensato seguir a la economía burguesa que predica a la clase obrera «adecuar su número a las necesidades de valorización del capital» (Libro Iº, volumen 3º, pág. 803. Ed. Siglo XXI).
(17) Sobre este desarrollo de la ley de tendencia decreciente de la tasa de ganancias ver Desarrollo de las contradicciones internas de la ley. K. Marx. El Capital. Libro tercero. Vol. 6º. Capítulo XV, págs.. 309-341. Editorial Siglo XXI.