Vuelve el fantasma de John Maynard Keynes, el economista que propició la intervención del Estado para enfrentar la crisis en el mundo capitalista, y los economistas y políticos del mundo lo recuerdan cada vez con mayor frecuencia. En cambio, es bastante menos conocido el economista polaco Michal Kalecki, no obstante que sus obras datan de […]
Vuelve el fantasma de John Maynard Keynes, el economista que propició la intervención del Estado para enfrentar la crisis en el mundo capitalista, y los economistas y políticos del mundo lo recuerdan cada vez con mayor frecuencia. En cambio, es bastante menos conocido el economista polaco Michal Kalecki, no obstante que sus obras datan de 1933 y las de Keynes de 1936.
Kalecki escribió su «Ensayo sobre la teoría del ciclo económico» y «Sobre el comercio exterior y las exportaciones internas»; Keynes, su «Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero». Ambos provocaron una revolución en medio de la ortodoxia liberal que confiaba ciegamente en el libre juego del mercado.
La adopción del intervencionismo por las economías capitalistas del mundo se conoce con el nombre de «revolución keynesiana», pero nadie se acuerda de Kalecki, que pensó por su cuenta sin conocer a Keynes y publicó sus libros tres años antes que el célebre economista inglés.
Kalecki fue generoso con Keynes y se alegró de que el prestigio ya ganado por el economista inglés fortaleciera el triunfo de la nueva economía, pues a él no le hubieran hecho caso. Kalecki era un sabio caracterizado por una proverbial modestia que le impedía disputarle la primacía y originalidad a Keynes, no obstante que su modelo era superior, más claro y original que el de Keynes, como hoy lo reconocen los economistas.
Keynes propició la búsqueda de una política económica que salvara al capitalismo de la depresión y la inestabilidad del mercado; es decir que razonaba en los límites de la sociedad capitalista. En cambio Kalecki sugería procedimientos similares pero advertía que si se adoptaban con la debida persistencia, traerían consigo la superación del capitalismo hacia formas de organización económico-sociales más justas, que harían innecesaria la violencia de los cambios revolucionarios.
Desde la segunda posguerra, los países capitalistas aplicaron las ideas de Keynes para que el Estado interviniera en las leyes del mercado; pero sesgaron esas políticas intervencionistas en beneficio de unos sectores y en perjuicio de otros. No faltaron economistas ortodoxos que se resignaron al intervencionismo keynesiano, pero propiciando los privilegios de una clase.
Veamos una diferencia central entre Keynes y Kalecki. Keynes sugería sostener la demanda con estímulos al consumo y a la inversión, sobre todo cuando el ciclo económico se orientaba al descenso. Durante la Gran Depresión de los años 30, advirtió el peligro social y político de dejar la economía al libre juego del mercado, es decir, a las pulsiones del capital privado. Al final, el capitalismo se rearticuló con una segunda guerra mundial, y cuando vino el Plan Marshall y la reconstrucción de las economías capitalistas, «la política fiscal keynesiana se trocó en una gigantesca manipulación de licitaciones, subsidios y compras directas, de armamento de todo tipo, más los ingentes presupuestos para la inversión en el ámbito espacial.
Gran parte de la clase capitalista descubrió el mecanismo para hacer negocios sin riesgo o con riesgo cuasi nulo merced al Estado «Benefactor» pero manteniendo, eso sí, al mundo en un estado de guerra permanente que bautizará como «guerra fría» cuando de hecho era «caliente» (Corea, Vietnam, Camboya, etc.), tal como resume Fernando Hugo Azcurra, investigador argentino.
En cambio, Kalecki sostenía el gasto público, los estímulos a la inversión privada y la redistribución del ingreso para evitar la quiebra del sistema, pero proponía que el gasto estatal se centrara en inversiones públicas combinadas con medidas redistributivas a favor de los trabajadores y los estratos con menores ingresos, es decir, una acción sobre la demanda efectiva pero con un mayor contenido social.
Kalecki dudaba seriamente de subsidiar al capital y reducía esta opción como una política secundaria. Kalecki sabía que los empresarios capitalistas difícilmente dejarían desarrollar sus recomendaciones para controlar el ciclo económico mediante el pleno empleo y la orientación de las políticas públicas en beneficio de los trabajadores y los necesitados, porque eso debilitaría su poder de clase sobre los mercados, el gobierno y los trabajadores. Éstos y los pobres, debidamente asistidos por el Estado, vulnerarían el «estado de confianza», como se llamaba entonces lo que hoy se conoce como «estado de credibilidad y seguridad». Y no por razones económicas, pues el desarrollo de la demanda elevaría la producción y, por tanto, las ganancias capitalistas, sino por razones ideológicas y políticas: la redistribución del ingreso, los subsidios al consumo, la canasta básica de bajo costo deteriorarían la disciplina laboral haciendo que el mercado de trabajo ya no actuara como regulador del salario y de la desocupación. «Los trabajadores deben «ganar el pan con el sudor de su frente» y no con ayudas y subsidios», como concluye el investigador argentino.
Keynes era un economista capitalista y su apelación al intervencionismo apuntaba a fortalecer el capital privado y el mantenimiento del sistema capitalista en una perspectiva racional. En cambio Kalecki era un economista socialista que quería la expansión y consolidación del Estado en la economía como una forma de superar el capitalismo o la sociedad de mercado. Esta podría ser una de las razones para que la academia lo haya ninguneado al punto que los jóvenes economistas no lo conocen. ¡Pero ni siquiera los viejos!
Hoy se habla insistentemente de Keynes y los gobiernos retoman sus banderas como algo peligroso, pero que al final está destinado a fortalecer el sistema capitalista y el mercado. En el seno del gabinete económico de cualquiera de nuestros países, se va presentando una pugna nueva entre los partidarios de Keynes, que todavía deben luchar contra los dinosaurios del neoliberalismo.
Pero, una vez superados éstos, deberán enfrentarse al fantasma de Kalecki. El economista polaco predijo que los sectores reaccionarios económicos y políticos siempre encuentran defectos, contradicciones y deficiencias de todo tipo en el intervencionismo de Estado. Pero, entonces, tal como se pregunta el investigador argentino, ¿por qué no adoptar políticas abiertamente kaleckianas?
Entretanto, un consejo a docentes y alumnos de Economía: ¡Lean a Kalecki!