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Sobre la crisis y la preocupación de los economistas

Mejor prepararse

Fuentes: Insurgente

El hecho parecería, cuando menos, entresacado del realismo mágico -con la inherente exageración de aspectos de la vida- si la fuente no poseyera una irrecusable solvencia profesional. Lo refiere, en sonado artículo, el conocido sociólogo e historiador norteamericano Immanuel Wallerstein. El mismísimo Zbigniew Brzezinski, apóstol de la ideología anticomunista y asesor en Seguridad Nacional del […]

El hecho parecería, cuando menos, entresacado del realismo mágico -con la inherente exageración de aspectos de la vida- si la fuente no poseyera una irrecusable solvencia profesional. Lo refiere, en sonado artículo, el conocido sociólogo e historiador norteamericano Immanuel Wallerstein. El mismísimo Zbigniew Brzezinski, apóstol de la ideología anticomunista y asesor en Seguridad Nacional del presidente Carter, anda preocupado por la perspectiva de que millones y millones de desempleados, «gente que se ha vuelto consciente de que la extraordinaria riqueza transferida a unos cuantos individuos no tiene precedentes en Estados Unidos», enfrenten dificultades tales que, «si las clases adineradas no hacen algo sobre una base voluntaria, ¡puede incluso haber motines!»

Motines en USA. Vade retro, Satán, debe de estar diciéndose para su capote Brzezinski, quien tal vez tenga entre sus fuentes un informe en el cual la agencia LEAP-Europa , proveedora de boletines confidenciales a políticos, servidores públicos, hombres de negocios, inversionistas, oreó la posibilidad de que en el Viejo Continente, Estados Unidos y Japón se desate una estampida generalizada conducente a choques, a semiguerras civiles.

Europa, Estados Unidos y Japón: tres emporios tambaleantes al compás de una crisis que no cree en cíclopes ni titanes. Pero organicemos el texto, en aras de la legibilidad. Sucede que Europa arrostra una recesión más profunda y una recuperación más larga que EE.UU. y el resto del mundo, según previsiones del FMI, a la postre nuncio por excelencia de las malas noticias. La economía de la Unión Europea se contraerá este año 4 por ciento, y 0,3 por ciento en 2010, si no fallan por defecto, una vez más, los cálculos del «Fondillo». Las menguas ascenderán a 5,6 por ciento en el caso de Alemania, a 4,1 en el de Gran Bretaña, y a 4,4 en el de Italia. Países hay, como España, de cifras alucinantes. Entre los meses de enero y marzo la cantidad de parados rebasó los cuatro millones, cifra que situó la tasa de desempleo en el astronómico 17,3 por ciento de la población activa, la más elevada desde el cuarto trimestre de 1999, cuando fue de 17,99, a un cabello de la actual.

¿Por qué Europa? Conforme a diversos analistas, la virulencia de la situación se debe, en parte, a la tardía reacción de las autoridades. «Cuando se observa la combinación de política monetaria y fiscal, claramente, EE.UU ha sido más agresivo», asevera el economista David Mackie (citado por IAR Noticias ), para quien, a causa de temor a mayores inflación y deuda pública, los dirigentes han demorado también en reducir tasas de interés o en emprender ambiciosos planes de estímulo fiscal, a lo que se suma el deterioro de la calidad de los activos de los bancos y el «incentivo» corruptor de la aguda crisis económica, fiscal y política en Europa del Este.

Ahora, en medio de diagnósticos y pronósticos miles algo llama poderosamente la atención. ¿Planes de rescate tardíos o a tiempo? ¿Cómo es posible precisarlo si, en la sabia observación del especialista cubano Osvaldo Martínez, los programas norteamericanos, europeos y japoneses (la economía nipona se enfrenta a una contracción de 6,2 por ciento en 2009), movilizadores en el último semestre de no menos de ocho billones de dólares, han resultado nulos como freno de la hecatombe? Ello, no solo por la insuficiencia cuantitativa, sino por el pecado original de que los proyectos están dirigidos a los «oligarcas financieros quebrados», más que a los «desempleados, los amenazados de desalojo de sus hogares, la gente común que sufre la crisis».

O sea: mientras el archimentado keynesianismo salvador prescribiría el aumento del gasto público en actividades que generen o conserven empleos, para suplir el sector privado en caída, estimulando la demanda conjuradora del colapso, el grueso de las erogaciones ha ido en auxilio de las instituciones y los personajes protagonistas de la debacle especulativa.

No en balde el norteamericano Joshep Stiglitz, Premio Nobel de Economía en 2001, estima que en su país la ruina crediticia ha sido manejada de la peor manera y ha calificado de robo a los contribuyentes el plan para sanear activos tóxicos de los bancos, pues los expone demasiado al riesgo y, a la larga, habrá de provocar un enfado mayúsculo. Enfado avivado por hechos como el creciente desempleo (8,5 por ciento en marzo); un déficit presupuestario que en los primeros seis meses del presente año fiscal asciende a 956 mil millones de dólares, el más alto en los registros para el período, y una pobreza que afecta ya a 37 millones de seres.

A estas alturas, ¿alguien en sus cabales se atrevería siquiera a jugar con la idea de que Wallerstein debería aparecer en la lista de los escritores de ficción? ¿A insinuar que su «alarmismo» resulta fruto de un delirio apocalíptico? Más que dudar sobre la concreción de guerras civiles en el seno de las naciones primermundistas, deberíamos irnos preparando para la reacción de las élites de poder. Por si acaso, vaya. Solo por si acaso.