Recomiendo:
0

Las luchas de los pueblos originarios y los retos de Latinoamérica

Fuentes: Rebelión

América Latina está en el centro de la revolución mundial. Y a su cabeza, están los pueblos indígenas que defienden el territorio, la biodiversidad y los recursos naturales. «La selva – ‘El Amazonas’ -, no se vende. La selva se defiende», es la consigna de los pueblos masacrados del Perú que ondea como símbolo no […]

América Latina está en el centro de la revolución mundial. Y a su cabeza, están los pueblos indígenas que defienden el territorio, la biodiversidad y los recursos naturales. «La selva – ‘El Amazonas’ -, no se vende. La selva se defiende», es la consigna de los pueblos masacrados del Perú que ondea como símbolo no sólo de la resistencia a la política depredadora de las transnacionales sino que va más allá: recoge la conciencia planetaria de rechazo a la política capitalista neoliberal que está llevando a la humanidad a una crisis ambiental que pone en peligro la existencia misma de la vida en la tierra.

De tal tamaño es esa gesta heroica que sostienen los pueblos amazónicos peruanos y demás comunidades indígenas de los Andes sudamericanos. Hace ya 15 años los pueblos chiapanecos de México habían trazado el camino con el «alzamiento zapatista» contra el TLC-NAFTA. Los Nasas (Colombia), Mapuches (Chile), Kiwches (Ecuador), y tantas otras comunidades amerindias, son su vanguardia. Pero el reto que tenemos los pueblos latinoamericanos en su conjunto (originarios, afros, mestizos, blancos) – si lo asumimos – es de mayor trascendencia y cobertura. Todo depende de nosotros.

La crisis que vive la humanidad es de hondo calado. No es sólo financiera y económica. El desequilibrio ambiental es de grandes dimensiones; pero la crisis va más allá. El modelo no es sostenible. Los pueblos arrasados por décadas de coloniaje devastador y por las políticas neoliberales empiezan a cobrar la cuenta. Las migraciones de hambrientos y desempleados recorren el mundo industrializado. Los gobiernos europeos emiten leyes restrictivas y estimulan la xenofobia. No saben qué hacer y reaccionan como fieras enjauladas. Lo mismo hace EE.UU., construyendo, además, el muro de la indignidad en su frontera sur.

Amplios sectores de sus propias sociedades hiper-industrializadas sufren las consecuencias del modelo consumista: la crisis de valores lleva al derrumbe moral y ético. Sus gobernantes y directores de monopolios corporativos son el prototipo a mostrar: Bush, Berlusconi, Sarkozy, Madoff, y demás socios, todos sumidos en la más indecente descomposición general. La droga, cocaína y múltiples narcóticos, son los paliativos a la dependencia psicológica. El consumo compulsivo de tecnología es otro calmante. El ser humano producto del modelo capitalista occidental está entrampado. La superabundancia material no satisface sus necesidades existenciales. Por ello, amplios sectores de la población examinan salidas, lo cual explica el auge de las iglesias y la búsqueda de espiritualidad.

Barack Hussein Obama, es expresión de esa búsqueda y esperanza. Los demócratas y socialistas norteamericanos no son conscientes – todavía – de que son parte de un movimiento en crecimiento. La fuerza del cambio crece también en las entrañas del imperio. No importa que el presidente negro, con nombre musulmán, esté preso de los inmensos intereses que se mueven tras bambalinas. En contraste, en Europa, el ideal de un mundo mejor hace rato marchitó. Mayo del 68 quedó atrás, sus principales líderes fueron asimilados por el mundo capitalista y el pragmatismo enterró los ideales. Además, la realidad poco estimulante del «socialismo real» en que derivó el proyecto del proletariado ruso, ayudó a enterrar esos sueños.

Lo más avanzado de la humanidad busca señales renovadoras. Al mirar hacia China se encuentra con un modelo de industrialización y de consumo que es una fotocopia imperfecta del mundo occidental. Los herederos de Mao siguieron los pasos de su apagado rival japonés. Su pasado y cultura milenaria parecieran haberse perdido en ese mar de vehículos, tecnología y apariencia de desarrollo. La revolución cultural «anticapitalista» de los años 70 involucionó hacia un corporativismo con apariencia comunista. Las reservas transformadoras orientales deben estar en algún lugar como un dragón dormido. Ya despertarán.

La India (y el Tibet), con sus religiones integradoras y holísticas, fueron un gran referente en la época del «hipismo» y de lucha pacifista contra la guerra del Vietnam. Tal parece que el ideal unificador y transformador de Gandhi sobrevive en medio de diferencias religiosas y étnicas estimuladas desde Occidente, pero la actual dirigencia compite con el pragmatismo chino, tratando de convertir al país en el «call center» (subalterno tecnológico) del mundo industrializado. Las fortalezas culturales y espirituales de los innumerables pueblos indios e hindúes, están allí, en el mundo urbano y rural de esa gran civilización, y algún día habrán de renacer con brío avasallador.

¿Para donde mirar? El mundo árabe-musulmán no encuentra su ruta. Las elites de esas naciones no pudieron construir un verdadero proyecto político supra-nacional. Las expresiones fundamentalistas islámicas avanzan en algunos países pero no son alternativa consistente para los pueblos del Cercano y Medio Oriente. Los pueblos africanos, los más vapuleados por el colonialismo imperial, han perdido hasta sus más preciadas tradiciones. África, cuna del homo sapiens, está arrasada. Habrá que ayudarla – algún día – a recobrar su vitalidad y riqueza.

Por ello el mundo mira hacia Latinoamérica. Somos la parte menos contaminada del «Nuevo Mundo». América Latina se alza como una posibilidad. De allí la atención que hay sobre lo que ocurre en nuestra región. Aquí sigue – sobreviviendo a mil batallas – el ideal de independencia y autonomía sostenido durante 50 años por el pueblo cubano, con un Fidel a la cabeza, cual Quijote, pujando por mantener las banderas del socialismo. La gesta bolivariana de Chávez, el liderazgo de un obrero metalúrgico al frente de una potencia como el Brasil, el ascenso – por primera vez – de un verdadero dirigente indígena representativo de los pueblos originarios con Evo Morales en Bolivia, y los/as demás presidentes/as que representan las mayorías mestizas de la región, complementan el atractivo de este subcontinente americano en pleno redescubrimiento e incipiente integración. Es claro que profundas fuerzas colectivas son las que impulsan los cambios democráticos.

¿Hacia donde conducir este gran barco? ¿Tendrá timón y posibilidades de navegar? ¿Nos contentamos con seguir el camino de los demás? O, ¿inventamos? ¿Tenemos material de donde alimentarnos teórica y espiritualmente? ¿Cómo hacer para no morir en el intento? ¿Impulsamos un «desarrollismo» sin ideales que acabe con nuestras esencias? ¿Nos lanzamos a construir un «socialismo estatista» que acabe con la frescura y diversidad de nuestras culturas? ¿Será este el escenario donde renazca lo mejor de Europa, África y del planeta entero? ¿Cómo impulsar una gran «confederación» que no tenga una «Rusia» impositiva e imperial que pretenda hegemonizar esa alianza? Esas y otras preguntas nos deberemos responder en medio del ir haciendo. Ese es nuestro reto.

La tarea inmediata, urgente, es la sobrevivencia. Los pueblos latinoamericanos debemos exigir la acción inmediata, unida y sostenida de los presidentes progresistas de América Latina. Es hora de que convoquen una nueva versión del movimiento de los No Alineados, pero ahora debe ser de los países no alineados con el modelo depredador que está acabando con la humanidad y con la existencia misma de la tierra.

Los pueblos debemos exigir la abolición de las políticas que están detrás de la matanza de Bagua. Se debe acabar el sistema que sustenta el narcotráfico y la violencia en Colombia, México, Centroamérica, Afganistán y tantos otros países. Hay que derrotar el modelo que hambrea a todo un continente como el africano y a millones de personas de otras regiones. Se requiere una acción permanente contra la política que sirve de eje a los TLCs. La reestructuración completa de la OMC es apremiante.

Si Fidel, con Mugabe y otros presidentes, fue capaz de relanzar y desarrollar ese gran movimiento, ahora Lula, Chávez, Evo, Correa y demás, pueden y deben liderar ese nuevo proceso. La política criminal que gira alrededor de la producción de agrocombustibles y el control monopólico de las semillas y alimentos, debe ser abolida. Construir condiciones de seguridad alimentaria a nivel mundial debe ser la prioridad de ese gran movimiento.

Adenda: las preguntas planteadas están siendo respondidas desde el movimiento real, pero el debate está planteado hace rato. Trataremos de aportar a las respuestas en próximos artículos.