Algunos analistas usan con negligencia la palabra «fascismo» para designar al régimen que ganó las elecciones en 2005. Son negligentes y arbitrarios porque parecería que nunca examinaron el modelo fascista expuesto por Mussolini y Goebbels, entre otros, y estudiado por la Escuela de Frankfurt, que se fundó con ese fin. El fascismo es una concepción […]
Algunos analistas usan con negligencia la palabra «fascismo» para designar al régimen que ganó las elecciones en 2005. Son negligentes y arbitrarios porque parecería que nunca examinaron el modelo fascista expuesto por Mussolini y Goebbels, entre otros, y estudiado por la Escuela de Frankfurt, que se fundó con ese fin.
El fascismo es una concepción organicista del Estado y de la sociedad, que no reconoce ninguna disidencia ni régimen electoral ni derechos civiles ni sindicatos ni menos libertad de pensamiento y de expresión.
El fascismo se basa en el pueblo organizado en fascios di combatimento, y por tanto no reconoce al individuo y a su libre albedrío. Bajo el fascismo no hay individuos. Nadie puede dejar de pertenecer a un fascio íntimamente ligado al partido de gobierno, que forma parte del Estado totalitario.
El fascismo somete a los sindicatos y convierte a las fábricas en cuarteles de producción. El fascismo tiene vocación militar, es por esencia antipacifista. El fascismo cree en las virtudes de la sangre y la raza asentadas en una nación que excluye y amenaza a las demás.
Por eso es una preparación incesante para la guerra, la conquista, el sometimiento de otros pueblos. El fascismo es una expresión política y militar del imperialismo como alianza del capital financiero con el poderío militar.
La base social del fascismo es la clase media, y la base anímica de ésta es el «carácter autoritario» que estudió Erich Fromm: esa tendencia a obedecer ciegamente a los superiores y a mandar con dureza a los subalternos. El fascismo hace que aflore en la clase media la vocación de orden, de disciplina, de pertenencia a un cuerpo orgánico que la dirija.
El fascismo es emocional, es una reacción mental y anímica contra el racionalismo de Occidente, particularmente el racionalismo alemán. Se basa en el impulso, en las emociones de la masa conmovidas por un Caudillo o Duce o Führer. El liderazgo del Caudillo no se discute, se acata, y no hay lugar a la disidencia. Es como un atributo personal, un carisma, algo innato a su personalidad que se debe obedecer. En esa medida, el Caudillo es hermano gemelo del gran empresario, que dirige su fábrica según su inspiración e impulsos, sin que ningún empleado ni menos un obrero pueda disentir con las políticas de la empresa.
Hasta aquí un resumen rápido de los principales conceptos acuñados sobre el fascismo, que se pueden leer en los discursos de Goebbels y en la Carta dil Lavoro, una suerte de Constitución del Estado italiano fascista.
Me gustaría saber cuál de esos conceptos calza en el actual gobierno, que ha salido no de una sino de varias elecciones, que reconoce la libertad sindical, la libertad de pensamiento y de expresión, y sobre todo la disidencia. ¿Acaso la base social de este gobierno es la clase media? ¿Puede un Estado fascista reconocer 36 pueblos originarios con sus idiomas y sus culturas?
Un régimen fascista jamás se somete a elecciones. ¿Podría entonces imaginar siquiera la vigencia del referéndum revocatorio? ¿Puede haber un fascismo asentado en la base social de los pueblos indígenas, de los pobres, de las organizaciones sociales que cada día defienden sus reivindicaciones?
Lo curioso es que he encontrado incluso doctores de la FLACSO que ejercen esta inercia mental.
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Fuente: http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2009092405&PHPSESSID=89b7576d6a8e5bbf8d4ab1780d2f9d9e