Esta ponencia se propone revisar brevemente algunos de los planteamientos actuales que señalan la defunción de los planteamientos neoliberales de las últimas décadas. Sobre la base de la crisis financiera y económica actual y las medidas tomadas para ‘refundar’ la economía, consistentes principalmente en la amplísima participación de los Estados para la recuperación de las […]
Esta ponencia se propone revisar brevemente algunos de los planteamientos actuales que señalan la defunción de los planteamientos neoliberales de las últimas décadas. Sobre la base de la crisis financiera y económica actual y las medidas tomadas para ‘refundar’ la economía, consistentes principalmente en la amplísima participación de los Estados para la recuperación de las instituciones financieras privadas y algunos importantes consorcios industriales, algunas voces profesionales señalan el fin de paradigma neoliberal. En esta ponencia se trata de revisar hasta donde la crisis actual conduce a un cambio en el paradigma de política económica, si la política económica actual consiste en un keynesianismo asimétrico o si tendrá éxito el intento de mantener las líneas esenciales del paradigma neoliberal.
Me referiré principalmente a la realidad del estado español y de la UE aunque la naturaleza de la crisis hace que los comentarios se refieran también a la economía mundial. Planteo más bien unas cuantas hipótesis -bastante provocativas- que puedan inducir a un debate, ya que es bastante difícil tener ideas solidamente establecidas cuando todavía estamos en medio de una intensa crisis.
La crisis obliga a un replanteamiento radical de las estrategias económicas
La crisis altera de tal forma toda la situación de futuro que es muy poco plausible mantener los planes de actuación económica como estaban establecidos o en vías de establecerse. Si observamos las crisis más relevantes percibiremos que tras la crisis de 1929 cambió radicalmente el modelo de acumulación y el correspondiente paradigma económico del liberalismo al intervencionismo, y, asimismo que tras la crisis de los sesenta-setenta del siglo XX se cerró el periodo intervencionista para establecer el dominio del neoliberalismo. Una crisis se produce cuando un modelo de acumulación se agota y, por ello, ha de cambiar la estrategia que conlleva. Esta crisis no puede dejar de suponer un nuevo cambio en el modelo de acumulación y en el paradigma de política económica. A ello apuntan la evolución de las variables más significativas. Por ejemplo, la evolución de las variables macroeconómicas se ha invertido: han vuelto los déficits públicos y los límites a los mismos fijados por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) han estallado ya en muchos países de la UE, las cifras de inflación se convierten en deflación (o más políticamente correcto en ‘inflación negativa’ ¡), el Estado vuelve a intervenir masivamente en el mundo de los negocios, etc.
Asimismo, la crisis está acentuando el proteccionismo y el nacionalismo económico de los estados, aspecto muy relevante tanto en las relaciones internas de los países de la UE como respecto a las relaciones externas. Tampoco se ha logrado concluir la Ronda de Doha lo que supone una alteración a los planes de expansión exterior. El enfoque que se plantea -en todo pero sobre todo en relaciones exteriores- es de muy corto plazo. La estrategia de la UE tendrá que apoyarse ahora principalmente en los acuerdos bilaterales.
La evolución de la UE anterior a la crisis actual mostraba ya profundas fallas en su estrategia de política económica y social pero la crisis expone con mucha mayor claridad y contundencia la inoperancia de esta política. Por tanto, sería un error plantearse el futuro bajo las mismas premisas y los mismos enfoques de la época anterior. Si hay que decir (hacer) algo sensato en la nueva situación tiene que ser replanteando críticamente toda la estrategia anterior. Si razones políticas obligan a continuar programando según los enfoques anteriores supondrá una perdida de tiempo, mucho dinero público y de la oportunidad de plantear un enfoque más útil. Si las recomendaciones han de hacerse en el estrecho marco que permite la política actual, es igual que no se haga ninguna. Al contrario, en esta exposición quisiera mostrar que otras políticas son imprescindibles si queremos ser eficientes y cumplir con nuestra responsabilidad profesional en el marco actual.
El eje central de la política de la UE y de la orientación prioritaria de la de los estados miembros (EM) está constituida por la Estrategia de Lisboa y sus sucesivas revisiones, que se establecieron en una etapa económica muy distinta de la actual. Por ello, éstas políticas tienen que revisarse profundamente. La política de oferta y los principios neoliberales en boga cuando la EL se diseñó parecen, sólo parecen, bastante desacreditados en el mundo teórico y todavía más en el de la política económica. Toda crisis impone la destrucción del esquema anterior y la creación de un nuevo esquema. Parece que no queda más remedio que rechazar toda la teoría neoclásica y los principios de política económica neoliberal – competitividad, liberalización, desregulación, privatización, austeridad laboral, NAIRU, etc. – que estaban en la base del modelo anterior ya que la crisis ha demostrado que son erróneos y perjudiciales. Es necesaria una nueva estrategia económica que oriente el modelo de acumulación que surgirá de la crisis.
No obstante, da la impresión que la Unión ha optado deliberadamente por una actitud de ‘business as usual’ (¿han pensando quizá que es importante mantener la estabilidad subyacente en medio de la vorágine o realmente creen que las bases económicas permanecerán estables?). Todavía en el Consejo de Primavera 2008 escriben como si todo siguiese girando en torno a la EL sin que parece que perciban que todo se ha trastocado y hay que resituarlo todo (seguramente de forma muy distinta a la anterior).Presentan una imagen extraña: por un lado parecen buscar intensamente medidas para salir de la crisis, y por el otro, no alteran para nada su política económica habitual y hablan como si las importantes transgresiones actuales a la misma fueran una cuestión meramente temporal. Superponen una serie de medidas ‘para salir de la crisis’ aparentemente independientes y sin relación con cualquier otro aspecto de la PE habitual que se desarrolla de forma totalmente paralela a las medidas anticrisis y que parece se han dejado en suspenso.
El análisis de la crisis es también deficiente, pues se considera todo el tiempo que es una crisis exclusivamente financiera. La crisis no sólo tiene raíces financieras sino también de la economía real. Es un análisis muy sesgado. A mi juicio no se puede explicar la crisis sin considerar que ella surge de la combinación de dos variables: los elementos financieros y una segunda variable clave, que se menciona mucho menos, consistente en la evolución de los salarios y la distribución de la renta en las últimas décadas. Se ignora que desde la crisis de los setenta las remuneraciones de los trabajadores han ido disminuyendo en su participación en las riquezas nacionales respectivas y que esta evolución tiene una significativa e importante incidencia en la crisis. (Grafico 1)
Sin embargo, en la UE sólo se alude a los aspectos financieros. En el Consejo Europeo de Otoño 2008, en plena crisis, reunidos en Paris, estudian ‘como proteger el sistema financiero europeo y a los depositantes’. Ni una palabra de la importancia de la crisis para el crecimiento y el empleo -objetivos de la EL- o sus consecuencias en el empleo y la población.
Gráfico 1: Evolución de la participación de los salarios en el PIB
Las recomendaciones de la PE europea habitual se dan dentro de un marco relativamente estable de todas las variables económicas y financieras aunque este marco se ha alterado tan sustancialmente que estas recomendaciones ya no son relevantes y mucho menos útiles en el nuevo contexto. Una cosa son las medidas anticrisis, y otra la PE que habrá de establecerse para la nueva etapa.
Respecto a la crisis la posición formal de la UE es la de una política coordinada: ‘Los Ventisiete respaldaron el marco de actuación del rescate financiero decidido por el Grupo de la Eurozona. Los líderes europeos también se pusieron de acuerdo en revisar la manera en que se gobierna el capitalismo financiero y la supervisión de las operaciones transfronterizas. También mostraron su preocupación de que semejante fenómeno vuelva a repetirse. Sarkozy invoco un nuevo Bretón Woods para mejorar el gobierno de la economía global y supervisar los grupos financieros internacionales. También se discutió en Paris la idea de un único supervisor europeo y el establecimiento de una célula de crisis financiera que permita a los europeos reaccionar lo más rápido posible ante posibles turbulencias financieras’ (Consejo otoño 2008). Es decir, la crisis es un fenómeno exclusivamente financiero, la receta para resolverla es más transparencia, regulación y control y debería haber una política coordinada. Esto es lo que se dijo al principio de la crisis y el discurso que se mantiene. Pero, se está mostrando ampliamente que no hay tal política coordinada (de 200.000 M€ ayudas, 170.000 son de los estados nacionales y 30.000 de la UE), cada dirigente nacional quiere salvar ‘su economía’ (repitiendo lo que sucedió en la crisis de los setenta), y ya se verá hasta donde llegará el control del sistema financiero global (más adelante volveremos sobre este punto). En la reciente Cumbre de junio de 2009 la situación es todavía más nacionalista y los países rechazan ser controlados por una autoridad europea.
¿Se está produciendo un cambio de paradigma?:
La crisis ha obligado a los Estados a intervenir de forma muy acentuada en el sector financiero y, en cantidades algo menores en el rescate de algunos sectores industriales (principalmente el automóvil), ignorando absoluta y totalmente (aquí hay que ser muy contundente) toda la teoría económica dominante y los principios asumidos como dogmas indiscutibles por la política económica en las últimas décadas. En una visión superficial parece como si se hubiera pasado del fundamentalismo neoliberal a una especie de keynesianismo tradicional, de manual. Pero hay que analizar un poco más lo qué está pasando.
Los grandes intereses económicos han aceptado (incluso requerido) esta intervención sin dar señales que reconocían que es una política contradictoria y en ruptura completa con lo que han estado sosteniendo durante todo el periodo anterior, lo mismo que la mayoría de los economistas ortodoxos. Se ha aceptado la importantísima participación del Estado cínicamente (todavía estoy por leer una autocrítica de la economía convencional; una de dos, o los economistas convencionales no tenían ni idea de la inminencia de la crisis, lo que pone en serias dudas su capacidad profesional, o ahora parece que todos los economistas sabían que habría una crisis, pero no habían dicho nada, lo que les convierte en cómplices de los agentes directos de la misma). Es posible que sea debido a que no quieren aceptar que cuando se salga de la crisis el paradigma dominante habrá de ser otro, pues pretenden que la intervención pública sea temporal y sin salir de los principios del libre mercado: ‘Reconocemos que estas reformas únicamente tendrán éxito si están solidamente fundamentadas sobre un firme compromiso con los principios del libre mercado, incluyendo el imperio de la ley, el respeto por la propiedad privada, el comercio y las inversiones libres en los mercados competitivos y se apoyan sobre unos sistemas financieros eficientes y eficazmente regulados. Estos principios son esenciales para el crecimiento económico y la prosperidad, habiendo ya liberado a millones de personas de la pobreza y elevado sustancialmente el nivel de vida a escala global. Reconociendo la necesidad de mejorar la regulación del sector financiero, deberemos, sin embargo, evitar un exceso de regulación que podría obstaculizar el crecimiento económico y exacerbar la contracción de los flujos de capital, incluyendo a los países en desarrollo’. (Reunión G-20 noviembre 2008 Washington, cursivas añadidas)
Es decir, intervencionismo, sí, pero a su manera. Pretendiendo que sea sólo temporal, limitándolo a aquellos aspectos inevitables para la continuidad del sistema con mínimos cambios y sobre todo, como la cita lo demuestra, pretendiendo que, en tanto en cuanto sea posible, se mantenga en línea con los principios del fundamentalismo neoliberal. Su intento de permanencia de éstos se percibe por varios tipos de razones distintas:
A ) El ‘keynesianismo’ que se esta practicando es un keynesianismo asimetrico. En el sentido que la crisis ha llevado a intervenciones masivas para salvar la situación del capital financiero y ciertos capitales industriales, pero la política económica que se está siguiendo para enfrentar las consecuencias de la crisis para las clases populares es acentuada y crecientemente neoliberal.
En el caso del Estado español, para apoyar al capital financiero se han establecido principalmente el Fondo de Adquisición de Activos financieros (50.000 millones €), el programa de avales a la financiación de entidades de crédito (hasta 100.000 millones €) y el aumento del importe máximo garantizado por los Fondos de Garantía de Depositos hasta 100.000 euros por persona y cuenta en cualquier entidad lo que supone garantizar unas cifras de depósitos muy por encima de la cifra media de ahorro e inversión de la población del Estado, además de la posibilidad de las entidades financieras de recurrir a la liquidez ofrecida por el Banco Central Europeo. A ellos se añade ahora el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROP) [1] que propone:
No sólo se apoyará a las entidades con dificultades sino que
Es decir, las necesidades de las instituciones financieras se preven con tiempo suficiente para que sean lo más eficientes posible, se propone apoyar incluso los procesos de integración necesarios, y se dedican a las mismas ingentes fondos públicos (hasta 99.000 millones de euros posibles) [3] . Y situaciones similares, si no más favorables todavía se reproducen prácticamente en todos los países europeos y con mayor magnitud en Estados Unidos.
Mientras tanto, las familias que se encuentran con la imposibilidad de pagar las hipotecas se enfrentan a procedimientos de desahucio acelerados, aun en situaciones de los bancos como los del estado español en que no son las deudas familiares sino las de los promotores inmobiliarios -en muchas ocasiones participados por las propias instituciones bancarias- las que causan los problemas e ignorando los ingentes beneficios que esas instituciones han tenido los últimos años.
Un ejemplo de la capacidad de acumulación. 1.600 millones € de compras en dos décadas.
1990-1999. Los inicios. Los Salazar irrumpieron en 1990 en la bolsa con la compra de Arana, una pequeña maderera cotizada. En 1992 adquieren la arrocera valenciana SOS y a lo largo de la década empiezan a ganar tamaño con la adquisición de pequeñas empresas del sector del arroz.
2000-2003.Expansión. En 2000, SOS compra Cuétara y en 2001Koipe, lider español del aceite y propietario de las marcas Koipe y Carbonell «Cuando hacemos una OPA es para ganarla, no para hacer el ridículo·dirá Jesús Salazar, que recibirá el premio al emprendedor del año.
2000-2004. Salida al exterior. Se suceden compras de empresas foraneas. American rice (2004), Minerva Oil (2005), Lassie (2006) y la italiana Carapelli, lo que permite al grupo colocarse como lider mundial del aceite de oliva. En 2007, Jesús Salazar recibe el premio Tiépolo, que reconoce el desempeño empresarial de entidades con una especial vinculación con Italia. En diciembre pasado, el grupo cierra la compra de Bertolli, lider en EE.UU. y su mayor adquisición hasta hoy (630 millones), al tiempo que vende Cuétara a Nutrexpa. En total el grupo ha comprado empresas por importe de 1.600 millones en los últimos 20 años’. Actualmente los negocios de los Salazar (SOS y las acumuladas) buscan nuevos socios para reducir su elevada deuda de 1.400 millones de € y los hermanos Salazar han sido cesados como presidente y vicepresidente y consejero delegado de SOS y acusados de actuaciones ilegales e impropias. (Público 22/6/2009) Es una pequeña muestra de la acumulación de una empresa de índole familiar. Deliberadamente se ha elegido una empresa que no es de la construcción. Los crecimientos de otras muchas empresas son todavía superiores.
¿Por qué no es posible legislar una moratoria para las deudas hipotecarias que evitase los desahucios y organizar formas innovadoras de resolver el problema de la deuda de las familias cuando el Banco Central Europeo y el estado están proporcionando tan abundante liquidez a las instituciones financieras? Asimismo, las empresas están exigiendo a sus trabajadores congelaciones salariales de alcance para evitar el cierre, despidos masivos o la deslocalización empresarial, con la aquiescencia y la felicitación de los gobiernos; aparentemente la única solución de todos los problemas empresariales, incluso de aquellos entes que han obtenido altísimos beneficios en los últimos años son las reducciones de plantillas, los ‘eres’ o las jubilaciones anticipadas que suponen siempre un aumento del gasto de la Seguridad Social, y el paro se convierte en el ‘remedio’ que los trabajadores no tienen más remedio que enfrentar [4] . La ‘solución’ vuelve a ser la de la economía de oferta: que el despido sea más barato, que los trabajadores sean más flexibles y competitivos para que se recuperen los beneficios.
Ignoremos la demanda y las causas de fondo de la disminución de la misma, aunque su deficiencia sea la que está causando los problemas. El Presidente del Banco Central Europeo, Trichet, el 22 de junio de 2009, olvidando la inoperancia del todopoderoso BCD en todo lo que no sea controlar la liquidez y los tipos de interés [5] , en su visita a Madrid insiste en la necesidad de España de moderar los salarios y facilitar el despido, coreado con entusiasmo por tantos economistas y empresarios que pretenden una ‘reforma del mercado laboral’ en la dirección de facilitar y abaratar el despido.
No es extraño que no se quiera desvelar que una importante causa de la crisis es la disminución de las remuneraciones del trabajo, porque ello conlleva que una verdadera solución de la crisis -que supone inevitablemente un aumento de la demanda- tiene que partir de una mejora de la capacidad de compra de las familias (no necesariamente lograda a través del crédito), es decir, de un aumento de los salarios de los trabajadores ocupados y de un aumento de los ocupados en la población activa. Aunque en el caso del Estado español la magnitud del paro y la precariedad del mercado laboral de los últimos años está forzando a que se diseñe alguna ayuda permanente para los parados -a fines de junio se propone una ayuda a los parados que han agotado ya todos las posibilidades de subsidios, 420 euros al mes por seis meses con el compromiso de asistir a cursos de formación que faciliten la reinserción laboral [6] – y la retórica del ejecutivo es que no se modificará el mercado laboral ni las ayudas sociales [7] , resulta que ya está rebajando el gasto en el presupuesto, aumentando los impuestos de la gasolina [8] y el tabaco -mientras se anula el impuesto sobre el patrimonio y, supongo que en compensación por la ayuda de último recurso a los parados, se propone también disminuir en un 0,5% las cotizaciones empresariales a la Seguridad social. ¿No dicen que ésta amenaza quiebra? Hay actuaciones públicas de escándalo. En un momento, ante las exigencias de algunos partidos menores, pareció que el gobierno estaba dispuesto a realizar una parcial reforma fiscal que supusiera un aumento de impuestos para los mas ricos, pero esta intención duro sólo seis horas y tan pronto como encontraron otros socios ‘más razonables’ (CiU) olvidaron su propuesta anterior, incurriendo no sólo en un error estratégico de política económica, sino en un triste ridículo acerca de sus ‘planes'(?) de actuación.
No solamente el gasto público a corto plazo va a limitarse sino que se mantiene que no habrá dinero para la sanidad, ni la educación, ni la asistencia social y hay que privatizarlas, además de que con el impulso del Gobernador del Banco de España [9] , secundado con entusiasmo por el Sr. Botín, se argumenta que en el futuro no habrá tampoco dinero para las pensiones públicas y sólo quienes contraten pensiones privadas tendrán derecho a una vejez digna. La reducción de los derechos del Estado del Bienestar y su privatización y conversión en mercancías se intensifica en un periodo de plena crisis que está afectando con extremada dureza a los trabajadores.
No hay duda que la política económica para los trabajadores es una política económica digna de las mejores épocas del pensamiento neoliberal y que el intervencionismo del que tanto se habla es, en el mejor de los casos un keynesianismo asimétrico que para nada tiene en cuenta la mejora en la situación de las clases populares. ¿Dónde está el equivalente del Informe Beveridge (1942) para la instauración del Estado del Bienestar que acompaño al keynesianismo en la postguerra? Una vez más, son las clases populares las que cargan con las duras consecuencias de una crisis en cuya génesis no han tenido la menor participación.
Por otra parte, la enorme aportación de fondos que los estados están realizando no conllevan condiciones de ninguna clase para quienes son tan cuantiosamente ayudados. Es verdad que algunas empresas han sido ‘nacionalizadas’ pero una nacionalización muy peculiar, light, sin que en muchos casos incluya el hacerse cargo de la gestión o ponga en solfa el accionariado actual de las mismas. Pero otras muchas han recibido ayudas sin ni siquiera dicha intervención. El Estado español ha puesto a disposición de las entidades financieras grandes cantidades de fondos líquidos, y ha establecido un Fondo de Rescate para las instituciones financieras que puede alcanzar los 99.000 millones de euros y se proponen ingentes obras públicas para sostener la actividad del sector de la construcción sin que en ningún caso se hayan impuesto condiciones a cambio, excepto la muy genérica de ‘cooperar a la creación de empleo’. Tras las abundantes ayudas prestadas, los gobiernos se ven todavía obligados a instar a las instituciones financieras que concedan créditos más abundantes (petición a la que los bancos han hecho oídos sordos), o que generen puestos de trabajo (a lo que se responde con la disminución de plantillas). Por no mencionar otras condiciones que hubieran podido ser impuestas con la orientación de cambiar ‘el modelo de producción’, tema tan manido en el caso del estado español [10] .
Además, en esta crisis, los grandes gestores del capital parece que han aprendido a continuar con sus muy altos niveles de vida [11] . No abundaré en la amplia información existente acerca de cómo los grandes gestores del capital (entre los cuales se cuentan casi siempre los miembros principales del Consejo de Administración, y por tanto accionistas principales) han disfrutado de remuneraciones desmesuradas durante las épocas de bonanza, pero por lo menos quiero mencionar la continuidad de dichas remuneraciones y la falta de exigencia de todo tipo de responsabilidades a los dirigentes de las empresas incluso en los periodos en que la crisis se había manifestado con toda su crudeza. Es un escándalo social que en muchas de las empresas recuperadas por los distintos estados, los dirigentes sigan siendo los mismos que les condujeron a la quiebra y, probablemente -hay poca información al respecto- en condiciones de contratación bastante similares a la etapa anterior. No se puede ignorar la injusticia de esta situación, mientras se requiere a las clases populares que ‘se aprieten el cinturón’.
B) La regulación del capital financiero que se consideró esencial al comienzo de la crisis se está demorando y parece que será bastante tenue. A pesar que en las dos reuniones del G-20 parecía que el establecimiento de nuevos sistemas de regulación era una de las condiciones esenciales para salir de la crisis y ‘refundar el capitalismo’, hasta mediados de junio parecía que el tema se había olvidado. Incluso la lista de paraísos fiscales que, con muchas resistencias, se consiguió elaborar en la reunión del G-20 de Londres fue muy rápidamente modificada, se eliminaron los paraísos fiscales ‘negros’ y hasta la propia lista ha desaparecido de la consideración pública. El 17 de junio el presidente Obama anuncia un nuevo sistema de regulación dando más poder a la Reserva Federal, creando una Oficina de Supervisión Económica e imponiendo más vigilancia en el mercado de emisión de títulos respaldados por hipotecas y los complejos productos financieros hasta ahora al margen del sistema. También en la Cumbre Europea de junio se vuelve a hablar de crear un nuevo marco de regulación financiera basado en el informe elaborado por un grupo de expertos bajo la dirección de J. de Larosière, ex director general del FMI y que crea tres autoridades europeas de supervisión (banca, seguros y bolsa) con poderes para fijar normas iguales y vinculantes para todos los países y la posibilidad de tomar decisiones obligatorias cuando existan disputas entre los estados. Pero hay muchos comentaristas que destacan lo débil y cauto de dichos grupos de medidas: ‘Es cierto que el conjunto de recomendaciones supone un refuerzo de los poderes regulatorios, pero, al mismo tiempo, hay señales de un profundo respeto por el status quo. Dar mayores atribuciones a la Reserva Federal, por ejemplo, es al mismo tiempo, un gesto de exculpación de responsabilidades y una cesión ante las presiones de los chicos de Wall Street, acostumbrados a moverse con habilidad por los corredores del Banco Central’ [12] . ‘Quizá haya alteraciones en el equilibrio político, a favor de una regulación más intrusiva en el futuro…, pero a la luz de los hechos ese quizá es cada vez menos probable’. El propio J.E. Stiglitz señala: ‘Pienso que la Administración de Obama ha sucumbido a la presión política y a los augurios pesimistas de los grandes bancos que explotan el miedo. Como consecuencia, el Gobierno ha confundido rescatar a los banqueros y sus accionistas con rescatar los bancos…En cambio, Estados Unidos ha proporcionado poca ayuda a los millones de etadounidenses que están perdiendo sus hogares…Pero esta nueva forma de sucedáneo del capitalismo según el cual las perdidas se socializan y los beneficios se privatizan esta condenada al fracaso’ [13] . Y pueden leerse bastantes otros comentaristas en las mismas líneas. Asimismo en la UE, los mismos Estados miembros rechazan que una autoridad europea pueda tomar medidas de emergencia obligatorias en situación de crisis, incapaz por tanto, de establecer una política conjunta. Liderados por los británicos parece que la regulación europea si existe será nacional y débil [14] . Incluso la OCDE en sus propuestas de control de los paraísos fiscales acepta que cada país decida cual de las diferentes medidas propuestas tomar y frente a que tercer país, lo que conlleva el peligro de la más absoluta inoperancia de dichas medidas. ‘ Los gobiernos insistieron desde el principio en la necesidad de reformar de arriba abajo la regulación financiera, sin embargo hasta el momento, esta sucesión de reuniones internacionales no ha propiciado demasiados resultados en la práctica. Por tanto, ‘ha cambiado todo pero no ha cambiado nada’…tras dos años de recesión no se percibe una ambición reformadora similar…Hasta ahora la sensación de urgencia ha sido inexistente’ [15]
Mediado 2009 da la impresión que mediante los ingentes apoyos a las instituciones financieras, de momento se ha conseguido apaciguar, ‘domesticar’, la crisis financiera. Y podría decirse que los capitales financieros y sus representantes políticos presionan con fuerza para que la inevitable regulación sea mínima y permita una rápida vuelta a la práctica habitual de los negocios financieros. Parece que el respeto por las ‘reglas del libre mercado y la creencia en su capacidad autorreguladora’. es superior a la imperiosa necesidad de una estrecha regulación que se percibía al principio de la crisis. Se diría que el poder del capital, especialmente del capital financiero, sigue controlando el mundo y que pueden ser capaces de ganar la batalla acerca de su rechazo de la estrecha regulación que se ha considerado necesaria para establecer un nuevo periodo de acumulación de capital sostenible.
El problema ahora parece residir más en el ámbito de lo real y la muy acusada caída de la demanda en el mundo entero, más en países como el nuestro. Pero frente al mismo la receta vuelve a ser la neoliberal de presionar desde el lado de la disminución de costes para recuperar ‘la competitividad’ que no deja de ser un eufemismo para referirse a los beneficios empresariales. La pregunta obvia, incluso ignorando la mayor o menor injusticia de dicha formula es, ¿es esta una forma adecuada y eficiente de resolver la crisis? ¿lleva a una recuperación sostenible? Volveremos sobre la misma.
C) Cualquier estrategia económica perdurable necesita una teoría económica en la que basarse o por lo menos que la legitime. Pero n o parece que se esté construyendo una nueva teoría económica: ya hemos señalado que los neoclásicos (neoliberales en política económica) no han realizado en ningún momento una autocrítica y aquellos economistas con tendencias keynesianas parecen contentos porque consideran que se esta reivindicando su escuela. Sorprendentemente, a mi juicio, los postkeynesianos que parecía el grupo más preparado para tomar el relevo a la teoría convencional con una teoría más realista, crítica y progresista no están destacando por su presencia pública ni tampoco surgen grandes avances entre los neokeynesianos [16] y las medidas que se toman más parecen reflejar un keynesianismo de manual respecto al apoyo al capital y la continuidad del neoliberalismo para el trabajo. Una mezcla de difícil coherencia y todavía de menos posibilidades de justificación política. La esterilidad que desde hace años está manifestando la ciencia económica convencional aparece ahora en toda su magnitud. ¿Aparecerá un Keynes que establezca un discurso coherente y practicable? No parece próximo ni siquiera entre los premios Nóbel que se consideran más críticos con la política del Consenso de Washington (Stiglitz, Krugman)
D) Todavía hay otro elemento que es necesario mencionar y se refiere a la falsa percepción que del papel del Estado se ha tenido durante el periodo neoliberal.
Ha sido un error de percepción durante muchos años -o probablemente más una forma de plantear el tema que lo legitimara y facilitara su práctica – suponer que en los planteamientos neoliberales se consideraba que el Estado no había de interferir en la economía, y que el libre comercio era el régimen de actuación internacional. Lo que realmente propone el neoliberalismo, y lo ha llevado a la práctica en las últimas décadas, es reestructurar el papel del Estado para que éste tuviera como objetivo el facilitar la operación de los mercados para beneficio del capital. El Estado no ha estado nunca ausente de la escena económica, como lo muestra la importantísima legislación que durante dicho periodo tuvo lugar, especialmente respecto al mercado de trabajo, a la ‘liberalización’ de todo tipo de trabas para que los grandes negocios pudieran actuar según sus intereses y sus deseos, el establecimiento de sistemas fiscales muy favorables a los capitales y las grandes fortunas, la exigencia de programas de ajuste en todo el mundo así como la imposición de la competitividad y el libre comercio (por medio del FMI y el BM en el mundo pobre, y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento en la UE) mientras los países más poderosos protegían sin rebozo sus sectores más débiles (agricultura, textil). Y un larguísimo etc. El fundamentalismo neoliberal respecto al abandono del Estado de la economía nunca ha existido en la práctica, sino que éste ha estado siempre presente gestionando las economías para favorecer al mundo de los negocios. Por tanto, la intervención actual, aunque descomunal por su magnitud, no es más que la continuidad del papel del Estado como agente de última instancia para la salvación de los intereses económicos dominantes [17] . En este sentido la mayor intensidad de la intervención directa respecto al capital no es contradictoria con el papel que el Estado ha tenido siempre en el capitalismo de velar por la buena salud del proceso de acumulación de capital.
Por tanto, no parece que la economía global esté asistiendo al fin del fundamentalismo neoliberal sino que éste ha aceptado el intervencionismo que le era imprescindible sin graves problemas de análisis de su coherencia con sus posiciones previas, pero está intentando hacerlo temporal y mínimo [18] , mientras que intensifica la carga neoliberal en su estrategia de clase frente a los trabajadores y las clases populares.
Consecuencias
Si mis planteamientos son correctos y los grandes capitales, principalmente los financieros, consiguen recuperarse de la crisis sin un cambio significativo en su modelo de acumulación, quiere decir que con modificaciones menores, lograrían volver más o menos a la globalización previa a 2007. Probablemente los capitales financieros aprenderán pronto a esquivar las regulaciones que se establezcan y podrán continuar con sus negocios especulativos habituales, ‘Los banqueros parecen creer que el regreso al business as usual está a la vuelta de la esquina. Creen que pronto podrán volver a jugar a los mismos juegos que antes’ (P. Krugman). Parece bastante claro que se producirá -ya está teniendo lugar- una gran concentración del capital (financiero e industrial) y un cambio en los sectores prioritarios para la acumulación (tendrán los nuevos sectores: el capitalismo verde, las nucleares, la producción de agro-combustibles, la privatización del Estado del Bienestar, el potencial suficiente para generar los beneficios necesarios para los capitales sobrevivientes o cual podrá ser el ámbito de acumulación en el futuro?), y que asistiremos a una creciente dualidad de la economía entre sectores potentes y sectores marginales y subordinados. La competitividad global seguirá siendo el paradigma prioritario y las pequeñas y medianas empresas sólo podrán sobrevivir subordinadas a los grandes consorcios, como talleres externos de los mismos, y tendrán grandes dificultades para mantenerse.
Aunque en esta ponencia no podemos detenernos a analizar las consecuencias en la esfera internacional de la crisis, existe una gran curiosidad e inquietud por el papel que van a jugar los países emergentes, Brasil, India, Rusia (¿puede ser considerado país emergente?) y China (BRIC) así que puede merecer la pena por lo menos plantear la pregunta. Parece que están decididos a aprovechar la crisis para forzar algunos elementos que les interesan- sobre todo la disminución del papel internacional del dólar y el aumento del poder de sus gobiernos en la esfera global- pero no aparece ningún indicador de que tengan en mente el establecimiento de una nueva modalidad de acumulación capitalista con una distinta forma de intervención estatal y, mucho menos, de contrato social, sino que contemplarían más bien la continuación del sistema actual global con sus peculiaridades nacionales y los cambios en su poder relativo tratando de convertirse en potencias globales. Mientras los países más pobres verán deteriorarse su situación – ¿supondrá la intervención de China una mejora sustancial en la suerte de África o una modalidad especifica de imperialismo? – y los pobres de esos países todavía sufrirán mucho más.
¿Cómo y cuando se recuperará el empleo en los países centrales? ¿Se generará el suficiente empleo y de qué calidad? Probablemente no en mucho tiempo. Las clases populares seguirán pasándolo mal y muy mal: el aumento del paro, la práctica inexistencia de nuevos puestos de trabajo, la congelación o deterioro salarial, las reformas laborales que pueden tener lugar (cambios en las condiciones del trabajo, jornada, competencia entre los trabajadores), la reducción del Estado del Bienestar, está conduciendo a gran endurecimiento de las condiciones de trabajo y de vida de las clases populares. A un nuevo, grandemente deteriorado y crecientemente individualizado ‘contrato social’, fruto de la globalización y de la debilidad de las clases populares. Esto parece que es lo que se puede esperar ‘a la salida de la crisis’.
En el caso del Estado español la situación será más difícil. Están bien reconocidas las deficiencias del modelo de crecimiento de los últimos años, y ahora se tiene prisa por cambiarlo. Pero esto no es tarea sencilla y no se puede lograr en el corto plazo. Se habla con gran ligereza de este cambio de modelo, como si desearlo fuera suficiente. La educación, la investigación y la innovación son condición necesaria para este cambio pero distan mucho de ser suficientes si no se genera previa o por lo menos simultáneamente una estructura productiva industrial y de servicios mucho más potente y tecnológicamente avanzada que sirva de soporte a esa mano de obra y conocimientos mejorados, y una estructura social que legitime un cambio que puede suponer situaciones difíciles. Por ejemplo, ¿se podrán generar suficientes puestos de trabajo cualificados para la población activa española o un cambio de modelo supondrá atravesar periodos en los que aumentará el paro y que, sólo se resolverían con una generosa y adecuada política de subsidios, renta básica o similares? ¿Dónde está la demanda que sostendrá dicho modelo? Pensar en un cambio de modelo es una tarea de muchos años y esfuerzos integrados en muchos ámbitos.
En algunos momentos algunos comentaristas creyeron que la crisis podría permitir aprovechar las contradicciones y dificultades que la misma supone para mejorar la participación popular en la economía y la política, en la gestión de la sociedad, algunos hasta soñaban con la posibilidad de una transformación. ‘La crisis como oportunidad (de mejora)’ señalaron. Me temo que olvidaron dos cosas: una, la enorme debilidad de la conciencia y los agentes que pretenden una transformación, confusos con los profundos cambios que han tenido lugar en el mundo del trabajo, derrotados desde la crisis de los setenta o incluso, según algunos, debilitados desde el consenso social y la ‘prosperidad’ para las clases trabajadoras de la postguerra; y dos, la integración de los dirigentes sociales (partidos de izquierda y sindicatos) en la lógica de las sociedades capitalistas que hace impensable pensar y menos todavía actuar con otros parámetros radicalmente distintos. Escuchando a muchos dirigentes sociales referirse a la crisis y a sus salidas a menudo da la impresión que lo único que pretenden es volver a la situación anterior, al 2006, cuando la economía crecía mucho (ignorando la depredación ambiental), se generaba empleo (olvidando totalmente su precariedad y las deterioradas condiciones de trabajo), el consumo aumentaba a costa del endeudamiento y el mundo político era gestionado por los ‘profesionales’. ¡Pobre panorámica de futuro¡
Pero lo que es todavía mucho más grave:
Volver a una situación similar a la de los años 2000 hasta 2006 supone que no se ha resuelto ningún problema de fondo del capitalismo global. Ya hemos señalado que las crisis suponen el agotamiento de un modelo de acumulación y su correspondiente estrategia económica y, por tanto, la salida de la crisis, cuando quiera que se produzca, requiere un nuevo modelo. En este caso ya no sirven las recetas del régimen neoliberal por mucho que se intente mantenerlas (la sobreproducción generalizada, el agotamiento de los recursos naturales, los límites energéticos y ecológicos, etc. etc. hacen el sistema inviable). El exceso de producción real, la sobreproducción continuará en el mundo y el capital financiero con una mínima regulación (que pronto aprenderá a eludir) seguirá obteniendo grandes beneficios basándose en la manipulación del capital ficticio. Lo que vuelve a ser totalmente insostenible e inevitablemente conduce a repetir el ciclo. ¿Se están poniendo las raíces de una próxima crisis de mucha mayor magnitud? Ojala me equivoque, pero si no se toma el toro por los cuernos y se enfrentan los problemas reales del capitalismo global es un escenario que me parece presenta muchas posibilidades.
Es de temer que el ‘apaciguamiento’ actual de la crisis no sea más que una evolución temporal, como si la crisis se hubiera escondido temporalmente, y que si no se resuelven los problemas de fondo que presenta el capitalismo actual (otro tema es si son resolvibles) éste no suponga más que una pausa en un proceso más dramático y más largo, con consecuencias todavía más devastadoras que la crisis hasta ahora. Al principio de esta exposición señalaba que cada crisis ha supuesto un cambio sustancial del modelo de acumulación capitalista y la estrategia económica y política consiguiente. Si, como avanzo aquí, como salida de la crisis que nos afecta desde 2007 se pretende, y se consigue mantener esencialmente el mismo modelo, aunque sea con una confusa mixtura de keynesianismo asimétrico y neoliberalismo duro ¿será ello suficiente para salir de la crisis o realmente supone sólo un aplacamiento temporal, superficial e insuficiente?, lo que sólo puede conducir a otro episodio de crisis en el corto plazo con consecuencias todavía mucho más catastróficas que la actual. Es como contemplar la sala de baile mientras se hundía el Titanic. Será el capitalismo global tan ciego como para aventurarse en este territorio? ¿serán nuestros dirigentes políticos y sociales tan irresponsables como para no plantear claramente la situación a sus conciudadanos y actuar con su apoyo en consecuencia?
Frente a esta situación todavía queda otra gran interrogante: La ciudadanía, ¿tenemos que mantenernos pasivos ante la destrucción de todas las conquistas sociales logradas con el esfuerzo de siglos, de las generaciones que nos precedieron? ¿Hemos de abandonar todo intento de lograr sociedades justas que permitan la amplia realización de los seres humanos? ¿Estamos dispuestos a someter nuestras vidas a los mercados supuestamente autorregulados que producen la riqueza para muy pocos, unas difíciles condiciones de trabajo y de vida para la mayoría y la pobreza y la marginación para amplias capas de la población? O ¿habremos de reaccionar con energía para decir colectivamente ‘basta, hasta aquí hemos llegado’?
Porque alternativas para cambios sustanciales, haberlas haylas. No es un problema técnico, las posibilidades técnicas son muchas y variadas – y los economistas cambiamos fácilmente da lealtades, como se está viendo cuando todos afirmamos que ya sabíamos que iba a haber crisis-. Es un problema político. Como siempre, de correlación de fuerzas. ¿Tendremos la ciudadanía de a pie, las clases populares, la conciencia, el coraje, la voluntad, la capacidad de poner freno a este sistema que destruye la cohesión social y la naturaleza? Desde abajo hacia arriba también tenemos una responsabilidad.
¿Es esto posible en este mundo capitalista con un enorme poder del capital? Si, como parece, no es posible un capitalismo con rostro humano, quizá haya que recordar algunos sloganes del pasado y concluir que necesitamos un sistema no capitalista alternativo o caminamos hacia el caos.
[1] Borrador del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, presentado al público el 19 de junio y a las Cortes el 26 de junio de 2009.
[2] Citas del Borrador
[3] Para paliar el impacto de estas cifras algunos comentaristas señalan que probablemente el importe necesario no excederá de 30-40.000 millones y que como la mayoría serán prestamos, serán devueltos y no tendrán coste para los contribuyentes. Peor ¿quién sabe cuanto hará falta realmente? La magnitud relevante es el límite superior, y ¿cómo, cuando y por qué importe serán las devoluciones?
[4] Llegando a una situación en que el número de familias en los que no perciben ningún ingreso que no sea de la asistencia social o la caridad es superior al millón de familias, o casi el 55 de familias (4,6%).
[5] Incluso El FED (sistema de Bancos de la Reserva Federal estadounidense se preocupa por otras variables como el crecimiento y el empleo, mientras que el BCE por sus estatutos sólo tiene que preocuparse por el nivel de precios.
[6] Supongo que el temor a un desastre y a una explosión social es lo que estaba llevando a algunos ayuntamientos a proporcionar una modestísima ayuda a los parados (en torno a 400€ al mes en la mayoría de ellos). Ahora se generaliza esta pero, eso sí, con la obligación de seguir cursillos que faciliten la reinserción laboral. ¿Dónde? Parece la pregunta lógica.
[7] Aunque estas manifestaciones son difíciles de conciliar con la aceptación por parte del ejecutivo de que ‘se establezcan acuerdos entre los agentes sociales a nivel de empresas’ que, en una situación de crisis como la actual y vistas las demandas de los empresarios y el papel de los sindicatos mayoritarios muy posiblemente sólo puede conducir a un deterioro de la situación de los trabajadores.
[8] Que el precio de la gasolina suba puede ser una buena noticia para los aspectos ambientales, pero no parece muy coherente con el apoyo a la compra de automóviles que hasta ahora esta siendo una de las principales medidas para ‘estimular la demanda’, ¡a menos que se pretenda que los automóviles estén parados¡
[9] Entre cuyas obligaciones estatutarias no esta incluida la de preocuparse por las finanzas de la Seguridad Social
[10] Se hubiera podido exigir que en vez de automóviles contaminantes se produjesen autobuses o trenes para el transporte público, o que las empresas ayudadas hubiesen mantenido sus plantillas, o que el esfuerzo de los trabajadores -congelaciones salariales- se considerase un préstamo a la empresa en lugar de apoyos a fondo perdido, que hubiese nuevas inversiones dirigidas a avanzar en el cambio de modelo productivo, etc.etc.
[11] Es muy posible que hayan perdido una gran parte de su capital (aunque la valoración de éste tras las operaciones especulativas está siempre abierto a cuestión) pero, sin ninguna duda, la gran mayoría de ellos continúan disfrutando de remuneraciones que les permiten niveles de vida muy satisfactorios. Ver ‘Hay pobres porque hay muy, muy ricos’ y ‘Apuntes teóricos para entender la crisis’ de los Informes TAIFA, nº. 5 y 6.
[12] Fernando Saiz., Un proyecto que invita al escepticismo. Público 18/7/2009
[13] J.E. Stiglitz. El socialismo para ricos de Estados Unidos. El País 21/6/2009
[14] En la reciente Cumbre de junio 2009 el Primer ministro británico Brown señalo explícitamente que el Reino Unido no puede tolerar que la máxima autoridad financiera en su territorio no sea su banco central.
[15] C. Perez. Mas regulación (o no) comentando un libro exceptivo sobre las medidas tomadas hasta ahora escrito por H. Davies, Director de la London School of economics y D. Green, asesor del Consejo de emisión de Información Financiera en el Reino Unido. El País 14/6/2009.
[16] Quizá sea necesario más tiempo para elaborar una teoría más acorde con las nuevas realidades -recuérdese que en la crisis de 1929 la obra de Keynes se publico en 1933- y ojala suceda así, pero los primeros indicios no llevan al entusiasmo.
[17] Quizá una excepción digna de mención sea el cambio anunciado en los sistemas fiscales que prevén un aumento de la fiscalidad de los grupos de mayores ingresos. Pero están todavía a nivel de proyectos. Para realizar su evaluación final habrá que ver si no se debilitan en el proceso, de la misma forma que la voluntad reguladora que se expreso al principio de la crisis. En el caos del Estado español se han aumentado dos impuestos regresivos y, a mi juicio, incoherentes con el resto de políticas seguidas y negativas para una recuperación de la demanda. Y el gobierno se ha vuelto atrás en los proyectos existentes para una tímida modificación que supondría el gravar las rentas más altas.
[18] Los diez bancos estadounidenses que habían sido ayudados por el Estado y han decidido prescindir de su tutela son un buen ejemplo de esta tendencia.