¿Recuerdan? Nuestro último palique aludía al evidente aumento de quienes se preguntan si el planeta no se encamina hacia una réplica de la Gran Depresión, de los años treinta del siglo pasado, comenzando por la economía aún señera: la de los Estados Unidos. Y quizás a más de un lector el enunciado les haya hecho […]
¿Recuerdan? Nuestro último palique aludía al evidente aumento de quienes se preguntan si el planeta no se encamina hacia una réplica de la Gran Depresión, de los años treinta del siglo pasado, comenzando por la economía aún señera: la de los Estados Unidos. Y quizás a más de un lector el enunciado les haya hecho evocar alguno de los filmes catastrofistas tan de moda, e incluso «diagnosticarle» una paranoia al periodista.
En ese caso, me defiendo pensando en voz alta que lo efímero de la existencia humana -un pestañazo, o menos, en el turbión de los tiempos- llega a obstaculizarnos, si no a impedirnos, ciertas perspectivas con «argumentos» la mar de empíricos, ingenuos, como este: «Si el Imperio ha sido desde que me asiste el uso de la razón, y desde que les asistía a mi abuela y a mi abuelo, que en paz descansen, ¿por qué no seguirá siendo?»
¿Refutación de lo existencialmente «incontestable»? En fuentes explícitas e implícitas, porque no todas se entregan. Mire usted si no lo que plantea como con un puñetazo, en el sitio digital Argenpress , el chileno Ernesto Carmona: «La moneda estadounidense tiene sus días contados como rectora de las transacciones internacionales y como divisa para conservar las reservas de los países. Cada vez hay más conciencia de que los bancos centrales del mundo están apuntalando directamente al criminal sistema financiero de EE.UU. al transferirle sus reservas a cambio de Bonos del Tesoro y otros papeles. La transferencia de reservas alivia el eterno déficit fiscal y financia las guerras que siempre está emprendiendo el complejo militar-industrial alojado en el Pentágono». E importante: «Los grandes medios mundiales no han informado que ya existen varias iniciativas concretas para reemplazar al dólar de EE.UU. como moneda global».
Sí, no se ha prodigado precisamente la gran prensa en reportar asuntos tales como los acuerdos en ese sentido de la Conferencia de Comercio y Desarrollo de la ONU (UNTACD, sus siglas en inglés), de los nueve países del ALBA (comprometidos a continuar avanzando en la utilización de SUCRE, nueva unidad de pago) y de los seis integrantes de la Organización de Cooperación de Shanghái (China, Rusia, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán). Así como de Irán, que empieza a deshacerse de multimillonarios activos en dólares, y hasta en euros, en respuesta a las sanciones que, por obra y gracia de un supuesto desarrollo nuclear malévolo, e inducidas por el Tío Sam, le han aplicado desde el Consejo de Seguridad hasta buena porción de naciones del Viejo Continente.
Además, se conoce que, bilateralmente, China ha estado negociando con Brasil y Malasia para valorar su intercambio en yuanes, mientras Rusia ha anunciado que lo iniciará en rublos y divisas locales. Como si resultara poco, Moscú, Nueva Delhi, Islamabad y Teherán andan trajinando en la formación de un área financiera oficial y militar, con que forzar la salida de Washington de la zona…
Por eso coincidimos plenamente con el mexicano Alfredo Jalife-Rahme ( Voltairenet.org) : «El dominio omnipotente del dolarcentrismo, incluida la relativa bipolaridad compartida con el euro, constituía el reflejo del orden unipolar, que ha llegado a su fin con la decadencia multidimensional de EE.UU., cuando el mundo se mueve hacia un nuevo orden multipolar que imperativamente debe traducirse en una pluralidad de las divisas de los grandes actores del planeta.» Orden que, si bien incipiente, ha ayudado a suavizar el impacto de la crisis global.
Ahora, diversos entendidos no solo convergen en que «una de las señales trágicas de la recesión global, causada por los especuladores de Wall Street y su horda de Madoffs y Soros, ha sido la colosal disparidad entre la economía real y el vigente financierismo (impuesto por la banca israelí-anglosajona), lo cual se subsume en el anómalo dominio del dolarcentrismo, que ha llegado a su ocaso»; los observadores se muestran también conscientes de lo complejo de reemplazar totalmente el dólar. Por la gran competencia intermonedas, estimamos. Y porque las que emerjan a la palestra deberán estar respaldadas por una economía como la de… ¿China? Entonces, ¿el yuan?
Por lo pronto, convengamos en que, si cae de una vez por todas el «papel-chatarra que arrastra una deuda impagable» -calculada en el 600 por ciento del PIB de los Estados Unidos-, y exhibe monumentales déficits fiscal y presupuestario, papel «cubierto» mayormente por el complejo militar-industrial, también este monstruoso aparato rodará por los suelos. Y si en ventajas comparativas USA prácticamente rige solo en armamentos -como consideran numerosos entendidos-, ¿continuará existiendo el Imperio tras el despeñamiento de la moneda imperial?
Bueno, dejo estas inquietudes a quienes crean detectar alguna malsana obsesión en el periodista.
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