Europa jamás ha prometido tanta libertad como en estos últimos sesenta y cinco años. La libertad se presenta permanentemente en todas las esquinas, en todas las tiendas, en todos los televisores. Uno de los elementos esenciales de la construcción europea es la libertad de movimiento. Una vez vencido el comunismo, derribados los muros y ampliada […]
Europa jamás ha prometido tanta libertad como en estos últimos sesenta y cinco años. La libertad se presenta permanentemente en todas las esquinas, en todas las tiendas, en todos los televisores.
Uno de los elementos esenciales de la construcción europea es la libertad de movimiento. Una vez vencido el comunismo, derribados los muros y ampliada la casa común, la UE celebra la consagración de la libre movilidad como principio de la democracia y el progreso.
Para ponerla en práctica, Europa construye centros de detención e internamiento de inmigrantes; multiplica sus efectivos policiales para el control de las fronteras; deporta a refugiados y refugiadas y normaliza las redadas racistas para capturar a extranjeros.
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Cuando Primo Levi y un puñado de supervivientes fueron liberados de Auschwitz, la «imposible libertad» se les apareció en forma de «despiadada llanura desierta». Levi, en su libro La tregua, narra su periplo de casi un año, llevado de campo en campo de refugiados, hasta que finalmente pudo volver a su casa, en Italia. De allí había sido deportado durante la guerra por su condición de judío, tras ser apresado como miembro de la resistencia antifascista.
Acampados en la estación de tren de Zmerinka, un pueblo de la URSS, viviendo de la mendicidad, los refugiados coinciden con un campamento de nómadas, instalado en el mismo pueblo. «¿Quiénes eran, de dónde venían, adónde iban?» -se pregunta Levi. Y a sí mismo se contesta: «No lo sabíamos: pero en aquellos días los sentíamos especialmente cercanos a nosotros, como nosotros arrastrados por el viento, como nosotros dependientes de la mutabilidad de una voluntad lejana y desconocida, que tenía por símbolo las ruedas que nos transportaban, a nosotros y a ellos, en la estúpida perfección de un círculo sin principio y sin final.»
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Las imágenes de la policía francesa destruyendo campamentos y llenando aviones de deportación remiten a la «despiadada llanura desierta» en que se ha convertido Europa. Un desierto rodeado de alambradas, y en su interior un permanente calabozo.
El paraíso europeo se desmorona definitivamente.
Inmigrantes, refugiados, nómadas, antifascistas: es hora de sentirnos más cerca que nunca.
http://alkorconrebelde.org/2010/09/05/es-hora-de-sentirnos-mas-cerca-que-nunca/
Eduardo Romero es autor de varios libros sobre el tema; por ejemplo Plan Africa: Quien invade a quien; A la vuelta de la esquina: relatos de racismo y exclusión; Un deseo apasionado de trabajo más barato y servicial: Migraciones, frontera y capitalismo
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